10 aportes del proceso bolivariano
Todos los procesos revolucionarios que se han desarrollado en la historía de la humanidad han traído aportes nuevos, han puesto en debate nuevos temas y problemáticas, pero además han actuado como grandes sintetizadores del pensamiento descartando o refirmando algunas conclusiones que los anteceden.
El proceso bolivariano no ha sido la excepción, introduciendo nuevos debates o iluminando aportes del pasado, lo que contribuye a la actualización del pensamiento revolucionario.
Lo que sucederá de aquí en más con el proceso bolivariano no desmerece estos aportes. Seguramente habrá preocupación sobre lo que está sucediendo hoy en Venezuela y un pronóstico sobre el futuro, pero por razones de tiempo, no será motivo de mi exposición. Voy a tratar de centrarme en la reafirmación de viejas conclusiones y en enumerar los nuevos temas, que nos brinda el proceso bolivariano.
1- Reconocer la singularidad de los procesos nacionales y las contradicciones internas como motor de los cambios.
Desde una mirada global la década de los 90 fue el infierno de las izquierdas, de las luchas anticapitalistas y de toda pretensión de autoderminación de los pueblos.
Un mundo unipolar dominado por un capitalismo concentrado, hegemonizado por empresas multinacionales de origen occidental y custodiado por el gendarme imperial EEUU y sus alianzas regionales, parecía blindado a toda posibilidad de cambio o transformación revolucionaria. Lo reconoció el propio Fidel Castro, en 1993, en su exposición en el Foro de San Pablo en La Habana diciendo: “en lo que queda del siglo, no van a producirse revoluciones”.
Navegando a contracorriente de las opiniones globales un puñado de militares y militantes civiles de izquierda, liderados por Chévez, se propusieron hacer una revolución en Venezuela, cuyos alcances se esbozaron en el programa de la rebelión militar de 1992, que cuestionaba el concepto de democracia representativa, que propuso abolir la constitución de la IV República e incorporaba el concepto de organización comunal.
Este puñado de revolucionarios no desconocía la hostilidad del mundo en que estaban incluídos, pero advertían que en Venezuela, después de Caracazo, había condiciones políticas para tumbar a una clase política totalmente desprestigiada y producir cambios transformadores.
Esta valoración de las “condiciones locales”, es la misma que tomó en cuenta en 1962, Ernesto Che Guevara cuando al referirse a la influencia de la Revolución Cubana en America Latina advierte que la influencia positiva de la ola revolucionaria generada a partir de la experiencia triunfante, podrá ser capitalizada positivamente de acuerdo a la contradicciones locales de cada proceso nacional.
Los buenos vientos o malos vientos que vienen de afuera, condicionan, favorecen o perjudican procesos nacionales, pero no los determinan. Sobre este punto esta bueno echarle una ojeada al libro de Rodolfo Puigross El peronismo: sus causas, publicado en 1969, que se ocupa de desbrozar en términos teóricos este asunto, recomendando bibliografía.
Siguiendo esta misma línea de razonamiento, es poco serio deducir que el desmejoramiento de condiciones externas, la baja de los precios de las materias primas de exportación, la ola cultural conservadora y la activación de la guerra de 4ta Generación, hará caer inexorablemente a procesos latinoamericanos de orientación diferente. Ya se cometió el mismo error en los años 90 cuando se aseguró que la caída de la URSS, arrastraría indefectiblemente a Cuba. La asociación arbitraria que se hace ahora en Latinoamerica de proyectos neodesarrollistas con procesos de horizonte socialista, deconoce que, precisamente, esas singularidades determinan contar con reservas y herramientas diferentes para enfrentar la crisis. En todo caso podría augurarse que todos los proyectos correrán la misma suerte si hacen lo mismo o terminan por parecerse. Si quienes transitaron orientaciones estratégicas revolucionarias, desandan esos caminos y no apelan a las reservas populares y herramientas construídas.
Sin desconocer el peso de la presión externa y el conjunto de las maniobras imperiales para desestabilizar al proceso bolivariano, serán sus propias contradicciones, sus aciertos y sus errores lo que determinará su destino.
2- Profundizar el diagnóstico del escenario global y actuar en consecuencia.
El escenario global en que se ha desarrollado la revolución bolivariana fue modificándose, pasando de la situación que caracterizamos para la década de los 90, a una nueva realidad cuyos rasgos más salientes son la aparición de potencias emergentes que rompen la unipolaridad del poder mundial, y la instalación de una crisis capitalista prolongada a partir de 2008, que todavía no muestra signos de revertirse.
Quienes condujeron el proceso bolivariano han sabido leer el contexto mundial y recuperar lecciones históricas. Se ha tomado nota de las recomendaciones de Simón Bolívar en el sentido de que la posibilidad de autonomía de los nuevos territorios arrebatados al dominio imperial español, solo tenían posibilidades de defender su autodeterminación en unidad, construyendo una Patria Grande, y de su advertencia sobre las pretensiones imperiales de la nueva potencia continental, EEUU. Pero también han sabido leerse las trágicas enseñanzas que dejó el aplastamiento de la experiencia paraguaya que eligió defenderse apelando al aislamiento.
Quizás uno de los aspectos más destacables del proceso bolivariano ha sido su decidida acción diplomática promoviendo distintos anillos de vinculación, intentando en todos los casos la mejor unidad posible. Unidad con los países petroleros promoviendo la recuperación de la OPEP, unidad con los mas cercanos, propiciando el ALBA, unidad de los Sudamericanos impulsando UNASUR, unidad de los países americanos excluyendo a EEUU con la CELAC, unidad con las potencias emergente fortaleciendo lazos con China, Rusia, India, Bielorrusia e Irán.
Está claro que “la mejor unidad posible”, no supera la mayoria de las veces el compartir intereses económicos, o geopolíticos, pero ha sido lo suficientemente eficaz para bloquear sanciones en la OEA y las Naciones Unidas y para impedir una intervención militar directa.
Advierto que los gobiernos bolivarianos han tenido una clara comprensión de que el proyecto transformador se desplegaba en soledad, pero también había un nuevo orden mundial, que abría fisuras que favorecían el desarrollo de proyectos nacionales o regionales de orientación socialista. Las limitaciones a la hegemonía económica y militar de EEUU, y el hecho de que la reprimarización de las economías de América Latina convierta en principales socios a las potencias emergentes, crea una situación inédita que reducen las posibilidades del chantaje estadounidense.
Con respecto a la vinculación con movimientos políticos con vocación revolucionaria del continente, hubo algunas iniciativas como la de la V Internacional, que no prosperó, y hubo un apoyo de Chávez a la Articulación de Movimientos Sociales por el Alba, cuyos compromisos se diluyeron después de su fallecimiento.
3- Saber valorar a un sujeto plural como promotor de los cambios
El debate sobre el sujeto revolucionario, o más bien sobre la posibilidad de contemplar un sujeto más amplio, más plural que los trabajadores asalariados capitalistas, fue planteada tempranamente por José Carlos Mariátegui, y se amplió con los procesos de las revoluciones anticoloniales en Africa, con la revolución china. En Latinoamérica más explícitamente con la revolución cubana de base campesina y estudiantil.
La idea de pensar que la cuestión del sujeto no está determinada a priori por condiciones estructurales, sino por que los sectores del pueblo explotado asuman esa condición. Son sujetos los que se ponen en ese lugar, los que asumen serlo, esto vuelve a ser ratificado por los procesos venezolano y boliviano.
En el caso de Bolivia ha sido muy importante el papel de los sindicatos campesinos, y sin desconocer el papel jugado por algunos gremios como el de mineros y docentes, puede caracterizarse que su sujeto mas dinámico se ha organizado desde lo territorial, con gran incidencia de los componentes campesinos y originarios, incluso en sectores urbanos.
En el caso de Venezuela existe un proletariado clásico expresado en los trabajadores de PDVSA (no superan los 130.000), los trabajadores de las petroleras privadas asociadas a PDVSA y los trabajadores de las empresas estratégicas (aluminio, acero, cementeras). Esos trabajadores, en particular los de PDVSA, han dado importantes batallas (por ejemplo cuando el paro patronal petrolero). También es cierto que se ha desarrollado un importante trabajo de organización en las comunas campesinas, pero no es menos cierto que el sujeto mas dinámico del proceso bolivariano es territorial y urbano, con gran preeminencia de las mujeres, jefas de hogar.
4- La recuperación de la historia nacional y el concepto de Patria.
Propongo introducirme en el debate sobre este aporte a partir de dos provocaciones:
“Hay procesos revolucionarios donde en sus primeras definiciones hubo baches muy importantes. Pero no conozco ninguna revolución que haya obviado un conocimiento profundo de la historia nacional y la reivindicación de las luchas populares que lo anteceden”
“Quienes no conocen su propia historia no hacen revoluciones”.
El proceso bolivariano confirma que sólo se pueden hacer cambios transformadores si la identidad revolucionaria está fuertemente insertada en la historia nacional y en los sentimientos patrióticos del pueblo. Esto es así porque las revoluciones se hacen a partir de las contradicciones nacionales actuales, pero también de los procesos históricos que prefiguran esa actualidad. No es casualidad entonces que los líderes revolucionarios hayan sido profundos conocedores de la historia nacional. Fidel Castro, por ejemplo en su famosa defensa al ser enjuiciado por el asalto de Moncada, se hizo cargo de que su mentor ideológico era José Martí, mártir de las luchas independentistas.
Chávez, que empezó como un estudioso de la vida y el pensamiento de Simón Bolívar, fue ampliando ese conocimiento, reivindicando hacia atrás a los pueblos originarios y las rebeliones afrodescendientes, y hacia adelante la gesta de Ezequiel Zamora y Cipriano Castro y de Fabricio Ojeda.
El chavismo recupera los hilos de continuidad de una idea de Nación que expresaba al pueblo, y no es casualidad entonces que sus principales definiciones se expresen en el denominado Plan de la Patria.
La Patria que reivindicaba Chávez está íntimamente asociada al socialismo, de allí sus afirmaciones de que no había Patria sin Socialismo y de que hacer Patria era construir el Socialismo. Esa definición de construir el socialismo en su propia patria, era coherente con su proyecto más amplio de construir una Patria Grande Socialista, retomando la idea del proyecto continental de Bolívar.
5- La critica a la democracia representativa y la promoción de la democracia participativa.
Desde los documentos fundacionales del Movimiento Bolivariano Revolucionario se advirtió una crítica a la democracia representativa y una apuesta por la democracia participativa.
Si hacemos un repaso histórico advertiremos que el antecedente más fuerte sobre poner en debate los límites de la democracia representativa fue el mayo francés en 1968.
Esa crítica no fue retomada por el pensamiento más tradicional de la izquierda, ni en aquel momento ni en la actualidad, como se evidencia en Argentina, donde quienes se presentan electoralmente no cuestionan expresamente el artículo 22 de la Constitucion Nacional donde dice que “el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete delito de sedición”.
A pesar de estos olvidos, un lider militar formado políticamente en tiempos del Mayo francés, el coronel Muammar al Gaddafi, impulsó un experimento de democracia directa a partir de las asambleas populares en Libia en las dos primeras décadas de la revolución. Para conocer esta experiencia que, ya desvirtuada, culminó trágicamente, recomiendo la lectura del Libro Verde.
Las corrientes nacionalistas de izquierda en el seno del ejercito bolivariano se nutrieron de distintas experiencias desarrolladas en los años 60 y 70 como las de Juan Velazco Alvarado en Perú, Juan José Torres en Bolivia, Omar Torrijos en Panama, y también conocieron la experiencia liderada por Gaddafi, por lo que lo más probable es que en la propuesta de “democracia participativa”, haya un aporte de esos orígenes. En el imaginario chavista, se atribuye exclusivamente lo de “democracia representativa” a una raíz nacional, de inspiración Zamorana (por Ezequiel Zamora), que remite a insurrecciones campesinas, que impusieron sus opiniones políticas a las elites conservadoras.
La propuesta de democracia participativa se canaliza a partir de algunas modificaciones que mejoran la democracia representativa, como es el referéndum revocatorio que faculta la posibilidad de que autoridades elegidas electoralmente puedan ser desplazadas a la mitad de su mandato, pero también con la promoción de la democracia comunal, donde los dirigentes son elegidos en forma directa, y que apuesta a reemplazar progresivamente a las instituciones democráticas del viejo Estado.
6- Decidirse a ocupar el Estado y abordar el problema de la transición.
En los años 90 se propagandizaron algunas ideas que partiendo de una crítica a las desviaciones burocráticas que desvirtuaron los proceso socialistas en la Union Soviética y otros países, pusieron en cuestión la decisión de ocupar el Estado para hacer cambios revolucionarios. Lo sucedido con el proceso bolivariano y otros procesos populares demuestran que ésta era una orietación incorrecta. Quienes no se propusieron ocupar el Estado burgués no pudieron realizar cambios trascendentes en espacios nacionales, y no superaron las experiencias locales y testimoniales.
Pero en el proceso bolivariano donde buena parte del Estado burgués fue ocupado y se reformó la Constitución para habilitar nuevas formas de democracia, queda demostrado también que el Estado burgués es una herramienta inapropiada para generar procesos revolucionarios. Que si se quiere avanzar en una dirección socialista, se debe generar una nueva institucionalidad, limitándose a gestionar la existente, mientras se produce la transición en que el nuevo Estado reemplaza al viejo Estado. Correspondió a Chávez explicitar con mucha claridad este problema, abriendo un nuevo debate a la discusión de la transición, que los textos clásicos no abordaban, refiiéndose exclusivamente a la transición entre el socialismo y el comunismo.
La experiencia bolivariana es muy rica en la demostración de que la mera estatizacion no resuelve el problema del socialismo, y que la construcción de poder popular es una orientación necesaria previa y posterior a la ocupación del Estado burgués.
7- Reivindicar el liderazgo y las vanguardias
Otra de las confusiones políticas surgidas en la oscura década de 90 fue la desvalorización del concepto de liderazgo y vanguardia, antagonizándolos con la construcción de poder popular.
Así como los intentos fallidos de socialismo, no invalidan las ideas socialistas, la existencia de liderazgos y vanguardias autoproclamadas con distintos argumentos, pero no efectivas, sin ninguna incidencia o aporte de dirección concreta del pueblo, no invalidan estos conceptos. Los liderazgos y vanguardias hacen referencia a orientaciones efectivas de conducción del pueblo organizado y desorganizado.
El desarrollo del poder popular no es ajeno a la construcción de la vanguardia y los liderazgos, podría afirmarse que un mayor desarrollo del poder popular cualifica a los liderazgos y a las vanguardias, las enriquece y le pone límites a sus deformaciones. Pero también debe considerarse que hay posibilidad de liderazgos y vanguardia con un escaso poder popular acumulado.
El proceso bolivariano aporta a este debate con el desarrollo de un liderazgo popular muy fuerte, acompañado de una reducida vanguardia, que ofrece una alternativa política en un momento de crisis de representatividad de los partidos tradicionales en Venezuela.
Y este liderazgo, el de Chávez, es capaz de impulsar cambios profundos como la recuperación de PDVSA y la expropiación de 4 millones de hectáreas, en el país donde el poder popular acumulado era uno de los más bajos de Sudamérica.
Las posteriores dificultades del proceso bolivariano, que se agravan con la desaparición física del líder, tienen relación con ese punto de partida, que determina la escasez de organización popular y cuadros militantes para sostener los avances alcanzados, e incluso para reemplazar a los integrantes de esa primera vanguardia que empieza a desintegrarse en el ejercicio del poder del Estado.
Como ocurre con la cuestión del Estado, hay que ver los problemas en desarrollo. Así como resultan erróneas las tesis de no ocupar el Estado, o las tesis que desconocían la importancia de los liderazgos y las vanguardias, también es cierto que los problemas no se resuelven si se ocupa el Estado o se cuenta con un liderazgo y una vanguardia. Porque, después viene la etapa más difícil y allí pesa decisivamente lo que vamos acumulando y haciendo crecer en términos de conciencia y organización popular. Por eso, como bien dice Mazzeo, el poder popular tiene un valor estratégico.
Para finalizar con este tema, me animo a sugerir que el gran problema político en Venezuela es el de la reconstrucción de la vanguardia, que hoy está dispersa. Pero esta tarea cuenta con la ventaja de todos los avances conseguidos en la construcción de poder popular.
8- Proponer una construcción original del socialismo
El proyecto bolivariano plantea desde un comienzo distintos elementos contradictorios con el sistema capitalista (democracia participativa, organización comunal, etc), y a partir de 2005 define su intencionalidad de construir un socialismo del siglo XXI.
Lo más saliente de este proyecto es la decisión de construir un socialismo con cabeza propia, que no sea “ni calco ni copia”, y realizando de una fuerte critica a las deformaciones burocráticas del socialismo en la Unión Soviética.
En ese socialismo del siglo XXI, Chávez apela a las raíces nacionales del proyecto bolivariano (Simón Rodríguez, Bolívar y Zamora), pero incorpora otras fuentes. Por un lado las fuentes clásicas del marxismo. Son frecuentes sus citas de Marx, Engels, Lenin y Rosa Luxemburgo. Por otro lado también hace referencia a las prácticas socialistas (de comunismo primitivo) de los pueblos originarios (que en Venezuela tenían una organización horizontal, poco estratificada). Pero además, hace una referencia a Jesús y las prácticas del primer cristianismo, donde se vivía la nostalgia por el comunismo primitivo.
En su socialismo original, latinoamericano, va a realizar una fuerte critica a las experiencias estatistas que degeneraron en burocracias no socialistas, como es el caso de la URSS, y en proponer tres cuestiones centrales: las cuestión de las comunas, como base económica y política del nuevo Estado socialista, la cuestión del feminismo (no hay socialismo sin feminismo) y la cuestión del eco socialismo (punto 5 del plan de la Patria).
La hetereodoxia de Chávez, responde a su convicción de asentar la idea del socialismo en una apoyatura más amplia y arraigada popularmente que la de las fuentes clásicas, y sus preocupaciones por incorporar nuevos aportes del pensamiento de la izquierda mundial. Ello ha abierto la puerta para que en nombre del chavismo, o apelando a alguna cita ocasional de Chávez, se pretenda contrabandear contenidos no socialistas, o justificar concesiones políticas y económicas ocurridas en tiempos de emergencia.
Para no perderse al analizar los aportes del proceso bolivariano, me parece importante recurrir a aquellos escritos o intervenciones donde Chávez intentó sintetizar el pensamiento que fue madurando en los últimos años de su vida: Los “Alo teóricos” y el Plan de la Patria. Agregaría también el Golpe de Timon, que es su última intervención en su gabinete, donde con mucha claridad ata la supervivencia del proyecto bolivariano a las Comunas, y distingue con mucha claridad también la construcción del socialismo de la mera proclamación.
9. Asumir la incomodidad de la revolución
Una de las conclusiones más fuertes para quienes vivimos el proceso bolivariano fue advertir que hacer una revolución es una tarea muy complicada, donde se deben abordar problemas muy complejos, donde lo que sabemos o lo que estamos acostumbrados a hacer no alcanza. Las revoluciones son incómodas y nos incomodan.
En los procesos de resistencia nos replegamos en territorios conocidos. Más allá de estas situaciones puramente defensivas, cuando la militancia se desarrolla en contextos no revolucionarios, podemos elegir tareas, desarrollar prácticas o aportes donde nos sentimos más seguros, y podemos llegar a pensar que una revolución es la extensión de nuestras prácticas, conocimientos y seguridades. A modo de ejemplo, si tenemos una prolongada militancia en el terreno sindical, en la organización territorial o el movimiento feminista, imaginamos la revolución como una ampliación de nuestras experiencias.
Una revolución rompe con esa idea de que es suficiente hacernos fuertes en las bolillas que sabemos, o en los que algunos denominan territorios de confort.
Pongamos un ejemplo. La confortabilidad de Chávez se asentaba entre otras cosas en que su imagen de llanero y soldado estaba fuertemente identificada por el pueblo venezolano. Cuando Chávez se proclama feminista se lo ha caracterizado como una actitud revolucionaria. Pero lo más revolucionario no fue que un gran líder haya adherido al feminismo, sino que un soldado y un llanero, los personajes más machistas de la idiosincracia venezolana, haya podido romper con su formación familiar, social y profesional. Esa afirmación pública seguramente le debe haber creado no pocas incomodidades en su entorno y medido mal en términos electorales... Pero en términos revolucionarios era sumamente correcta, mucho más si se trata de una revolución sostenida principalmente por mujeres.
Una revolución da una mirada distinta para valorar qué es lo revolucionario. Y pone en cuestión que la continuidad en la militancia de lo que venimos haciendo siempre y desde hace años merezca el calificativo de revolucionario. Hacer lo mismo sin transigir ni venderse merece el calificativo de ser consecuentes. Y es muy valioso ser consecuente, es el piso para ser revolucionarios. Pero ser revolucionarios nos impone incomodarnos, abandonar los ghettos, meternos en territorios desconocidos, abandonar nuestras seguridades, asumir incluso tareas que nos desagradan pero son necesarias.
La poesía suele expresar como nadie estas cuestiones tan complejas. Hay un poema de Gelman sobre Fidel, que lo dice con precision poetica:
fidel montó sobre fidel un día
se lanzó de cabeza contra el dolor contra la muerte
pero más todavía contra el polvo del alma
Lo revolucionario no es acudir a nuestras misas, ni practicar nuestras liturgias esencialmente revolucionarias, sino montarnos sobre nuestros hombros y hacer lo que no nos animamos a hacer, pero es necesario revolucionariamente.
Quien se pone a hacer una revolución advierte que hay que ocuparse de todas las tareas emergentes y que nuestra entregar revolucionaria no va servir de disculpa por las cosas que no hicimos o no hicimos bien. Por el contrario, el enemigo va a tomar nota de nuestras debilidades y en ese punto nos va a atacar. Esto es lo que sucede precisamente con la economía venezolana.
Chávez y la revolución bolivariana hicieron enormes esfuerzos por cambiar la matriz petrolera exportadora heredada desde hacía 100 años. Por circunstancias muy complejas donde se pueden considerar los efectos nocivos de la corrupción y la burocracia, pero también la deficiente cultura productiva del pueblo venezolano y las desviaciones clientelares, ese proceso de reconversión estaba en pañales cuando se produjo la abrupta caída de los precios del petróleo, y el imperio encontró la brecha para desatar la guerra económica, con las consecuencias conocidas.
10- Asumir obsesivamente la necesidad de la unidad
Desde los primeros años de militancia de Chávez se advierte una particular obsesión por la unidad. Quizás porque Chávez aborda la política desde una mirada plebeya muy ligada a los saberes populares y cualquier activista territorial o sindical sabe que “si queremos conseguir algo hay que juntarse”. O quizás por las particulares condiciones donde se desarrolló su primera militancia: los cuarteles, y los militares saben que para ganar una batalla hay que unir fuerzas. Esta obsesión por la unidad va aparecer con mucha fuerza en el año 1987, cuando teniendo diálogo con los principales referentes de la izquierda venezolana (Douglas Bravo del PRV y Alfredo Maneiro de Causa R) insiste en que se pongan de acuerdo.
Que una organización proponga una revolucion civico militar y otra una insurreccion obrera y popular con apoyo militar, no le parecen diferencias suficientes para que no puedan actuar juntos. Chávez y su grupo militar no pueden entender que proyectos que los contemplan a ellos mismos como parte de sus estrategias para tomar el poder, no puedan juntarse.
A partir del momento en que se convence de que estas diferencias son insalvables y que los acontecimientos que se producen en el país a partir del Caracazo obligan a actuar, Chávez y su grupo delinean un proyecto político muy general, una estrategia de aproximación al poder con trazo grueso y salen a buscar voluntades para ejecutar su plan que desemboca en el fallido alzamiento militar de 1992.
Luego, el tiempo en la cárcel les permite afinar un poco más su proyecto político y cuando salen en libertad vuelven a recorrer el país tratando de sumar voluntades sin una estrategia clara de cómo van a llegar a ocupar el Estado. Al principio están convencidos de impulsar una insurrección civico-militar, después y a partir de percepciones, que confirman encuestas, resuelven inclinarse por la vía electoral. Desde el gobierno en el plano local e internacional, el chavismo ha expresado esa obsesión por avanzar en todos los espacios y todos los lugares por “la mejor unidad posible”. Esa mejor “unidad posible” a veces no supera la defensa de intereses corporativos, como es el caso de los gobiernos de la OPEP, o se construye sobre acuerdos institucionales muy reducidos, como es el caso de CELAC y UNASUR.
En el terreno político interno el chavismo fue construyendo la unidad en base a un programa mínimo y la confianza depositada masivamente en Chávez, no sólo por lo que decía Chávez, sino por la forma de actuar de Chávez.
Quienes tuvimos el privilegio de haber participado en largas y sucesivas actividades de formación, con convivencias prolongadas con personas muy diversas, quedamos sorprendidos al advertir que la cuestión de la unidad es parte fundamental de la cultura política del chavismo. En esos encuentros convivian comuneros, militantes de movimientos sociales, trabajadores del Estado, malandros, guardias nacionales, feministas, evangelistas, militantes de partidos tradicionales de izquierda, militantes territoriales de las misiones, integrantes de pueblos originarios, campesinos, militantes del Frente Francisco Miranda, estudiantes secundarios y universitarios, militantes de la sexo-diversidad, ecologistas, exilados colombianos, obreros, educadores, funcionarios, monjas, ex-guerrilleros, militantes del PSUV, artistas, pescadores, santeros, milicianos, etc, etc. En todas esas experiencias se expresaron acuerdos y desacuerdos, y en ninguna de ellas se puso en cuestión que pudieran estar juntos y ser partes de un mismo movimiento político. Por el contrario, quien hubiera planteado eso hubiera recibido el repudio general.
Cuando intentamos explicar en esos encuentros de formación las distintas corrientes políticas argentinas les fue muy fácil identificar al Macrismo asociado a la derecha venezolana que se expresa en el MUD, no tuvimos mayores dificultades para explicarles qué es el FIT, porque en Venezuela existen algunos grupos de izquierda trostkistas ultraminoritarios, que se oponen al chavismo. Fue un poco más complicado explicar el kirchnerismo, porque las politicas de unidad con los gobiernos progresistas de la región ha generado confusión, pero cuando los asociamos a Accion Democratica, un partido de origen popular que se desvirtuó para convertirse en un partido del sistema y dejar aclarado que el kirchnerismo no promovía el socialismo, sino por lo contrario que promovía el “capitalismo serio”, la cuestión se clarificó.
Pero mucho más difícil fue explicar la fragmentación de la izquierda independiente, popular , en búsqueda o como queramos llamarla. Desde la cultura chavista eso es incomprensible. Me animaría a decir que, mirada desde un contexto revolucionario, es también incomprensible.
El espejo de la experiencia bolivariana desnuda nuestro sectarismo. Sobre eso tenemos que trabajar, y a mi entender, quienes somos más viejos tenemos más responsabilidad en haber impuesto esa matriz en nuestra izquierda.
Volviendo a lo planteado al principio, los procesos revolucionarios son grandes experimentos sociales que en un prolongado período de tiempo, dejan enseñanzas y permiten saltos en el pensamiento de izquierda con vocación de transformación social.
Seguramente habrá que aprender también de los errores cometidos por el proceso bolivariano, pero en esta horas de emergencia, con una revolución asediada, nuestra actitud no puede ser desmarcarnos, no hacernos cargo, desconocer el heroico esfuerzo que cotidianamente hacen millones de venezolanos para sostener la revolución. No son horas para asegurar, muy sueltos de cuerpo, que" nosotros avisamos y como no se nos hizo caso estamos en problemas", sino de expresar bien fuerte nuestra solidaridad y de reivindicar sus aportes.