Stop Represión
STOP REPRESIóN
Desde hace unos años, el poder policiaco inaugura el "curso político" en otoño con montajes policiales que se ceban en anarquistas y revolucionarios. Tras los montajes de Madrid (2000), Madrid-Asturias (octubre 2001), Valencia (octubre 2002), hoy les ha tocado a seis compañeros detenidos el 16 de setiembre en Barcelona, bajo la acusación de siempre: célula terrorista, atentados, contacto con peligrosísimos presos, relaciones internacionales, jefes, bla bla bla. No nos olvidamos tampoco de los detenidos en Valencia el 7 de julio en Valencia, Eduardo y Amanda, bajo acusaciones similares, ni de los cinco compañeros detenidos en Cataluña en febrero, que aunque salen del esquema del montaje otoñal, siguen plenamente la lógica inquisitorial de la ristra interminable de montajes policiaco-mediático-judiciales que se están ensañando con los sectores más conscientes y combativos de nuestra clase. Ni podemos olvidarnos, tampoco, de los compañeros que continúan presos en Grecia tras los disturbios de Salónica este verano, ni de la continua represión que acosa sin pausa a los revolucionarios italianosNi nos olvidamos de los compañeros que han ido cayendo detenidos en diferentes lugares y tiempos, que continúan encarcelados.
El penúltimo montaje se ceba, como decimos, en seis anarquistas, detenidos en Barcelona y a los que se acusa, entre otras cosas, de enviar un paquete bomba a la embajada griega; entre las pruebas, los habituales libros, los habituales contactos con algunos presos -esta vez, con los compañeros Michele y Claudio -, aunque esta vez "parece" que la policía va a poder aportar algo más que simples papeles.
Más allá de la inocencia o culpabilidad jurídica de nuestros compañeros ahora detenidos bajo la aplicación de la ley antiterrorista, que permite y alienta la tortura (recordemos, sin ir más lejos, las sufridas por los últimos detenidos en Valencia, o las que les hicieron padecer a los detenidos en febrero en Cataluña), está la voluntad del Estado de combatir a los sectores más lúcidos del proletariado, a quienes por sus ideas y prácticas son ya peligrosos para el mantenimiento de la paz social y que, ante las convulsiones sociales por venir no pueden ser sino un potente detonador para la pólvora del descontento y la rabia.
Más allá de los hechos concretos que policías, jueces y periodistas (ese triángulo terrorista del Estado capitalista) les imputan, está el combate declarado de todos los compañeros golpeados por la represión hacia la sociedad de clases, el Estado, la explotación asalariada, la mercancía; la crítica descarnada hacia todos los aspectos de la dominación; la hostilidad manifiesta hacia este mundo de miseria. Son sus ideas lo que los hace peligrosos, es su crítica, también en actos, lo que les hace abominables a los ojos inquisitoriales de la democracia. Son las ideas y prácticas que estos compañeros impulsan lo que hace ponerse en marcha la maquinaria represiva; pues para eso precisamente ha sido creada, para mantener el orden, la paz social, garantizar el correcto funcionamiento de la explotación, la buena marcha de la economía: algo que esas ideas y prácticas, de generalizarse, echarían rápidamente abajo.
De lo que se trata ahora, como siempre, no es de denunciar la maldad intrínseca del sistema capitalista y su Estado, la crueldad de la máquina represiva, la mezquindad de los hombres de Estado, sino de poner en marcha las herramientas y métodos adecuados para derribar la economía y destruir el Estado: la lucha contra la represión sólo puede formar parte de la lucha total contra el sistema de muerte que padecemos; la crítica de la represión, separada de la crítica global del capital y su Estado no es nada, simplemente impotencia. Por eso, antes que hacer llamamientos a la solidaridad frente a la represión, solidaridad que es en cualquier caso imprescindible, creemos necesario que los revolucionarios empleemos nuestras energías en la construcción, forja, afilado, de las armas que nos permitan parar la represión acabando con ella. Acabando con el Estado que la necesita, acabando con la economía que necesita del Estado.
Porque la paz social es el mito sobre el que se construye nuestra ruina, porque destruir el capitalismo no es solamente necesario, sino que es posible, porque renunciamos a todo menos a la victoria:
¡Unión, Hermanos Proletarios!
Por el comunismo. Por la anarquía.
(NOTA: No entraremos en discusión con ningún defensor del viejo mundo, con pacifistas, pacificadores, delatores, ni socialdemócratas de cualquier tipo. Para cualquier consideración, dirigirse a: arde@nodo50.org )