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Europa :: 06/07/2015

El largo brazo de la OTAN

Manlio Dinucci
Los migrantes servirán de pretexto para la injerencia en Libia y los turistas muertos son una excelente justificación para la «guerra global contra el terrorismo»

«Violencia repugnante», así definió el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, el ataque terrorista perpetrado en Túnez. Y al hacerlo pasa por alto el hecho que ese acto de terrorismo es consecuencia de la estrategia de EEUU y la OTAN.

Un documento desclasificado del Pentágono, fechado en 2012, confirma que el Emirato Islámico, cuyos primeros núcleos fueron utilizados por la OTAN para acabar con el Estado libio, fue consolidado en Siria mediante el reclutamiento de militantes salafistas sunnitas. Financiados por Arabia Saudita y otras monarquías, esos individuos reciben el armamento que utilizan a través de una red montada por la CIA. Objetivo: «instaurar en el este de Siria un califato salafista», radicalmente antichiita, y desencadenar a partir de allí la ofensiva contra Irak, precisamente en momentos en que el gobierno del chiita al-Maliki se alejaba de Washington y se acercaba a Pekín y Moscú.

Eso lo confirman ahora los documentos de Arabia Saudita recientemente revelados por Wikileaks. Esos documentos demuestran que, al menos desde 2012, Arabia Saudita ha venido alimentando la guerra secreta en Siria, en coordinación con Turquía. O sea, con la OTAN, que vive contando maravillas sobre su asociación con Arabia Saudita y con las demás monarquías del Golfo ya que, según la alianza atlántica, «garantizan seguridad de manera cada vez más eficiente, incluso más allá de su propia región».

Eso último queda de seguro perfectamente demostrado con la guerra contra Yemen, donde Arabia Saudita, con el respaldo militar de EEUU, está cometiendo diariamente masacres de civiles mucho peores que la masacre de turistas cuya autoría reclamó el Emirato Islámico. Las masacres de Arabia Saudita en Yemen están perfectamente documentadas en una exposición fotográfica que acaba de inaugurarse en la capital yemenita. Pero siguen siendo ignoradas por los grandes medios de prensa que, al desviar la atención sobre los inocentes turistas asesinados en una playa tunecina, explotan ese crimen para decirnos que Occidente está siendo agredido… y que tiene que defenderse.

En una coincidencia tan perfecta como sospechosa, los ministros de Defensa de la OTAN, reunidos en Bruselas precisamente durante los 2 días anteriores a la masacre de Túnez, deciden reforzar la «Fuerza de Respuesta» de la alianza atlántica aumentándola hasta 40 000 hombres –al principio sólo iban a ser 13 000– y acelerando su preparación para enviarla a las zonas de crisis. Y para ello los ministros de Defensa deciden «acelerar los procesos de decisión políticos y militares, incluyendo la autoridad del Comandante Supremo de las fuerzas aliadas en Europa para preparar las tropas para la acción».

Esa «aceleración de los procesos de decisión» confiere al Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN –que siempre es un general estadounidense nombrado por el presidente de EEUU– el poder de decidir y de poner en práctica una intervención militar en plazos tan breves que de hecho privan de su autoridad a los parlamentos europeos.

La OTAN se reactiva así en grande, para la mayor satisfacción de Washington. Una satisfacción expresada, precisamente el día de la masacre de Túnez, por el secretario de Defensa Ashton Carter:

«Hace un año, la OTAN se preguntaba que haría después de Afganistán.
Este año hemos descubierto no una sino 2 cosas que debemos enfrentar: el Estado Islámico y la Rusia de Putin.»

También el mismo día de la masacre de Túnez, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, subrayaba ante el Consejo Europeo que «de cada 10 ciudadanos de la Unión Europea, 9 viven en países de la OTAN» y que ambas organizaciones «comparten los mismos valores y el mismo entorno de seguridad». Seguidamente anunció que la OTAN ha dado «pasos decisivos para reforzar la seguridad colectiva».

En nombre de la cual se utiliza Europa como polígono de grandes maniobras militares, con la participación –solamente en junio– de 11 000 soldados de 22 países y como trampolín de la «Fuerza de Respuesta». Como siempre, claro está, bajo el mando de EEUU.

Il Manifesto / Red Voltaire

 

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