Que los muertos entierren a sus muertos
La crisis agudiza las contradicciones y acelera los procesos políticos. Las formas intermedias y los intentos reformistas son ilusiones que se desvanecen rápidamente.
El empeño de Pedro Sánchez de llevar al PSOE por derroteros distintos de los marcados a fuego en la Transición ha sido efímero. Mucho más que el intento de Zapatero de salirse del carril impuesto por la UE y que acabó siendo el gran hacedor de sus política, reforma constitucional incluida. Ante la derrota del ya ex-secretario general del PSOE es preciso recordar al Marx del XVIII Brumario de Luis Bonaparte, en el que recomendaba dejar que los muertos entierren a sus muertos para que las revoluciones cobren conciencia de su propio contenido.
Pero no valen, y menos que nunca en momentos de crisis general como los de ahora, los análisis de brocha gorda que reducen todo a burguesía contra proletariado. Y no son útiles porque nos impiden tener en cuenta un aspecto central de la lucha de clases: conocer las contradicciones y todos aquellos aspectos relativos a las clases dominantes que puedan debilitar al enemigo.
Por ello importa saber que el pilar político fundamental sobre el que pivotó la Transición se resquebraja. El PSOE, si no se divide, va a salir profundamente debilitado. Y ese es el regalo envenenado que recibe la fracción capitaneada por el grupo PRISA, que ha sido responsable directa de las políticas más agresivas contra la clase obrera en las últimas décadas, bien remuneradas con puestos en los consejos de administración de las empresas del IBEX 35.
Con mucha probabilidad tendremos gobierno del PP con Rajoy a la cabeza. Ya no habrá terceras elecciones. Pero la inestabilidad política y la deslegitimación del engranaje institucional, del futuro gobierno y de la mayoría parlamentaria que lo sustente, no tendrá precedentes.
Porque la tarea que tiene ante sí el nuevo Ejecutivo es aplicar los recortes de gasto público, las reformas laborales y de las pensiones, y las privatizaciones por las que clama impaciente, desde hace meses, la Troika.
Y la respuesta popular ante ello, que aunque adormecida, no va a partir de cero. Se dará a cara de perro y sin la anestesia que hubieran podido representar caras jóvenes y amables que explicaran – como hizo Syriza en Grecia - que “no se puede hacer otra cosa que la que manda Bruselas”.
Ese es el gran tema, oculto en todos los análisis y que, como al rey que va desnudo, nadie señala. ¿Es que un gobierno del PSOE, con Podemos y las derechas nacionalistas (que sueñan con ser Estados de la UE) hubiera dejado de llevar a cabo las políticas criminales contra las clases populares que reclama impaciente la Troika?
El descomunal escenario mediático en torno a la crisis del PSOE no debe impedir que veamos el verdadero bosque; y es que ninguna de las formaciones políticas con representación parlamentaria cuestiona la camisa de fuerza con la que - a través del cumplimiento de los objetivos de déficit y del pago de la Deuda – la UE asfixia cualquier posibilidad de soberanía.
Por ello cambiar el discurso de posibles ministros y ministras de un hipotético gobierno “contra la casta” sin programa alternativo alguno – no ya anticapitalista – sino ni siquiera de resistencia ante los designios de la UE, para colocarse en la pancarta pretendiendo encabezar la movilización, no es de recibo.
El movimiento popular y, en concreto, las Marchas de la Dignidad que ya han acordado convocar grandes movilizaciones para el 3 de diciembre, tienen una gran tarea de organización y de clarificación. Será preciso impedir que nuevos prestidigitadores, como los que enarbolaron el Plan B (del que hoy nadie se acuerda), intenten desviar y confundir los objetivos políticos que con mucho esfuerzo se van configurando.
Todo ello sin olvidar que la gran tarea pendiente es la construcción del referente político que dé cuerpo, estabilidad y perspectiva – que no puede ser otra que la conquista del poder - a los embriones de estructuras de poder popular que van apareciendo. Y el tiempo apremia porque el vacío político no existe.
El fracaso de las ilusiones electorales y el desengaño consiguiente, cuando millones de personas – y entre ellas muchísima juventud - malviven sin trabajo y sin esperanza, es el terreno abonado en el que anida el fascismo. Y el fascismo sólo puede combatirse desde firmes posiciones de clase que apuesten por la lucha obrera y el fortalecimiento del poder popular organizado, planteando que la UE es irreformable, y que no hay solución a nuestros problemas que no pase por romper con ella, con el Euro y con la OTAN, en el camino de destruir las relaciones sociales del capitalismo y construir el socialismo.
2 de octubre de 2016
Red Roja