Cazando mitos (IV): Los rebeldes moderados sirios
Buena parte de los esfuerzos propagandísticos realizados para justificar la agresión militar contra Siria se han empleado en legitimar a la oposición a Bashar al Asad, en crear una épica que los convirtiera en luchadores por la libertad a los que no les quedó más remedio que tomar las armas para enfrentar a un tirano despiadado ante la imposibilidad de negociar, por las buenas, reformas democráticas homologables a los modos políticos occidentales.
Sin embargo, no cabe duda de que este ha sido uno de los puntos débiles de la estrategia comunicacional de los patrocinadores de la guerra. No son pocos los problemas que han tenido que enfrentar los artífices de la contienda en los despachos de EEUU y Europa en relación con los denominados rebeldes moderados.
Para comenzar, la cantidad de alzados en armas jamás fue suficiente como para derrocar al gobierno legítimo del país. A pesar de que, inicialmente, sí que hubo grupos de desertores del Ejército Árabe Sirio (EAS) que fundaron el Ejército Sirio Libre (ESL) con el apoyo de terroristas libios junto a los cuales intentaron el golpe de estado, pronto se comprobó que la estrategia estaba destinada al fracaso más absoluto. Ni las promesas de suculentos puestos en futuros gobiernos títeres, ni las soldadas pagadas con los generosos petrodólares del Golfo, fueron suficientes como para lograr quebrar la fidelidad de la inmensa mayoría del ejército a su Estado y alistarlos en las filas rebeldes. Las informaciones occidentales de que los militares sunitas abandonaban en masa las filas de un ejército de mandos alauitas respondían más a un deseo o a un plan ya trazado que a la pura realidad.
Así las cosas, a comienzos de 2012, aún en los inicios de la guerra, las autoridades norteamericanas ya reconocieron que no quedaban "rebeldes" en el país para sostener una guerra de manera exitosa. Comenzó así una doble estrategia que consistía en seleccionar, entrenar y armar a nuevos grupos de mercenarios mientras que, paralelamente, se apadrinaba a los integrantes del Frente al Nusra, la filial siria de al Qaeda. Aunque no se reconocía de forma manifiesta, sí que se incluía a los terroristas en el grupo de "rebeldes" moderados y sus bajas se contabilizan –más bien se denunciaban– como civiles sirios por los instrumentos de propaganda destinados a azuzar la guerra, como el británico Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
Las atrocidades cometidas por los yihadistas fueron sistemáticamente ignoradas por gobiernos y medios de comunicación occidentales a pesar de estar grabadas en vídeo y colgadas en internet, eso sí, a mucha peor calidad y resolución que a lo que nos acostumbró posteriormente el ISIS y sus productoras de audiovisuales. Sólo activistas por la paz bien informados, algunos medios del Eje de la Resistencia y sus aliados y las páginas de misiones del Vaticano, comunicaban regularmente los crímenes de guerra que los terroristas, drogados con anfetaminas, eran capaces de cometer con la complicidad silenciosa de los mass media internacionales y los gobiernos promotores de la guerra contra Damasco.
El summum de esta estrategia ocultadora se produjo cuando un jefe militar "rebelde" –muy moderado él– se hizo grabar en vídeo comiendo las vísceras de un soldado sirio recién asesinado ante sus milicianos. Probablemente, lo que debió convertirse en uno de los hitos mediáticos de esta guerra, paso prácticamente desapercibido para el gran público. Pero no fue el único caso, se podrían contar decenas y decenas de casos similares grabados por las propias cámaras yihadistas, que ningún medio ni gobierno quiso ver o enseñar.
Es imposible negar el apoyo explícito prestado al Frente Al Nusra por parte de países miembros y aliados de la OTAN en Siria. Realmente se trataba de la única opción viable frente al EAS y, por tanto, recibía armas, entrenamiento, [dinero], soporte mediático y apoyo diplomático de EEUU, Arabia Saudí, Qatar y algunos países europeos. El bloqueo informativo impuesto a todos los niveles les proporcionaba cierto secretismo y la impunidad suficiente como para que este tipo de acciones no se convirtieran en un problema con sus propias poblaciones.
El apoyo se efectuaba, bien de manera directa y encubierta, bien de forma indirecta, mediante envíos de armas a los restos del ESL que invariablemente acababan en manos de al Qaeda, regalados o vendidos por sus jefes. En boca del afamado periodista especializado en Oriente Medio, Robert Fisk, la mayoría de los rebeldes estaban ya tranquilamente tomando café en Estambul, enriquecidos con el dinero amasado con el tráfico con las armas entregadas para apoyar a la «primavera» siria. Los que quedaban en el país, el resto de mercenarios “moderados”, se intercambiaban de un grupo yihadista a otro sin ningún problema, ya que todos profesaban las mismas creencias integristas y no sentían contradicciones que se lo impidieran.
Una vez desgajado el ISIS del tronco general de al Qaeda por las discrepancias entre los líderes supremos de Irak y Siria, todo comenzó a cambiar. Durante un largo tiempo, se dejó que los terroristas hicieran el trabajo que EEUU no había logrado terminar y el nuevo grupo, formado gracias a “errores” norteamericanos en Irak, con la financiación de sus aliados y amigos en la región, actuó con total libertad y apoyado por este país. Así lo reconoció el mismísimo John Kerry en un audio grabado en una conversación con la oposición política rebelde siria en la ONU publicado inicialmente –aunque debidamente recortado– por el New York Times.
Pero, pasado un tiempo, la manifiesta inutilidad pública de los bombardeos ilegales efectuados por la coalición internacional que encabezaba EEUU, unido al impacto en las opiniones públicas de las frecuentes ejecuciones del ISIS, obligaron a occidente a enfrentar de una vez por todas al terrorismo en Siria. Sin embargo, los dirigentes de la OTAN intentaron por todos los medios excluir a Al Qaeda de la nueva ecuación estratégica, no en vano habían sido durante años incluidos en el paquete de sus rebeldes moderados. Manuel Valls, primer ministro francés, llegó a solicitar implícitamente a Rusia, sin ruborizarse, que no atacara al Frente al Nusra, que sólo el ISIS merecía la consideración de terrorista.
Cuando no quedaban rebeldes moderados en Siria “ni para llenar un campo de fútbol de segunda división” –en palabras del periodista Eugenio G. Gascón–, EEUU lo ha intentado de nuevo alentando la traición kurda para reactivar su enésimo intento de disponer de efectivos sobre el terreno y de apropiarse de un trozo del suelo sirio para trocear y debilitar al país o disponer de cartas en una posible mesa de negociación futura. Las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), como las han bautizado irónicamente los propagandistas del Pentágono, se componen de restos minoritarios del antiguo Ejército Sirio Libre y de mercenarios kurdos que operan en el norte del país, aunque bien lejos del Kurdistán originario sirio. Otro pequeño grupo de las FDS, integrado principalmente por mercenarios entrenados en Jordania, ha penetrado por el sureste para evitar que el EAS se haga con los territorios progresivamente arrebatados al ISIS que constituían el soñado sunnistán de los planes de remodelación de Oriente Medio. No obstante, es poco probable que puedan ir mucho más allá de la base militar que EEUU ha instalado en Al-Tanf, cada vez más rodeada de tropas leales al gobierno sirio.
En cuanto a los kurdos [de izquierda], la promesa de contar con un estado propio, aunque sea robado, parece que les ha movido a ponerse del lado de los enemigos del mismo país que, desinteresadamente, les dio acogida años atrás como refugiados y que les otorgó la nacionalidad en 2011 (es necesario recordar que más de 3/4 partes de los kurdos de Siria tiene origen turco reciente). No obstante, el romper los acuerdos firmados con Rusia y el gobierno sirios y ponerse al servicio del imperialismo mundial, como hicieran antes los mercenarios yihadistas, con su mismo objetivo, desacredita totalmente las demandas kurdas y ensombrece los logros sociales alcanzados en las zonas bajo su control.
En definitiva, los rebeldes moderados, como la primavera siria, sólo han existido en la mente de los planificadores de la guerra. No han sido más que un dogma de fe alentado por los medios de desinformación masiva, sin traslación alguna sobre el terreno. EEUU no cuenta con un recambio para el gobierno de Al Asad, ahora solo dispone de actores regionales con los que negociar una salida medianamente honrosa al caos que lleva generando durante más de seis años. Ello si no consideramos el ascendiente que mantiene sobre las facciones yihadistas apoyadas fundamentalmente por Qatar y Arabia Saudí que quedan en Idleb y en otras bolsas territoriales menores de Siria.