Klein: "La lucha por el medio ambiente debe venir de abajo"
Entrevista en París con la periodista y activista canadiense Naomi Klein al día siguiente de la aprobación del acuerdo intergubernamental subscrito en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre cambio climático COP21. Con la colaboración de Niccolò Milanese, de European Alternatives, Marica Di Pierri, de A Sud, y Barbara Del Mercato, de «Venezia in comune».
¿Cómo valora los resultados de dos semanas de negociaciones?
Creo que hemos llegado hoy a un momento clarificador. No hemos venido aquí a rogar a los líderes que salven el mundo, porque tenemos los ojos bien abiertos y sabemos que lo que han llevado a la mesa de negociaciones no conducirá a ninguna solución definitiva. Existe todavía una enorme distancia entre lo que todos dicen que se debería hacer para rebajar las emisiones y para mantener las temperaturasd por debajo del aumento de un grado y medio, por una parte, y lo que están efectivamente dispuestos a hacer. En una versión tras otra, hasta el texto final, no hay nada decisivo sobre los combustibles fósiles ni respecto a la necesidad de dejar en el subsuelo gran parte de las reservas existentes de carbón, petróleo y gas natural. Pero la gente que ha llenado las plazas no está encima llorando, no está desesperada. Somos por el contrario bien conscientes de que debemos trabajar todavía más arduamente. Y tenemos que ser nosotros los que hagamos lo que los políticos no quieren hacer.
A pesar de la situación creada tras los atentados del 13 de noviembre, decenas de miles de persona, de Francia y del norte de Europa, con una significativa presencia del sur del mundo y de Norteamérica han puesto de manifiesto el sábado la existencia de un movimiento planetario por la "justicia climática", hoy quizás el único movimiento social a escala global. ¿Cómo se puede conseguir ser verdaderamente eficaces?
Debemos hacer crecer nuestra fuerza. Y cómo puede lograrse, para llegar a condicionar las opciones de las multinacionales, ya lo hemos visto: por las calles, en los bosques, en los mares. Como los que han rodeado en kayak las plataformas petrolíferas de la Shell, obligándola a cesar las perforaciones en el Ártico y en Alaska, para no ver arruinada su imagen. O el caso del oleoducto Keystone XL, y de todos los oleoductos vinculados a la industria extractiva de las «arenas bituminosas», donde cada uno de sus tramos ha tenido que vérselas con fuertes protestas de cada una de las comunidades locales. A partir de estas experiencias, debemos ser capaces de crear coaliciones cada vez más amplias, de cambiar el modo como el activismo se presenta al exterior, de expresar la misma variedad y diversidad que se ve en nuestras ciudades y territorios. Lo sabíamos también antes, pero ahora está más claro: no tenemos líderes que actúen en favor del medio ambiente, debemos hacerlo nosotros en primera persona.
El liderazgo debe venir de abajo, de la comunidad, llevando a cabo acciones directas.
Acciones que deben hacerse visibles, en los mercados financieros y en los tribunales: desinvertir en las empresas que extraen, hacer que aparezcan como inversiones de riesgo, denunciar las mentiras y la deshonestidad de una gran empresa como Exxon, llevarlas ante los jueces, demostrando que conocían los efectos del cambio climático y que han mentido a propósito. Tenemos que cambiar la dinámica, debilitando el poder de los intereses que estamos combatiendo.
París ha sido el escenario en el que se han enfrentado las opciones políticas de los gobiernos nacionales, el papel desempeñado por las grandes empresas implicadas, al amparo del patrocinio (pienso en el papel de Total y de la italiana ENI [empresas de hidrocarburos], contestadas con una lograda protesta en el interior del Louvre), en crearse una imagen "verde", y la acción de los movimientos. ¿Con qué balance?
Las últimas dos semanas nos han ofrecido precisamente el choque con esas «soluciones», ofrecidas por las multinacionales, que no son en absoluto soluciones. Y que no tendrán ningún efecto real sobre las emisiones. Seguirán por el contrario enriqueciendo a las élites existentes, las mismas que comercian con semillas transgénicas, la industria nuclear, petrolífera. Y también aquí han usado Le Bourget [lugar de celebración de las reuniones en París] como altavoz, mientras el gobierno francés ha tratado de amordazar a quien proponía soluciones distintas, como las del que lucha por la justicia energética, la agricultura ecológica y el transporte público, la propiedad y el control de la comunidad sobre las fuentes de energía renovables. En lugar de eso, hemos oído hablar a Bill Gates y a Richard Branson, mientras amordazaban las protestas.
No ha servido para nada, porque las personas estaban decididas a salir, con todo, a la calle. El gobierno francés ha comprendido que no podía apoyar políticamente esta opción. Y que un enfrentamiento con la policía en el último día de la COP 21 habría sido un desastre para su propia imagen. Por eso aquí en París han tenido que suspender la prohibición de manifestarse. Y probablemente cerrar al tráfico un calle llena de tiendas un sábado por la tarde ha hecho más por la reducción de las emisiones que lo que han conseguido en la Conferencia.
Se ha dicho que estamos en un «estado de guerra», ¿estamos acaso en un periodo de guerras por el clima?
El cambio climático ha contribuido ya a alimentar la guerra civil en Siria, que acababa de experimentar la más terrible sequía de su historia reciente, con la consiguiente carestía que ha producido migraciones internas, lo cual ha afectado a casi dos millones de personas. Y cuando hay escasez de recursos se crean inevitablemente nuevas tensiones, que van a a sumarse a los conflictos ya existentes en esa región, causados a su vez históricamente por la lucha por apoderarse de los recursos energéticos. Se crea de este modo un efecto tenaza: por un lado, el efecto desestabilizador de la búsqueda de combustibles fósiles, por otro los efectos desestabilizadores producidos por la utilización de estos mismos combustibles.
Cuando hablamos de cambios climáticos, estos provocan no sólo un clima más cálido o la subida del nivel de los mares: son causa también de una época más cruel.
Una situación de escasez como ésta no puede hacer otra cosa más que crear ulteriores conflictos. Recordemos por eso siempre que si permitimos que aumenten las temperaturas, no tendremos sólo que habérnoslas con un clima extremo sino también con un mundo más extremo.
Il Manifesto. Traducción: Lucas Antónpasra Sinpermiso