"Expoliación brutal y salida de capitales llevan a un bloqueo histórico"
Ruy Barga, sociólogo del trabajo, es profesor en la USP (Universidad de Sao Paulo). Está afiliado a la organización Central Sindical y Popular Conlutas [trotskista]. Ha sido redactor de la revista Octubro del Instituto de Estudios Socialistas. Ha presentado su tesis sobre el tema La política del precariado: del populismo y la hegemonía lulista. Ha publicado numerosas obras, entre los cuales, en 2015, en las ediciones Alameida, Sao Paulo: La pulsión plebeya: trabajo, precariedad y rebeliones sociales. Esta entrevista publicada en Correo da Cidadania se inscribe en el marco de un debate generalizado, entre otros en la izquierda “clasista”, sobre la situación social, económica y política de Brasil. Y ello en un contexto de pérdida enorme de credibilidad del neo-PT de Dilma Rousseff y de un Lula que se declara, de forma desacomplejada, “un liberal”.
-Después de un año que parece no haber existido en la vida “útil” del país, 2016 comienza en el mismo clima de pesimismo que 2015, especialmente en lo que concierne a la depresión económica. ¿Qué espera de este año que comienza?
-A pesar de las acciones de cambio llevadas en la política económica desde el nombramiento de Nelson Barbosa en el Ministerio de Hacienda [en sustitución de Joaquim Lévy de la Bradesco, dimisionario; Barbosa ha sido miembro del Consejo del Banco Regional de Brasil y ha ejercicio numerosas funciones en el ministerio de Hacienda], se puede esperar la continuación de la orientación general del segundo gobierno de Dilma Roussef [en funciones desde enero de 2011]. Esta orientación consiste en garantizar la transición desde un régimen de acumulación basado fundamentalmente en la sobreexplotación del trabajo asalariado hacia lo que se puede llamar un régimen de acumulación apoyado centralmente en las estrategias de expoliación social.
En resumen, ello significa un retroceso del derecho del trabajo y los derechos sociales. Se habla de nueva “ronda” de reformas de la previsión social, de elevación de la edad de jubilación, de disminución de algunos derechos constitucionales, especialmente de los ligados a la obligación de realizar inversiones públicas en terrenos sociales y de profundización de la orientación rentista [sacando beneficio de la deuda interna, la externa, los tipos de cambio, las exportaciones de materias primas o el petróleo y sus recaídas], estructurada sobre todo en el mundo de las finanzas y de sus cambios, etc.
Desde el punto de vista de la estructura social no veo diseñarse hasta ahora una alternativa progresista en el interior del gobierno, que privilegie los intereses de los trabajadores. Lo más probable es la profundización de esta estrategia de expoliación social a fin de garantizar los intereses de los capitalistas.
De otro lado, la crisis política entra en un momento de stand by, pero con una evidente distensión, teniendo en cuenta el hecho de que el gran chantaje que ha marcado el año 2015, es decir la amenaza del impeachment [destitución], ha caído con el comienzo del proceso puesto en marcha en la Cámara de Diputados. A mi entender ello coloca al gobierno en una posición un poco mejor puesto que va a poder reorganizarse alrededor de una causa políticamente legítima, la reacción a una tentativa de golpe de estado parlamentario “a la paraguaya” iniciado por un presidente de Cámara [Eduardo Cunha del PMDB] que es de notoriedad pública que es un político corrupto.
Yo creo que tendrá lugar una reorganización de fuerzas “gobernistas” alrededor de la presidencia de la República en defensa de su mandato. Ello tiende a atraer sectores que estaban desenganchándose del gobierno o que estaban en crisis abierta con él. Muchos militantes de izquierda serán atraídos por el polo de la legalidad. Así, la posición “gobernista” saldrá reforzada del proceso de impeachment.
Sin embargo, diría que 2016 será un año diferente de 2015. El gobierno federal deberá reencontrar una cierta capacidad de iniciativa en la escena política, la tendencia es a la consolidación de un régimen de acumulación (a través de una expoliación) que es completamente mortífera desde el punto de vista de los trabajadores.
-En lo concerniente al proceso de impeachment de Dilma, vemos que continúa el vaivén, que hay una alternancia entre fuertes tensiones y apaciguamientos aparentes. Más allá de ello, la posible caída de Eduardo Cunha ha sido atrasada a febrero, lo que puede crear una dinámica semejante de alianzas y de rupturas entre los grupos políticos dominantes. ¿Qué espera de todo este escenario lleno de piezas en movimiento? ¿Creéis en un gran acuerdo nacional a favor de la estabilidad, en la forma propuesta por el científico y político André Singer en un artículo publicado recientemente?
-Yo diría lo mismo que Florestan Fernandez: el pacto conservador brasileño es implacable. En una coyuntura política marcada políticamente por la polaridad Dilma-Cunha, tenemos una comparación grotesca: Eduardo Cunha no corresponde absolutamente a ninguna alternativa posible y es muy probable que veamos a la presidencia salir reforzada de todo eso.
Incluso yo, que he sostenido siempre una posición de oposición de izquierda a Dilma y he votado nulo en la segunda vuelta de las últimas elecciones presidenciales, debo admitir que no hay la más pequeña comparación entre las dos figuras. Un gobierno PSDR-PMDB [Partido de socialdemocracia brasileña-Partido del Movimiento Democrático Brasileño] sería un inmenso desastre para los trabajadores, peor todavía que el gobierno de Dilma. Y como tampoco sería un gobierno capaz de volver al clima de pacificación social de la era de Lula, no sería tampoco útil para los numerosos sectores burgueses que dependen de los mercados internos. Seamos claros, con Cunha no hay solución. Por ello me parece que el proceso de impeachment está condenado al fracaso y que este fracaso fortifica al polo vencedor, que es el del gobierno federal.
En este sentido, 2016 será probablemente un año marcado por la recuperación de una cierta capacidad de acción política del gobierno. Este es mi principal pronóstico. Será un año marcado por la tentativa del gobierno de reencontrar un cierto margen de acción política. Y es muy probable que Cunha caiga en los próximos meses, teniendo en cuenta la situación absolutamente grotesca que a la cabeza de la Cámara federal esté un notorio corrupto.
-Después de un fuerte ajuste presupuestario, el ministro Joaquim Ley acaba de abandonar el gobierno, reemplazado por Nelson Barbosa. Sin embargo, después de lo que habéis dicho al comienzo, ¿no se puede esperar una orientación macroeconómica claramente distinta para 2016?
-No, fundamentalmente porque ningún proyecto alternativo ha sido construido. Lo que tenemos hoy es el agotamiento completo del modelo de desarrollo basado en un cierto ritmo de acumulación de los motores tradicionales de la economía brasileña, como la producción de materias primas, las inversiones de construcción pesada, la expansión del agronegocio, las inversiones en energía y petróleo y, principalmente, el consumo popular, con el acceso al crédito de una parte creciente de la población, lo que ha provocado un aumento exponencial del endeudamiento de las familias, que alcanza ahora records en el país.
Esta fórmula no va a repetirse en los próximos diez años. En la escena internacional no existe perspectiva de recuperación en China, en India, ni tampoco en los países de Europa. Al contrario, la desaceleración china es peor todavía que lo que se imaginaba el año pasado. La recuperación norteamericana es notable, pero todavía muy modesta. Más ella de ello la evolución económica de los Estados Unidos está fuertemente ligada con el crecimiento chino… Todo ello hace que muy probablemente, en el próximo período, el mercado mundial va a crecer a tasas muy moderadas, diferentemente de los catorce últimos años.
La economía brasileña, que se ha especializado en la exportación de materias primas, sigue naturalmente en una situación delicada. De otro lado, la estructura social brasileña está marcada por una enorme sobrecapacidad productiva. Los principales sectores de la economía tienen muchos stocks y demasiados stocks “durmientes”. Los empresarios miran pues hacia sus empresas y se preguntan: “¿Por qué invertiría si en mi propia empresa tengo una enorme capacidad “durmiente” que no está efectivamente absorbida por la demanda?”. Ésta es una cuestión clásica del marxismo: el problema de la contracción cíclica.
Las familias están endeudas, deben pues preocuparse en primer lugar de la realidad muy insegura del mercado de trabajo y del aumento del paro y del subempleo, lo que significa fundamentalmente la compresión de su renta. Cuando están muy endeudadas, las familias adoptan otras estrategias. No consumen, pagan sus deudas como pueden. Es decir que al día y los únicos sectores que han sido los menos tocados por la caída del consumo son los de los bienes de subsistencia más elementales. Todo ello hace que se ha agotado el modelo lulista –el régimen de acumulación del último período–.Y no hay nada en lugar del mismo, nada esbozado, no hay alternativa creíble al colapso del actual modelo.
Es importante comprender que el capitalismo funciona así: cuando hay momentos en que la economía está marcada por la expansión hay un cierto margen de maniobra en términos de concesiones, especialmente sobre los derechos ligados al trabajo y los derechos sociales. Normalmente, tales períodos de expansión están apoyados, no exclusiva pero si principalmente, sobre los sectores asalariados de la clase obrera, es decir, sobre la explotación del trabajo asalariado. Agregaría que en el caso de una estructura social semi-periférica y tardía como es la brasileña, sobre la explotación del trabajo asalariado a precio barato.
Los momentos de contracción cíclica, como el que vivimos hoy, imponen una serie de desafíos que tienden a hacer que las empresas dependan cada día más de lo que yo llamaría, siguiendo a Rosa Luxemburgo, una “acumulación política de capital”. Es decir que las empresas dependen de la violencia política de los gobiernos. Ellas dependen incluso de que tal o cual gobierno desplace sus estrategias de acumulación hacia lo que constituye muy exactamente la expoliación de las concesiones hechas en el momento anterior, es decir durante la expansión del ciclo económico. Si ha habido en el ciclo anterior un aumento de la masa salarial, entonces tendremos ahora un ataque contra la masa salarial. Si en el período anterior se ha podido observar un cierto avance, incluso moderado, en términos de derechos, entonces se va a atacar a esos derechos en el período siguiente, etc.
En estos momentos de contracción cíclica, la política y sus decisiones tienden a ensanchar los espacios para la expoliación social: expoliación de los derechos sociales, de los salarios, del tiempo de trabajo de la gente, de los recursos naturales, es una expoliación de todo lo que es público y que se encontraba hasta entonces al margen, o relativamente al exterior del modelo de explotación anterior.
Mi previsión es que vamos a asistir a una profundización de la mercantilización del trabajo, del dinero y del medio ambiente a una escala todavía mayor que en el curso de los últimos catorce años. En suma, tendremos enfrente, bajo disfraces muy diversos, una intensificación de los ataques contra los intereses de los trabajadores. Y ello también tanto desde el punto de vista de los derechos como del salario o del empleo. La tendencia es a la profundización de la degradación de las condiciones de trabajo, con el aumento del subempleo, la disminución de los salarios…
No podemos olvidar que a pesar de todas las dificultades, el último período ha estado marcado por un aumento real de la masa salarial. Ésta ha crecido, lo que significa que hay más dinero a disposición de las familias obreras. Eso ya está ya siendo atacado. El aumento del desempleo es el medio más típico para disciplinar a la clase obrera y profundizar sus condiciones de explotación. No hay ninguna duda en ello.
Y no hay planes B. No existe tendencia generalizada que vaya en dirección de una alternativa económica diferente, con una inversión masiva en sectores de alta intensidad de capitales, etc. En el mejor de los casos, vamos a exportar más coches debido al nuevo nivel del dólar. Pero no hay nada innovador en el horizonte en términos de alternativas. La única cosa que se ve en el horizonte es el ataque contra las ganancias, pequeñas o moderadas, obtenidas por la clase obrera durante el período anterior, con el objetivo de intentar un proceso más acentuado de acumulación.
La izquierda socialista debe comprender que, en el capitalismo, el desarrollo significa acumulación, es decir la profundización de la explotación. De nuevo: desarrollo=acumulación. Y la acumulación implica bases sociales, implica bases económicas e implica bases de intervención en la vida política. Para garantizar la acumulación creciente será necesario atacar a los trabajadores. No hay alternativa, no hay conciliación posible en la situación actual. Si los sectores “gobernistas” esperan una reedición del arbitraje lulista entre las clases, ¡deberán esperar mucho tiempo!
-En una entrevista acordada al Correio en marzo de 2015, decíais que la “gangrena” del modelo económico podría arrastrar también al “lulismo”. ¿Qué piensa de este proceso histórico en relación con este comienzo de año?
-A mi entender, el lulismo está acabado porque el consenso ha acabado. El lulismo ha sido fundamentalmente una estrategia política de pacificación social, apoyada sobre dos tipos de consentimientos, distintos pero complementarios. Uno, más pasivo, es el de las masas que adhieren al gobierno porque están seducidas por la relativa difusión de la riqueza entre sectores del mundo del trabajo, el aumento de la formalización en el mercado de trabajo, el crédito popular y las políticas públicas de asistencia que han sacado a millones de trabajadores de la miseria (entre otros en el Nordeste). Hay en efecto un pequeño margen de concesión a los trabajadores y ahora ese margen está siendo atacado.
El otro consentimiento es un consentimiento activo por parte de las direcciones de los movimientos sociales del país que han nacido después de la redemocratización, una época que ha visto nacer a dos grandes movimientos, uno sindical, hegemonizado por la CUT (Central sindical) y otro el MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores). Las direcciones de los años 1980 y 1990 han sido seducidas por los miles de cargos existentes en el aparato de Estado y por las posibilidades de enriquecimiento ofrecidas por las posiciones ocupadas en los consejos de gestión de los fondos de pensiones.
En resumen, los dos, como por otra parte la mayor parte de los movimientos, han sido seducidos por el gobierno federal, lo que significa una pacificación a lo largo de los últimos doce años del polo de resistencia a ciertas políticas, incluso a ciertas políticas muy antipopulares. El momento actual significa que el lulismo en tanto que estrategia de pacificación está en su final, ya que no hay consenso capaz de garantizar la reproducción de las bases sociales de esta estrategia de pacificación. Desde el punto de vista de las masas populares, se asiste a un distanciamiento progresivo de la orientación general del gobierno y, desde el punto de vista de la orientación general de los movimientos, tiene lugar una profundización de esta crisis, puesto que las direcciones no se sienten cómodas con los ataques del gobierno contra los trabajadores.
Hay una crisis de representación basada en el aumento de las tensiones entre las direcciones de los movimientos y el gobierno. Ello ha sido visible durante el último período, con las críticas de la CUT contra el Ministerio de Economía y las políticas adoptadas por Joaquim Levy. Eso es normal y confirma las características del poder sindical, que a un cierto nivel debe ofrecer contrapartidas a sus bases, puesto que trabaja sin la estabilidad de la forma de dominación apoyada en la propiedad, algo típicamente capitalista. Así, el poder sindical es más permeable a la presión de los de abajo.
Sin embargo, por decirlo de alguna manera, como no hay consenso no hay lulismo. El lulismo, como modelo de regulación entre el capital y el trabajo, ha muerto. Y ninguna alternativa políticamente estable ha aparecido en su lugar. Hay una gran confusión, no se sabe efectivamente cual será el nuevo modo de regulación y si de hecho existirá un modo de regulación capaz de estabilizar el conflicto capital/trabajo en el país. Pienso que no. Creo que este modo de regulación va a alimentarse de la destrucción del modo anterior.
Yo pienso que de un lado las clases populares continuarán estando bastante distancias del gobierno y, del otro, las bases “gobernistas”, principalmente el movimiento sindical, continuarán gravitando alrededor del gobierno, haciendo todo tipo de presiones. Sin duda que una parte de las bases será atraída por toda migaja que ofrecerá el gobierno, por cualquier concesión. Y que otra, principalmente en los sectores del movimiento social y sindical más próximos de sus bases, se sentirá progresivamente más “presionada” por el activismo esporádico de las clases subalternas.
Me parece que en el día de hoy no es posible hablar de regulación en el país, ya que no hay bases sociales capaces de garantizar la estabilidad del modelo de desarrollo que, fundamentalmente, pasa por concesiones a las masas. Vivimos en una inmensa confusión con un horizonte que muy probablemente seguirá estando marcado por los ataques directos contra los trabajadores, que por su parte tratarán de defender sus derechos.
-¿Qué piensa de los movimientos aparecidos en 2015 a la izquierda del espectro político y qué se podría, o se debería, esperar de estos grupos, movimientos y partidos que todavía pretenden asumir otro proyecto de país?
-Desde el punto de vista de tales movilizaciones, el año 2015 ha estado marcado por dos polos. De un lado ha habido un aumento de la escala y la intensidad de la movilización de los sectores medios tradicionales, lo que ha hecho que los sectores populares han vivido de alguna forma a la defensiva a lo largo del año. Y una tal actitud ha sido marcada por una desorientación de las direcciones tradicionales de los movimientos populares de Brasil, debido a la inflexión reaccionaria y conservadora del gobierno Dilma, en primer lugar con el exministro de economía Joaquim Levy. Y en el último trimestre del año 2015 hemos vivido una relativa reorganización de las fuerzas de “izquierda” alrededor de la defensa de la legalidad, debido al proceso de impeachment lanzado por el presidente de la Cámara de los Diputados, lo que ha permitido al gobierno respirar un poco.
Así han coexistido en las calles los que defendían el gobierno (teniendo en cuenta la ausencia de alternativas creíbles capaces de resolver la crisis) y los sectores populares, movimientos sociales y sindicatos a la defensiva, que se posicionaban de forma crítica contra las medidas de austeridad del gobierno federal y contra el impeachment. A fin de año, hemos visto una “reaglutinación” de los sectores “gobernistas” en defensa de la legalidad, que evidentemente ha atraído a una parte importante del movimiento crítico, incluido de la oposición de izquierda, frente a la situación grotesca de un proceso de impeachment lanzado de esa forma.
Por lo que concierne a los movimientos sociales, las cosas han pasado de forma más pendular. Hasta el mes de septiembre se ha asistido a una actitud relativamente a la defensiva, con una intensificación de la crítica al gobierno y, hacia el fin de año, ha habido un aumento de la movilización que ha desembocado en la manifestación del 16 de diciembre, estructurada alrededor de la legalidad y que ha conocido un relativo éxito.
Sin embargo, yo subrayo que las condiciones socioeconómicas más profundas, es decir una reestructuración de los pilares del último período y el aumento del paro, han minado la fuerza que había acumulado la clase obrera hasta 2014. El sistema de acompañamiento de las huelgas del DIEESE [Departamento intersindical de estadísticas y estudios socioeconómicos] acaba de publicar los datos de 2013. Éstos son impresionantes: ha habido más de dos mil huelgas, con una flagrante recuperación de la actividad huelguista en todo el país, principalmente en los sectores privados y empresariales, igualmente con una participación de los funcionarios públicos y una fuerte presencia de los sectores clave de la economía brasileña, como la metalurgia y el petróleo. Ello ha hecho que se han acumulado fuerzas en términos de masa salarial y de poder político.
Pero a partir de 2014, con el deterioro del mercado de trabajo y el aumento del paro en 2015, la tendencia de una parte de esta fuerza acumulada es la erosión y el debilitamiento de la capacidad de movilización. Me parece sin embargo que esta fuerza que ha estallado a izquierda de los movimientos, en particular del movimiento sindical, está relativamente disociada del proceso de erosión de la fuerza social de la clase obrera.
El escenario es bastante contradictorio. Pienso que tendremos un período marcado por una actitud más bien defensiva adoptada por las clases obreras debida al aumento del paro, pero que habrá una recuperación de la capacidad de organización de los sectores “gobernistas” alrededor de la presidencia de la República. De otro lado comprendo que, teniendo en cuenta el deterioro económico, los sectores más explotados y más dominados deberán jugar un papel central en la lucha política futura, lucha que será superior al momento anterior. En suma, pienso que los sectores de la clase obrera sindicalmente organizados retrocederán, si se consideran las cosas de forma comparativa, y que los movimientos sociales tales como el MTST (Movimiento de los Trabajadores sin Techo) avanzarán.
-¿Es posible concebir otro modelo que cohabite con los sectores “gobernistas” o solo la ruptura total con el lulismo y el petismo puede crear una credibilidad suficiente en el interior de la población para esta finalidad?
-No hay duda que tenemos necesidad de una alternativa radicalmente diferente de lo que existe en la actualidad, porque el lulismo en tanto que forma de regulación ha terminado y en tanto que régimen de acumulación ha colapsado. No hay espacio en el horizonte para aumentar las concesiones a favor de los trabajadores, pero hay espacio para lanzar ataques siempre más profundos contra los trabajadores. Las fuerzas “gobernistas” son incapaces de imaginar una alternativa ya que están incrustadas en el Estado y harán cualquier cosa para garantizar esta posición privilegiada, incluso si deben actuar contra los intereses de los trabajadores.
En cuanto a los sectores de oposición, parece que son todavía demasiado frágiles para presentar una propuesta creíble, incluso si se ha asistido a un relativo reforzamiento de estos sectores durante el último período. En cualquier caso la única alternativa a medio plazo es apostar por los sectores de izquierda intransigentes respecto al gobierno federal y por la formación de un polo alternativo al bipartidismo PT-PSDB que se ha establecido en los últimos veinticinco años. Es la apuesta que hago.
No hay alternativa posible en el interior del “gobernismo”. Será preciso que se construya fuera del “gobernismo”, en lo que llamo un tercer campo, capaz de organizar la lucha de clases en el país de forma progresista para los trabajadores. Creo que el próximo período está marcada por agudas luchas de clases: políticamente, económicamente, culturalmente e ideológicamente.
No hay pues más espacio para las mediaciones construidas por el lulismo en sus campos políticos intermedios y sus hibridismos políticos. Ya no hay un tal espacio. Lo que existe en realidad es la necesidad de una actitud más radical. En este sentido, los sectores de la izquierda llamada “extrema” tienen un amplio campo para trabajar. Queda por saber si serán capaces de organizar la indignación que crece en el interior de las clases trabajadoras y subalternas en el país.
-Escándalo del Lava Jato, crisis en Petrobrás, tragedia de la Samarco (dos presas que ceden e inundaciones masivas por lodos contaminados de metales diversos), desempleo al nivel más alto, crisis hídricas y energéticas en aumento, ataques contra la educación pública, militarización bárbara de lo cotidiano… ¿Hacia dónde parece caminar Brasil?
-Apuesto todos mis acervos y todas mis esperanzas sobre los sectores jóvenes, sobre los hijos de la clase obrera que están hoy en las escuelas, en la enseñanza media, estos estudiantes que han inundado el mercado de trabajo durante el último período, sobre los jóvenes que están a la búsqueda de un primer empleo y sobre los sectores más alcanzados por el subempleo. Sobre todo lo que tiene que ver con los sectores de la clase obrera que viven entre estos dos polos: de un lado la profundización de la explotación económica y de otro la posibilidad real de exclusión social. Y tales sectores coinciden con los sectores jóvenes, negros y femeninos de la clase obrera brasileña, que han mostrado una enorme capacidad de movilización. Hemos visto claramente esto en junio de 2013 y estamos viéndolo hoy con el aumento de la movilización de los estudiantes de la enseñanza media pública y la ola de ocupaciones de escuelas en el Estado de Sao Paulo, de Goiás, etc.
El gran desafío para una salida progresista de la crisis brasileña pasa necesariamente por la construcción de puentes entre estos sectores jóvenes y movilizados, que tienen mucha vitalidad combativa y que han sido igualmente los mejor formados, puesto que se han beneficiado de más escolaridad que la generación anterior. Y al mismo tiempo ellos se encuentran sumergidos en condiciones muy malas de contratación, de ingreso y de trabajo, haciendo la experiencia en su propia carne de las contradicciones del modelo de desarrollo brasileño, cuya capacidad expansiva se ha agotado. Una salida progresista para la crisis brasileña pasa necesariamente por una movilización de este joven precariado urbano.
El desafío es el siguiente: articular los sectores combativos que encarnan un programa de defensa de los derechos sociales, de la salud, de la educación, del transporte público de calidad, de los ingresos, del mercado de trabajo formal y de los derechos a la protección social. Esta generación es la que encarna tales condiciones, al lado de los sectores más desorganizados de la clase obrera. El gran desafío consiste en llegar a politizar el conjunto de la lucha (que evidentemente es política, como lo es toda lucha social), pero igualmente en lograr construir proyectos alternativos a lo visto hasta la fecha. Es decir, un proyecto alternativo al lulismo.
En este sentido, a pesar del hecho de que 2015 ha sido un muy mal año en términos de economía, de desempleo y de crisis hídrica (con esta enorme tragedia de la Mariana que muestra la significación de la acumulación por expoliación del medio ambiente) y que ha terminado simbólicamente por un incendio en el Museo de la lengua portuguesa, en resumen, que ha sido un año horrible para las clases populares brasileñas, hemos asistido igualmente a la emergencia política de una generación de la que se va a hablar. Y es exactamente sobre esta nueva generación sobre la que yo apuesto.
6 de enero de 2016. www.correiocidadania.com.br