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EE.UU. :: 07/01/2017

EEUU: crisis y transición al fascismo del siglo XXI

José Honorio Martínez
Lo que demuestra el posicionamiento geopolítico norteamericano es una total apuesta por el ejercicio del poder y la hegemonía sustentados en los cañones

El pasado 8 de noviembre los electores norteamericanos hicieron sus apuestas por los candidatos en contienda por la presidencia de los EEUU, por un margen muy estrecho resulto ganador el candidato del partido republicano Donald Trump, quien fue apoyado bajo la promesa de sacar al país de la profunda crisis económica y social acumulada desde hace varias décadas. En el presente artículo se hace una reflexión sobre las posibilidades de esta perspectiva para proponer la hipótesis que lo que viene con Trump no es, como dice Boron , "el abandono del credo económico-político que tanto daño hizo al mundo desde finales de los años setentas del siglo pasado", sino su profundización, es decir, la intensificación del carácter violento y militarista propio del imperialismo y del hegemonismo estadounidense.

En términos sistémicos la crisis data de fines de 1960, teniendo en ella los EEUU un lugar muy relevante toda vez que se constituyó en el centro del sistema mundial desde 1945. Fue precisamente en respuesta a la caída de la tasa de ganancia que el establecimiento norteamericano reaccionó poniendo en marcha un colosal programa de ajustes sobre la clase trabajadora. Lo que se ha denominado como "globalización neoliberal" fue la respuesta de la clase dominante para reestablecer los márgenes de ganancia, mantener pujante el proceso de acumulación y hacer del planeta el prometido "mundo feliz".

Paradójicamente "la globalización neoliberal" condujo a los EEUU a la encrucijada en la que se encuentra, pues el capital productivo migró en búsqueda de condiciones más óptimas de reproducción en otras latitudes. De tal modo el país se embarcó en un progresivo proceso de desindustrialización alentado por la relocalización de la producción. La relocalización y la automatización de la producción cesaron a millones de trabajadores y propiciaron las condiciones para la sobreexplotación de la fuerza de trabajo sobreviviente laboralmente. La caída de la producción industrial (exceptuando al complejo militar) y la disminución de los ingresos de los trabajadores, definieron la pauta para el vertiginoso crecimiento de las importaciones comerciales y el crédito como fundamento del consumo. Mientras las primeras llevaron al gigantesco aumento del déficit comercial , el segundo llevó a miles de familias a la hipoteca, la desposesión y la ruina.

El endeudamiento ha sido el salvavidas del cual han echado mano no sólo los hogares y las empresas, sino el Estado, pasando la deuda pública de 390.000 millones de dólares en 1970 a 19 billones de dólares en 2016, más de la totalidad del PIB. El endeudamiento ha sido una práctica reiterada para cubrir el creciente déficit fiscal producto del regresivo régimen tributario (las grandes corporaciones y los ricos no pagan impuestos), el elevado precio de las aventuras militares y los costosos rescates bancarios llevados a cabo tanto por los gobiernos republicanos (Reagan-Bush) como por los demócratas (Clinton-Obama).

Bajo la "globalización neoliberal" la economía norteamericana se hizo altamente dependiente de los capitales externos, los cuales requiere de manera adictiva para sostener su funcionamiento deficitario, importador y consumista. Tales capitales han procedido de los excedentes y superávits comerciales de economías como la china, de las economías petroleras y de las economías subdesarrolladas, las cuales acrecentaron cinco veces sus reservas entre 2000 y 2007. Configurándose así "la excepcional paradoja de que los países pobres financien a los países ricos, y no a la inversa". Gran parte de estos recursos se encuentran en paraísos fiscales y proceden de rentas financieras acumuladas desde 1970 por las élites de países subdesarrollados.

El sostenimiento de la deficitaria economía norteamericana encuentra su sustento principal en el creciente proceso de bursatilización y el poder de señoreaje del dólar El señoreaje implica que "EEUU no se enfrenta al mismo tipo de restricción externa que pesa sobre los restantes países. Puede gastar mucho más en el exterior de lo que allí gana. Así puede establecer costosas bases militares en el exterior sin la restricción que imponen las divisas; sus corporaciones multinacionales pueden adquirir otras compañías en el extranjero o involucrarse en otras formas de inversión en el exterior sin sufrir constricciones de pagos; los capitalistas estadounidenses que operan en los mercados financieros pueden destinar grandes flujos de fondos a la inversión en cartera (comprando títulos) similarmente".

En el corto plazo el poder monetario estadounidense continuará dependiendo de los flujos externos (atraídos con bonos de deuda y derivados financieros), sin embargo, es muy difícil prever que estos fluirán con la misma intensidad mantenida entre 2001 y 2014 durante el auge de los commodities minero-energéticos. A este respecto cabe citar a Cobarrubia quien plantea que "es impensable que el sistema económico global siga permitiendo indefinidamente que EEUU consuma más bienes y servicios que los que produce. En algún punto este país tendrá que empezar a saldar la enorme cantidad de dinero que ha recibido del resto del mundo. Para hacerlo, necesitará un excedente comercial y un descenso significativo del dólar, el cual está todavía muy sobrevaluado con respecto a la capacidad competitiva de la economía estadounidense".

Precisamente esto es lo que venido ocurriendo recientemente mediante la desdolarización de las reservas de países como Rusia, Irán y China, el ingreso del yuan entre las monedas que forman parte de los Derechos Especiales de Giro y la configuración de una nueva arquitectura financiera, proyectada más en el desarrollo infraestructural que sobre la especulación, desmarcada del poder de Washington. La mayor muestra de ello lo constituye la creación del Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura (BAII) encabeza de China. El pulso planteado por China obligó a la aceptación por parte del Fondo Monetario Internacional del yuan como moneda oficial (DEG) en el comercio mundial y la institucionalización del Sistema de Pagos Interbancarios de China.

El cuestionamiento al régimen de la Reserva Federal-Wall Street planteado por China, Rusia, y los países que les secundan en la Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS) y la Unión Económica Euroasiática, tiende a ser contestado con medidas unilaterales como las sanciones económicas, los bloqueos comerciales, los vetos diplomáticos, el cerco geopolítico y la amenaza o la agresión militar.

Como advierte Reinhard Kühnl tanto el liberalismo como el fascismo son dos formas de la dominación burguesa, siendo el segundo el recurso extremo frente a la crisis capitalista, es este el camino que viene siendo metódicamente preparado por parte del establecimiento norteamericano. La configuración de los EEUU como un "estado imperial" que asume la prerrogativa de instalar el "Estado de excepción" a escala planetaria y que mantiene desplegada la "guerra global permanente" denotan que el énfasis de su geopolítica esta puesto sobre la capacidad destructiva del Complejo Militar Industrial.

Hasta el presente EEUU ha respondido a la crisis exportando las contradicciones sociales, situando la responsabilidad de la situación que afronta en factores y agentes foráneos, en últimas chivos expiatorios de todos "los males". Esta práctica ha acabado por dotar de gran centralidad política al Complejo Militar Industrial, el cual aúpa y se beneficia las razias realizadas por los norteamericanos para posicionar sus objetivos de política exterior y de seguridad y defensa.

Si bien el énfasis militarista (la intervención directa) parece ceder por momentos o combinarse con formas de intervención "suaves" como la presión diplomática, el uso de medios culturales e ideológicos, las revoluciones de colores, los golpes de estado "democráticos", las guerras civiles fabricadas y las sanciones económicas, lo que demuestra el posicionamiento geopolítico norteamericano es una total apuesta por el ejercicio del poder y la hegemonía sustentados en los cañones.

Luego de finalizar la guerra fría EEUU ha intensificado su accionar militar en el mundo, en tal sentido, ha reconfigurado el mapa político de Europa oriental (la fragmentación de Yugoslavia con intervenciones desde 1995 hasta 2001), Asia (Kuwait e Irak en 1991, Afganistán en 2001 e Irak en 2003) y África (Somalia 1993, Sudán 1998, Libia 2011, Mali 2012) regiones claves tanto por sus fuentes minero-energéticas como por su localización para el transporte del comercio y las materias primas. Siendo la excepción Yugoeslavia donde EEUU jugó la carta del rediseño de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con vistas a conservar su dirección, a convertirla en un ente ofensivo y a extender el radio de su acción más allá del territorio de los estados miembros.

Los recientes fracasos geopolíticos obtenidos en Ucrania (anexión de Crimea a la Federación Rusa) y Siria (derrota de ISIS), no parecen desalentar al "gigante de siete leguas en las botas" a proseguir en su carrera militarista, muestra de ello son las conclusiones de la Cumbre de la OTAN realizada en Polonia en julio de 2016. Allí la agresiva política de militarización se vio fortalecida mediante el incremento presupuestal del ente y el impulso del despliegue operativo en Eurasia. Entre las decisiones aprobadas figuran: la conformación de cuatro nuevos batallones militares que se instalarán en Polonia y en los países bálticos, el patrullaje de barcos de la OTAN en el mar Báltico y en el Mar Negro (costas rusas), y la puesta en marcha definitiva del escudo antimisiles, el cual encuentra su complemento estratégico en el desarrollo del escudo antimisiles en Corea del Sur y Japón. Estas decisiones sumadas a la construcción de la mayor base militar norteamericana del mundo en Kosovo (Camp Bondsteel), la puesta en funcionamiento de la IV flota en el Mar Caribe y la proliferación de bases militares en el mundo no hace prever en modo alguno que las posibles salidas a ser buscadas por el gobierno Trump frente a la crisis sean pacíficas y democráticas.

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