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Génova y la derrota final de los Monos Blancos
Roberto Delgado.
Especial para La Haine.

Escasísimo protagonismo han tenido los Monos Blancos en las últimas cumbres antiglobalización. En general el movimiento antiglobalización pareció haber enmudecido tras los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono. Washington y Ottawa fueron las citas más destacadas, y éstas, a pesar de haber congregado a varios miles de personas, no se acercaron a la fuerza adquiridas por las movilizaciones anteriores, e incluso en el caso de Washington, decenas de organizaciones anularon la convocatoria. Estas cumbres, más bien dieron la impresión de suponer el paso del movimiento a una etapa de resistencia, desestabilizado por los shoqueantes hechos del 11 de septiembre y la posterior guerra internacional "contra el terrorismo".

A partir de la anti-cumbre de Bruselas (14-15 de diciembre 2001), donde se reunieron decenas de miles de manifestantes, el movimiento antiglobalización ha dado una sensación de renacida vitalidad.

Pero a mi juicio el silencio de los Monos Blancos se remonta a la "Batalla de Génova" que tuvo lugar en julio, ya que su derrota no sólo fue política (no consiguieron llegar hasta la Zona Roja), sino que además fue una derrota ideológica. Intentaré demostrar por qué.

UN MOVIMIENTO PACIFISTA Y REVOLUCIONARIO

En el "Informe de los Monos Blancos ante la comisión de investigación sobre los acontecimientos de Génova" presentado en septiembre del 2001 , Luca Casarini, portavoz de los Monos Blancos, describía cuáles eran los métodos de lucha creados por los Monos Blancos para luchar contra la globalización neoliberal.

Señaló que antes de los acontecimientos de Génova habían dejado claro cuál era "la composición de nuestro 'ejército' ('...soñadores, pobres y niños, indios del mundo, mujeres y hombres, gay, lesbianas, artistas y obreros...'), de qué armas estaba dotado y cómo las utilizaría. Nos íbamos a encontrar ante un ejército "real", e íbamos a utilizar los cuerpos como únicas armas, según las formas de la desobediencia civil que los Monos Blancos ya practicaban antes de la 'Batalla de Seattle'".

Los Monos Blancos rechazaban cualquier expresión de violencia física directa: "(...)Nuestra desobediencia no implicaba ningún ataque a la ciudad, a sus bienes públicos o a las personas físicas (incluso a aquellas de uniforme)(...). Decidimos ignorar incluso los símbolos y los logotipos de las multinacionales contra las que combatimos, concentrando nuestra acción en el Muro de la Vergüenza que delimitaba la así denominada 'zona roja'".

Incluso tuvieron en cuenta acciones llevadas a cabo en otras anti-cumbres, como la de Quebec, donde los manifestantes habían utilizado una catapulta para lanzar ositos de peluche más allá de las barreras. Pero su rechazo a las expresiones violentas fue tan firme que "durante el debate interno del Genoa Social Forum sobre la oportunidad de evitar comportamientos que podrían interpretarse como 'agresivos' y 'ofensivos', decidimos renunciar a arietes y catapultas. 'Sólo' arriesgaríamos nuestros cuerpos."

Su táctica fue siempre pacífica, transparente y abierta:

"Mantuvimos reuniones y asambleas con las ventanas abiertas, sin que nos importase ser escuchados, grabados o espiados. No sólo nunca hemos tenido nada que esconder, sino que además la elección de abrirnos al público fue otra de nuestras armas, la más valiosa. La publicidad y la transparencia previenen la criminalización, y permiten enfrentarse con otras personas y con experiencias diferentes.(...) La estrategia de anunciar lo que se hará y hacer lo que se ha anunciado ha sido visible y ha podido verificarse en diferentes movilizaciones. (...) No había ningún misterio o secreto: nosotros siempre hemos comunicado a todos lo que pretendíamos hacer, tal como se lo comunicamos a muchos periodistas. junto con el GSF, definimos e hicimos públicas por doquier las calles que íbamos a recorrer, cómo lo íbamos a hacer, el punto exacto donde íbamos a poner en práctica la desobediencia, es decir, en la calle XX setiembre.(...) Por otro lado, el hecho de anunciar con antelación todo lo que se realizará, abre ya por sí mismo una puerta a la mediación política sobre el terreno, si existe la voluntad por parte de los responsables del orden público. No por azar las manifestaciones de la desobediencia civil están siempre encabezadas por un grupo de contacto compuesto por abogados, parlamentarios, portavoces de las asociaciones y centros sociales que participan en las mismas, con la finalidad de declarar abiertamente las propias intenciones y objetivos."

Los Monos Blancos experimentaron formas inéditas de participación política y social, tomando la calle como espacio de acción. A la hora de preparar las movilizaciones, llevaban a cabo "la construcción (siempre en público) de escudos y protecciones corporales" como forma de demostrar su postura defensiva y no-violenta.

Su estrategia era clara y pública. Por eso no aceptaban la criminalización que desde los medios de comunicación indirectamente se hacía contra ellos:

"Declarar la voluntad de traspasar una línea insuperable, y hacerlo sin utilizar ningún instrumento violento, sino únicamente el propio cuerpo equipado con protecciones corporales (guantes, cascos, escudos), no puede en ningún caso ser asociado a intenciones bélicas o militares. (...) El hecho de ponerse cascos y otras protecciones no significa, por tanto, ascender el primer escalón de una escalada de la violencia en las calles. Para nosotros ha sido justamente lo contrario: el impacto con las fuerzas del orden lo tenemos asumido, pero la utilización de los instrumentos anteriormente mencionados nos ha permitido reducir el miedo, limitar los daños físicos y mantener compacto al grupo que practica la desobediencia."

Los Monos Blancos, que eran conscientes de que "los responsables del orden público (...) detentan el monopolio de la fuerza", comunicaron a estos su deseo de "que quien desobedeciese no fuese malherido, que no se verificasen comportamientos de la policía o de los carabineros que violasen los derechos humanos, que, incluso ante cualquier violación de la norma, los detenidos fuesen respetados, que no se produjesen palizas en los cuarteles."

No en vano tomaron en cuenta los sucesos represivos que tuvieron lugar meses antes en Nápoles (palizas y torturas llevadas a cabo por los carabineros y policías en las calles y en las jefaturas de policía contra los detenidos durante la manifestación contra la cumbre OCDE de marzo) o en Gotemburgo (uso de fuego real para disolver a los manifestantes):

"Siempre solicitamos una cosa con fuerza: que no usasen las armas de fuego. Esas matan con toda seguridad. (...) En particular, la petición para que las fuerzas del orden estuviesen en las calles desarmadas se realizó de forma oficial y directamente al ministro Scajola."

Entendían que "los responsables del orden público, que detentan el monopolio de la fuerza militar, deben en consecuencia asumir la responsabilidad de dosificar esta fuerza para contener y bloquear la acción de desobediencia civil".

REPRESION NO CALCULADA

Los carabineros agredieron a los manifestantes más de trescientos metros antes de lo supuestamente previsto, todavía en el tramo autorizado de su recorrido. "Diez carabineros [se precipitaron] contra una chica inerme y en el suelo, propinándole patadas y porrazos."

Los carabineros intentaron acabar con ellos, avanzando con blindados y jeeps a gran velocidad, precedidos por destacamentos a pie, embistiendo repetidamente a algunos manifestantes, que resultaron heridos. Desde las ventanillas de un vehículo, un carabinero apuntaba su pistola a la altura del hombro. "Quedó claro que el objetivo de las repetidas cargas no era el de suavizar sino el de castigar."

La salvaje represión policial atravesó cualquier escudo o protección con la que contaban los Monos Blancos. A los "ositos de peluche" la policía respondió con fuego real. A las actitudes de desobediencia civil pacíficas de muchos manifestantes, los carabinieros respondieron aporreándoles en sus cabezas hasta abrirlas, con torturas en salas de las comisarías preparadas semanas antes de las movilizaciones. La fatídica noche del 21 de julio, la policía entró en el colegio que hacía de "cuartel general" del Forum Social de Génova golpeando sin medida alguna a los activistas, que en su mayoría estaban durmiendo en ese momento. La sangre se esparció por las paredes de los locales.

El portavoz de los Monos Blancos entregó junto al informe citado un vídeo subrayando algunos instantes del mismo: "en el min. 09, paliza por parte de agentes de la policía a individuos inermes; en el min. 1 O11, paliza por parte de varios carabineros a un manifestante inerme, llevada a cabo a cara descubierta; en el min. 12, paliza lejos de la manifestación a personas con las manos levantadas llevada a cabo por la policía; en el min. 1315, curas médicas en la calle, a cargo de personal voluntario, a personas heridas gravemente; en el min. 19, lluvia de gases lacrimógenos lanzados desde un helicóptero sobre los manifestantes; en el min. 20, cargas contra manifestantes con las manos levantadas; en el min. 22, irrupción en el instituto de enseñanza secundaria Diaz; en el min. 24, testimonio de una chica que se encontraba en el instituto Díaz; en el min. 34, testimonio de la doctora Lella Trotta sobre la presencia policial en el Hospital S. Martino."

La violencia estatal asesinó al joven Carlo Giuliani disparándole en la cabeza.

¿Con qué recursos ideológicos contaban los Monos Blancos ante esto? Con ninguno. La derrota en Génova (Italia, sede central de los Monos Blancos) se produjo porque las fuerzas de seguridad italianas dinamitaron la lógica de su estrategia con la violencia física directa. La policía usó la "bondad" de este movimiento para aplastarlo. Les ofrecieron grabar las reuniones y la policía lo hizo. Les ofrecieron los cuerpos y los uniformados los destruyeron. El gran error ideológico de los Monos Blancos fue no entender el salvajismo que el sistema neoliberal utiliza en situaciones de presión. Los desobedientes pacíficos se quedaron sin alternativa alguna para hacer frente a la represión.

Luca Casarini señaló que en un momento determinado de la manifestación "una parte de los manifestantes, en el desesperado intento de mantener alejados a los destacamentos [policiales], improvisó un lanzamiento de objetos encontrados por la calle, y sólo en ese momento los carabineros suspendieron las cargas por un breve lapso de tiempo." Pero no fue una cuestión ideológica, fue un acto indeseado realizado al margen de toda intención. Fue "improvisado" en una situación de asfixia y terror.

El "lanzamiento de objetos" fue evidentemente algo necesario. Y sostengo que si ideológicamente los Monos Blancos aceptaran este tipo de actos, si aceptaran que muchas conversaciones no deben ser expuestas a las grabaciones, e incluso que muchas acciones no deben ser publicitadas días antes, entonces es muy probable que este movimiento no hubiera perdido el equilibrio de manera terminal.

Espero estar equivocándome. Espero que los Monos Blancos encuentren alternativas reales y recuperen el aliento. Un aliento muy necesario para el movimiento antiglobalización y para los que creemos que otro mundo es posible.

"Sabíamos que nos enfrentaríamos a muchos porrazos; éramos conscientes de estar exponiéndonos a detenciones y arrestos. Pero ninguno pensaba en una masacre: completa ausencia de funcionarios en las calles con quienes hablar, gases lacrimógenos lanzados a sangre fría, cargas con los blindados, gran uso de mangueras y, para más colmo, la utilización de armas de fuego, a pesar de la garantía del ministro Scajola; todo ello sin que se verificase provocación alguna por parte de los manifestantes y a una considerable distancia de la zona roja. Ni siquiera podíamos prever el ataque policial a una manifestación de 300.000 personas (sin precedentes para esta República), las modalidades de la irrupción del sábado por la noche y las torturas de Bolzaneto y S. Giuliano. Ciertamente preveíamos el miedo, pero no el de morir." (Luca Casarini, portavoz, 6 de septiembre del 2001)

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