Luces y sombras de un semestre europeo

x Luis Condearena "Gepetto" - Miembro de Hemen eta Munduan

A expensas de los grandes titulares que periódicos y telediarios hagan como balance de la presidencia española de la Unión Europeo, desde el movimiento antiglobalización debemos sacar también nuestras propias conclusiones.

En enero pasado las oficiales tareas que se marcaba el gobierno de Aznar, indicaban que la ampliación de la Unión Europea, políticas antiterroristas, así como las medidas económicas necesarias para seguir implantado en Europa un modelo capitalista y depredador, iban a ser las que marcaran los siguientes meses hasta la entrada del verano.

No seré yo quien juzgue si han cumplido o no sus, para ellos, importantes cometidos. Y no lo haré por dos cosas; una porque realmente no me interesa cómo hacen y deshacen un proyecto de Europa que nunca nos han consultado y que aspira a ser uno de los pilares básicos del neoliberalismo a nivel mundial. Y dos, porque considero fundamental hacer un análisis de esas pequeñas pero grandes cosas que han venido en el mismo paquete de una presidencia deseada a muerte por Aznar.

Lo primero que hay que señalar es que estos seis meses, el estado español ha sido un nuevo laboratorio de medidas represoras y de control sin precedentes. Durante este semestre, para controlar las 64 manifestaciones que se han sucedido por toda la península, se han realizado 140 dispositivos especiales. En ellos, se han registrado 18.058 vehículos e identificado a 36.714 personas. Vamos, que la modernización que han hecho de su archivo policial ha sido más que importante. En él, han quedado registradas no sólo todas aquellas personas que íbamos a las principales cumbres y contracumbres, si no que han tenido especial atención a todo aquel movimiento o persona que a nivel local resiste diariamente contra sus políticas neoliberales que tanto condicionan nuestras vidas.

Okupas de Barcelona, estudiantes de Santiago, colectivos contra el racismo de Valencia, feministas de Madrid, kurrelas comprometidos de Asturias, independentistas de distintos pueblos, antimilitaristas de Zaragoza, locutoras de radios libres de Gasteiz, antidesarrollistas de Iruñea, militantes contra los transgénicos de Murcia, activistas contra la exclusión social de Burgos, exigentes de otra cultura de Salamanca, ecologistas de Mallorca, inmigrantes de Sevilla, solidarios con América Latina de Madrid y un montón de grupos, personas y lugares que seguramente me olvido, han pasado a ocupar un privilegiado lugar en sus archivos de control.

Según el propio Ministerio de Interior, en estos más de 4.000 controles realizados se han incautado de un impresionante arsenal compuesto entre otras cosas por 2 armas de fuego, 37 sprays de pintura, 12 caretas antigas, 30 palos, 15 puños de ataque o dos cadenas. Vamos, que ni siquiera les sirve para justificar su constante despliegue policial.

A todo esto, y como principal mal mayor de todo este control, miles de inmigrantes sin papeles que estaban en el lugar menos adecuado y en el peor momento, han sido expulsados del país aprovechando toda una coyuntura represiva y mediática.

Durante estos seis meses, ha habido 151 detenciones relacionadas directamente con la respuesta en la calle a sus lujosas cumbres. De ellas caben destacar las de Barcelona, donde varias personas (muchas de ellas de Euskalherria) fueron viendo como sus acusaciones iban cambiando como por arte de magia, pasando de faltas a daños y posteriormente a atentado. Muchas de ellas aún no han sido juzgadas y la acusación es de más de cinco años de cárcel.

En menor medida pero no por ello menos importante, hay que señalar como una estrategia, ya mantenida por el poder desde hace años en nuestro pueblo, ha pasado a ser práctica habitual en le resto del estado español. Numerosas multas por portar armas tan extravagantes como sacacorchos o pequeños martillos que clavan las clavijas de las tiendas de campaña, siguen intentando ahogar económicamente algo que no se puede ahogar políticamente.

Y como estrategia sigilosa hay que destacar también, cómo objetivos que oficialmente no estaban en las agendas de los mandatarios europeos, han ido dejándose caer a medida que en sus cumbre iban tratando distintos temas. Leyes de control a nivel europeo, la potenciación otra vez de la energía nuclear de la que tanto habla Loyola de Palacios, nuevas leyes de inmigración que hagan de Europa una fortaleza donde se muevan libremente capitales pero no personas... Un sinfín de medidas que se iban uniendo a las ya tomadas durante estos últimos meses por el gobierno de Aznar en su pequeño imperio español (reformas educativas como la ley de "calidad" de la enseñanza y ley de universidades, el Plan Hidrológico Nacional, ilegalización de partidos políticos, medidas represoras contra las libertades como tema drogas, botellón, reforma del sistema de protección por desempleo)

Pero no sólo los mandatarios europeos tenían objetivos que cumplir. Los seis primeros meses de este año 2002, suponía también una prueba de fuego para el movimiento antiglobalización tanto en Euskalherria como en el estado español.

Un movimiento que aún estaba naciendo, se enfrentaba a toda una presidencia europea, cuyas citas y cumbres tanto iban a influir y marcar nuestro lento ritmo. Y necesitábamos, no sólo dar respuesta en la calle a sus innumerables citas, sino que estas llegaban en plena resituación del movimiento tras los graves sucesos de Génova o Göteborg y tras la caída de las torres gemelas en la capital económica de los Estados Unidos.

Las cumbres más pequeñas o sectoriales, sirvieron para que en ciudades pequeñas se visualizara ese movimiento que algunos osan denominarlo como frágil, pero que a distintos niveles es real en cada uno de los rincones del estado español. Aquí, en Euskalherria, las experiencias de las cumbres de Gasteiz e Iruñea, junto con movilizaciones puntuales en Bilbo, nos han servido, no sólo para juntar a un montón de colectivos ya existentes, sino para dar espacio a mucha gente que, independientemente de estar organizada o no, ven en este movimiento un lugar donde trabajar a nivel local temas que influyen tanto a nivel mundial.

Por otro lado, cumbres como la de Barcelona o Sevilla, han servido para responder con contundencia a quienes ya habían dado por enterrado un movimiento que ha sabido desenmascarar a los verdaderos culpables de los desastres del planeta. Cifras inimaginables en manifestaciones hace tres u o cuatro años, demostraban en la calle que el fantasma del 11 de septiembre era una cosa del pasado.

Pero las incesantes citas oficiales y sus correspondientes respuestas, también han sacado a flote las carencias que aún tenemos y que tanto pueden influir en el futuro de este movimiento. Un cambio real a la hora de enfocar las contra cumbres, en las que ya no se aspira a bloquear sus reuniones oficiales; la aparición (queramos o no ayudada por el enfoque del último Foro Mundial de Porto Alegre) de un movimiento socialdemócrata que intenta lavarse la cara tras años de impulsar las mismas medidas económicas que ahora impulsa la derecha. El desembarco de esa izquierda de "toda la vida" que con sus viejos métodos y su vieja visión cree vivir en un estado prerrevolucionario. La fragilidad de unos grupos que sabemos que las formas de crear y actuar deben ser distintas pero no sabemos aún cómo y hacia dónde debemos avanzar... en fin, viejas y nuevas dudas, viejos y nuevos debates, que debemos ir contestando con preguntas y zancadas, por caminos y métodos, que se irán definiendo a través de nuestra propia marcha.

Lo que sí está claro, es que el poder ha conseguido normalizar unas contracumbres que en los mejores casos movilizan a cientos de miles de personas, pero que ya no consiguen ser foco de atención ni sacar los verdaderos problemas a la calle. En las siguientes citas oficiales, debemos ir creando espacios intermedios entre una Génova o Seattle algo ya desfasadas y fuera de una realidad represora, y un Madrid o Sevilla que en recientes fechas han sacado a la luz el tremendo peligro que corremos si nos ceñimos a manifestaciones numerosas pero carentes de iniciativa y llenas de normalidad.

Debemos saber encontrar respuestas en las que se sientan cómodos todos aquellos sectores que quieren seguir teniendo un espacio donde manifestarse sin grandes contratiempos, pero en la que también tengamos una notable presencia quienes apostamos por una resistencia mucho más activa, en la que la desobediencia civil sea una importantísima arma que vaya investigando nuevas formas de contestación y lucha.

Y tras el semestre europeo, nos queda la difícil tarea de hacer trabajo antiglobalización diario y local. Trabajo con el que vayamos construyendo sin prisa una red de redes que vaya uniendo las distintas bolsas de resistencia que desde hace años tenemos en nuestras ciudades y pueblos. Un trabajo, en definitiva, que siga siendo un gran laboratorio en el que, aunque investiguemos y nos equivoquemos numerosas veces, intentemos ir creando una nueva forma de entender tanto la forma de hacer lucha social, como las metas a las que se quieren llegar. Aspiremos pues entre todas y todos, a que el CÓMO nos siga importando tanto o más que el QUÉ.

 
         
   
 

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