¿Es posible la sociedad sin clases?

06.Sep.11    Análisis y Noticias

La sociedad de clases, o de castas como se llama en India, es un suspiro en medio del huracán de la historia, una pequeña conchita marina en la playa del tiempo, aunque la conchita es natural y la sociedad de clases es artificial, un artefacto hecho con el pie del hombre, que agarró a patadas a la mujer para que dejase de andar con distintos varones y la conchita fuese propiedad exclusiva suya para asegurar el hijo propio primogénito que daría continuidad a la unidad productiva trascendiendo la vida terrenal del autotitulado poseedor de la dominica potestas, la potestad de dominio, el señorío, en fin, el poder-sobre encimado en el poder-hacer en la larga playa de la vida metiéndose como cangrejo o cáncer en la delicada conchita aquella.

Ja, ja, ja, ja, ríe el lagarto gigante de Galápagos (hermoso nombre, por lo demás), viendo como Darwin se rasca la frondosa barba mientras toma notas para escribir su engendro de la evolución lineal, siguiendo ni más ni menos que el historicismo alemán, la línea recta de la evolución que luego los científicos, en especial físicos, harían pedazos, unos para desarrollar la teoría del caos, otros para aniquilar la naturaleza, la madre de todas las madres. Es decir, los llamados científicos se dividen en dos, lo que quieren vivir y los partidarios del harakiri, que se introducen la cuchilla del saber elitista en su propio ombligo, ya que aunque les duela, siguen siendo parte de la especie. No vamos a entrar aquí en la lamebota teoría filosófica-política de la filosofía clásica alemana, que ante la imposibilidad de seguir el camino de la burguesía francesa, llena de materialistas rebeldes, para someter a la oligarquía, inventan unos muy sagaces laberintos conceptuales, tales como el “gran espíritu” hegeliano que se materializa en la historia, que hizo las delicias de los católicos feudales de la futura Alemania por su semejanza a la idea de dios que ellos vendían, la imposibilidad de la ontología, es decir “el ser no es”, simplemente no hay, del agnosticismo kantiano, lo que sacó aplausos rabiosos de la ideología de la oligarquía germana, y la perla negra del apriorismo y la teoría pura de los valores del mismo Kant, que acabó con las reticencias de los feudales, a esta altura ya encantados de la vida ante tanto burgués negociador y bueno para mover las fronteras de los conceptos, como Piñera feliz de poder contar con el partido comunista para domesticar a los estudiantes discriminando a la Aces.

Como no vamos a entrar en el historicismo alemán, sigamos entonces con el susodicho tema de las clases, que representó la división no de la sociedad, ya que la sociedad nace con la separación en clases, sino de la comunidad, de aquellos sujetos “nosotros” que venían de millones de años atrás (ya van llegando a 9 millones, según los últimos descubrimientos arqueológicos por esos lados de Etiopía, justamente por donde habría andado Salomón buscando más minas para esposas, una tras la otra, hasta llegar a más o menos unas 500, según el libro de Los Salmos, que la Iglesia Católica intenta esconder y los Testigos de Jehová rescatan por todos lados para mostrar que son ellos los que tienen la razón y los mormones les arrebatan los libros y salen corriendo evitando que los evangélicos por su vez se los quiten de las manos entrando rápidamente por la derecha hasta aproximarse peligrosamenbte a los palos y goooooool! Goooooool de los buenos contra los malos, como escribe Maniqueo sobándose las manos en el altar masónico de Maquiavelo). Las excavaciones anteriores habían llegado hasta el australopitecus, de alrededor de 7 millones de años atrás, pero ya se han pasado los 8 años gracias a los luchadores del tiempo que han descubierto aquel de Etiopía o proximidades. Darwin observando al lagarto y después al mono, dijo que el hombre viene del mono (y la mujer de la mona), lo que todos se lo creyeron y bajaron el moño. Luego otros de sus seguidores, bastante simplones por lo demás, “demostraron” que primero había sido el Neanderthal y después el Cromagnon (se pronuncia cromañón, ¿viste?), como que uno hubiese venido del otro, en una línea. Después se verificó que no, que cada uno había sido una línea o vertiente distinta, que una se extinguió y la otra siguió. Bueno, eso sólo demuestra que podemos estar equivocados y es un tanto difícil aferrarse a las cosas, menos cuando luego queda claro que no era así, de modo que los linearistas o evolucionistas ramplones tuvieron que retirar sus libros del mercado, aunque no faltan los conservadores recalcitrantes que siguen en sus treces. Para peor, luego se descubre que el hombre no desciende del mono, lo que llega a poner en duda razonable las teorías darvinistas, pero igual los conservadores se aferran y siguen explicando en muchos libros y escuelas que provenimos de ese mono, lo que no siendo cierto, permite seguir justificando la linearidad de la historia, el historicismo alemán aplicado a la teoría de la evolución, muy conveniente para los afanes de aquellos que quieren demostrar que el hombre es un bicho individual, que siempre ha sido así, lo que, como veremos, está muy lejos de la verdad. Antes de los monos, tal como los conocemos, y de los hombres, tal como creemos conocerlos, habían otros bichos, que dieron origen a muchas subdivisiones, entre otras los lemures, pequeños como monitos de enormes ojos, los mandriles, de hermosos colores y una dentadura que mete más miedo que un tiburón, los chimpancés, gorilas y, no se sorprendan, decenas y decenas de otros tipos que son nuestros primos, ya que de un tronco común se ha extendido el árbol genealógico en varias direcciones, algunos de los cuales han sido descubiertos solamente hace algunos años, salimos todos de las aguas y a las aguas volveremos, como desembarco de Normandía, como mariposas saliendo del capullo inundando las tierras y campos, donde los saurios se daban el banquete engullendo cuanto bicho se les ponía por delante, como carabineros parapetándose para disparar la metralleta UZI contra el cuerpo de los estudiantes.

De ese tronco común surgen los primeros pre-homínidos u hominoides, que dan paso a los homínidos, nuestros antepasados, de donde surgieron también líneas de variantes como el caso ya comentado del cromañón y del neanderthal. Tal vez el yeti sea otra variante y el oso de alguna raíz más hacia atrás, pero en definitiva todos los animales y vegetales somos como primos lejanos y cercanos, en una extensa red que se entrelaza e interactúa permanentemente entre si y con la tierra y las aguas, el aire y el clima, en lo que las comunidades originarias llaman el equilibrio. Los homínidos y luego los hommos, hasta el sapiens, que piensa por medio del notable desarrollo de su sistema nervioso que en la cabeza llega a constituir el cerebro tal como lo creemos conocer, ya que hasta hace poco se desconocía la presencia de los impulsos eléctricos que circulan en su interior, lo que habría sorprendido enormemente a Watts y los demás que pugnan por la paternidad de la electricidad, acostumbraban a vivir en las llamadas hordas y luego comunidades, aunque la primera se diferencia de la segunda en el desarrollo de los instrumentos de transformación de la naturaleza. De esa manera, la vida en común forma parte del instinto, llamado por eso de “instinto de lo común”, grabado en los genes, es decir, una conformación natural, por más que los actuales “científicos” metan mano para modificar el adn, crear transgénicos y clonación, con lo que aspiran dentro de poco a irse a la Luna a vivir de la máquina mientras revientan el planeta para transformarlo en patio trasero suministrador de cobre y acero de los hombres artificiales o clonados o qué se yo, quien sabe hasta donde van a llegar con el afán de vender pomadas tecnológicas, a menos, claro, que los detengamos a tiempo.

El estar juntos era parte de la vida, la manera en que el humano se vinculaba a la naturaleza y retroalimentaba con ella, sabiendo que pasar de ciertos límites acarreaba destrucción del equilibrio, como los originarios del norte del continente que cazaban un número determinado de búfalos, dejando irse tranquilamente a los demas, que ya vendrían la próxima temporada a buscar otros, también en número limitado y así sucesivamente, hasta que llegaron los invasores europeos matando esos bichos a punta de dinamita o tiro a tiro como Búfalo Bill, héroe blanco que llegó a ser una de las figuras más siniestras de la historia de esos territorios ocupados. También en África y la India sucedía lo mismo, por ejemplo con los elefantes, que al descubrir los invasores la calidad y durabilidad del marfil de los colmillos, llamado el oro blanco, asesinaban estos bichos a diestra y siniestra ante los ojos espantados de los habitantes del lugar, que veían que se rompía el equilibrio de la vida que tanto habían cuidado. En nuestro continente Abya Yala, destruyeron lo que pudieron y luego tuvieron que irse porque la oligarquía local quiso asumir la conducción de los asuntos públicos extrayendo ellos las riquezas, continuando así la cultura masónica del liberalismo capitalista en la llamada graciosamente “independencia”, que no fue más que cambio de jefes, propietarios, fuerzas armadas y políticos, todo ello para la meta del cielo de la ganancia para ellos y el futuro cielo inalcanzable para los demás ideologizados por los curas que vinieron acompañándolos para reducir la resistencia sometiendo a los encomendados a la “civilización”.

El estar juntos entonces es la manera instintiva humana de ser y existir en la forma del Buen Vivir, que algunos aquí en Chile y otros lugares, en especial los llamados bolivarianos, han cambiado para el Vivir Bien, metiéndole sus conceptos humanistas traídos de la cultura europea. El vivir bien es una manera solapada de decir que hay que estar en armonía con la naturaleza sin importar que algunos vivan bajo la bota del autoritarismo, la verticalidad y las jerarquías. El buen vivir, por el contrario, implica la comunidad, aquella que fue destruída por el patriarcado que se extiende hasta hoy en la forma de estructura de clases.

Para acabar con la estructura de clases, algunos levantaron la tesis de que había que apoderarse del estado y desde allí dirigir el proceso de acumulación capitalista hasta que pudiesen extinguirse las clases y el propio estado, lo que significa que se extinguen ahí también los partidos que dicen representar a los oprimidos. Los partidos burgueses ya no existirán en ese estado llamado socialista porque ya no habrá burguesía, sin embargo Cornelius Castoriadis, marxista griego, estudió profundamente el fenómeno de la burocracia soviética demostrando que se trataba en efecto de una nueva clase dominante, lo que ellos camuflan diciendo que efectivamente son la clase obrera en el poder (bueno, los representantes de la clase obrera, para ser justos en el análisis) que se requiere mantener para combatir a la burguesía, ahora con el pretexto de que la revolución debe ser internacional, sin fronteras, lo que significa que tendremos que aguantar el estado, el partido y la burocracia dominante hasta que caiga el último estado burgués. Sin embargo el proceso no fue lineal ni historicista como quería Engels, el mentiroso que engañó y utilizó para sus intereses las reflexiones de Marx, sino muy al contrario, pues fue el socialismo el que regredió, volvió atrás, se extinguió para dejar paso floreciente al renovado capitalismo pleno, así que vuelta a comenzar de cero, ya los comunistas rusos han aumentado un dos por ciento su votación. Los países liberados en África han caído uno por uno en el retorno de los brujos capitalistas, lo mismo ha sucedido en China, Laos, Vietnam y Camboya, aunque los chinos han conseguido apoderarse de Nepal, mientras su clase dominante de los nuevos mandarines oprime a las naciones tradicionales de Tibet, Mongolia y varias otras más. Pobre Nepal, no está ni mejor ni peor que la monarquia, pues eso de los males el menor no sirve para la liberación efectiva de los pueblos.

Fracasado el proyecto socialista, ahora sólo se mantiene con algunas medidas liberales, como la salud y educación estatal, que más resultan ser mecanismos de control y hegemonía ideológica, que procesos democráticos de participación ciudadana directa en los asuntos públicos como había sido la comuna de París.

De allí entonces la pregunta de si es posible la sociedad sin clases, que en el fondo no necesita ser contestada, por razones obvias, como veremos a continuación en un propuesta de respuesta destinada a la reflexión. Sólo utilizaremos esta vez dos argumentos: El primero dice relación con el carácter efímero de las clases y el estado, que sólo tienen una existencia de unos 10 mil años o un poco más y no pueden eliminar el instinto de lo común, es decir aquella comunidad instintiva que viene de casi 10 millones de años atrás. El segundo tiene que ver con el fracaso de las propuestas estatistas, que sólo vuelven a lo mismo, la experiencia histórica de permanente cuestionamiento práctico a la sociedad de clases y la experiencia actual de multiplicación a nivel planetario, en especial en nuestro continente, de practicas de modos de vida que trascienden a las clases y reconstruyen el Buen Vivir.

Es necesario comprender que el propio proceso interno y estructural de la sociedad de clases apunta hacia su autodestrucción generando sus propios sepulteros, que en la época de desarrollo industrial eran los obreros (y muchos se quedaron pegados en esa época) y hoy día con la tecnología y la precariedad del trabajo pasan a ser todas las categorías sociales, siendo los obreros una ínfima parte, de modo que la diferencia de clases hoy día ya no pasa por la contradicción burguesía-proletariado, sino por el antagonismo entre propiedad privada y capital-multitud y naturaleza, que si bien podría decirse que es casi lo mismo, tiene la pequeña diferencia de que ya no es necesario centralizar el proceso de acumulación capitalista en los estados para avanzar hacia la sociedad sin clases, que obviamente ya no será sociedad, sino comunidades libres y circulantes intercambiando entre si. Eso significa que la inversión de esfuerzos debe concentarse en la formación de espacios territoriales de vida comunitaria, lo que no sólo implica ir superando localmente dicho antagonismo, sino también ir transformando el fenómeno de la multitud autoconstituyente en comunidades activas que cumplen el rol subjetivo ya no sólo de resistir los embates del capitalismo, sino de superar las relaciones capitalistas hasta su extinción, además que la comunidad es el enlace directo de lo humano con la naturaleza, lo que completa el rol de sepulteros que dan rienda suelta al antagonismo existente, lo que Marx dejó muy en claro en su análisis de la Comuna de París, en el capítulo 3 de “La guerra civil en Francia”, en especial cuando dice “los obreros no necesitan un programa acabado, sino dar rienda suelta a lo que ya se viene esbozando desde las contradicciones del capital”, es decir, y sigue Marx “el vago anhelo de la república social”, por lo que “la comuna cumple las funciones del estado”.

Por eso hoy día la alianza de las comunidades originarias, campesinas, afrodescendientes, pescadores artesanales y tantas otras categorías no obreras y de base vivencial no necesariamente urbana, con los vecinos de los barrios de las ciudades reunidos en procesos de autoorganización libertaria y productora de sus propias formas de vida, alimentos, energía y relaciones de democracia directa en las localidades, es la imagen del futuro sin clases, pero al mismo tiempo es la imagen del pasado instintivo de lo común, por eso el cambio no es un asunto teleológico, un objetivo a lograr, sino al contrario, es la vuelta a casa, a la raíz, al encuentro, el desandar, la ruptura de la linearidad y el historicismo, el regreso a la libertad, el decrecimiento, la transformación de la tecnología al servicio de todos y no de la población al servicio de la ganancia que produce. Eso lleva que hoy día las propuestas de establecer lazos comunicativos directos desde el campo y villas rurales hacia las periferias de las ciudades, y viceversa, tanto en el plano del intercambio económico directo, como en la circulación de energía, atención sanitaria, vivendas ecológicas y aún nuevos procesos educativos, genera un nuevo territorio específico del antagonismo, donde la expansión de las formas de vida comunitaria autosustentables y en retroalimentación como redes interactivas de la vida en común se alejan del hegemonismo del centro de las ciudades y del poder, se transforman en territorios en proceso de liberación y serán la sepultura del capital.

Abrazos
Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
municipiosindependientes@yahoo.cl