¿Qué pasa en Uruguay, cómo y por qué?
Hace diez años un partido de izquierda, el Frente Amplio, llegó por primera vez al gobierno, con Tabaré Vázquez. Hace cinco volvió a ganar con José Mujica, ambas veces con mayoría parlamentaria. El Frente postuló ahora otra vez a Tabaré para un tercer gobierno frenteamplista.
Todas las encuestas daban al Frente perdiendo la mayoría parlamentaria en octubre con una incierta segunda vuelta en noviembre. Pero el Frente logró la mayoría otra vez, y ganar el balotaje fue un trámite. Con el 53% le sacó doce puntos al candidato del Partido Nacional cuyo aliado menor el Partido Colorado no se repone del colapso del 2004, luego de haber sido partido de gobierno casi sin interrupciones en 170 años; muchos de sus votantes no acataron la “recomendación” de votar al otro partido burgués tradicional.
El Partido Colorado protagonizó los dos ciclos batliistas del siglo XX; José Batlle y Ordoñez al inicio, Luis Batlle a mediados, construyeron el Estado de Bienestar de periferia propio de Uruguay. En los 80 cargó con el giro neoliberal que culminó con Jorge Batlle en los 90, y se cayó. Pedro Bordaberry, hijo del presidente colorado que dio el golpe con los militares en 1973, intentó renovar al partido por la derecha con tinte populista y liderazgo duro; le fue mal.
En el Frente luego del gobierno de Mujica los sectores a su alrededor son mayoría, a costa de los social-liberales afines a Tabaré. Unidad Popular, pequeño partido de izquierda radical fuera del Frente, obtuvo una banca por primera vez. El electorado se corre todo un poco a la izquierda, un 3% a la casilla vecina.
Los comentaristas destacan la alta votación del Frente, la mayoría parlamentaria por tres períodos, el tercer caso en nuestra historia en que alguien llega dos veces a la presidencia. Soy de los que piensan que la política es expresión de lucha de clases, las clases sociales actúan en los límites de la coyuntura nacional e internacional, los partidos son expresión orgánica de las estrategias clasistas a largo plazo, y los dirigentes -excepto uno en un millón- son figuras de circunstancia.
Pero otros piensan al revés, que son los políticos los que crean la política. Politólogos afines al gobierno señalaban que el triunfo en las urnas podría alentar a Tabaré a actuar como "monarca electo", tal como en su primer gobierno hace diez años, agregado “sería un error". Al otro día Tabaré hace exactamente eso al anunciar el próximo gabinete ministerial.
Descarta una solución equilibrada y consensuada que involucre y comprometa a largo plazo a todas las partes del heterogéneo partido de gobierno. Inclina el barco a la derecha, recurre a su pequeño círculo de acólitos, saca de la heladera cadáveres políticos ya fuera del parlamento y sin votos, ignora sectores importantes, y -siendo un punto de debilidad la falta de renovación- llena el gabinete de viejos.
Lo resuelve él solo. Planifica cinco años en cinco minutos. Y estupidez de niño chico a los 75, deja fuera al Partido Socialista al que perteneció hasta el choque -en su anterior presidencia- por su veto a la ley de despenalización del aborto impulsada por el propio Frente. Para explicar todo esto recuperemos el análisis en una visión histórica más amplia que aporta nuestra olvidada tradición intelectual.
En 1973 en "Uruguay: Una sociedad amortiguadora" Carlos Real de Azúa ve en la historia uruguaya la «continuidad y permanencia de ciertas características... muy estable configuración de un limitado número de variables... "constantes" o "invariables"... por su fuerza acumulada.» El proceso histórico engulló más de una vez estas líneas de continuidad que luego emergen nuevamente de otra forma, reconvertidas en su concatenación general.
Una de ellas es «un sistema bipartidista estable... elenco o personal político unificado... compromiso partidario y social... legitimidad de "gobierno de partido". En este siglo el papel de “partido del Estado” pasa del Partido Colorado al Frente Amplio. Veamos cómo y por qué, las contradicciones internas, límites, adaptación y perspectivas.
Enumeremos las líneas de ese sistema:
1) Estado tapón, puente o bisagra en la estructura inter-estatal regional y mundial. 2) Lazos de dependencia más laxos, por recursos explotables que permiten cierto margen de maniobra pero necesita a su vez ser compensado. 3) Debilidad relativa de la clase dominante, flaqueza de su base económica y de la implantación capitalista nacional. 4) Amortización del disenso social de sectores desheredados con las a medio "conquistas" y las a medio "concesiones", quitar intensidad a las demandas sociales y generar conformismos. 5) Ese sistema de elenco político estable y su estructura. 6) Línea ideológica modernizante "ilustrada" de tipo racional-legal en sentido weberiano que mediatiza las expresiones políticas radicales.
La burocracia frentista es la versión siglo XXI de la burocracia estatal de gestión (con precedentes S.XIX “patriciado” y S. XX batllista) con un papel social, político y cultural relevante por las características de nuestra formación social. Llega al gobierno en 2004 por la ventana de oportunidad de la crisis del ciclo neoliberal en 2002, rinde ahí su examen final cuando logra depositar la rebeldía popular en la ilusión de un inminente gobierno de izquierda.
Se forma por cooptación estatal de la burocracia política de izquierda, intelectualidad pequeñoburguesa, burocracia sindical, y modernización de la burocracia estatal por avance del papel social del Estado. Se había preparado en la reconversión social-liberal de la izquierda reformista luego de la dictadura militar y la caída de la URSS, internalizando esas derrotas. Para el papel de contención del disenso aporta su sindicalismo oficialista, y es su ventaja sobre la derecha tradicional.
La década frenteamplista es de recuperación a caballo de la onda expansiva post-crisis. Una expansión retrógrada, vuelta a la economía exportadora de bienes primarios, contrapartida de la crisis financiera central y el emerger industrial chino con el que se complementa.
Pero expansión al fin, permitió la recuperación del salario real y un relanzamiento a medias del Estado de Bienestar. Ahora vendrán los años de enlentecimiento. El verticalismo autoritario de la primera presidencia de Tabaré fue el modo de disciplinar, por el control de la canilla, esta burocracia recién formada. Pero la expansión por conquista del aparato del Estado y la gestión de recursos fue erosionado esa base material del verticalismo.
Mujica introduce un estilo negociador más apropiado a la nueva configuración, con las dificultades lógicas. El resultado electoral es un posible balance. Seria simplista reducirlo al clientelismo del Estado, aunque existe. Lo principal es la relación ambivalente de la clase trabajadora con el gobierno frentista.
Primero, la expectativa fue muy grande, le siguió el “período de duelo”. Y luego y a empujones la clase fue volviendo a la actividad y encontrando su propia ventana de oportunidad en la pelea en el espacio que se ha abierto, aprovechando las debilidades del oponente. Una pelea compleja, pero la clase, sin dirección política ni teoría, encuentra allí la mejor de las opciones estratégicas posibles en la coyuntura. Para una política clasista conciente falta mucho, y de dirección política ni hablemos.
¿Cómo encarará el gobierno frentista el “alto” a la política de concesiones parciales? El retorno a un verticalismo cerrado es síntoma de debilidad. Ante las dificultades que se ciernen Tabaré huye hacia adelante, sube la apuesta y juega su carta presidencial. Pero muestra que es la única que tiene. A los 75, difícil cambiar.
Pero la causa verdadera es el predominio persistente del círculo social-liberal en la cúpula frentista, que a su vez se va angostando. Se acentuará la construcción de un enclave "casilla de vigilancia" imperial en la región. Es otra línea de largo aliento, la burguesía local compensa su debilidad relativa recostándose al imperio de turno y ofrece su servicio político de mercenario democrático. Atrincherarse en el atalaya facilita a los rivales interiores ocupar posiciones y prepararse. Las divergencias en el Frente son el adelanto concentrado de las contradicciones en desarrollo en la sociedad. A su hora estallarán, y si se da la Ley de Murphy será la peor.