Una botella desde el otro lado del mar
En medio del pragmatismo, la real politik, la desorientación y la ausencia de alternativas radicales en el horizonte nublado de una “civilización” capitalista en la cual el dinero, el mercado y el capital continúan reinando sin rivales a la vista, aparecen noticias alentadoras. Impulsada por las olas del agua salada que nos separa, llega una botella con un mensaje. En Europa occidental, más precisamente en el estado español, diversos núcleos de revolucionarias y revolucionarios intentan reagruparse. ¡Era hora!
La crisis del capitalismo se agrava cada día más. Aunque su última “explosión” fue en el 2008, hace siete años, llegó para quedarse. De la crisis capitalista no surgirá, en forma automática y como por arte de magia, una sociedad de iguales, democrática, pluralista y autoemancipada. No, definitivamente no. El capitalismo genera más capitalismo. Siempre se puede estar peor. Que nadie se confunda. El crecimiento de la extrema derecha europea, racista, xenófoba y fascista, es apenas la punta del iceberg. Siempre que se agudiza la crisis el capital necesita disciplinar a la clase trabajadora de la cual vive y no se ahorra medios ni instrumentos. Las heridas que nos dejaron los genocidios del siglo XX –los de allá, los de acá- siguen abiertas.
Frente a la crisis y al resurgir de discursos políticos, formaciones ideológicas y mensajes extremistas vinculados a la mugrienta svástica que parecían pertenecer a un viejo archivo histórico pero que ahora vuelven a la luz del día en plena Europa “civilizada”, el reformismo institucionalista poco podrá. Si en Europa no pudo en los años ‘30, tampoco podrá ahora. ¿Vamos a repetir las ilusiones perdidas y a retomar los senderos que conducen trágicamente a una pared?
La herencia persistente de la socialdemocracia y el eurocomunismo, aunque ya condujeron al movimiento popular a varias derrotas, evidentemente continúa pesando sobre la espalda... En medio de la niebla y la espesa humedad que acompaña la crisis económica, social, medioambiental y política, nuevamente crece el hongo institucionalista, reciclado con nuevos vestidos y giros lingüísticos. ¿Será un buen remedio para afrontar la crisis sistémica? Sospechamos que no.
Por eso nos resulta alentador enterarnos de las iniciativas de Red Roja y de otros colectivos militantes amigos que en Europa occidental no aceptan la domesticación ni ceden al chantaje mediático. Leemos sus documentos y percibimos, desde lejos, que no todo está perdido. No aparece ningún suspiro. Se percibe poca nostalgia y en cambio se advierte mucha voluntad de organización a futuro. Aparecen preguntas –durante décadas ausentes de la agenda política- sobre la necesidad de una estrategia de poder que, como brújula, vaya más allá de las luchas puntuales por diversas reivindicaciones cotidianas.
No es poco en los tiempos desérticos que corren, cuando la desorientación ideológica y la evidente ausencia de Mecas y Vaticanos de izquierda (¿Moscú? ¿Pekín? ¿París? ¿La Habana? ¿Tirana?) hace retornar, como una ilusión compensatoria frente a una realidad que nos hace daño y nos duele, el sueño de “volver a…”, sea la Unión Soviética, sea el Estado capitalista de bienestar, sea el pacto social de posguerra. Leyendo estos materiales de Red Roja del estado español, encontramos que mientras se reivindica con orgullo una identidad comunista revolucionaria, no se aspira a un imposible retorno a etapas previas ya superadas sino que se apuesta por el futuro, concentrando la mirada en las estrategias de coordinación local, regional, nacional e internacional de las nuevas rebeldías, escapando al dualismo que nos propone una falsa opción: a) intentar construir un buen partido revolucionario… sin pueblo y dándole tercamente la espalda a los movimientos de masas, o, en su defecto, el camino más fácil y cómodo: b) seguir acríticamente lo que digan las encuestas, el más ramplón sentido común del día a día y el marketing electoral de los monopolios mediáticos.
De todos los temas, problemas y puntos programáticos de los documentos de Red Roja, nos concentramos en aquel que más nos interesa como latinoamericanos, tercermundistas y “sudacas”. En este sentido, saludamos en Red Roja la preocupación por apoyar las luchas emancipatorias más allá del propio barrio y la pequeña aldea, esforzándose desde su inicio por tener una mirada a escala internacional y mundial.
Si ayer ese internacionalismo fue una aspiración y un anhelo (no siempre cumplido…), hoy se ha convertido en el punto estratégico de partida ineludible y en una plataforma política imprescindible para quien quiera o aspire a ser contemporáneo. ¿Cómo apoyar bombardeos en pueblos sometidos argumentando que… “los bombardeos de la OTAN salvan vidas”? ¿Cómo aplaudir la destrucción entera de sociedades e incluso antiguas civilizaciones, saqueando con descaro y desfachatez sus recursos naturales, en nombre de… “los valores republicanos y el estado de derecho”? ¿Cómo mirar para el costado cuando el imperialismo norteamericano interviene, agrede y reprime la rebeldía de procesos sociales tercermundistas, alegando que dichos procesos no cumplen con el 100% de supuestos requisitos que, dicho sea de paso, no se cumplen en ninguno de los regímenes electoral-parlamentarios del primer mundo cuyas reglas se aceptan sumisa y obedientemente?
Esa apología encubierta y vergonzante de la actual política imperialista del Pentágono y Wall Street, del Bundesbank, la Unión Europea y la OTAN, del dólar y el euro, ensayada con jerga y vocabulario “progresista” e incluso de izquierda, se asemeja demasiado a las patéticas justificaciones del colonialismo que supo caracterizar a la Segunda Internacional cuando muchos de sus principales representantes legitimaban ¡en nombre de Marx! la “pesada carga del hombre blanco y europeo”, supuestamente depositario de “la civilización” y de la educación de “los pueblos inferiores” del mundo colonial y dependiente.
A contramano de ese progresismo bienpensante y mediático que hoy goza de tan buena prensa en el estado español, la paciente y perseverante militancia de Red Roja se ha esforzado durante estos años por mantener vivo el espíritu comunista, sin ceder a los chantajes de un neocolonialismo cada vez más eurocéntrico y apologista de un “occidente” capitalista (¿será sinónimo de “occidental” la tortura en las cárceles de Abu Graib y los vejámenes en los campos de tortura de Guantánamo o en los barrios pobres de Haití?) que extiende su saqueo y su sed infinita de recursos naturales para compensar su crisis civilizatoria estructural y su tendencia a la caída de la tasa de ganancia.
Hoy más que nunca hace falta una izquierda revolucionaria que desarrolle y se haga cargo de las problemáticas específicas de las sociedades capitalistas europeas pero que al mismo tiempo no se olvide, ni por un instante, ni por un momento, que “un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre”, como afirmara el 16 de diciembre de 1810 en las históricas Cortes de Cádiz el inca y delegado americano Dionisio Yupanqui (portavoz de los pueblos coloniales del sur de Nuestra América sometidos por el colonialismo europeo). Tesis política, la de Yupanqui, que varios años después, probablemente leyendo sobre la revolución española del siglo 19, Karl Marx hiciera suya impugnando el colonialismo británico en Irlanda, pero extendiendo dicha tesis a toda situación de opresión a escala mundial. Pensamiento políticamente incorrecto y que “resta votos” en el marketing electoral de nuestros días, pero que resulta históricamente impostergable, al punto que Lenin lo retoma y lo generaliza a través de la Internacional Comunista en su defensa del derecho de las naciones a la autodeterminación. Una izquierda europea contemporánea y actual, clasista, marxista, socialista y comunista, es decir, revolucionaria, que deje atrás aquellas agudas y más que pertinentes reflexiones de Marx y Lenin (inspiradas originariamente en el indígena del Perú Dionisio Yupanqui) podrá ganar en el siglo 21 una buena cantidad de votos y recibirá varias aplausos de los poderosos y sus monopólicos medios de comunicación pero… jamás podrá transformar a fondo la sociedad. Ni en el estado español, ni en Europa Occidental ni en ninguna parte del mundo.
En nuestros días necesitamos, como el aire y el agua, como el pan, el amor y la alegría, reactualizar la mística militante y la herencia rebelde del primer comunismo revolucionario, no obstante los sabores amargos que dejó la derrota en la guerra civil durante los años ’30 (incluyendo entre esas secuelas la tragedia de las purgas y represiones internas dentro del bando republicano) y a pesar de la claudicación eurocomunista de los años ’70 ante la monarquía, la bandera de Franco y las instituciones jurídico-burguesas, mal llamadas “democráticas”.
Desde la periferia de la periferia del sistema mundial capitalista, cada vez más sojuzgada y dependiente, sometida al saqueo de nuestros recursos naturales y a la reprimarización de nuestras economías por parte del imperialismo y sus socias locales, las burguesías autóctonas, sinceramente nos alegramos que el fueguito de la llama rebelde no se apague en el primer mundo.
Un abrazo fraternal e internacionalista
Buenos Aires, 12 de junio 2015
Cátedra Che Guevara, http://amauta.lahaine.org