He visto morir (El fusilamiento de Severino di Giovanni)
Severino Di Giovanni fue ejecutado dos días después de haber sido apresado, en el patio de la penitenciaría de la calle Las Heras de Buenos Aires, el 1º de febrero de 1931, ante varios testigos, entre los que se encontraba el escritor Roberto Arlt, quien en un artículo – que brindamos a continuación- narró los últimos momentos de vida del anarquista.
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He visto morir
Las 5 menos 3 minutos. Rostros afanasos tras de las rejas. Cinco menos 2. Rechina el cerrojo y la puerta de hierro se abre. Hombres que se precipitan como si corrieran a tomar el tranvía.
Sombras que dan grandes saltos por los corredores iluminados. Ruidos de culatas.
Más sombras que galopan. Todos vamos en busca de Severino Di Giovanni para verlo morir.
La letanía
Espacio de cielo azul. Adoquinado rústico. Prado verde. Una como silla de comedor en medio del prado. Tropa. Máuseres. Lámparas cuya luz castiga la obscuridad. Un rectángulo. Parece un ring. El ring de la muerte.
Un oficial. "...de acuerdo a las disposiciones... por violación del bando... ley número...".
El oficial bajo la pantalla enlozada. Frente a él, una cabeza. Un rostro que parece embadurnado en aceite rojo. Unos ojos terribles y fijos, barnizados de fiebre. Negro círculo de cabezas. Es Severino Di Giovanni. Mandíbula prominente. Frente huida hacia las sienes como la de las panteras. Labios finos y extraordinariamente rojos. Frente roja. Mejillas rojas. Ojos renegridos por el efecto de luz. Grueso cuello desnudo. Pecho ribeteado por las solapas azules de la blusa. Los labios parecen llagas pulimentadas. Se entreabren lentamente y la lengua, más roja que un pimiento, lame los labios, los humedece. Ese cuerpo arde en temperatura. Paladea la muerte.
"...artículo número... ley de estado de sitio... superior tribunal... visto... pásese al superior tribunal... de guerra, tropa y suboficiales...".
Di Giovanni mira el rostro del oficial. Proyecta sobre ese rostro la fuerza tremenda de su mirada y de la voluntad que lo mantiene sereno.
"...estamos probando... apercíbase al teniente... Rizzo Patrón, vocales... tenientes coroneles...
bando... dése copia... fija número...".
Di giovanni se humedece los labios con la lengua. Escucha con atención, parece que analizara las cláusulas de un contrato cuyas estipulaciones son importantísimas. Mueve la cabeza con asentimiento, frente a la propiedad de los términos con que está redactada la sentencia.
"...dése vista al ministro de Guerra... sea fusilado... firmado, secretario...".
Habla el Reo
- Quisiera pedirle perdón al teniente defensor...
Una voz: - No puede hablar. Llévenlo.
El condenado camina como un pato. Los pies aherrojados con una barra de hierro a las esposas que amarran las manos. Atraviesa la franja de adoquinado rústico. Algunos espectadores se ríen. ¿Zoncera? ¿Nerviosidad? ¡Quien sabe!
El reo se sienta reposadamente en el banquillo. Apoya la espalda y saca pecho. Mira arriba. Luego se inclina y parece, con las manos abandonadas entre las rodillas abiertas, un hombre que cuida el fuego mientras se calienta agua para tomar el mate.
Permanece así cuatro segundos. Un suboficial le cruza una soga al pecho, para que cuando los proyectiles lo maten no ruede por tierra. Di Giovanni gira la cabeza de derecha a izquierda y se deja amarrar.
Ha formado el blanco pelotón de fusilero. El suboficial quiere vendar al condenado. Éste grita:
- Venda no.
Mira tiesamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufre o no, es un secreto. Pero permanece así, tieso, orgulloso. Surge una dificultad. El temor al rebote de las balas hace que se ordena a la tropa, perpendicular al pelotón fusilero, retirarse unos pasos.
Di Giovanni permanece recto, apoyada la espalda en el respaldar. Sobre su cabeza, en una franja de muralla gris, se mueven piernas de soldados. Saca pecho. ¿Será para recibir las balas?
- Pelotón, firme. Apunten.
La voz del reo estalla metálica, vibrante:
- ¡Viva la anarquía!
- ¡Fuego!
Resplandor subitáneo. Un cuerpo recio se ha convertido en una doblada lámina de papel. Las balas rompen la soga. El cuerpo cae de cabeza y queda en el pasto verde con las manos tocando las rodillas. Fogonazo del tiro de gracia.
Muerto
Las balas han escrito la última palabra en el cuerpo del reo. El rostro permanece sereno. Pálido. Los ojos entreabiertos. Un herrero a los pies del cadáver. Quita los remaches del grillete y de la barra de hierro. Un médico lo observa. Certifica que el condenado ha muerto. Un señor, que ha venido de frac y zapatos de baile, se retira con la galera en la coronilla. Parece que saliera del cabaret. Otro dice una mala palabra.
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Datos históricos
El 1º de febrero de 1931 fue fusilado el anarquista expropiador de origen italiano Severino Di Giovanni, quien con asaltos y atentados, logró tener en jaque a la policía del país durante seis años.
Al día siguiente fue ejecutado su compañero Paulino Scarfó. Así, en dos trágicas jornadas la joven anarquista América Scarfó perdería a su pareja y a su hermano bajo el odio oligárquico. La policía incautó las cartas de amor que se habían escrito Severino y América, quien contaba con 14 años cuando lo conoció aunque ya era un ejemplo de convicciones: para el amor y la lucha. Fueron necesarios el paso de 66 años y la intervención del escritor Osvaldo Bayer, para que el estado Argentino le devuelva las cartas de amor, a los 86 años, a la aguerrida América Scarfó en agosto de 1997.
Di Giovanni había nacido el 17 de marzo de 1901 y vivió su adolescencia en los escenarios de posguerra, entre el hambre y la pobreza. Tipógrafo, maestro y autodidacta, se topó con las lecturas libertarias de Bakunin, Malatesta y Proudhon, entre otros teóricos del anarquismo. Fallecidos sus padres, cuando tenía apenas 19 años, comenzó la militancia anarquista, al mismo tiempo que en Italia se producía el ascenso del fascismo de Benito Mussolini. Casado y con tres hijos que mantener, se exilió en Argentina, específicamente en Morón, donde se desempeñó como tipógrafo.
Eran los años en que el anarquismo acusaba más que nunca los duros golpes recibidos desde 1910. Di Giovanni se alineó con los grupos más radicales del anarquismo en el país y participó en una serie de acciones violentas y atentados que entonces y hoy son motivo de polémica. El 31 de enero de 1931, fue capturado y condenado a muerte, luego de denunciar con dureza la represión y torturas producidas por la dictadura de José Félix Uriburu, que había derrocado a Hipólito Yrigoyen en 1930.
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Más información:
[Libro] Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia
Osvaldo Bayer