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Cuba, EE.UU. :: 25/11/2014

Fidel, Carter y las misiones secretas de Paul Austin (I)

Elier Ramírez Cañedo
Los diálogos que iniciaron secretamente en 1978 los gobiernos de EEUU y Cuba, durante la administración de James Carter

Durante este acercamiento tuvo un papel fundamental la intervención de Paul Austin, amigo de Carter y presidente de la Coca Cola. ¿Qué pasó? ¿Cuál era la agenda planteada? ¿En qué se avanzó? ¿Qué frustró el avance de este acercamiento?

Ramírez Cañedo es coautor junto a Esteban Morales del volumen De la confrontación a los intentos de normalización. La política de los Estados Unidos hacia Cuba presentado hace solo semanas en La Habana. En esta primera entrega se repasan los detalles del primer viaje de Paul Austin a Cuba.

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La administración del demócrata James Carter (1977-1981), fue realmente singular en cuanto a la manera de conformar e implementar la política hacia Cuba. Carter ha sido hasta nuestros días el único presidente estadounidense que expresó por escrito, a través de una directiva presidencial,(1) su voluntad de avanzar en un proceso que culminara en la “normalización”(2) de las relaciones con Cuba. En septiembre de 1980, llegaría incluso a trasladar a Fidel Castro, a través de un emisario secreto, su deseo de sostener de manera confidencial un contacto directo antes de que concluyera el año. Durante su mandato se establecieron los más inverosímiles canales extraoficiales de comunicación y se realizaron las más amplias conversaciones secretas entre representantes de ambos países. De aquella experiencia aún sobreviven las secciones de intereses en Washington y La Habana.

Bernando Benes y Carlos Dascal, dos importantes banqueros cubanoamericanos, desempeñaron un rol trascendental como intermediarios entre ambos gobiernos en esos años.(3) Pero no menos relevante en ese sentido fue el papel que desempeñó Paul Austin (1915-1985), amigo personal de Carter y presidente de la compañía Coca Cola (1962-1981).

Por lo interesante que resulta esta historia de las misiones secretas de Paul Austin, nos limitaremos en este texto a su abordaje junto a la contextualización imprescindible, pero la misma solo constituye un pequeño pasaje de una historia mucho más abarcadora que comprende los distintos momentos en que se han producido acercamientos, diálogos y negociaciones entre Estados Unidos y Cuba, desde el propio año 1959, hasta nuestros días. Historia que abordan ampliamente dos libros que acaban de salir a la luz en ambos países: Back Channel to Cuba. The hidden history of negotiations between Washington and Havana (The University of North Carolina Press Chapel Hil, 2014), de los investigadores estadounidenses William Leogrande y Peter Kornbluh y De la confrontación a los intentos de normalización. La política de los Estados Unidos hacia Cuba (Editorial de Ciencias Sociales, 2014) de los analistas cubanos Esteban Morales y el autor de este trabajo.

Primer viaje de Paul Austin a Cuba

Paul Austin, nacido en Georgia en 1915 y graduado en la escuela de leyes de la Universidad de Harvard en 1940, conoció a Carter siendo ya el principal ejecutivo de la multinacional Coca Cola, después de una maratónica carrera de ascenso caracterizada por el éxito. Austin había dado su apoyo personal, profesional y financiero al candidato demócrata durante la campaña presidencial.

Establecidos estos vínculos, Austin viaja a Cuba a inicios de junio de 1977, entusiasmado con la idea de reiniciar los negocios de su empresa en la Isla. La Coca Cola había sido una de las grandes compañías estadounidenses nacionalizadas en 1960.

El día 4 de junio, Austin y su ayudante Ted Circuit, jefe de la compañía para las operaciones en Latinoamérica, fueron recibidos por el Comandante en Jefe, en el Palacio de la Revolución. Al día siguiente, continuaron sus pláticas con el líder cubano durante un viaje que hicieron en avión a la Isla de la Juventud.

En la conversación inicial con Fidel, Austin a título personal señaló que Carter iba a necesitar para poder levantar el bloqueo a la Isla, alguna forma de satisfacer a la opinión pública de los Estados Unidos. Y que el presidente norteamericano le había dicho, que eso podía lograrse con la retirada de las tropas cubanas de África y la liberación de algunos “presos políticos”. Fidel le respondió que era cierto que Carter había tomado algunos pasos positivos con respecto a Cuba y que el gobierno cubano tenía eso muy en cuenta, pero que la cuestión de los presos y de los compromisos internacionales de Cuba, eran problemas que atañían a la soberanía de Cuba y por tanto no podían ser negociados. No obstante, Cuba de manera unilateral, para facilitar la política de Carter con relación a Cuba y como prueba de buena voluntad, había liberado recientemente a diez norteamericanos presos en la Isla y facilitaría la salida de otro grupo.

Ahora –continuó Fidel-, usted me plantea un problema que es más delicado, el problema del personal militar nuestro, por ejemplo, en Angola.

Yo quiero decirle lo siguiente: nosotros tuvimos un número relativamente elevado de personal militar en Angola. Cuando se acabó la guerra, nosotros empezamos a retirar el personal. Incluso, habíamos reducido más de la mitad del personal. En el período de 10 meses, es decir, desde abril de 1976 a febrero de 1977, nosotros habíamos reducido más de la mitad del personal, en un programa de evacuación de acuerdo con el gobierno angolano.

Claro, eso tenía que hacerse de esa forma. Teníamos que hacerlo de esa forma, dado el hecho real de que en la frontera de Angola están las tropas sudafricanas, y una evacuación total del personal militar de Angola, puede traer el peligro de nuevas agresiones a la República de Angola.

Ahora bien: cuando se produjeron los sucesos en Zaire —yo supongo que usted esté informado de eso—, ellos nos acusaron a nosotros de haber participado en eso.(4) Y yo le digo con absoluta sinceridad que nosotros no tenemos nada que ver con el problema de Zaire: ni entrenamos un hombre, ni entregamos un arma, ni siquiera sabíamos qué iba a ocurrir. Esa gente vivía en la frontera de Zaire, en extensiones muy grandes, y nosotros no sabíamos ni siquiera cuáles eran los planes de ellos.

Ahora, incluso nosotros éramos partidarios de una mejora de las relaciones entre Zaire y Angola. Angola tiene que reconstruir el país, tiene que desarrollar la economía, y necesita paz. Pero cuando se produjeron aquellos ataques, que fue un problema interno de Zaire, hubo una intervención de Francia, hubo una intervención de Marruecos, y nosotros tuvimos que detener la evacuación del personal nuestro y tomar medidas de aseguramiento de la defensa de Angola.

¿Qué ha sucedido? Nosotros tenemos mucho menos personal del que teníamos durante la guerra.

Hay un segundo problema, que yo espero que usted comprenda y que Carter tiene que comprender también, y es que nosotros tenemos ciertos acuerdos con el gobierno de Angola, y nosotros no podemos unilateralmente violar esos acuerdos. Si hiciéramos eso, no seríamos un gobierno serio, no estaríamos cumpliendo con el espíritu de esos acuerdos.

En realidad, nosotros no estamos en Angola en un espíritu contra los Estados Unidos, ni contra Carter. Yo sé que Carter no tiene responsabilidad en los hechos anteriores. Sabemos que es responsabilidad de Kissinger, que Kissinger propició la intervención en Angola de Zaire y de Sudáfrica.

De modo que nosotros no podríamos negociar, porque no sería honorable para nosotros negociar con relación a nuestro personal militar en Angola, porque perderíamos el respeto y el prestigio. Tengo que decirle con sinceridad que no podemos hacer negociaciones sobre esas bases.(5)

Austin preguntó a Fidel si podía hacerle saber sus puntos de vista a Carter. “Sí se lo puede decir. Privadamente”, respondió el Comandante en Jefe.

Foto de junio 1977, aparecen Fidel Castro, Paul Austin y Juanita Vera (traductora).

Solo tres días después de su conversación con Fidel, Austin visitó a Carter en la Casa Blanca para informarle de lo conversado con el líder cubano. “Paul Austin me visita para reportar su visita personal a Castro”, señaló Carter en su diario de la Casa Blanca el 8 de junio de 1977. “Él está ansioso por entrar en Cuba con la Coca Cola y quedó favorablemente impresionado con la actitud de Castro hacia mí y con un eventual levantamiento del embargo y el restablecimiento de las relaciones. A menos que Castro esté dispuesto a liberar prisioneros políticos y comenzar su retirada de África, esta posibilidad está bastante distante”.(6)

Lamentablemente Carter mantuvo esta posición de condicionamiento en los meses siguientes de 1977 e incluso la reforzó cuando fueron enviados 12 000 efectivos cubanos a Etiopía a petición del gobierno de Mengistu Haile Mariam (7) para enfrentar la invasión somalí a la región del Ogaden, ubicada al este de Etiopía.

El asesor para Asuntos de Seguridad Nacional, Zbinew Brzezinski, indispuesto desde el inicio de la administración Carter a un entendimiento con Cuba, aprovechó el momento de la entrada de las tropas cubanas a Etiopía para hacer dominantes en el ejecutivo estadounidense sus puntos de vistas contrarios a la normalización de las relaciones, desplazando otros enfoques más constructivos y flexibles dentro de la administración, provenientes fundamentalmente del Departamento de Estado y en especial del secretario de Estado, Cyrus Vance.

Pese a los innumerables desencuentros y obstáculos, el año 1977 terminó con un saldo positivo para las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Se vivía un momento de relativo deshielo entre Washington y La Habana. Aunque la esencia de la confrontación, hegemonía versus soberanía, permanecía inmutable, al menos se presentaba de una forma diferente, constituyendo un verdadero punto de inflexión en la línea de agresividad que había caracterizado la política norteamericana hacia Cuba desde 1959.

En 1977 se negociaron los problemas menos candentes en las relaciones bilaterales, pero a partir de 1978 el proceso de “normalización” de las relaciones empezaría a congelarse e incluso a retroceder, pues los temas más espinosos de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos no serían resueltos, y en eso tendría gran responsabilidad la Administración norteamericana, al imponerse en su seno la idea de condicionar el avance del proceso de normalización de las relaciones a la “moderación” del activismo internacional de Cuba, allí donde se afectaran los intereses de los Estados Unidos en el marco del conflicto Este-Oeste. En ello tuvo mucho que ver la preponderancia que ganaron dentro de la Administración Carter los sectores que solo veían la proyección de la política exterior de los Estados Unidos desde el lente de la confrontación con la URSS. De esta manera, como sostiene Robert Pastor, quien fuera asistente para América Latina en el Consejo de Seguridad Nacional: “La ventana para la normalización de las relaciones se había abierto ampliamente y luego cerrado en un solo año: 1977”.(8)

No obstante, pese a que se observó un congelamiento del proceso de “normalización” por parte de la Administración demócrata, el diálogo y la cooperación en determinadas áreas continuó hasta fines de 1980.Todavía en enero de 1978 se dieron algunos pasos positivos para el mejoramiento de las relaciones entre ambos países como fueron: la decisión de Cuba de poner en libertad a algunos de los presos norteamericanos en la Isla y a miles de presos cubanos contrarrevolucionarios;(9) el anuncio del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos de que los residentes en el país podían enviar dinero directamente a sus parientes inmediatos en Cuba a razón de hasta 500 dólares trimestralmente y el encuentro celebrado en La Habana entre oficiales de la guardia costera norteamericana y sus homólogos cubanos, con el objetivo de lograr la cooperación en la búsqueda y rescate en aguas internacionales, así como en el enfrentamiento al narcotráfico y el terrorismo. Asimismo, los intercambios culturales, académicos, científicos y deportivos continuarían hasta los momentos finales de la Administración Carter. De hecho, las conversaciones secretas más extensas y continuadas entre ambos países tuvieron lugar en el año 1978 (New York, Washington, Atlanta, Cuernavaca y La Habana).(10) En 1979 hubo un impasse retomándose las discusiones en enero, junio y septiembre de 1980, todas celebradas en La Habana.

 

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Notas

(1) Directiva Presidencial/NSC-6, 15 de marzo de 1977, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, (documentos desclasificados, Biblioteca del ISRI) (Traducción del ESTI).

(2) Entrecomillamos la palabra normalización con toda intención, pues hacemos referencia a lo que Estados Unidos entendió en ese momento que significaba una normalización de las relaciones con Cuba y que siempre traía aparejado que la Isla cediera parte de su soberanía, ya fuera en política interna o externa, a cambio de la “normalización”. Pienso que es imposible hablar de una normalización de las relaciones Estados Unidos-Cuba en su acepción más clásica, pues a lo más que se puede aspirar es al establecimiento de un modus vivendi entre adversarios ideológicos o a una relación más civilizada entre contrarios.

(3) Benes era Presidente del Consejo Nacional de Salud y vicepresidente ejecutivo del Banco Nacional Continental de Miami. Había tenido un contacto inicial en Panamá, el 23 de agosto de 1977, con dos altos oficiales cubanos del Ministerio del Interior: José Luis Padrón y Antonio de la Guardia. De ahí en adelante, Benes y su compañero de negocios Carlos Dascal -también cubano-estadounidense-, participaron en varias reuniones con Padrón y Tony de la Guardia donde se analizaron varios temas de las relaciones cubano-estadounidenses y de las relaciones entre el gobierno cubano y la comunidad cubana en el exterior. Nassau, Ciudad México, Jamaica y Panamá fueron algunos de los lugares escogidos para los contactos. Los mensajes entre Washington y La Habana se trasladaban por medio del ataché político cubano en Jamaica, Ramón de la Cruz. Benes y Dascal estaban autorizados por el gobierno de los Estados Unidos, la CIA y el FBI, para realizar estos contactos, de los cuales informaban cada detalle. Realmente Benes y Dascal fueron los intermediarios de un canal secreto de comunicación entre los Estados Unidos y Cuba que se implementó a partir de 1978 y que se extendió hasta finales de la administración Carter. También sostuvieron numerosos encuentros con Fidel Castro.

(4) Fidel se estaba refiriendo a los sucesos de Shaba I, ocurridos en marzo de 1977. Para ampliar véase: Elier Ramírez y Esteban Morales, De la confrontación a los intentos de normalización. La política de los Estados Unidos hacia Cuba (segunda edición ampliada), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014.

(5) Conversación del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, con Paul Austin, presidente de la Coca Cola. Palacio de la Revolución, La Habana, 4 de junio de 1977. Versiones taquigráficas del Consejo de Estado.

(6) Jimmy Carter, White House Diary, Picador. Farrar, Straus and Giroux, New York, 2011, p. 62.

(7) En Etiopía, menos de dos semanas después de la llegada de Carter a la Casa Blanca, la junta militar que en 1974 había derrocado al emperador Haile Selassie, aliado de los Estados Unidos, se había encaminado en un rumbo cada vez más proclive a la izquierda, desalentando las esperanzas estadounidenses de mantener su influencia sobre aquel país.

(8) Robert A. Pastor, “The Carter-CastroYears. A Unique Opportunity”. In Fifty Years of Revolution: Perspectives on Cuba, The United States, and the Word, edited by Soraya M. Castro Mariño and Ronald W.Pruessen.Gainesville: University of Florida Press, 2012, p. 244.

(9) El anuncio fue hecho luego de una visita de tres días del más numeroso grupo de legisladores estadounidenses que había visitado Cuba desde 1959 (diez legisladores). Los legisladores encabezados por el demócrata por Wisconsin, Henry Reuss, se entrevistaron con Fidel Castro.

(10) Para ampliar acerca de estas conversaciones véase: Elier Ramírez Cañedo y Esteban Morales, De la confrontación a los intentos de normalización. La política de los Estados Unidos hacia Cuba (segunda edición ampliada), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014.

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