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Fidel Castro llama a Aznar "un führercito
con bigotico"
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Cientos de miles de
personas marcharon en La Habana como respuesta a las sanciones europeas
La Habana, 12 de junio. Relajado, sarcástico, gesticulante y
coloquial durante unas tres horas en la cadena nacional de radio y televisión
y luego al frente de una marcha de cientos de miles de personas, Fidel
Castro estimuló tácitamente entre el miércoles
y el jueves al gobierno de España a romper relaciones diplomáticas
con Cuba.
Durante unas 25 horas, casi sin parar, La Habana disparó metralla
de propaganda en respuesta a las sanciones diplomáticas que la
semana pasada anunció la Unión Europea (UE) contra la
isla.
Pero la descarga de fusilería se fue decantando contra los gobiernos
de España e Italia, con el fuego concentrado en la figura del
"führercito del bigotico", como Castro llama reiteradamente
al presidente del gobierno español, José María
Aznar.
El ciclo se abrió en la mañana del miércoles cuando
la radio y la televisión nacionales difundieron en vivo la declaración
que leyó el canciller Felipe Pérez Roque.
Concluyó hoy cuando los últimos manifestantes, con banderitas
cubanas en alto, corearon la versión larga de La Internacional
frente a la sede diplomática española, en la antigua ciudad
colonial, de cara a los fuertes que un día defendieron el poder
de Castilla.
Arrogancia y prepotencia
A lo largo de esa jornada, en extenso, en síntesis o en exégesis,
el mensaje retumbó con redobles en la radio y la televisión.
Entrada la noche, el presidente cubano habló en vivo en cadena
nacional.
Aunque la respuesta formal es a la UE, el líder cubano subrayó
que hay responsables principales ("no todos los países ni
todos los embajadores han tenido igual actitud").
Entre otros temas sueltos y variados, Castro entiende que la reducción
de visitas oficiales de la UE a Cuba tiene su lado favorable: "Nos
ahorramos la arrogancia y la prepotencia de algunos" (...) "nuestro
mayor placer es conversar con nuestra gente, del tercer mundo, con los
africanos, los latinoamericanos que no sean lacayos de ese imperio"
(...) "hay que tener estómago a veces para reunirse con
ellos en una de esas cumbres que repugnan".
Al parecer habla de las reuniones iberoamericanas, porque vuelve al
tema, quizás anunciando su renuncia por tiempo indefinido a esas
citas anuales: "Me da la tranquilidad de que me voy a desaparecer
de las cumbres esas".
Un caso repugnante de esas ocasiones, recordó entonces: el ex
presidente argentino Carlos Menem.
Pero Aznar estaba en la mira. Castro se burló de su corta estatura
y de su bigote. En la escalada verbal, el líder cubano terminó
elogiando a Francisco Franco (1892-1975), el implacable dictador que
gobernó España con puño de hierro desde el fin
de la guerra civil (1939) hasta su muerte: 36 años.
Aznar, dijo Castro, es fascista, como Franco. Pero aquél se
inclinó ante la potencia hegemónica. Este "fue más
astuto: maniobró, evitó involucrarse y mantuvo un asombroso
nivel de tenacidad en las relaciones con Cuba" (...) "aguantó
las presiones de los yanquis" (...) "era un fascista que tenía
sentido nacional, sentido de la dignidad y talento; no se dejó
arrastrar por (el dictador italiano de la época, Benito) Mussolini".
Castro gratificó a los biógrafos al invocar elípticamente
su sangre gallega (su padre, Angel Castro, era originario de Galicia),
como la de Francisco Franco.
Contó, en aras de explicar la actitud del caudillo hacia Cuba,
que el grueso de los marinos españoles muertos en la batalla
de Santiago (decisiva en la guerra hispanoestadunidense de finales del
siglo XIX) eran de El Ferrol, la población de origen del generalísimo.
El hilo conductor de este tramo es que Franco pasa la prueba del ácido
de la difícil relación con Cuba. Aznar no.
A la decisión de los europeos de limitar sus viajes de primer
nivel, bajar el rango en actos culturales comunes e invitar a los opositores
cubanos a sus cocteles principales, Castro replicó: ningún
funcionario del gobierno cubano asistirá a acto oficial de la
UE; ninguno de sus embajadores será invitado a acto oficial del
gobierno de Cuba, y "si su misión es tener relaciones con
mercenarios, realmente sobran".
Quince embajadores en La Habana se quedaron sin piso. O quizá
más, si se toma en cuenta que la declaración de la UE
sobre Cuba, del 5 de junio, fue respaldada por los países en
trámite de ingreso (Chipre, República Checa, Estonia,
Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia, Eslovaquia y Eslovenia),
los asociados (Bulgaria y Rumania) y los del Acuerdo de Libre Comercio
Europeo (Suiza, Islandia, Liechtenstein y Noruega).
Castro dijo que los contactos de los diplomáticos destacados
en Cuba con opositores equivalen a que la gente de Osama Bin Laden se
instalara en Estados Unidos y fuese recibida en las embajadas en Washington,
o a que las misiones extranjeras en Madrid invitaran a los etarras a
sus saraos.
"No tenemos ninguna obsesión por las relaciones diplomáticas
-dijo-. Nada nos quita el sueño."
Casi al empezar este jueves el mandatario habló de la marcha
que en unas horas más tarde pasaría frente a la sede diplomática
española. Con una sonrisa evocó un futuro hipotético:
"Si esa embajada permanece ahí".
Confirmó que denunciará el convenio por el cual Cuba
y España sostienen en común un centro de cultura española
en La Habana, y anunció que su gobierno se hará cargo
de la difusión "de la verdadera cultura española".
Todavía tuvo munición para Silvio Berlusconi, primer
ministro italiano, a quien le encontró gran parecido físico
con Mussolini.
Igual que el líder fascista de la Segunda Guerra Mundial, dijo
Castro, el actual jefe de gobierno es "burlesco, bufón".
Deberían llamarle "Burlesconi", y así lo llamó
durante el resto de la transmisión.
Más de un millón de marchistas
A las 7:30 de la mañana de este jueves la banda de guerra del
estado mayor general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) rompió
la marcha, en el Malecón de La Habana, y enfiló rumbo
al casco antiguo de la capital.
Pasó la columna frente a la embajada española, mientras
en la azotea su personal diplomático observaba. Al centro de
la descubierta iba Castro, junto a Carlos Lage, cabeza del equipo económico,
y al canciller Pérez Roque.
A la misma hora, unos 15 kilómetros al oeste, en la Quinta Avenida,
la espléndida vía que cruza la zona residencial de Miramar,
el general de ejército Raúl Castro, hermano menor del
presidente y ministro de las FAR, caminó al frente de otra columna,
que pasó frente a la embajada de Italia.
Los manifestantes no habían dormido. Se reunieron en la madrugada.
Venían de barrios de la ciudad y de pueblos de la vecina provincia
de La Habana, el cinturón agrícola de la capital, a bordo
de miles de autobuses.
Hoy fue feriado laboral y no hubo clases en esta región de Cuba.
La maquinaria estaba aceitada. A la hora de la caminata los contingentes
estaban ordenados y listos.
Bajo el sol picante de la mañana la gente llevaba carteles con
la figura de Aznar como Hitler, y la de Berlusconi como Mussolini. Aznar,
con cuernos y suásticas; Berlusconi, con casco fascista.
Se escribió y se gritó todo lo que ayude a esas equivalencias,
todo lo que ayude a corroer esas dos figuras políticas.
En las dos concentraciones marcharon más de un millón
de personas, dijeron los locutores de radio y televisión. La
caminata compacta duró casi tres horas.
GERARDO ARREOLA - La Jornada
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