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Argentina, Argentina, EE.UU. :: 29/12/2016

Trump y Macri: entre la Cosa Nostra y la logia P2

José Steinsleger
El presidente del régimen argentino y su padre quisieron hacer negocios en Nueva York, pero Trump se los comió crudos

I

Detective Phillip Marlowe: “Su padre de usted vale 100 millones de dólares, señora Loring. No sabría decir cómo los ha ganado, pero sé perfectamente que no los habría conseguido sin una organización que llega muy lejos… Y hay que hacer negocios con gente curiosa. Quizás no se reúna uno con ellos ni les estreche la mano, pero están ahí, en el límite, y se hace negocio con ellos…”

Padre de la señora Loring (a Marlowe): “…Creo que es usted una persona muy sincera. Pero no se esfuerce por ser un héroe, mi joven amigo. No se consigue ningún tanto por ciento”.

Los parlamentos apuntados aparecen en la novela de Raymond Chandler El largo adiós (capítulos 22/32), obra que podría ser más pedagógica que 50 mil análisis sobre el capitalismo salvaje. Pero si un maestro del género negro como Chandler tratara de imaginar a personajes como Donald Trump o Mauricio Macri, constataría que ficción y realidad son sinónimos.

Donald ingresó al negocio inmobiliario a los 22 años (1968) y devino empresario exitoso en una de las industrias de construcción más corruptas de su país. En 1971 se hizo cargo de la empresa familiar, y cultivó a los ricos y poderosos haciendo donaciones regulares a miembros prominentes de la maquinaria política de Nueva York, como el alcalde demócrata Edward Koch. Cuanto más rico me volvía, más dinero donaba, solía decir Trump.

En cambio, los Macri surgieron como empresarios contratistas del Estado (siempre hay que ser oficialista era la consigna de Franco Macri) y fueron apoyados por Licio Gelli (1919-2015), jefe de la logia masónica italiana Propaganda Due, que en sus filas tenía al Banco Ambrosiano del Vaticano, los dueños de la FIAT, y una larga nómina de impresentables vinculados a las extremas derechas de Italia, Europa y América Latina.

El imperio de Donald Trump creció a través de grandes contribuciones a campañas políticas y haciendo negocios de construcción y sindicatos manejados por la mafia. Ningún candidato presidencial ha tenido el mismo nivel de profundidad documentada de negocios con entidades controladas por mafiosos, afirmó The Washington Post.

En 1973, la Sociedad Macri (Soc­ma) disponía de siete empresas. Diez años después, gracias a la dictadura cívico militar (1976-83), tenía 46 empresas. En 1982, el Banco Central, encabezado por Domingo Cavallo, estatizó la deuda privada de empresas que colaboraron con la dictadura (Socma, Grupo Clarín, diario La Nación, Papel Prensa, y otras) por un monto de 40 mil millones de dólares.

Simultáneamente, la Trump Orga­nization erigía edificios colosales en Manhattan, recuperaba lóbregos barrios de Nueva York que hoy valen 10 mil dólares el metro cuadrado, y superaba con creces las expectativas del viejo Fred, su padre. Pero Mauricio nunca consiguió el reconocimiento del suyo. Hasta que un día, Franco lo hizo presidente del Boca Juniors y después, viendo que era bueno para nada, le sugirió que se metiera en política.

En casi todos los grandes proyectos de construcción de Manhattan, Trump recibió el respaldo de la mafia. Esto incluyó la Trump Tower, rascacielos de 58 pisos en la Quinta Avenida, construido con concreto reforzado. Igualmente, para entrar al negocio de casinos, Donald hizo negocios con la mafia de Atlantic City. Un memorando del FBI confirmó que Trump era consciente del involucramiento de la mafia en Atlantic City.

Entre las empresas controladas por mafiosos que tuvieron negocios con Trump figuran S&A Concrete, que proveyó materiales para la Trump Plaza en el East Side de Manhattan. Los dueños de S&A eran Anthony Fat Tony Salerno, jefe de la familia Genovese, y Paul Castellano, jefe de la familia Gambino. Salerno terminó en prisión acusado de pandillerismo. Su abogado Roy Cohn era también amigo y abogado ocasional de Trump, quien no ha sido acusado de ninguna ilegalidad. Y Macri fue procesado por contrabando y absuelto por una Corte que rechazó la causa.

Observación final del detective Marlowe: “Que los abogados hagan la tarea sucia. Son ellos quienes redactan leyes para que otros abogados las analicen delante de otros abogados llamados jueces, de manera que otros jueces puedan decir a su vez que los primeros no tenían razón y el tribunal supremo dictamine que el segundo grupo se equivocó… ¿Cuánto cree que durarían los peces gordos de la mafia si los abogados no les enseñaran cómo actuar?” (op. cit. capítulo 43).

Surgidos en sociedades que se precian de civilizadas y situados en los polos opuestos de la dialéctica hegeliana amo/esclavo, Trump y Macri cosecharon decenas de millones de votos en elecciones libres y democráticas sin haber sido nunca líderes sociales, dirigentes comunitarios, funcionarios, legisladores, académicos, predicadores religiosos, pensadores o militares.

II

En 1979, Donald Trump contaba con un socio importante en el negocio inmobiliario: el polaco Abraham Hirschfeld, a quien le decían el Señor Garaje porque había adquirido muchos terrenos fiscales y baldíos de Nueva York para convertirlos en estacionamientos.

Ambos eran dueños del predio más caro de la ciudad, ubicado en Lincoln West (entre las calles 59 y 72), barrio del Alto Manhattan: 23 hectáreas de un antiguo patio de maniobras de ferrocarriles, a orillas del Hudson (Penn Sation), donde Trump soñaba con erigir un edificio de 150 pisos.

Sin embargo, las protestas de vecinos, urbanistas y ambientalistas, y los exigentes requisitos de la alcaldía para la recalificación del lugar, obstaculizaban el faraónico proyecto de la Trump Organization, y los consiguientes créditos bancarios.

Simultáneamente, en otro lugar de la big apple, Franco Macri y su hijo Mauricio (entonces de 22 años) cerraban un negocio con Waste Management Inc para formar una recolectora de basura y desechos sólidos, y así modernizar Manliba (Mantenga Limpia a Buenos Aires), empresa privatizada por la dictadura militar y entregada al Grupo Macri.

Los Macri fueron introducidos por Giorgio Nocella en el mundo de los negocios ítalo-neoyorquinos. Pionero de los paraísos del jet set europeo en el Mediterráneo, Nocella era amigo del capo de la FIAT Giovanni Agnelli y militante de la siniestra logia masónica P2. Franco y Giorgio cultivaron la amistad, compartiendo cumpleaños, negocios y sociedades offshore, como las que hace poco los Panama papers y Bahama leaks dejaron al descubierto.

A su turno, el hermano de Franco Macri, Antonio, compró a socios de Nocella una mansión en Cerdeña, la que un día sí y otro también visitaban los muchachos de la Cosa Nostra, Sofía Loren, Silvio Berlusconi, políticos, cardenales y amigos de infancia del presidente Mauricio Macri, como el actual contratista todo terreno Nicolás Caputo, y José Torello, zar de los casinos argentinos.

Nocella abrió a Franco las puertas del alcalde demócrata de Nueva York, Edward Koch. Y Koch lo puso en contacto con Trump: “Acabo de conocer a un argentino con mucha lana y pretensiones, you know…” Franco (50 años) llamó al joven tigre de la melena dorada (34), quien le dijo al cordero: "Tengo unos terrenitos que quizá puedan interesarle". Hasta hoy, Trump no puede creer que Macri le haya comprado (¡en cash!) su parte de Lincoln West (65 por ciento), y por el doble de su valor: 150 millones de dólares.

En un segundo viaje, para impresionar, Macri sumó a su equipo a José Martínez de Hoz, ex ministro de Economía del dictador Videla, bien conocido de Wall Street y de Nelson Rockefeller. Y a Juan Carlos Basile, ex secretario de Vivienda de la ex presidenta Isabel Martínez de Perón, ligado a la P2 y los sindicatos de la construcción de las mafias neoyorquinas.

El equipo debía armar la ingeniería financiera para obtener un préstamo del Chase Manhattan Bank. Tarea que, insólitamente, quedó en manos de Carlos Varsasky, célebre matemático argentino. Finalmente, la alcaldía de Koch aprobó el proyecto. Sólo que para otorgar el crédito, el Chase exigía que se sumara un emprendedor reconocido. ¿Quién sería? Adivinó: ¡Trump!

Cinco años después, tras desembolsar decenas de millones en obras públicas y arduos trámites burocráticos (requisitos para autorizar la construcción en Lincoln West), y lidiar con el mafioso Club del Cemento (que arreglaba contratos y controlaba a los sindicatos de los trabajadores cementeros), Franco arrojó la toalla. Y dejó a Mauricio en su representación.

Desaparecido del escenario el cordero mayor, el tigre se lanzó sobre el cordero menor: Te compro los terrenitos que le vendí a tu papá, y dile que mucho le agradezco sus esfuerzos para legalizar todo.
Trump volvió a quedarse con Lincoln West, y Mauricio, perdido entre discotecas y francachelas (su vocación verdadera), llamó a Buenos Aires: "¡Sorpresa, papá! ¡Donald nos compró Lincoln West en 100 millones!"

A Franco le dio un infarto, pero sobrevivió (1985). Y el tigre se asoció con inversionistas de Taiwán y Pekín para levantar en el predio de marras un complejo inmobiliario que hoy vale 3 mil millones. Ahora bien: este es el link donde Mauricio Macri cuenta su versión de las cosas.

Dicho sea de paso: 32 directivos de la Waste Management Inc terminaron presos por sus vínculos con la Cosa Nostra, la familia Genovese en especial. Y en Italia, Antonio Macri fue investigado por triangulación y compraventa de armamento para la guerra de Malvinas (1982) cuando formaba parte de una organización que juntaba fondos solidarios para la Argentina.

En tanto, a finales del decenio de 1990, Abraham Hirschfeld fue a prisión por haber contratado un sicario para asesinar a un socio. Y desde allí mandó matar también a la juez que seguía su causa. No problem: dos años en el bote y listo. Como fuere, honor a quien honor merece: Hirschfeld fue el primero en proponer a Donald Trump como candidato a la presidencia del gran país del norte.

(Fuentes: El pibe; negocios, intrigas y secretos de Mauricio Macri (Planeta, Buenos Aires, 2010), de Gabriela Cerruti; Trump: the Art of the Deal, de Donald Trump y Tony Schwartz (Warner Bros, Nueva York, 1989), y Trump Revealed, de Michael Kranish y Mark Fisher (Simon and Schuster, 2016.)
La Jornada

 

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