Immanuel Wallerstein (1930-2019)
Se nos ha ido un gran maestro de las ciencias sociales, un estadunidense universal, que siguió el pensamiento de Karl Marx (alemán), Ferdinand Braudel (francés) y la Teoría de la Dependencia (latinoamericana). Historiador interdisciplinario, siempre atento al presente desde el pasado (escribiendo su último artículo, el 500, el 15 de agosto de este año: 'Este es el fin, este es el comienzo' (La Jornada, 5/8/19, página 31) con especial referencia a la macro economía, propuso desde 1974 la hipótesis interpretativa de trabajo de un imperio mundo (hispánico, del siglo XVI) que se transformó en el sistema propiamente capitalista mundial (el World System, desde el siglo XVII, hegemonizado primeramente por las Provincias Unidas holandesas en torno a Amsterdam): Immanuel Wallerstein (que nació en Nueva York el 28 de septiembre de 1930, y acaba de morir el 31 de agosto del presente año).
En su comienzo el especialista en problemas africanos, en torno a 1970, se centró enla historia de la economía dentro del mercado mundial gracias a las interpretaciones de Braudel, y se instaló por último en la Universidad de Nueva York, campus Binghamton, donde formó escuela con Giovanni Arrighi, y en diálogo entre otros con Samir Amin. Invitó durante años a Aníbal Quijano, colega peruano que también nos ha dejado hace poco, y se cuenta entre sus alumnos Ramón Grosfoguel (que ha lanzado dentro de la tradición de Wallerstein el tema de la Descolonización epistemológica), al igual que Agustín Lao Montes.
He coincidido muchas veces en los últimos decenios con el colega Wallerstein en EEUU, en Luxemburgo y especialmente en Binghamton, donde recuerdo el seminario tenido en esta última universidad (en la que también participaron Walter Mignolo y Bolívar Echeverría, aunque este último no participó tanto por no ser un tema de su especialidad) sobre la relación de la Teoría de la Dependencia, el Colonialismo y el origen de la Modernidad en 1492, cuestión en debate en ese momento. Esto inclinó a Immanuel Wallerstein a escribir un excelente tomo sobre el Universalismo en Bartolomé de las Casas, que desafortunadamente ha pasado algo desapercibido.
De la misma manera, la aceptación de la problemática china en la historia económica de la Modernidad, gracias al libro de André Gunder Frank Re-Orient, tomó a Wallerstein un poco desprotegido, apareciendo en Review (publicación de la Universidad de Binghamton) reseñas suya, de Arrighi y de S. Amin indicando que Gunder Frank había exagerado un poco la importancia de China. Poco después comienza el descubrimiento de la China (su ciencia, tecnología, economía, etcétera) que exigirá a Wallerstein asumir plenamente la posición de su amigo Gunder Frank.
Wallerstein se transformó en una referencia obligatoria sobre la historia del capitalismo, la modernidad, y en el tema del mercado mundial, resaltando la existencia de un centro dominante, de una subperiferia y de un mundo colonial. Esto desarrollaba aspectos que Marx habría formulado explícitamente, pero no había podido probar fundadamente ya que pertenecía al momento del mercado mundial capitalista que era un momento en su programa de investigación que no pudo exponer. La transferencia de plusvalor de un capital global colonial subdesarrollado a un capital global con mayor composición orgánica (es decir más tecnología en el proceso de producción) y en el contexto de la competencia en el mercado mundial (como enunció inicialmente Mauro Marini), Wallerstein lo describió históricamente desde el siglo XVI al XX de manera paradigmática (oponiéndose a la posición, entre otras, de Agustín Cueva, que pensó que la Teoría de la Dependencia no tenía lugar teórico en la obra de Marx).
Pero Immanuel Wallerstein no sólo historifica la relación de explotación centro-periferia, sino que además da los supuestos a la reciente teoría de la Globalización (en el presente, y en una fase recesiva por el proteccionismo nacionalista estadounidense), sino que lo articula desde hace decenios con la decadencia del sistema económico de su propia nación, dando razones del surgimiento de la potencia china emergente.
Todavía ataca igualmente el análisis coyuntural sobre los movimientos sociales insurgentes antisistémicos, y alienta los procesos progresistas (por llamarlos de alguna manera) desde el zapatismo al proceso de la Cuarta Transformación, vistos siempre desde una visión geopolítica mundial, que marca una reflexión sumamente sugestiva para arrancarnos del análisis simplista, inmediatista. La visión histórico-mundial a la manera de Ferdinand Braudel, con una fuerte influencia marxista, le da una perspectiva siempre novedosa.
¡Se nos ha ido uno de los grandes intelectuales del siglo XX!, que como Noam Chomsky supera las fronteras que se fijan los pensadores anglosajones estadounidenses que les es difícil adoptar ante la realidad una actitud crítica y creadora, produciendo por lo general una ciencia social conservadora y provinciana (desde la hipótesis que lo estadounidense es lo universal, moderno, más desarrollado).
La Jornada