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Nacionales Galiza :: 22/06/2007

Centros sociales gallegos, motores para el conflicto y la confluencia

Fernán Chalmeta
Galiza está inmersa en una ola de movilizaciones populares. Contexto en el que despuntan prometedores procesos de encuentro que se plantean romper con el escenario de luchas fratricidas habitual en la izquierda.

Los conflictos se encadenan: desde la nueva huelga y las movilizaciones de los trabajadores del metal de la comarca de Vigo, encabezadas por las multitudinarias marchas de los trabajadores de la Naval por el cumplimiento del convenio, hasta las movilizaciones vecinales y de las mariscadoras contra la planta de regasificación, en Ferrol -con bloqueos de la ría incluidos-, pasando por el conflicto de las operarias de Atento o la acampada de los funcionarios municipales en A Coruña. Luchas muy dispares con un elemento común: la contundencia de la respuesta policial.

A este escenario se suman otras luchas que multiplican la diversidad: movilizaciones de estudiantes, manifestación contra la cumbre del G-8 en Compostela, etc. Los hechos más recientes son la okupación en Vigo, el 26 y 27 de mayo, de una antigua panificadora para realizar un encuentro de Centros Sociales (CS) gallegos. Algunos militantes califican la situación de "nuevo tiempo de luchas frente al poder". Lo que es indiscutible es que hay un rico sustrato para la aparición de experimentos políticos tales como procesos de reconfiguración y cooperación entre sensibilidades políticas variadas -independentistas, activistas sociales sin adscripción, libertarios-.

Para Branda, activista del CS Atreu Invisiveis, de A Coruña, Galiza es un territorio con grandes irregularidades en las tradiciones autoorganizativas aunque en ella se encontraría una red social articulada en diferentes tiempos y formas. Afirma que pese a ser cierto que las luchas con una matriz clásica se mantienen, las experiencias de autonomía de los movimientos están tomando un cariz cada día más importante, tanto en la praxis como en la producción de discursos. La conjugación de dinámicas como las luchas por el territorio o la consolidación de redes de CS serían una muestra de ello. Confluencia que empezarían con la autoorganización materializada este 1 de mayo con la convocatoria en Vigo de un bloque precario, o las jornadas por los espacios sociales antes mencionadas, ejemplos de una red de movimientos que lucha por encontrar la bisagra entre nuevos y viejos sujetos del cambio social.

Para Tone, del mismo CS, es precisamente en el marco de la citada confluencia de grupos de personas en situación de precariedad de A Coruña, Compostela, Vigo y Ourense donde nace este cuerpo. "Las redes informales han sido de gran valía para lanzar este proceso, pero ha sido el 1 de mayo el evento en el que, sin una planificación previa formal, se materializó un bloque que se aventura a poner en común estrategias de reivindicación de espacios sociales, pero también de derechos sobre la renta o la vivienda, mediante el conflicto y la no mediación de actores vetustos", declara.

Ambos reconocen que esta red es aún un frágil proceso, potente pero reducido, y esperan que pueda materializarse en nuevas propuestas y que siga sumando singularidades ante el hartazgo generalizado que la representación y las formas grises de movimiento llevan aparejadas. El conflicto tiene colores, y éstos tienen que ser vivos, remachan.

Para estos activistas, la llegada al Gobierno autonómico de BNG y PSG tampoco asegura unas relaciones tranquilas. Las redes que están comenzando a trabajar cooperativamente no parecen ni las mejor colocadas ni las más dispuestas para la interrelación con los partidos de gobierno en parte carentes de voluntad o inteligencia política para analizar las claves sociales -PSOE- y en parte acostumbrados a restringir el diálogo a los "hijos del cuerpo" -BNG-. Por lo que es difícil aventurar momentos que no sean de indiferencia o conflicto, remachan.

No se sienten parte del "continuum" político existente. "Apostamos por crearles situaciones incómodas que permitan ganar espacios, aunque sean pequeños o temporales, de ingobernabilidad y contrapoder. Son los propios partidos los que "facilitan" a las partes más combativas del movimiento un devenir autónomo", afirma Branda. Para Tone, "la ausencia de marcos de diálogo y el poso de descrédito sobre lo institucional crean un humus que se ve fraguar en cada pico movilizador (Prestige, guerra, incendios...).

Las luchas por la vivienda son otro ejemplo, como los grupos de precarias o en los movimientos estudiantiles. Las perspectivas de futuro son muchas y variadas, pero es necesario seguir abriendo espacios de confianza" concluye.

Centralidad de la okupación

Para Tone, la reformulación del CS como espacio de agregación y consolidación del conflicto, como "espacio-fuerza" desde donde mirar a las instituciones políticas clásicas, es evidente. Para él, en los últimos años asistimos a una efervescencia: tras el cierre municipal del CSA Mil Lúas (A Coruña) y la resistencia de clásicos como Casa Encantada (Compostela) o A Cova dos Ratos (Vigo) han emergido espacios en todas las ciudades gallegas, muchos ligados al independentismo, pero que se han ido abriendo hacia un horizonte más plural. La aparición de nuevos espacios (okupados) parece señalar el camino para la parte más desobediente del movimiento. Para Branda, "la vía de la okupación es particularmente interesante, especialmente en la gestión del conflicto. En el contexto de un territorio político como el gallego, desencadenar dinámicas de antagonismo puede ayudar a superar algunos clichés sobre el empleo de la fuerza". Tone remata: "En un contexto como el actual en el que la constante criminalización de las prácticas activas de lo plural es apabullante, la estrategia de tensión siempre trata de atraer al movimiento hacia la exclusión a través de la violencia criminalizable. Esta pedagogía del contrapoder puede ser un elemento dinamizador".


Noticia extraída del periódico Diagonal / http://www.diagonalperiodico.net

 

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