Galbraith: Syriza estaba en una situación en la que no podía ganar
Como amigo – y asesor – del exministro griego de Economía, Yanis Varoufakis, James K. Galbraith ha seguido las negociaciones desde el principio mismo. En esta entrevista con el periodista y activista italiano Thomas Fazi se refiere al último acuerdo de rescate, la estrategia negociadora del gobierno griego y las lecciones de la tragedia griega de la izquierda europea.
¿Qué piensa del acuerdo de último minuto entre Grecia y la UE?
No fue un acuerdo, fue un expolio. Y el consentimiento se logró de forma criminal. Alexis Tsipras ha declarado correctamente que se hizo poniéndoles un cuchillo en la garganta. Es algo que suele ser la costumbre en este tipo de cosas.
¿Tenía el gobierno griego alguna alternativa?
La única alternativa era salir del euro.
Tsipras ha declarado que este acuerdo es, con todo, mejor que lo que el país tendría que afrontar en caso de salida del euro.
Ese juicio tendrá que hacerlo usted. Y comprendo cómo con la información a su disposición podía él sentirse así.
¿Cree usted que la información de que disponía es incorrecta?
Es posible, sí.
Así que ¿es su opinión personal que en este momento una salida sería la opción deseable?
Creo que los retos de la salida serían substanciales y la cuestión de cómo proceder le corresponde al gobierno y el Parlamento griegos. Eso está claro. Si yo estuviera en esa tesitura, estaría en la posición en que está ahora Yanis Varoufakis.
Como amigo y asesor de Yanis Varoufakis, ha seguido usted las negociaciones desde el principio. ¿Cree que había alguna forma de evitar ese resultado? ¿Podría haber afrontado Grecia las cosas de forma diferente?
Lo que quedó claro conforme avanzaban las negociaciones es que las autoridades europeas y el FMI no estaban haciendo concesiones en cuestión de medidas políticas y que estaban simplemente a la espera de que la parte griega lo aceptara todo hasta volver al Memorándum original, al programa de las medidas políticas primeras impuesto a los anteriores gobiernos. De modo que la postura que uno le oía a Schäuble al principio – que ‘las elecciones no suponen ninguna diferencia’, que era una postura que resultaba extremadamente difícil de tomarse en serio en ese momento – resultó ser, después de meses de negociaciones, exactamente la postura que mantuvo hasta el final. Y en esas condiciones, la única cosa que podía hacer el gobierno griego era demostrarle al mundo que se trataba de eso. Cuando en una negociación tienes una contraparte que no se mueve, tienes que descubrirlo y eso lleva tiempo.
¿Cómo juzga el comportamiento del BCE?
Diría que la decisión del BCE de actuar en lo esencial como sicario de los acreedores –decisión que socavó la economía griega, desestabilizó y desconectó el cable del sistema bancario – fue un acto de notable brutalidad, que suscitará en adelante las más graves preguntas acerca de la integridad del BCE. La presión ejercida por el BCE sobre el gobierno griego fue, por supuesto, lo que forzó en última substancia a Alexis Tsipras a aceptar las condiciones del acuerdo.
A la luz de ello, una vez que la parte griega se dio cuenta de que la troika no estaba interesada en alcanzar un acuerdo viable con Grecia, ¿no resultaba ingenuo que el gobierno griego continuara apelando a la razón y a la lógica e insistiendo en la reducción de la deuda cuando estaba claro que no había voluntad por parte de los acreedores de llegar a un compromiso sobre ésta u otras cuestiones?
No creo que la posición griega fuera en absoluta ingenua. Se basaba en el principio de que formulas tus argumentos tan lógica y claramente como puedes, los explicas tan enérgica y eficazmente como puedas, y cuentas con que la combinación de razón y sentido común produzcan algún efecto sobre la postura de la otra parte. Me parece que, cuando no te quedan otras cartas que jugar, eso es lo que haces, y eso es lo que hizo el gobierno griego. Creo que tuvo un efecto poderoso sobre la opinión pública en Europa. Pero, por supuesto, no tuvo ningún efecto sobre la política del poder. No fueron ingenuos, era el rumbo dictado por el desequilibrio material del poder.
¿Cree que Grecia debería haber recurrido a la ‘carta del Grexit’ como elemento de presión desde un principio?
No queda nada claro que les hubiera otorgado alguna ventaja. Por dos razones: en primer lugar, habría supuesto una ruptura de confianza con el electorado griego, puesto que Syriza no hizo campaña con un programa de salida y nunca adelantó nada parecido, y está claro que la opinión pública griega no deseaba la opción de la salida . En segundo lugar, del lado alemán no está en absoluto claro que la salida sea una opción desagradable. Desde luego, era una de las dos opciones que Schäuble tenía muy en mente. Así que no está claro qué clase de amenaza habría supuesto y si habría otorgado a los griegos alguna ventaja. El ejercicio de estrategia de sillón acerca de la situación que afrontaba el gobierno griego no resulta muy productivo. Está claro que se encontraban en una situación muy difícil.
Hay pocas razones para creer que una política de amenazas directas les habría llevado más lejos o habría cambiado la posición material de los europeos. Mire, esto ha sido una prueba en la que se iba a demostrarse si una argumentación razonada acerca del fracaso de medidas políticas en el pasado podía prevalecer dentro de la eurozona, teniendo en cuenta la política y las ideologías de los demás socios en Europa. La prueba era esa, esa era la cuestión en juego en todo este ejercicio. El pueblo griego eligió a un gobierno para que intentara cambiar las cosas en el marco de la eurozona, y el gobierno se resolvió a intentarlo. Tenía herramientas muy limitadas a su disposición: sentido común, razón y datos. Pero esas herramientas no han surtido efecto. De modo que esta es una conclusión que debería sacarse no sobre Grecia sino sobre Europa.
La razón por la que pregunto si Syriza podía haber hecho las cosas de modo distinto es porque los movimientos y partidos de izquierda de otros lugares de Europa tendrán que revisar sus estrategias basándose en la experiencia griega.
Toda la estrategia se fundaba, en cierto modo, en la siguiente pregunta: ¿podría un país que había sufrido los fracasos de la política europea intentar esas políticas en el seno de Europa? Bueno, creo que la respuesta a esta pregunta hoy está clara para todo el mundo. No tengo siquiera necesidad de contestarla.
¿Cree que una estrategia de reforma dentro de Europa tendría más posibilidades de tener éxito si la intentara un país más grande como España?
Al electorado español le toca decidir qué camino quiere seguir, si quiere poner a prueba la hipótesis de que un país más grande tiene más oportunidades de conseguir un acuerdo mejor del que lograron los griegos. Si yo estuviera en su lugar, no seguiría esa ruta. No creo que vaya a resultar muy persuasiva, porque las ofertas de la contraparte son muy rígidas: los países acreedores no tienen nada que ofrecer que no sea austeridad, memorándums y nada de reducciones de la deuda.
¿Cómo cree que reaccionaría el establishment europeo a la victoria de un partido del estilo de Syriza en un país más grande de la periferia como España.
Prácticamente, en cuanto aparezca un resultado político concreto, lo que sucederá es que los bancos europeos del norte empezarán a recortar sus líneas de crédito a los bancos del sur de los países en cuestión – eso es lo que sucedió en Grecia – y mientras eso sucede tendrá que entrar en escena el BCE para que proporcione liquidez de emergencia. En ese momento, la gente empezará retirar sus depósitos del sistema bancario y para entonces ya andaremos metidos en lo que se llama ‘espiral de la muerte’: una crisis bancaria a gran escala. De modo que se trata de algo que puede esperarse que vaya a pasar en cualquier otro país bastante pronto. Y la horrible secuencia de acontecimientos de la que hemos sido testigos en Grecia reaparecerá de forma distinta. Está claro que si esto fuera a pasar en un país grande como España o Italia las consecuencias serían mucho más cruciales que lo que sucedió en Grecia.
Esto coloca a los partidos y movimientos progresistas en una situación muy difícil: conseguir ser elegidos con un programa reformista que ponga en marcha la secuencia que acaba usted de describir y de la que ya hemos sido testigos en Grecia; por otro lado, si hubiera que hacer campaña con un programa basado en la salida del euro, esa dinámica se manifestaría antes incluso de llegar a las elecciones. La verdad es que se trata de una especia de dilema sin salida.
Sí, existe una interacción muy interesante entre la dinámica política y bancaria que sin duda tendrá su papel también en otros lugares.
Hay todavía muchos obstáculos para la conclusión del nuevo Memorándum de entendimiento de Grecia. ¿Qué oportunidades cree que tiene de que lo aprueben todas las partes?
Creo que es totalmente posible que la financiación se venga abajo como resultado de la aprobación por parte del Parlamento griego de las condiciones del rescate, porque el FMI será remiso a participar sin un recorte, y sin el FMI sera muy difícil conseguir que el acuerdo lo apruebe el Parlamento alemán.
¿Qué implicaciones cree que tiene para el futuro de la eurozona?
No creo que la eurozona vaya a sobrevivir por tiempo indefinido, ni siquiera todo ese tiempo en este marco político. Lo que va a suceder muy claramente es que veremos una continuación del descontento popular, que se irá haciendo manifiesto en los resultados de las elecciones. Puede que sea en España, puede que en Irlanda, puede que en Portugal, puede que en Francia, puede que en algún otro lugar, pero la cuestión es que la gente no reacciona bien ante una Unión Europea basada en la coacción y el chantaje. Con eso hay que contar.
________________
James K. Galbraith es profesor de gobierno y relaciones empresariales en la Universidad de Texas. Su último libro publicado es "Inequality and Instability" , una soberbia investigación empírica y teórica sobre el capitalismo de nuestros días. Está actualmente terminando de escribir un libro intitulado The End of Normal (El final de la normalidad).
Social Europe Journal. Traducción para sinpermiso.info: Lucas Antón