Palestina, ¿una “reconciliación” a costa de la lucha de liberación?
El 12 de octubre se firmó un acuerdo de “reconciliación” en El Cairo entre las dos principales facciones palestinas, Fatah y Hamas, en conflicto abierto desde hace más de 10 años. Un aire de algo visto ya muchas veces, pero también algunos nuevos elementos, que no dejan presagiar un futuro esplendoroso para los y las palestinas.
Ninguna razón, a priori, para no alegrarse de una reconciliación entre Fatah y Hamas, en la medida en que las divisiones internas han contribuido enormemente a debilitar al movimiento nacional palestino durante el último decenio. Pero si se mira más de cerca, no hay tampoco razón alguna para entusiasmarse.
El Egipto de Sissi, pieza fundamental
El lugar de la firma del acuerdo no es anodino, puesto que la “elección” de El Cairo confirma el papel jugado por el Egipto de Sissi en el proceso de reconciliación. Algo que no puede dejar de inquietar cuando se sabe que Sissi es uno de los que mejor encarnan, a nivel regional, la contrarrevolución, el aplastamiento de las aspiraciones democráticas y la buena entente con Israel. Egipto se impone de nuevo como un actor esencial en la región, en particular a ojos de los Estados Unidos que han aprobado tácitamente el planteamiento y el contenido del acuerdo.
El 12 de octubre, el tono del mariscal-presidente daba motivos para preocuparse, entre otras cosas cuando precisó que la reconciliación era una primera etapa hacia una “paz” global y que “la Historia no será clemente con quienes no aprovechen una oportunidad para la paz”. Tales palabras, venidas de quien ha organizado el aplastamiento de los Hermanos Musulmanes y de los movimientos democráticos en Egipto, y profundizado la colaboración con Israel para mantener y reforzar el bloqueo de Gaza -en particular vía la destrucción de los túneles de reavituallamiento- no dejan dudas sobre la suerte reservada para quienes se nieguen a someterse.
Ningún contenido político
El acuerdo entre Fatah y Hamas es un acuerdo entre dos movimientos debilitados y en búsqueda de legitimidad, cuyo contenido político es mínimo. Se trata únicamente de organizar la vuelta de la Autoridad Palestina (AP) a Gaza y confiarle la administración del territorio con el horizonte del 1 de diciembre. Al hacerlo, Hamas se descarga del peso de la responsabilidad administrativa de Gaza (y por tanto de la gestión de las consecuencias del bloqueo) y espera recuperarse como fuerza de oposición, mientras que Mahmud Abbas y la AP van a poder reivindicarse como “único gobierno legítimo del pueblo palestino”. Un acuerdo “ganador-ganador” para las dos facciones, al menos a corto plazo, pero que no presagia en absoluto una reconciliación “política” en el seno del movimiento nacional, contrariamente a lo que ciertos optimistas afirman.
La ausencia de contenido político deja en el aire numerosas dudas, y Hamas, contra la pared, juega fuerte. “El cisma está detrás de nosotros, y hemos decidido pagar cualquier precio para que la reconciliación marche”, ha afirmado Ismail Haniyah, antiguo Primer Ministro en Gaza. Pero al mismo tiempo, Hamas declaraba que, si bien reconocería la legitimidad de las fuerzas de seguridad de la AP, se negaría a entregar las armas...
Ahora bien, el movimiento sabe que esa es una condición inaceptable para Israel y sus apoyos, que exigen el desarme del movimiento como previo a cualquier acuerdo. El triste novelón corre el riesgo de proseguir y, a medio y largo plazo, no se ve como la población podría beneficiarse de un acuerdo de circunstancias, apoyado por enemigos de los y las palestinas, y que no parece en absoluto un programa de liberación sino más bien de preparación de capitulaciones -y de tragedias- en el futuro.
NPA. Traducción de Faustino Eguberri - Viento Sur