El españolismo sonriente: humoristas al servicio de la colonización (I y II)
I
Que Andalucía es la que sigue divirtiendo (por parafrasear la letra y título de la famosa canción de Pepe Suero1) al resto del Estado es una triste realidad en los medios: las ridiculizaciones del tándem Sardá/Cárdenas a discapacitados psíquicos, los invitados andaloparlantes de Jesús Quintero, los personajes andaluces seleccionados por Santiago Segura en Torrente 5, el reforzamiento de los estereotipos en torno a la vagancia y el jolgorio de El Gran Wyoming con su “ETA-Estamos Tan Agustito”2… La lista continúa siendo desgraciadamente interminable. Todos estos mensajes no hacen sino contribuir a nuestra colonización psicológica3 apuntalando en nuestra estructura psíquica, esta vez de un modo amable y humorístico, eso sí, el sentimiento de dependencia e inferioridad que se nos inculca en Andalucía desde instancias del aparato ideológico del Estado como las universidades, la escuela o la propia televisión (últimamente, a través de una nueva hornada de historia-ficción neoespañolista como Isabel, Carlos, rey emperador o El Ministerio del Tiempo).
Sin embargo, vamos a centrarnos aquí en una modalidad de colonización mediática particular: la de la colaboración (o quizá colaboracionismo) de las/os propias/os andaluzas/ces, en este caso vinculadas/os con la profesión humorística, en la visión esperpéntica, distorsionada o históricamente falseada de nuestro país. No es la intención de este texto erigirse en juicio inquisitorial acerca de las figuras citadas a continuación; los motivos para que contribuyan con su trabajo a reforzar el sentimiento de dependencia y subordinación de nuestro pueblo pueden ser conscientes o intencionales, desde el polo de la mera supervivencia económica hasta una verdadera falta de escrúpulos por un afán de medrar profesionalmente. Dejemos que cada cual determine en su fuero interno los móviles de unos y otros; lo que tratamos de mostrar es la existencia de una estructura ideológica fuertemente asentada en relación con la visión de nuestro país en la que a veces participan personas de la propia tierra.
El pueblo andaluz ha sido ridiculizado constantemente en los medios de comunicación, como sucedía en las conocidas series Médico de familia o Los hombres de Paco. El carácter andaluz de ciertos personajes femeninos en las películas producidas desde la época de la II República española ya era definido con rasgos peyorativos asociando la clase baja y los elementos cómicos con el uso de rasgos dialectales, vocabulario y sintaxis propios del andaluz, mientras la mayoría de las mujeres de clase alta carecía de esos rasgos lingüísticos5. En Juntas, pero no revueltas, el personaje de Rosa, camarera andaluza, revestida con el atributo de la ignorancia e ingenuidad, e interpretado por la antequerana Kity Manver, era descrito como “«la más cateta e inculta de todas»”. En El Príncipe, ambientada en Ceuta, aparecen esporádicamente personajes secundarios que sí presentan rasgos del andaluz, como el narcotraficante Aníbal6. De la citada Médico de familia muchas/os recordamos el papel de la Juani, la empleada doméstica; una profesión absolutamente digna, evidentemente, pero que, dada su adscripción al campo de los cuidados, simbólica y salarialmente se encuentra en los niveles más bajos del escalafón social, como consecuencia de la configuración patriarcal del trabajo. Que los personajes andaluces de las series españolas no suelan adscribirse a los oficios y formación académica considerados como más altos en la escala socioeconómica no es casualidad.
La Juani era interpretada por una actriz no andaluza que imitaba nuestra forma de hablar, pero en la actual serie de éxito La que se avecina (LQSA) sí es una andaluza la que interpreta a un personaje que desempeña el mismo trabajo. Es encarnado por la gaditana Paz Padilla y se trata de la Chusa, que en algunos capítulos trabaja de empleada de hogar para la pareja acomodada conocida como los Cuquis, pero que además es prostituta. La Chusa es prácticamente (con alguna excepción, como veremos) el único de los caracteres de la serie que se expresa oralmente en un claro andaluz. Es toxicómana (ejerce la prostitución para pagarse los chutes, según su exnovio Coque), lleva a cabo varios robos en distintos episodios (en uno de ellos es detenida por la policía) y tiene una personalidad incontrolada y agresiva: su enunciado característico es “¡Que te pincho!”, blandiendo una navaja7. “Solo sé que cuando me decían que grababa otro episodio pensaba: ¡Qué alegría!”, cuenta Paz Padilla8.
En una ocasión, la Chusa se encuentra con Fermín, al cual le roba un boleto de lotería y para pagarle le practica una felación. El papel de Fermín Trujillo, el otro andaloparlante de LQSA, es para otro andaluz, el cordobés Fernando Tejero, el mismo actor que encarnaba al portero del bloque en el antecedente televisivo de LQSA, Aquí no hay quien viva, personaje andaluz a su vez, que desempeñaba, como de costumbre, la ocupación menos valorada y que sistemáticamente era objeto de los más variados abusos en el terreno laboral. El caso es que el Fermín de LQSA es un espetero de chiringuito turístico malagueño (su filiación andaluza queda clara y expresa en los diálogos de la serie), de modales rudos, buscavidas, timador y moroso. Tras una relación con una prostituta a la que saca de la calle, abandona su lugar de residencia para establecer contacto con una hija biológica, a la que no conocía, momento a partir del que retoma el vínculo con la madre de su hija, una relación de carácter patológico con altibajos en la que se alternan los insultos y discusiones a voz en grito con escandalosos episodios sexuales que motivan las continuas quejas del vecindario9. El desarrollo argumental de la serie es el esperable: la Chusa y Fermín Trujillo, los dos únicos personajes que hablan en andaluz, acabaran formando pareja sentimental. Dados los atributos que ornan a una y otro, es normal que en el inconsciente colectivo de las/os andaluzas/ces se asiente la obsesión por reprimir un aspecto tan íntimo y esencial de nuestra cultura como es la forma de hablar, sobre todo en presencia de personas no andaluzas o en contextos considerados formales. Por lo que se ve en televisión, ser andaluz/a parece ser sinónimo de empleo doméstico, trabajo sexual o escasa cultura académica, condiciones socialmente estigmatizadas, amén de la ordinariez, delincuencia y toxicomanía. Y mucha gente desea evitar a toda costa el rechazo derivado de que le asocien con estas características.
II
Si en el artículo anterior examinábamos una muestra de la asociación de lo andaluz con la marginalidad social (los personajes de la Chusa y Fermín en La que se avecina, interpretado el primero por Paz Padilla), pasaremos a analizar las últimas actualizaciones de la clásica vinculación, por parte del españolismo, de nuestro país con atributos como la ignorancia y el hablar mal. Para ello acudiremos a la dilogía cinematográfica compuesta por los taquilleros títulos Ocho apellidos vascos (OAV; 2014, Lazonafilms / Kowalski Films / Telecinco Cinema) y Ocho apellidos catalanes (OAC; 2015, Telecinco Cinema / Lazona Films / Weather Films), protagonizados ambos por otro humorista andaluz, el malagueño Dani Rovira. Veamos la primera de estas producciones.
Dada la inexistencia de “España” como supuesta cultura o nación (por poner un ejemplo sencillo y obvio, la música del folklore gallego comparte más con la escocesa que con la andaluza, y esta, más con la magrebí que con aquella), más allá de su entidad como Estado, la historia intelectual de este se encuentra jalonada por el constante desprecio a las diferentes identidades de las naciones oprimidas, para ocultar su histórico chauvinismo y progresiva transformación en racismo, al tiempo que intentar reducir la creciente conciencia nacional de dichos pueblos. De ahí las habituales construcciones ideológicas en torno a los estereotipos de gallegos pusilánimes, catalanes peseteros, andaluces vagos y vascos brutos, racistas y violentos, quienes solo abandonarán su inferioridad en la medida en que asuman la identidad común (“España”) superior a la propia. Solo así, respectivamente, “los gallegos serán también maleables y pacientes; los catalanes, buenos negociantes y realistas con sentido común; los andaluces, alegres y parlanchines y los vascos, nobles y trabajadores”1.
No vamos a ocuparnos aquí del desarrollo de los mencionados clichés negativos sobre Euskal Herria en el guión de OAV, aunque estén bien presentes, sino de la participación del humorista Dani Rovira (junto con otros conocidos intérpretes andaluces) en la perpetuación de los referidos a Andalucía. El pretexto semántico para la elaboración humorística es, en relación con los personajes de nuestro país, el chiste constante acerca de la ignorancia y una escasa capacidad expresiva oral (respectivamente, los tópicos andaluces de la incultura y el hablar mal).
En el diálogo que comienza en 8:342 entre los trabajadores de un bar sevillano (OAV refuerza la adscripción de Andalucía a la hostelería/turismo, subsector económico reservado para el país de acuerdo con la división internacional del trabajo), Joaquín y Curro (respectivamente, Alberto López y Alfonso Sánchez, los protagonistas de El mundo es nuestro) hablan de “kikurriña” por ‘ikurriña’, “piso piloto” por ‘piso franco’ y “escayola” por ‘ikastola’, amén de presentar de manera hiperbólica al pueblo andaluz como altamente sugestionable y propenso a introyectar (y luego proyectar) acríticamente todos los estereotipos difundidos por los medios en relación con otros pueblos; algunos de los cuales, por otra parte, la propia película contribuye a difundir amparándose en el paraguas de la parodia, la comedia y el humor: “¿Kómo te traeh a eza tía a kaza, ke puede zè de la ETA, de un komando?”3 (solo por ser vasca), “¡No le deh boteyah! Porke ehta hente kon ehto azen kótteleh-molotó en zero koma doh” (se refiere a un botellín de lo que parece ser un batido de cacao), “¡Kuidao, Kurrito, no baya a abè un artefatto ehplozibo aí dentro, iho!” (en el bolso de Amaia, la protagonista), “Zi lah bahkah no ze makiyan”, “¿Mih [Miss] Euhkadi? Pero zi d’ ezo ayí no ai. ¡No ai!”, “Loh bahkoh no pueden bèn-noh a loh andaluzeh ni en pintura”.
Aparte de incultos y malhablados, los andaluces de OAV son todos, por ende, fuertemente españolistas, como denota la artificialmente hiperbólica profusión de banderas de España en el citado establecimiento (junto con otros detalles, como una estampa de la Legión), rasgo que otorgará al protagonista sevillano, Rafa (el que encarna Dani Rovira), la misión de sutura simbólica de la unidad del Estado por medio del amor romántico, a través de su futura unión sentimental con la separatista Amaia, la protagonista femenina, cuya hostilidad él irá redimiendo, junto con la ‘cerrazón nacionalista’ de esta. La mentira, la corrupción y la poca confiabilidad también adornan a nuestro pueblo, según el guión de OAV (también de su secuela OAC, como veremos). En 1:10:29, Rafa se confiesa con el cura de la iglesia de Argoitia (convirtiendo, por cierto, en motivo humorístico el abuso patriarcal), al que cuenta cómo engaña a Amaia para llevar a cabo contacto físico no consentido, a la vez que admite que ha realizado un trabajo a un amigo sin IVA, con cuya novia mantiene una relación sexual a espaldas de él (el esquema argumental de un andaluz que manipula informativamente a dos bandas tanto a su mejor amigo como a la novia de este, con la que acaba de mantener contacto carnal, al objeto de repetir posteriores encuentros en el futuro, aparece también en la serie de Antena 3/Atresmedia Buscando el Norte)4: “Ayè le dihe ke le ehtaba tokando la zintura [a Amaia.]. ¡Mentira! Toké kulo. ¡Toké to ‘r kulo ke pude i máh! […] ¡Ah! Ke la zemana pazá le kambié loh rodapiéh der paziyo a un kolega i en la fattura no le kobré el IVA. Yo zé k’ ezo no ehtá bien, padre, pero eh ke no ze lo podía kobrà, porke er día anteriò me abía-tirao a zu nobia…”.
A continuación glosamos algunos ejemplos más de situaciones y enunciados en los que el chiste se basa en el estereotipo del andaluz que no sabe hablar o lo hace mal. En 20:38, Rafa, en un calabozo de la Ertzaintza, pronuncia así la locución que en euskera significa ‘lucha callejera’: “¡Ke yo no pertehehko a la karrera borroka eza!”. En 32:46, Amaia se tendrá que encargar de corregirle por otra palabra que no es capaz de articular con éxito. “Ehkuxa-me, ¿parehko aberchándal?”, pregunta él. “Abertzale”, le enmienda ella. Tras una conversación en un restaurante (localizada a partir de 34:04) entre Koldo, padre de Amaia, y Rafa, ella, que los había dejado solos, vuelve a escena y el andaluz, una vez más, demuestra poca destreza con el euskera. Al preguntarles la protagonista “¿Qué tal?”, él le contesta “Pues muy bien”, pero en vez de su equivalente “Oso ondo”, prosigue vocalizando “Osen do”.
Su impericia con la versión en euskera del ‘muy bien’ se produce en otras dos ocasiones. La primera transcurre en 37:09, en la que, además, acto seguido, se inventa una palabra en esa lengua añadiéndole la “a” a una palabra castellana (por otra parte, dicha “a”, que en euskera es el artículo, la está agregando a un adjetivo, en lugar de a un sustantivo; de forma no pertinente, por tanto): “Ezkerrik asko, Koldo, ¿eh? Osen do. ¡Perfektoa! Agur”. La tercera pronunciación fallida del ‘muy bien’ vasco se produce en 1:01:02, en el dormitorio de Amaia, cuando Koldo, el padre de esta, se asoma a la puerta para preguntarles qué tal se encuentran, a lo que emite un enunciado muy parecido al anterior: “Muy bien, osen do. Ezkerrik asko, Koldo, por preguntar. ¿Tú qué tal? Agur”.
Para que quede claro que los errores léxico-fónicos de Rafa no son atributo individual, sino propio de las personas andaluzas en su conjunto, el guión vuelve a poner algunos de ellos en boca de sus amigos, como es el caso de Joaquín en 1:29:09, que en lugar de incluir en su parlamento la palabra adecuada a la idea que intenta articular, es decir, “literal”, elige otra de sonido aproximado (confundido por la raíz común entre ambas): “Rafa, ke t’ an-labao la kabeza. Pero no lo digo en el zentido literario, lo digo en el… bueno, en el literario también porque t’ an-kitao la gomina i to ezo, ¿no?”
Ahora bien, en 11:40 se produce una situación que consideramos el epítome de tal retrato sobre la presunta poca aptitud de la persona andaluza para el empleo del lenguaje. Se trata de una escena en la que Rafa va en un autobús camino de Euskadi. Abre un libro en cuya portada aparece el título Kaixo [Hola]! El euskera sin miedo, que mira con recelo y ansiedad para esbozar después una mueca de estupor. Después, se introduce un cambio de plano: se ha hecho de noche y aún sostiene el libro abierto, en una de sus manos, pero tiene los ojos cerrados porque está echando cabezadas. Finalmente, el libro cae de su mano y él reclina su cabeza definitivamente para terminar dormido sobre el respaldo de su asiento. Así pues, al andaluz, cuando tiene un libro delante, le sobreviene lo inevitable: se duerme (su destreza lingüística no da para más) y además, realizar un esfuerzo intelectual a medio plazo le cansa, dada su connatural tendencia a la pereza. Recordemos, respecto a este último punto, el inefable análisis antropológico sobre Andalucía que realizaba el filósofo de la alta burguesía madrileña Ortega y Gasset cuando escribía que las/os andaluzas/ces tenemos “la pereza como ideal y estilo de vida”, concretamente, “vida vegetal”, y que “el andaluz lleva unos cuatro mil años de holgazán” pues “la famosa holgazanería andaluza es precisamente la fórmula de su cultura”, de acuerdo con la cual “hace de la evitación del esfuerzo principio de su existencia”5.
Comprobamos, pues, que el retrato de la persona andaluza como ignorante y que habla mal se basa en situaciones y diálogos donde emplea mal los términos y confunde sus pronunciaciones.
Esta es la receta humorística que tanto éxito de taquilla ha tenido en todo el Estado, incluida Andalucía, cuya población asume mayoritariamente dicho estereotipo.
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Notas
1 GIL DE SAN VICENTE, Iñaki (2015): “Crítica abertzale del paradigma de la izquierda española. Límites teórico-políticos de las izquierdas nacionalistas españolas”. http://www.lahaine.org/b2-img/gil_critica.pdf Pp. 2-3.
2 Este minutaje, así como los indicados a lo largo del presente artículo, puede ser aproximado.
3 Al objeto de reflejar que en la película son los parlamentos de personajes en andaluz, no en castellano, los ligados a las bromas sobre confusiones lingüísticas, lo reproducimos gráficamente con el sistema de PORRAH BLANKO, Huan (2009): Normah ortográfikah pa la trahkrizión del andalú (NOTA-Porrah). Zoziedá pal Ehtudio ‘el Andalú. http://www.zea-andalu.com/empieze/propuehtah-ortográfikah/
4 Reemitida, por ejemplo, a las 00:30 horas del domingo 6 de marzo de 2016 en Neox.
5 Cit. en RODRÍGUEZ-IGLESIAS, Ígor (2016): “La hybris del punto cero metalingüístico. Andalucía como no-Ser”, Actas de la VIII Hunta d’Ehkritoreh en Andalú / VIII Reunión de Escritores/as en Andaluz / 8th Meeting of Andalusian Writers. ZEA – Sociedad para el Estudio del ‘Andalú’. Fuhirola / Fuenhirola, 21-22 de marzo de 2016. http://www.zea-andalu.com/hunta-d-ehkritoreh-en-andalú/viii-hunta/. Pp. 24-27.
1 https://www.youtube.com/watch?v=eS-mVFRn6AE
2 http://sevilla.abc.es/20110420/andalucia/sevi-llevan-parlamento-wyoming-ridiculizar-201104192213.html. El vídeo original fue retirado de Youtube.
3 MANZANO, Alí (2016): “Colonialismo psicológico: la perpetuación de la conquista”, Independencia. Órgano andaluz de opinión, 63. Pp. 8-17.
4 MUÑOZ NAVARRETE, Manuel (2009): El supremacismo lingüístico. Pp. 19-21. http://lahaine.org/fC5A
5 RUIZ, María Jesús y SÁNCHEZ, Inmaculada (2008): La imagen de la mujer andaluza en el cine español. Sevilla: Centro de Estudios Andaluces. Pp. 56-57.
6 LEÓN-CASTRO GÓMEZ, Marta (2016): “La presencia del andaluz en los medios de comunicación”, Actas del I Congreso Internacional Comunicación Y Pensamiento. Comunicracia Y Desarrollo Social. Universidad de Sevilla.