Carta al asesino Manuel Fraga Iribarne
Ahora me llegan noticias de que cogiste un catarro el 1 de enero de 2012, y que por ello estás muriendo. Qué lástima que tu madre, María Iribarne, no te hubiera abortado, de ese modo no tendríamos que haber soportado a un sinvergüenza, a un canalla, a un cínico a carta cabal, a un chico bastardo de los Ybarra, a un sujeto sin principios éticos. No me alegro de que te mueras, es más, estoy algo triste, porque esperaba que te pudiéramos juzgar por delitos de lesa humanidad. Por tus crímenes cuando eras ministro de un gobierno presidido por el delincuente Francisco Franco allá entre los años 1961 y 1969. También cuando fuiste ministro de la gobernación con otro delincuente sin igual –el carnicerito de Málaga- como era Arias Navarro. Siendo ministro de este criminal en 1976 asesinaste a 5 trabajadores en Vitoria. Los cargos muchos, Julián Grimau en 1963, y Delgado y Granados en 1964, asesinados por lo que tú entendías como la Justicia, la Justicia fascista. Defensor de los poderosos, como lo era tu padre biológico, no se te fue la olla en seguir defendiendo esa posición, la guerra era sobrevivir siendo un bastardo. Y lo conseguiste.
Cuando he visto que no presentabas a estas elecciones me alegré, porque yo –en mi ingenuidad- pensaba demandarte y denunciarte –ambas cosas, cabrón- por el daño inferido a las familias y a los españoles y por crímenes de lesa humanidad. Ahora sin amparo de un Tribunal Supremo que impidiera que te pudieran juzgar, porque ya no era preciso el suplicatorio. Así te mantuviste en los cargos públicos durante toda tu vida “democrática”, incluso como un dinosaurio en el Senado, todo para impedir que fueras juzgado. Sabías que te teníamos ganas, que acabarías como los asesinos argentinos y chilenos ante un tribunal para responder por tus crímenes. Tonto no fuiste nunca, eso lo sabía hasta el General Adocenado, otro pendejo como tú, y por eso te burreaba llamándote por el apellido de tu madre, nunca como Fraga, porque sabía que ese apellido no es más que el de un bastardo (así lo pensaba él, el generalísimo esdrújulo). Tonto no fuiste, y sabías que si permanecías con un cargo de relevancia al final sería el Tribunal Supremo (plagado de fascistas) el que tendría que juzgarte, pero también sabías que los cobardes socialeros y tus amigos fascistas en el Congreso y en el Senado jamás concederían el suplicatorio. Bien te protegiste el culo, Iribarne.
Ahora resulta que te mueres. No te podrán juzgar por tus crímenes, pues a un muerto no se le juzga. Sólo espero que hayas tenido una larga agonía, la misma que tuvo Julián Grimau y Puig Antich.
Pensarás que formas parte de la historia de este Estado español, o como tú dirías de la Nación Española, pues te equivocas, nadie entre los jóvenes de 14 años te conoce, nadie sabe quien cojones eres, los jóvenes te ignoran, y yo haré mucho más para que tu nombre no figure en ningún sitio –y soy profesor de Historia- y cuando saliera por algún motivo diré quién has sido, lo que has hecho y los crímenes que has cometido al lado del general adocenado.
Te mueres, pues ¡muérete!, la lástima fue que tu madre no hubiera abortado a un hijo de los Ybarra, pues eso era lo que tocaba en 1922, abortar cuando la criada de la casa quedaba preñada por el señorito. En tus memorias no dices nada de todo esto, será que te avergüenzas de tus orígenes o de no ser lo que por derecho tenias: Ybarra Iribarne.
Te mueres sin ser juzgado, sin presentarte ante los hombres y las mujeres de la cuenca del Nalón, aquellas a las que cuando eran rapadas porque defendían a los hombres mineros en la huelga de 1962 calificaste de “piojosas”. Tú que defendías la dieta del aceite de ricino del Cabo Pérez, las palizas hasta la muerte en las cuencas mineras, el que se reía en aquella televisión en blanco y negro afirmando como ministro de información que en España el “estado de derecho se basa en los principios del Movimiento Nacional”. La guerra sin cuartel contra la democracia y contra los hombres y mujeres que dejaron su piel y su vida en el camino hacia la democracia fue a sangre y fuego. Morirás y te harán un entierro que saldrá como noticia en el Nodo actual, pues eso hay que decir, que a la postre el fascismo no ha sido vencido y tú, y tu entierro, es el mejor ejemplo.
Manuel Fraga Iribarne, así inscrito en el Registro Civil, eres un ser abyecto. Que descanses de tanta maldad como has acumulado en tu alma y los dioses te den lo que te mereces. La historia te ignora. Si yo no lo hago es porque has hecho mucho daño a los míos, y eso no se perdona nunca. De ahí que te escriba esta carta, que seguro a estas horas ya no podrás leer.
Atentamente, Manuel