Al servicio de Su Majestad
En los estertores de la dictadura fascista habían partidos, supuestamente de izquierdas, que decían defender el "derecho" a la autodeterminación pero estaban radicalmente en contra de que se pudiera ejercer efectivamente tal derecho. Cuarenta años más tarde, ya no se habla de autodeterminación, que tiene una significación demasiado "roja", sino de "derecho a decidir", pero con la misma cantinela: "derecho" sí, pero no que decidan los pueblos.
Los pésimos resultados electorales de Podemos-ICV en las recientes elecciones catalanas han servido para ver a sus dirigentes practicando aquello tan castizo de echar la culpa al empedrado: que si las elecciones estaban muy polarizadas, que si es lo que pasa por defender los "derechos sociales", etc. Todo con tal de no reconocer como causa de su tambucazo la ambigüedad (mal) calculada. Ambigüedad en la defensa de los derechos nacionales, pero también de los derechos sociales, reducidos en su discurso a meros enunciados que no ponen en riesgo ni la propiedad de los bancos, ni el proyecto imperialista europeo... ni siquiera algo tan humilde como la edad de jubilación.
Por otro lado, hay que reconocer que Podemos ha triunfado en sus objetivos no declarados: impedir el triunfo en votos del republicanismo catalán y arrastrar al saco del imperialismo monárquico un buen porcentaje de lo que, de otra manera, hubiese sido voto independentista.
Significativo es que el partido de "Coleta Morada" diga reconocer el "derecho a decidir", siempre que quién decida sea el conjunto del Estado y lo que se termine decidiendo sea la "unidad de España". No son los únicos. Otros partidos, como IU y el PCE, ponen también por delante su condición de españoles a lo de ser de izquierdas. Y en consecuencia, terminan alineados de hecho con la derecha imperialista más rancia, españolista y borbónica.
Hay un argumento en el que coinciden plenamente: si el pueblo catalán se independiza caerá bajo el dominio de la burguesía catalana. Y claro, no es lo mismo que seguir bajo el dominio de la oligarquía española. Se trataría, en definitiva, de salvar a los catalanes de su propia y malvada burguesía. Llegado el caso, incluso contra la voluntad de esos mismos catalanes.
En cambio, que esperen las clases populares a un hipotético triunfo de esa izquierda con una, aún más hipotética, república federal o confederal. En la que, supuestamente, sí que habrá derecho a la Autodeterminación –salvo, claro, que el pueblo sí decida autodeterminarse, en cuyo caso se acabó lo que se daba y primará, como siempre, la "unidad de España".
Nada más emotivo que ver a la nación opresora salvando de sí misma a la nación oprimida. Y a la "izquierda" de la nación opresora alertando sobre los peligros de torcer los planes de la oligarquía imperialista.
Es lo que Lenin llamaba "socialimperialismo": palabrería de izquierdas y apoyo real al nacionalismo imperialista.
"Lo vuestro es una posición pequeñoburguesa: ¡hay que poner siempre por delante la lucha de clases!", nos dicen. Entonces uno tiene que explicarles a tales "teóricos" que: a) la lucha por la independencia nacional es también una lucha de clases; b) aunque la contradicción principal es la que existe entre asalariados y capitalistas, muchas veces en la historia son otras las contradicciones que están en primer plano; c) que en esos casos –tareas democráticas, descolonización, liberación de la opresión nacional, etc.– mientras no se resuelva la contradicción que está en primer plano no se puede abordar la contradicción principal; y d) que, precisamente la firmeza y la decisión con que se aborde la contradicción en primer plano facilita estar después en las mejores condiciones para afrontar la contradicción principal.
Dicho en román paladino: la firmeza de la izquierda en la lucha por la independencia nacional le permite después tener la fuerza y la autoridad para avanzar al socialismo. Pasó en China, en Vietnam... Aún más: es un deber inexcusable de la izquierda anticapitalista participar en primera línea de la lucha por las tareas democráticas y la liberación nacional, precisamente para aislar a los elementos burgueses, vacilantes y entreguistas y para garantizar la hegemonía de la clase obrera en el proceso.
Como señalaba Lenin, "el marxismo no enseña al proletariado a quedarse al margen de la revolución burguesa, a no participar en ella, a entregar su dirección a la burguesía, sino que le enseña, por el contrario, a participar en ella del modo más enérgico y luchar con la mayor decisión por la democracia proletaria consecuente, por llevar a su término la revolución" (V.I. Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática. Obras escogidas en tres tomos, Tomo I, pag. 509).
Pero nuestra izquierda imperialista afirma sesudamente que "no hay que dividir a la clase obrera", imbuidos de una "pureza" revolucionaria de manual. En 1898 estarían bramando contra la independencia de Cuba, por no "dividir" a la clase obrera. Española, por supuesto.
Siguiendo nuevamente a Lenin, “el proletariado no puede guardar silencio acerca de la cuestión particularmente desagradable para la burguesía imperialista, de las fronteras del Estado basado en la opresión nacional. El proletariado no puede dejar de luchar contra la retención violenta de las naciones oprimidas dentro de las fronteras de un Estado dado, y eso significa luchar por el derecho a la autodeterminación. El proletariado debe reivindicar la libertad de separación política para las colonias y naciones oprimidas por 'su' nación. En caso contrario, el internacionalismo del proletariado quedará en un concepto huero y verbal; resultarán imposibles la confianza y la solidaridad de clase entre los obreros de la nación oprimida y los de la nación opresora; quedará sin desenmascarar la hipocresía de los defensores reformistas y kautskistas de la autodeterminación, que no hablan de las naciones oprimidas por “su propia” nación y retenidas por la violencia en 'su propio' Estado” (Lenin, Obras Completas, Tomo XXI, pag. 160).
Por eso, la forma de no dividir a las y los trabajadores es haciendo propaganda, en el seno de la clase obrera de la nación opresora, a favor del apoyo a la libre autodeterminación de la clase obrera y el pueblo de la nación oprimida. ¡Eso es internacionalismo, y no el plegarse a la "unidad" impuesta por la clase imperialista! La clase obrera es una en todo el mundo, independientemente de que estén en un Estado o en otro.
La unidad internacionalista de la clase obrera no consiste en estar sometidos todos a un único Estado, señores de la izquierda españolista.
Ya los conocemos. Conocemos, por ejemplo, lo que hizo la izquierda francesa con respecto a Argelia y a Vietnam, por poner un caso cercano.
Lo mismo que hace ahora la izquierda socialimperialista en el Estado español: "social" de boquilla e imperialista en la realidad. Por suerte, las decisiones sobre su futuro las toman, más temprano que tarde, los propios pueblos. Y son las crisis –incluidas las crisis sobre cuestiones nacionales– las que posibilitan los cambios revolucionarios. Salvo que se crea que estos se producen acumulando votos como laboriosas hormiguitas durante décadas. O, ya puestos, siglos.
Una forma como otra de ponerse al servicio de Su Majestad. Borbónica, claro.