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Europa, Medio Oriente :: 14/01/2015

'Charlie Hebdo' y la hipocresía del imperialismo francés y norteamericano

Amantes del Armagedón
La revista había dejado hacia ya varios años su línea de crítica mordaz de izquierda para adoptar una línea llanamente grosera y provocadora como estrategia de ventas

Que el asesinato en las oficinas de Charlie Hebdo es repudiable, lo es. Que el extremismo religioso intolerante es repudiable, lo es. Pero, ¿era Charlie Hebdo totalmente inocente en este juego de extremismos?

Si la revista Charlie Hebdo hubiese publicado la caricatura de un individuo defecando sobre la bandera francesa, su personal habría terminado en la cárcel según la ley. Igual suerte hubiesen tenido si publicaban una caricatura burlándose de los judíos en Auswitch, acción penada en toda Europa.

Por otra parte, el gobierno "socialista" Francés ha prohibido desde diciembre de 2014 el espectáculo "El Muro" del comediante Dieudonné (famoso por sus bromas antisemitas) e igualmente ha prohibido, con pena de fuertes multas, las manifestaciones públicas en apoyo a los palestinos y en repudió a las acciones de Israel.

Sin embargo, Charlie Hebdo –y todos los medios del mundo occidental– cuentan con toda la libertad para ofender y humillar impunemente a las minorías de sus países, en especial a aquellas marginadas por la sociedad, como en este caso particular, los inmigrantes musulmanes en Europa.

Pero la verdad es que la libertad de prensa y de expresión en occidente no es tan “libre” como los sectores de extrema derecha reclaman; hay manifestaciones que ella fomenta, en particular la apología al capitalismo y la explotación, y manifestaciones que ella no tolera, en particular las luchas por la justicia y los llamados al cambio social.

Las caricaturas de Charlie Hebdo no tienen ni asomo de propuesta de cambio social. No, al menos, en sentido constructivo, y sí, en cambio, tienen mucho de injuria y anarquía moral (el tipo de libertad que el egocentrismo vacío burgués adora).

El trágico y repudiable desenlace ocurrido en la sede de Charlie Hebdo en París, empezó en marzo de 2006, cuando esta revista “de izquierda” publicó una serie de caricaturas que se burlaban del profeta Mahoma, en aparente solidaridad con el periódico de derecha danés Jyllands–Posten, que recibió amenazas por haberlas publicado originalmente. Como efecto colateral, Charlie Hebdo también recibió amenazas, publicidad y un incremento en su tiraje.

Cabe mencionar que, en ese momento, la revista había dejado hacia ya varios años su línea de crítica mordaz de izquierda para adoptar una línea llanamente grosera y provocadora como estrategia de ventas. En pocas palabras, Charlie Hebdo se guiaba por la lógica del dinero sin ninguna propuesta ideológica o política sólida para su público.

A partir de aquella fecha, la publicación tomó como motivo recurrente la burla contra Mahoma y los islamistas (por ejemplo, se mofó de la gran victoria popular islamista en las elecciones de Túnez). Todo ello en un contexto en el que su país se iba convirtiendo en socio importante de la agresión y saqueo estadounidense contra los pueblos árabes (el otro socio importante es Israel con su política de limpieza étnica). Charlie Hebdo, por tanto, se alineó, voluntaria o involuntariamente, con el afán imperialista de su país, contribuyendo con su agresión mediática a crear un artificial clima antí–islam, haciendo escarnio de la autoestima de unos pueblos que están siendo bombardeados, asesinados y expoliados abusivamente por EEUU, Francia y su pandilla.

“Nada justifica el ataque terrorista y los crímenes de Charlie Hebdo”, dicen los titulares de los medios escritos y televisivos del mundo –monopolizados por el gran capital internacional–, es cierto, pero estos mismos medios se olvidan de añadir que nada justifica tampoco el terrorismo y genocidio infame del imperialismo norteamericano y de la OTAN contra los pueblos árabes. Desde el año 2000 tan solo, se cuentan 200,000 mil muertos en Irak, 190,000 en Siria, 60,000 en Palestina, 30,000 en Afganistán y 20,000 en Líbano; la mayoría de ellos civiles inocentes. Se olvidan de mencionar las infames mazmorras de Abu Ghraib (ya cerrada) y Guantánamo, donde se detiene y tortura industrialmente a seres humanos, a vista y paciencia del mundo entero (sí, con el conocimiento de los cuatro millones de franceses, mandatarios y personalidades presentes en la protesta de hoy). Se olvidan de hacernos recordar que fueron EEUU e Israel quienes apadrinaron, cuando les convino, a Al Qaeda y a Hamas, hoy considerados grupos terroristas. Que fue EEUU quien brindó apoyo financiero y militar a los extremistas “moderados” en Siria, lo que dio inicio al actual baño de sangre en ese país. Se olvidan de condenar el que EEUU e Israel amenacen casi cada semana a Irán con bombardearla por supuestamente estar desarrollando una bomba atómica, cuando ellos poseen centenares. Los medios occidentales se olvidan, se olvidan y se olvidan, pues hay que hacérselos recordar.

EEUU y sus compinches desde hace dos décadas están desestabilizando el medio oriente. Fomentan grupos terroristas que al adquirir poder se desligan de su patrón, así que, EEUU se dedica a fortalecer a otros grupos terroristas para que combatan a los primeros, y cuando los segundos también dejan de obedecer el bastón de mando, da forma a unos terceros para que combatan a los segundos, y así, sin fin. Por ejemplo, EEUU e Israel, primero, fortalecieron a Hamas contra Al-Fatah y la OLP en Palestina, y a Al Qaeda contra los rusos en Afganistán; luego, fortalecieron a ISIS (con apoyo de Arabia Saudita y Emiratos Árabes) contra Hamas y Al Qaeda; ahora, fortalecen a los Kurdos (que desean su independencia) y a los rebeldes Sirios contra ISIS; y en el futuro, cuando ISIS sea minimizada, fortalecerán a otros extremistas retrógrados contra los Kurdos (para negarles su independencia) y contra los rebeldes Sirios (si estos deciden desobedecer).

Los pueblos árabes han visto sus países bombardeados por la OTAN hasta dejarlos en la edad de piedra (como el infame George W. Bush, dijera, sonriente, en una ocasión); han visto destruidos sus tesoros arqueológicos, saqueado su petróleo, asesinados sus niños, violadas sus mujeres, detenidos, torturados y asesinados sus hombres, obligados a convertirse en desplazados, y, finalmente, inmigrantes, explotados y marginados como un peligro en Europa; sí, la misma Europa que en principio participó de su holocausto y éxodo. Un circulo vicioso perfecto que la extrema derecha y la prensa pro capitalista se niegan a reconocer.

Y quien sufre todo este juego de intereses, ajenos a sus deseos, son las naciones árabes. Naciones cuya cohesión social y política está siendo desintegrada sistemáticamente, y cuyas sociedades pacíficas retroceden ante diversas manifestaciones desesperadas y agresivas, entre ellas –la más nefasta y con el soporte del imperialismo– el extremismo religioso.

Lo que el mundo ha visto por televisión no es, por tanto, una agresión a la libertad de prensa o la agresión a una revista de “izquierda”, lo que hemos visto es la respuesta violenta y fanatizada de sectas extremistas religiosas retrógradas, que han brotado, como pústulas siniestras, del dolor y la aflicción de un pueblo agredido por décadas por el imperialismo de EEUU y la OTAN. Sectas extremistas religiosas que no representan a los pueblos árabes ni a la religión musulmana sino a los juegos de poder del imperialismo internacional.

¿Es entonces la solución a la incertidumbre de los ciudadanos europeos una condena al “odio de los fundamentalistas” y un llamado a la guerra global de EEUU “contra el terrorismo internacional”?

¿Cómo puede llegar el mundo a aceptar que el odio de los fundamentalistas es malo, mientras que el odio de los occidentales es bueno? Por el olvido de la historia y la desinformación hipócrita de la prensa, monopolizada por los grandes capitales internacionales.

¿Cómo puede EEUU tener autoridad moral para combatir el terrorismo que él mismo ha creado –y que actualmente arma–? Por la complicidad de la prensa, que lanza al mundo campañas como la actual que atizan el odio y el racismo por lo ocurrido a los caricaturistas de Charlie Hebdo, y cuya finalidad real es extenderle carta blanca a los poderes siniestros del capital para arreciar su agresión y genocidio en el medio oriente y en todo el mundo. Carta blanca al imperialismo para imponer al plantea una sociedad policial.

La respuesta abrumadora de los medios occidentales es pues una respuesta coordinada y malévola para desinformar a la población y azuzar sus temores y odios xenófobos. Actitud que no contribuye a la solución del problema sino que lo agrava, pues legitima la violencia de los intereses monetarios y deslegitima las justas luchas de los pueblos árabes, al desviar la atención hacia las acciones terroristas de los extremistas islámicos teócratas medioevales.

Toda moneda tiene dos caras, y la cara donde se origina el problema y se encuentra la solución no es la del ataque terrorista a Charlie Hebdo, es la cara de la agresión imperialista contra las naciones árabes y las naciones de todo el planeta.

¿Cuál es entonces la solución? ¿Por qué debemos salir a las calles los pueblos del mundo? Pues por lo siguiente:

1. Porque se respete la ley internacional y se democratice y fortalezca la ONU.

2. Porque las tropas invasoras imperialistas se retiren inmediatamente del medio oriente (y de cualquier país del planeta).

3. Porque se reconozca el derecho de los pueblos a la autodeterminación y a gobernarse a sí mismo.

4. Porque se resarzan los daños morales y materiales, se brinde apoyo económico para reconstruir los países arrasados, y se conviertan así, nuevamente, en el hogar al que los migrantes árabes en Europa tanto anhelan retornar.

5. Porque el apoyo militar para enfrentar a los terroristas teócratas feudales sea solicitado por los gobiernos legítimamente elegidos por sus pueblos, y este esté bajo el control de la ONU y no de la OTAN.

Por todo esto merece la pena que salgamos a las calles en todo el planeta, pero todo esto no se podrá lograr, si la prensa y los gobiernos se aúpan al carro del neocolonialismo y su preferencia por la violencia y la explotación; y si nosotros, ciudadanos de a pie, fraternos con todos los pueblos del mundo, no salimos a las calles a denunciarlos.

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