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Medio Oriente :: 17/01/2017

Repercusiones de la liberación de Alepo a nivel interno, de Oriente Próximo y más allá

Alberto Cruz
Con todos esos movimientos, hay un país que desaparece en la práctica de Oriente Próximo: EEUU. Y esta desaparición tiene un actor que lo ha hecho posible: Rusia

La victoria del gobierno sirio sobre el conglomerado de fuerzas islamistas que controlaban los barrios orientales de Alepo – a partir de ahora, “la contra” (1)- ha supuesto una reconfiguración no sólo del mapa político interno de Siria, sino de Oriente Próximo e incluso más allá. No sólo porque esta victoria marca un antes y un después de la guerra, sino que pone con toda claridad sobre la mesa tres elementos escasamente cuestionables: a) Bashar al-Assad está ahí para quedarse; b) Rusia tiene todas las cartas en la mano; c) EEUU deja de ser el actor principal en una zona que hasta hace muy poco tiempo era de su exclusivo dominio.

1.- Antecedentes

Sin remontarse a los seis años de guerra, y a los cuatro que llevaba la ciudad de Alepo dividida en tres sectores, uno progubernamental, otro kurdo y otro en poder de la “contra”, sí hay que partir de un hecho crucial que ha puesto en marcha todo el engranaje de la situación que se vive ahora en el país y en la zona. Ese hecho fue cuando el 27 de julio, después de una callada pero exitosa ofensiva que el ejército sirio y sus aliados habían lanzado en la zona norte de la ciudad, las fuerzas progubernamentales lograron cortar todas las líneas de suministro de armas y combatientes a la “contra” en esos barrios de la ciudad. Alepo quedaba cercada, con la “contra” rodeada por las fuerzas progubernamentales y por los kurdos, que cooperaron tácticamente con el gobierno en la ofensiva y facilitaron el triunfo del gobierno.

Esto se producía apenas diez días después del fallido golpe militar en Turquía y ponía de relieve algo que hasta entonces sólo se podía intuir. Turquía, al restablecer relaciones políticas con Rusia tras el fallido golpe –cada vez está más claro que el mismo pudo ser derrotado por la información que la inteligencia rusa proporcionó al gobierno de Erdogan-, había dejado de considerar Alepo como su “línea roja”, como siempre había dicho, y su “zona de influencia”. Porque, al mismo tiempo, Turquía había realizado dos movimientos inusuales: sacar a sus militares de una de las salas operacionales que los países que alimentan y sostienen a la “contra” tienen en Jordania y controlar con mayor rigor el paso por sus fronteras de hombres y pertrechos hacia la “contra” en la zona de Idlib, llegando al extremo de cerrar algún paso fronterizo tal y como le había solicitado Rusia.

Siendo la ofensiva del gobierno sirio limitada a una zona muy concreta, pero de gran importancia estratégica, la postura turca de no interferir y ni siquiera protestar fue considerada como un movimiento casi tectónico que iba a influir no sólo en la “contra”, sino en el devenir de la guerra, como así ha sido.

El resto de patrocinadores de la “contra” rápidamente se dio cuenta de lo que ello suponía y planeó desde sus salas operacionales un contraataque que recuperase el status quo. Para ello eligió otra zona de la ciudad, el sur, donde se presumía que habría menos fuerzas gubernamentales. Cuatro días más tarde, el 1 de agosto, se lanzó la ofensiva que fue encabezada por la franquicia de Al Qaeda, en Siria, el Frente para la Conquista del Levante –que había cambiado su nombre y antes se llamaba Frente Al-Nusra-, y a quien todos los demás grupos se subordinaron (hasta un total de 15 de esos grupos participó en esa ofensiva). El objetivo proclamado era romper el cerco de Alepo pero, en la práctica, lo que se pretendía era doble: por una parte, hacer frente a Turquía y, por otra, demostrar a sus patrocinadores que estaba viva y que podía realizar operaciones militares de envergadura.

Dicha ofensiva se realizó, además, justo en el momento en que se iba a celebrar la reunión entre Erdogan y Putin en Moscú. Eso era el 9 de agosto y la pretensión geoestratégica de la ofensiva estaba clara: meter en cintura tanto a Turquía –obligando al país a “normalizar” su actitud, es decir, que volviese a ser el coladero que era para la “contra”, y doblegar a Rusia. En caso de no lograrlo, la situación se volvería irreversible para la “contra” y sus patrocinadores, árabes y occidentales.

En esa ofensiva la “contra” utilizó prácticamente todo lo que tenía, además de a sus mejores integrantes. En total, desde sus mismos portales de internet anunció que se habían utilizado entre 9.000 y 12.000 combatientes. Según como se desarrolló la batalla, debía ser verdad. Aunque inicialmente logró romper el cerco, la pérdida de combatientes y material fue tan cuantiosa que no se ha logrado reponer. Los cálculos más conservadores estiman que la “contra” sufrió entre un mínimo de 1.499 y un máximo de 1.903 muertos, mientras que se llegó casi a los 5.000 heridos. Es decir, el número de bajas en esa ofensiva fue del 60% de sus combatientes. Por parte del gobierno sirio y sus aliados, los muertos fueron entre 480 y 516 mientras que el número de heridos superó los mil (2). La propia “contra” anunció en sus portales de internet que sufría escasez de sangre para realizar transfusiones a sus heridos debido al alto número de ellos. Sin embargo, este éxito no duró ni un mes, puesto que el 4 de septiembre el gobierno sirio restableció la situación y apretó aún más el cerco a los barrios orientales de Alepo en poder de la “contra”.

El golpe no sólo fue material, sino moral. La “contra” entraba ya, de forma irreversible, en coma. Ni siquiera las nuevas aportaciones de material que anunciaron tanto Arabia Saudita como Qatar la iban a salvar de la derrota. Turquía se retiraba de la escena, centrándose únicamente en los kurdos, y aceptaba el papel que de forma muy inteligente Rusia ponía encima de su mesa: el pragmatismo sunní. Es decir, Rusia apoya la constitución de Ankara como el gran centro del mundo sunní alejado de la hegemonía estadounidense y de las monarquías del Golfo Pérsico, especialmente del wahabismo de Arabia Saudita.

2.- Se consuma la derrota, y no sólo de la “contra”

Las cosas llegaban a un punto en el que ya casi todo el mundo tenía claro qué estaba pasando. El gobierno sirio estaba ganando la guerra gracias a la ayuda de Rusia (e Irán) y la “contra” ya no tenía la menor posibilidad de revertir la situación.

El Consejo Atlántico (3), un centro de análisis que suministra ideología a la OTAN en el campo de las relaciones internacionales, reconocía que el mundo había dado un giro inesperado y que era Rusia quien tenía casi todas las cartas en la mano. En un informe de su programa Syria Proyect decía: “Rusia ocupa ahora una posición fuerte y se ha puesto a los rebeldes en una posición extremadamente difícil”.

Así las cosas, aún quedaba una última posibilidad: que en las elecciones presidenciales de EEUU ganase Hillary Clinton, furibunda partidaria del derrocamiento de Al-Assad de la presidencia de Siria. Por lo tanto, el 1 de noviembre la “contra” hizo su último esfuerzo por evitar lo que ya para entonces parecía inevitable: la derrota.

En esta ocasión, ni siquiera hubo un triunfo fugaz. Nuevos golpes, nuevas derrotas y la deblacle. Entre otras cosas, porque en esta ocasión la “contra” sólo pudo disponer de unos 3.000 de sus integrantes debido a las enormes pérdidas sufridas en la ofensiva anterior.

Para rematar el clavo, Clinton perdió las elecciones. Trump, el nuevo presidente, había dicho por activa y por pasiva que la política exterior de EEUU iba a cambiar y que ya no se centraría en el derrocamiento de gobiernos considerados hostiles. Para la “contra”, la suerte ya estaba echada.

Con una claridad que no es habitual, el Consejo Europeo de Asuntos Exteriores (4) decía, negro sobre blanco, lo que cualquiera que tenga ojos puede ver y lo que cualquiera que no haya arriado la bandera de su capacidad intelectual puede deducir de lo que estaba pasando: “ya no hay ninguna esperanza real de deponer a Assad”. Y reclamaba un cambio del enfoque europeo sobre Siria partiendo de esta realidad: “con las fuerzas de la oposición siria, sus patrocinadores regionales y gran parte de la comunidad política europea poniendo sus esperanzas en la victoria de Hillary Clinton, una vez conocidos los resultados [de las elecciones en EEUU] el enfoque europeo debe cambiar, por necesidad, hacia una mejor gestión de la realidad de la supervivencia de Assad”.

Todo el mundo estaba en estado de shock, incluyendo a la “contra”. Ese fue el momento que aprovechó el ejército sirio para, junto a sus aliados –principalmente los palestinos que integran la “Brigada Jerusalén” (5)-, iniciar la batalla final por la liberación total de Alepo. Los barrios orientales en poder de la “contra” iban siendo liberados con rapidez, uno tras otro, en una muestra de descoordinación de la “contra” que sorprendió incluso a sus propios patrocinadores.

Tras los fracasos de las dos ofensivas anteriores, lo único que quedaba por parte de la “contra” y de sus patrocinadores era la guerra de la propaganda. Primero se dijo que se constituía el “Ejército de Alepo para dar la batalla al régimen”, después que la resistencia no había sido posible porque Alepo había sido destruida por los bombardeos rusos. Después…

La realidad la decían los propios medios de los países que han estado, y todavía lo están, apoyando a la “contra”: “Es un misterio incomprensible [el derrumbe de la “contra” como un castillo de naipes en Alepo] para muchos organismos regionales e internacionales porque se esperaba una dura y digna lucha dada la importancia estratégica de la ciudad”. Un misterio que era muy fácil de explicar, como también se decía: “las disensiones entre los diferentes grupos, las acusaciones entre ellos sobre quién es el responsable del desastre y cómo la inteligencia militar [del gobierno] tiene ojos, agentes y espías en todas las estructuras militares, de seguridad y económicas de los grupos armados, lo que ha permitido ir atesorando imágenes, información y coordenadas de contra qué, contra quién y dónde actuar”. Incluso se iba más lejos, dejando al descubierto otra de las grandes mentiras de la propaganda: “una buena parte de la propia población [de los barrios en poder de la “contra”] ha estado proporcionando información al ejército sirio” (6).

Esta afirmación no es en absoluto sorprendente si se tiene en cuenta lo que ha dicho la ONU tras retomar el ejército sirio el control completo de la ciudad. Supongo que no hará falta recordar que durante meses se estuvo machacando con insistencia en que la población “cercada” en Alepo superaba las 250.000 personas. Incluso se llegó a decir que en esos barrios habitaba medio millón de personas. Nada más lejos de la realidad pues cuando se produjo la liberación de la ciudad resultó que no, que esas cifras no era ciertas. Según la ONU había un total de 147.000 civiles, de los que 111.000 decidieron trasladarse a las zonas que controlaba el gobierno y 36.000 a la zona que controla la “contra”, la provincia de Idlib (7), cuando se llegó al acuerdo para su evacuación.

Como consecuencia de la derrota de Alepo, la “contra” está en fase de crisis terminal. Cada vez que negocia una rendición con el gobierno lo tiene que hacer en las condiciones que marca el gobierno, y desde hace un tiempo esas condiciones son siempre las mismas: entrega del armamento pesado y traslado a Idlib. Es una provincia en poder casi total de la “contra”. Pero el gobierno está actuando de una forma muy inteligente puesto que al trasladar allí a todos los integrantes de los diferentes grupos de la “contra” está acentuando los enfrentamientos y las divisiones internas, debilitando así cualquier hipotética estrategia no solo de combate, sino de coordinación política.

3.- A cuchillazos en el “no gobierno” de la “contra”

Uno de los mantras propagandísticos de quienes apoyan a la “contra” es que hay un segmento de la población que no se casa ni con los islamistas ni con el gobierno y que en las ocasiones en las que se han decretado treguas ha habido manifestaciones populares de rechazo a unos y otros. Es una verdad a medias, más tirando a mentira que a verdad. Es cierto que en algunas ciudades, que casi se pueden contar con los dedos de una mano, se han producido este tipo de manifestaciones, pero eso ya es historia antigua. Lo cierto es que los islamistas se hicieron con el control de las protestas desde el primer momento y que en la actualidad el control islamista es total, incluyendo la forma de gobierno del territorio, cada vez más escaso, que controlan.

Como el mayor es la provincia de Idlib, que es hacia donde les conduce el gobierno cada vez que se rinden en alguna zona y se niegan a reintegrarse a la vida civil (en su inmensa mayoría son amnistiados, dándose el caso de que en algunas ciudades hacen funciones casi de policía), hay que hablar de la forma de algunos de sus métodos de “gobierno”. Y nada mejor para ello que tomar como referencia, otra vez, al Consejo Atlántico (8).

Esta institución habla en concreto del sistema judicial existente en Idlib y dice que "es similar a la ley de la selva" porque aplicando la Sharia y la Ijtihad se elimina a los enemigos internos y se refuerza el control de unos grupos sobre otros. Añade que cada grupo tiene su propio sistema judicial, que los predominantes son los ex Nusra y Ahrar al-Sham y que las sentencias siempre tienen que ver con el grado de afinidad o parentesco existente. Dice que "las personas influyentes socavan sus veredictos" y que estos tribunales "encuentran cualquier pretexto legal para sus actos ilegales". Viene a decir, y hay que tener en cuenta que es una página favorable a la "contra", que "las circunstancias legales no han cambiado desde que el régimen estaba en el poder" (en Idlib), aunque también afirma que "los líderes militares interfieren directamente en los casos de acuerdo a sus intereses y objetivos", que "todos los jueces son pro-salafistas" y que "se acusan mutuamente de que tienen errores en su doctrina y en la aplicación de la ley". Por no hacer la referencia más extensa, añadir que también menciona que "estos tribunales funcionan con los organismos de seguridad [de las diferentes organizaciones] que aterrorizan a los residentes locales porque son totalmente libres de detener, secuestrar o incluso asesinar a personas en las zonas de las que son responsables".

La cita es extensa, pero merece la pena porque pone de manifiesto una realidad que muy poca gente ha querido ver y que, con toda crudeza, reconoce también otro medio antaño muy prestigioso y que ahora ha caído en una parálisis sectaria que le ha convertido en otro más del montón, Al-Quds Al-Arabi. En otra inusual muestra de reconocimiento de esa realidad, se critica a una “oposición que hace unos años tenía el control de las principales ciudades de Siria y que ahora se ve reducida a unas pocas zonas sin relevancia estratégica”, entre otras cosas, “porque no ha sido capaz de demostrar que puede gobernar con eficacia los territorios que ocupa” y eso, lógicamente, “ha sido rentabilizado por el régimen” (9).

Tras la derrota de Alepo, todos los grupos que componen la “contra” están a la greña entre ellos. Los asesinatos de comandantes de uno y otro grupo son habituales (sin perder de vista la responsabilidad en algunos de ellos de los comandos especiales del ejército sirio) y el desánimo se extiende como una mancha de aceite entre la “contra”. La estrategia del gobierno sirio está dando sus frutos porque las divisiones se están acentuando. La obligación de convivir en una zona limitada grupos de diferentes ideologías y, sobre todo, lealtades está demostrando ser un formidable caldo de cultivo. Sus divisiones internas y su debilidad –junto a la presión de Turquía- es lo que ha obligado a seis de los grupos que componen la “contra” a aceptar el cese de hostilidades propuesto por Rusia y Turquía (10).

4.- La recomposición de Oriente Próximo

EEUU y la Unión Europea nunca se arrepentirán bastante de su papel en el golpe de estado fallido de Turquía. Si la implicación del primero parece clara, la inacción de la segunda fue clamorosa. Eso enfureció a Erdogan y facilitó los movimientos de Rusia. La reconciliación entre Turquía y Rusia incluyó, entre otras cosas, retomar el gasoducto “Corriente Turca” (Turk Stream) con el que la operación diseñada por EEUU y sus aliados árabes, Qatar y Árabia Saudita, para trasladar el gas hacia la Unión Europea a través de Siria –que es el origen real de la guerra- pasa definitivamente a la historia. Esta era la gran baza que jugaba EEUU para estrangular definitivamente a Rusia, junto al conflicto ucraniano puesto que por este país pasa la parte del león del gas que utiliza la UE.

El principal perjudicado de cómo han ido evolucionando las cosas y de la victoria del gobierno sirio es Qatar, que poco a poco ha ido haciéndose a la idea de lo que supone el haber tomado partido contra Rusia y sus intereses en la zona. Ha sido el primer país en darse cuenta de lo que está pasando y ha ido iniciando un acercamiento silencioso a Rusia que se ha plasmado en la compra del 19'5% de las acciones de la principal petrolera rusa, Rosneft, que es de propiedad estatal (10 de diciembre de 2016). Qatar rompía de forma estrepitosa el supuesto “aislamiento” de Rusia y lo hacía en unos momentos en los que la ofensiva final para liberar Alepo estaba aún en marcha, con lo que dejaba con el culo al aire, literalmente, a sus patrocinados de la “contra”. Para entonces ya era evidente que la “contra” se estaba desmoronando como un castillo de naipes, que Turquía dejaba hacer en Alepo pese a que toda su retórica anterior consideraba la ciudad y la provincia del mismo nombre (que es el pulmón industrial de Siria, o lo era antes de la guerra) dentro de su zona de influencia y que con quien hay que contar es con Rusia y no con otros.

Además, Qatar está comenzando a entender a dónde le ha llevado su estrategia de apoyo a los Hermanos Musulmanes, en general, y a los salafistas y takfiristas en Siria, en particular. Luego para salvar los muebles y no perder definitivamente la posibilidad, por remota que sea ahora, de vender su gas en Europa lo que tenía que hacer era iniciar una nueva relación con el país que tiene todas las cartas en la mano en estos momentos: Rusia.

Ya había habido otros movimientos de aproximación a Rusia en los países árabes, aunque no directamente vinculados en la guerra contra Siria. Es el caso de Egipto. Este país está muy resentido con Arabia Saudita puesto que después del golpe que derrocó a los Hermanos Musulmanes, no han llegado los miles de millones de dólares que prometió Arabia Saudita en contrapartida. Por ello, Egipto se ha ido moviendo imperceptiblemente no sólo hacia Rusia, sino hacia el gobierno sirio. Egipto y Rusia han realizado maniobras militares conjuntas en el Sinaí –un lugar donde tiene una fuerte implantación el llamado Estado Islámico-, los buques rusos tienen facilidades para transitar por el Canal de Suez y se está discutiendo la compra de armamento ruso por parte de los egipcios.

Así que no es extraño que en el mes de octubre Egipto rompiese los acuerdos de la Liga Árabe (donde en 2012 de retiró el puesto al gobierno sirio y se le otorgó a la “contra”) y votase en el Consejo de Seguridad de la ONU una resolución presentada por Rusia que se enfrentaba a la presentada por Francia y España en nombre de los países occidentales y árabes. Era un toque de atención que no pasó desapercibido y que un mes más tarde se completó con otro de mucho mayor calado: el envío de 18 aviones de combate a Siria y 200 soldados para “apoyar al gobierno sirio” en su lucha contra el llamado Estado islámico.

Pero aquí no acaba todo porque unos días más tarde en ese mes de vorágine, el 20 de diciembre, Rusia, Irán y Turquía alcanzaban un acuerdo sobre Siria que trazaba unas nuevas líneas sobre la guerra y mostraba una nueva relación de poder en la zona. En síntesis, estos tres países acordaron que Siria debe mantener intactas sus fronteras, mantener el estado secular, lograr la paz interreligiosa e interétnica, combatir al llamado Estado Islámico y al Frente para la Conquista del Levante, ex Al-Nusra (Al-Qaeda) y mediar en las conversaciones directas que haya entre el gobierno sirio y los grupos de la “contra” que se han sumado al cese de hostilidades, así como algunos otros que no se han alzado en armas.

Pensar que cuando Rusia y Turquía llegaron al acuerdo sobre el cese de hostilidades lo hicieron sin tener en cuenta, por una parte, a Siria e Irán (además de a un actor no estatal como Hizbulá) y a Arabia Saudita y Qatar, por otra, es no tener en cuenta nada de nada y no saber nada de nada. Turquía fue rápidamente a Qatar para explicar “en profundidad” el contenido del acuerdo y se anunció que también se iba a reunir allí con un representante saudita. En estos momentos, Turquía es la potencia incuestionable en la zona, con la inestimable ayuda de Rusia, aunque aún sea una situación que apenas está comenzando a asentarse. Si el cese de hostilidades tiene éxito, y no digamos las conversaciones de paz que se van a iniciar en Kazajastán, estará en esa posición durante mucho tiempo.

Por su parte, Rusia no se estuvo quieta tampoco y su ministro de Asuntos Exteriores viajó a Egipto para proponer la implicación de este país en el acuerdo de paz de Kazajstán “como mediador y garante” y estudiar la posibilidad de enviar un contingente mayor de tropas como “fuerzas de paz” en las localidades que se han acogido al acuerdo de reconciliación que impulsa el gobierno. Si esta propuesta ruso-siria es aceptada supondrá el golpe de gracia para el viejo Oriente Próximo y se visualizará mejor que nunca esa recomposición que está en marcha.

5.- Y más allá

Pero lo interesante es que, con todos estos movimientos, hay un país que desaparece en la práctica de Oriente Próximo: EEUU. Y esta desaparición tiene un actor que lo ha hecho posible: Rusia. Decir que EEUU ha perdido la guerra contra Siria puede parecer muy atrevido, pero lo que estamos viendo se parece bastante. Sin poner en cuestión que las primeras dos semanas de la revuelta sí fueron populares, desde ese momento comenzó una guerra de agresión contra Siria por parte de un conglomerado de países encabezados por EEUU, Arabia Saudita y Qatar. Este conglomerado de países armó, financió y sostuvo a sus patrocinados de la “contra” hasta el punto de que a finales de 2015 sí daban la impresión de lograr su gran objetivo: derrocar a Al-Assad, siguiendo el patrón de Libia. Pero entonces intervino, a petición del gobierno, Rusia y la historia cambió de rumbo hasta llegar a lo de ahora: la “contra” está derrotada, al igual que la estrategia de EEUU, Arabia Saudita y Qatar. Por lo hablar de la OTAN.

Rusia siempre ha querido llegar a algún acuerdo con EEUU, pero no ha sido posible entre otras cosas por la división que existía en Washington entre el gobierno de Obama y el Pentágono. Han sido decenas de contactos, reuniones, acuerdos que no han llegado a ninguna parte por lo que ante esa situación de enquistamiento Rusia hizo un movimiento inédito: dejar a EEUU al margen e iniciar conversaciones con otros actores. Primero, con los amigos (Irán) y luego con los enemigos (Turquía). Esto coloca al resto a la defensiva y a la espera de lo que estos nuevos actores decidan y del resultado de todo ello.

Es una situación inédita en mucho tiempo y que aún es pronto para evaluar pero que todo el mundo está observando con mucho interés porque si es exitosa marcará el rumbo geopolítico del futuro. Y es evidente que, también, se está en una situación precaria porque no se sabe qué va a pasar con la presidencia de Trump. Sin embargo, a poco que cumpla sus promesas respecto a Siria habremos asistido al nacimiento de una nueva era en la zona (y un poco más allá).

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Notas:

(1) El término “contra” fue utilizado en la Nicaragua sandinista para referirse a los diferentes grupos que se oponían al gobierno del FSLN y que recibían apoyo desde el exterior del país, sobre todo de los EEUU que fueron los impulsores de la guerra que se lanzó contra Nicaragua y que financiaron con sueldos y suministraron material militar a la “contra”.

(2) http://elterritoriodellince.blogspot.com.es/2016/11/del-colapso-la-derrota-de-nuevo-otra.html

(3) http://www.atlanticcouncil.org/syriaproyect

(4) http://www.ecfr.eu/article/commentary_the_first_trump_test_european_policy_and_the_siege_of_aleppo7186

(5) Siria es uno de los países donde se ubican los refugiados palestinos. Se calcula que en el país vivían antes de la guerra unos 500.000, de los que en su gran mayoría siguen residiendo en Siria aunque aproximadamente 100.000 se han trasladado a Líbano, hacinándose en los campos de refugiados ya existentes allí. Al iniciarse la guerra, los palestinos intentaron mantenerse al margen. Había dos posturas enfrentadas, la de Hamás, que abogaba por participar al lado de la “contra”, y la de las diferentes organizaciones de izquierda, que abogaban por participar al lado del gobierno. Esta situación duró más de un año, hasta que la “contra” se hizo con el campo de refugiados de Handarat, situado al norte de la ciudad de Alepo, y atacó a quienes defendían al gobierno. Este campo se hizo famoso en el verano de 2016 porque en él la “contra” decapitó a un niño palestino de 12 años por defender a Al-Assad. Esta división se daba también en otros campos de refugiados. No obstante, desde 2012 y 2013 la inmensa mayoría de los palestinos refugiados en Siria defienden al gobierno de Al-Assad y han constituido tres brigadas de combate: la “Jerusalén”, la “Galilea” y la formada por el Ejército de Liberación de Palestina. Además, organizaciones como el Frente Popular de Liberación de Palestina-Comando General, Al Fatah Intifada y una rama de Hamás denominada Aknaf Bait al-Maqdis combaten junto al gobierno sirio en la zona central del país, especialmente en las cercanías del campo de refugiados de Yarmouk, cuyo control se reparte la “contra” y el llamado Estado Islámico.

(6) The National, 12 de diciembre de 2016 (principal periódico de los Emiratos Árabes Unidos).

(7) http://www.un.org/press/en/2017/db170111.doc.htm?__hstc=143095274.8e6501ed1ff01abb67548d3e30635247.1480686736463.1484425528466.1484469935998.10&__hssc=143095274.6.1484469935998&__hsfp=282875472

(8) http://www.achariricenter.org/factions-judicial-system-in-idlib-ar/

(9) Al-Quds Al-Arabi, 2 de enero de 2017 (periódico editado en Londres).

(10) Faliak al-Sham (Legión del Levante), Jaish al-Islam (Ejército del Islam), Suvar al-Sham (Revolución del Levante), Jaisj al-Mudzhahiddin (Ejército de los Mujaidines), Jaish Idlib (Ejército de Idlib) y Dzhabhat al-Shamiya (Frente del Levante). Inicialmente también se sumó al mismo Ahrar al-Sham (Movimiento Islámico de la Gente del Levante), pero después de un bronco debate interno decidió retirar su firma del acuerdo. Este grupo ya cuenta con una importante división porque la mayoría de sus integrantes son partidarios de la fusión con el antiguo Frente Al-Nusra (Al-Qaeda). Estos dos grupos son los que controlan la provincia de Idlib. El resto no son más que comparsas sin el menor predicamento político ni social, por lo que el cese de hostilidades será en el mejor de los casos parcial y con ámbitos muy reducidos en lo militar pero que tendrá importancia a nivel político si se logra algún acuerdo.

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