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Génova: Caos y un ejecutado
La Jornada
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Genova, 20 de julio. El helicóptero sobrevuela el estadio Cerlini cerca de las 7:15 de la noche y la multitud se pone de pie en las graderías, hace una señal obscena con la mano derecha y grita con el aire que le queda después de un día de gases lacrimógenos y caminatas interminables: "asesinos, asesinos".

Desde hace más o menos una hora saben que Juliani Carlo, un manifestante de 25 años, fue asesinado de un disparo en la cabeza por un policía. Allí mismo se encuentra gente de Padua que acompañaba al muerto y que vio cómo caía al piso. No se repone aún de la impresión; probablemente tampoco de no haberse detenido a auxiliarlo, aunque ya no hubiera nada que hacer porque el balazo fue a un par de metros de distancia y le entró por la cabeza.

La imagen puede verse en una secuencia de seis fotografías transmitida a través Internet. En ellas se aprecia como Juliani se acerca con el rostro cubierto y un extinguidor en las manos a un vehículo policiaco, para luego caer al suelo herido, y cómo la furgoneta -en la peor tradición de las combis mexicanas- pasa por encima de su cuerpo en dos ocasiones para rematarlo.

De sirenas y humo

En la desembocadura de la Vía Trípoli se levanta un humo negro que no cesa. Proviene de dos carros y unas papeleras a las que se prendió fuego. En la esquina, una empresa que alquila autos tiene los vidrios rotos. Sus computadoras y teléfonos, destrozados, se encuentran a mitad de la acera. Una pinta en ingles señala: "El desorden es un deber".

Génova fue hoy una ciudad marcada por el incesante ulular de las sirenas de las ambulancias y una ininterrumpida cortina de humo de gases lacrimógenos. Una ciudad en la que convivieron desigualmente la protesta pacífica, la desobediencia civil y la insurrección. Una ciudad ocupada por los ocho poderosos del mundo necesitados del resguardo de los piquetes policiales.

Durante más de cinco horas un muro de humo y de gases se levantó alrededor de la zona roja hasta volverse parte habitual del paisaje. En los siete puntos en los que la constelación de organizaciones que forman el Genova Social Forum (GSF) había llamado a reunirse se suscitaron enfrentamientos con policías y manifestantes. No importó si los convocantes eran pacifistas o cristianos o aquellos que, con sentido del humor, querían hacer una protesta "frívola". El patrón de conducta fue más o menos similar en todos. En el punto de reunión cientos de manifestantes (entre los que muchos aseguran que había grupos de provocadores infiltrados) quemaban basureros o coches para frenar la brutal embestida de los antidisturbios. La policía disparaba gases lacrimógenos y cargaba de nuevo contra los manifestantes pacíficos.

Algo similar sucedió con la movilización a la que Cobas, una importante coordinación de sindicatos de base de orientación clasista, y la Red por los Derechos Globales habían llamado en la Plaza del Trabajo. Allí policías infiltrados en el bloque negro destruyeron la sucursal de un banco. La policía "casualmente" no se esforzó mucho por tratar de impedir la agresión. Por suerte los sindicalistas optaron por dispersarse para no ser utilizados en la provocación.

Entre Espartaco y la Guerra de las Galaxias

En el estadio Carline se registraron durante la noche del jueves 8 mil personas. A las 9 de la mañana del viernes el número es mayor. Vienen de todos los puntos de la geografía italiana pero también de muchos otros países europeos, Eslovenia y Croacia incluidos. Pasaron la noche en una redición del diluvio universal sólo que sin arca de Noé. Hasta los bomberos tuvieron que llegar para sacar el agua del campo deportivo. Son integrantes de los Monos Blancos (sin uniforme) y sus aliados. Están también allí seis mexicanos.

Han elaborado con todo tipo de material plástico, botellas de agua incluidas, un equipo de defensa que los hace parecer como gladiadores romanos posmodernos o como combatientes de la Guerra de las Galaxias, es decir, como una especie de Espartacos del nuevo siglo. Tienen espinilleras, hombreras, chalecos, coderas y cascos. Algunos llevan escudos de plexiglás.

Matteo, el de Trieste, coincide con la caracterización. "Es curioso -comenta- como la Guerra de las Galaxias ha influido en nuestro imaginario social. Ayer en el tren había gente que hablaba de la película y decía que la primera vez que la había visto había sido sólo por diversión pero que ahora les parecía una prefiguración".

A lado de la pista atlética del estadio hay unas láminas grandes de plexiglás transparente. Miden casi tres metros de alto, para evitar que la policía las alcance y las doble. La estrategia diseñada para la marcha es muy sencilla: construir una fortaleza plástica con las planchas desplegadas en los cuatro puntos cardinales y rellenarla con un grupo compacto de 400 hombres equipados para resistir golpes y gases lacrimógenos, y avanzar con esa protección, convertida en una hipotética barrera infranqueable, hasta traspasar simbólicamente la zona roja. No llevan armas ofensivas con ellos y así lo repiten insistentemente antes de salir. Su instrumento de lucha es su cuerpo y su decisión es desobedecer la decisión de impedir el libre tránsito por la ciudad.

Dentro del estadio se explica la táctica a seguir y se pone en práctica. Sólo pueden usarse las defensas y el cuerpo. Se insiste en que no hay salidas individuales a los retos que se plantean. Si no se salvan todos no se salva nadie.

Se trata de un movimiento que se inventa a sí mismo, organizado a partir de pequeños grupos de afinidad que comparten un horizonte común. Sus integrantes se sienten actores de un momento privilegiado, de la batalla de Génova. Ahora fabrican sus armaduras, poniendo especial cuidado en proteger todas aquellas partes del cuerpo que son el blanco favorito de los bastonazos policiacos.

La hora de la verdad

En la descubierta inicial de la marcha se encuentra el grupo de contacto encargado de tratar con la policía. Allí está Don Vitaliano y Luca Casarini, vocero de los Monos Blancos. Inmediatamente después se encuentra un enorme camión de carga marca Volvo, en el que se instala una estación de radio libre que trasmite en una banda de 89 megahertz desde el lugar de los hechos. Luego le sigue un grupo de animación, encabezado por las ocho cabezas de puerco de espuma de polietileno con la lengua de fuera pintada con cada una de las banderas de los integrantes del G-8, y vegetales genéticamente modificados gigantes. Un tambor marca el paso. A continuación sigue la muralla hecha con cuerpos y plásticos, con la consigna de pasar al frente tan pronto el contingente arribe a la zona crítica y, hasta atrás, el resto de los manifestantes.

La marcha emprende su recorrido con dificultades y trampas, hasta toparse, fuera de la zona roja, con la primera descarga policiaca de lacrimógenos y la primera provocación. Quienes no llevan máscara antigas o no quieren seguir avanzando, permanecen allí protegidos por la multitud y la distancia, mientras que los gladiadores siguen avanzando con mucho esfuerzo.

Alejandro, de Bolonia, un artista de un metro 95 centímetros de alto con rostro de antiguo romano, muy adecuado para la ocasión, participó en la primera línea de la marcha. Así narra su experiencia: "Iba detrás de los escudos. Eramos como 400. Resistimos al asalto de la policía por varios minutos. Nos echaron entonces los gases lacrimógenos por debajo de las defensas móviles. Las máscaras no funcionaron bien, o al menos, no funcionaron contra estos gases. Eran gases urticantes. Pican la piel. Yo y varios compañeros nos intoxicamos y tuvimos que salir de la primera línea porque no teníamos aire para respirar. Llegamos hasta la Plaza de Brignole pero no entramos en la zona roja. Nos faltaron algunos metros para llegar, pero la policía nos dividió y nos partió en dos grupos. Tuvimos que retroceder para volver a avanzar, pero ya había mucho cansancio y faltaba aire. Cuando nos replegamos usó agua para incitar nuestro regreso. Algunos manifestantes incendiaron una camioneta de los carabineros. La policía y el gobierno dieron un espectáculo lamentable".

Cuando los manifestantes emprendieron el regreso al estadio Carline la policía siguió lanzándoles gases lacrimógenos y persiguiéndolos. En ese momento Juliani Carlo fue asesinado.

Va de regreso

Génova se vistió de muerte. Sus calles están llenas de vidrieras de bancos rotas, coches y papeleras quemadas y, sobre todo, de una gran indignación.

Las fuerzas de seguridad impidieron a los manifestantes llegar a la zona roja haciendo crecer su perímetro, en contra de sus ofrecimientos iniciales, hasta límites que dificultaron el movimiento legal de los manifestantes.

Saldo

Según información difundida por la agencia Dpa, además del activista muerto, una mujer resultó herida de gravedad durante los enfrentamientos y actualmente se encuentra hospitalizada.

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