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Mundo, Pensamiento, Argentina :: 24/09/2015

"Laudato si". ¿A quién alaba la encíclica ecológica de Francisco I?

La Caldera - Organización Política
El texto expresa una salida de conciliación de clases a los problemas ambientales. Por eso es una herramienta aceptada por el capitalismo más desarrollado

A fines del siglo XIX, en un contexto de crisis económica mundial, guerras imperialistas, desocupación y una amplia difusión del movimiento socialista que empezaba a hacer pie en el conjunto de la clase obrera europea, las clases dominantes realizaban una serie de concesiones a fin de encauzar y desactivar la rebelión popular. Entre ellas, podemos citar  la ampliación de la democracia liberal, la intervención del Estado en asuntos de higiene y salud o, en nuestro país, la universalización de la educación primaria obligatoria en 1884. Algunos de estos avances, fruto de la lucha de clases dentro del propio desarrollo del sistema capitalista, afectaron directamente los intereses tutelares de la Iglesia Católica.

Así, en el año 1891, cuando los conflictos entre capital y trabajo estaban ampliamente instalados en la sociedad occidental (y en prácticamente todo el globo), la Iglesia Católica publicaba la encíclica “Sobre la situación de los obreros, Rerum Novarum”. En este documento, la institución religiosa brindaba a la burguesía una herramienta ideológica para sustentar la idea de conciliación de clases.  Además, el mismo escrito fue una estrategia para ubicarse como representante neutral de todas las clases a fin de recuperar la hegemonía que empezaba a ponerse en entredicho.

En este nuevo milenio vemos cómo se vuelve una preocupación relevante en amplios sectores de la sociedad lo que una serie de autores (Lowy, O´Connor) llaman “una segunda contradicción del capital”, establecida entre la expansión del capital y la naturaleza. Como respuesta a estos problemas han surgido una cantidad de organizaciones ambientalistas que enfrentan los efectos del sistema capitalista desde sus múltiples aristas, pero aún con un bajo nivel de articulación tanto organizativa como política. Las acciones de estos grupos y asambleas han logrado frenar algunos de los avances destructivos del capital sobre la naturaleza. Así, este problema se convirtió en un eje reivindicativo con creciente apoyo popular, incluyendo ocasionalmente alianzas policlasistas cuando la burguesía ve atacado alguno de sus ingresos, como pudimos ver en el conflicto de las pasteras, en Gualeguaychú durante 2005.

En este contexto, el Vaticano vuelve a proponerse como una voz moral frente a un tema que genera una importante inquietud social. A través de la encíclica “Laudato Si”, presenta bajo una retórica progresista -que contempla a los sectores más vulnerados de la sociedad-, una salida hacia un “capitalismo humanizado” para resolver los problemas ambientales. Esta encíclica se da nuevamente en medio de un proceso de recomposición de la Iglesia Católica, luego de décadas de retroceso en la cantidad de fieles y la emergencia de otras corrientes confesionales.

Las encíclicas eclesiásticas no son un instrumento neutral. Son una forma de intervención política de la Iglesia hacia el conjunto de la sociedad. Un instrumento que lo redacta y edita estrictamente el papa, más allá de las múltiples consultas realizadas en este caso particular. Un texto cuyos alcances y definiciones son construidos desde la cúpula de una estructura verticalista en una confesión que comprende más de mil doscientos millones de personas. Un texto que desde ese lugar nos quiere interpelar moralmente sobre una “revolución verde”, revolución que paradójicamente fue bien recibida por sectores que van desde Greenpeace, la ONU, Obama, Hollande, Santos, hasta Maduro, Evo Morales y el Encuentro Mundial de Movimientos Populares.

Esta paradoja expresa una salida de conciliación de clases a los problemas ambientales. Por eso es una herramienta aceptada por sujetos tanto en la clase obrera como por los representantes del capitalismo más desarrollado. Sin embargo, consideramos que mientras el Capital sea innegablemente la relación social dominante, no se puede pretender una solución basada en la conciencia verde y la conciliación de clases, sobre todo porque la principal razón de ser de lxs empresarixs es la búsqueda constante de una mayor ganancia a costa del trabajo de la clase obrera y de la destrucción de la naturaleza. Por eso, igual que en el caso de la encíclica de 1891, la clase obrera necesita desarrollar sus propias herramientas con independencia del capital y no desde las cúpulas sino desde una organización democrática construida desde abajo.

¿Qué modelo de sociedad propone la encíclica?

– La tecnología y el trabajo. El rol de las fuerzas productivas: La encíclica menciona que “El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política”. Frente al avance de este paradigma y modelo de sociedad el Vaticano propone que, “Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático.” puesto que, “No debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma”. Desde la óptica propuesta por El Vaticano, el problema es el avance de la tecnología y su alianza con la economía, negando así que esa relación de producción pueda tener otras determinaciones fuera de las capitalistas actuales.

Pensamos que evitar la destrucción del ambiente que el modelo capitalista realiza, así como encontrar otros modos de relación con la naturaleza, no puede ser una tarea de una cúpula sino que tiene que ser del conjunto de lxs trabajadorxs. Pero, para decidir democráticamente cómo avanzar en estas tareas, es necesario disponer de tiempo extra por fuera de sus trabajos directos. Este tiempo se logra impulsando el desarrollo de las fuerzas productivas -y por lo tanto de la tecnología-. El tema entonces no es frenar el desarrollo tecnológico, que los trabajadores estén atados a sus trabajos directos y que las clases dominantes que dirigen la sociedad tengan más conciencia ambiental, sino al contrario impulsarlo en una dirección cualitativamente diferente, a la que propone el capitalismo, que permita a lxs trabajadorxs tiempo para tomar en sus manos el problema ambiental. Por supuesto, aún con el escaso tiempo libre del que disponemos lxs trabajadorxs hoy, también es una tarea inmediata replantear en qué forma podemos desarrollar las fuerzas productivas en consonancia con la revitalización de la Tierra.

– Conciliación de clases: “En 1981 Juan Pablo II con toda claridad explicó que ‘la Iglesia defiende, sí, el legítimo derecho a la propiedad privada, pero enseña con no menor claridad que sobre toda  propiedad privada grava siempre una hipoteca social, para que los bienes sirvan a la destinación general que Dios les ha dado’. Por lo tanto afirmó que ‘no es conforme con el designio de Dios usar este don de modo tal que sus beneficios favorezcan sólo a unos pocos’. Esto cuestiona seriamente los hábitos injustos de una parte de la humanidad”. Nuevamente Bergoglio, sostiene que el problema de la propiedad privada, no es la explotación por parte de unos pocos de las riquezas sociales y del trabajo ajeno, sino las actitudes poco colaborativas que motivan estas actividades. Para esto, la salida es entender que “El rico y el pobre tienen igual dignidad, porque ‘a los dos los hizo el Señor’ (Pr 22,2)”. Con este modelo, no sólo se presenta a la ecología como una cuestión de cooperación inter-clase al ocultar por ejemplo el antagonismo del trabajador/a rural o pequeño productor con el latifundista. Antes bien, deslinda el problema ambiental actual de las particularidades del desarrollo del capital, trasladando la necesidad de expansión del capital a un enfoque centrado en la crítica al consumo.

¿Conciencia verde o conciencia patriarcal?

– Acerca del Aborto. Bergoglio sostiene que “Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad –por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza” y “Dado que todo está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto”. En estos extractos podemos ver que no desperdicia oportunidad de manifestar la opinión de la curia sobre el derecho a decidir que tenemos las personas con capacidades de estar en condición de embarazo. Las biomujeres y las personas trans-autopercibidxs (varones o no) tenemos derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, tanto si deseamos tener hijos como si deseamos no tenerlos. No es un hecho natural la posibilidad de transitar un embarazo, es un hecho social que debe ser entendido como tal, y debe respetarse la decisión de quien lo transita por sobre las ideas que obligan y relacionan como inevitable estas situaciones.

– Heteronormatividad y binarismo de género. “Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana. También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente”. Con esta frase, el máximo referente de la Iglesia Católica entiende al cuerpo como el elemento que define las identidades subjetivas y sociales de cada persona. De esta forma, entiende que es posible conocerlo y aceptarlo como es, lo cual no sería negativo sino fuera porque para realizar esa afirmación se para sobre el supuesto de que “lo natural” es lo que se ve, desconociendo el acto de reflexión y significado que cada persona le da a sí mismo y a lxs otrxs. Entendemos que las identidades son construcciones sociales ancladas en un contexto histórico determinado, que no pueden ser separadas de la autopercepción de cada sujetx. Este binarismo es una construcción social que jerarquiza y subordina otras corporalidades existentes, e impide el ejercicio de la libertad humana. Esta lectura de la ecología se transforma en manos de la Iglesia en un medio para frenar el avance de las luchas antipatriarcales que cobran cada vez más fuerza.

– Educación sexual y control de la natalidad. Si tenemos en cuenta su planteo sobre el aborto, enfrenta falsamente elección identitaria y control sobre la natalidad con la búsqueda de otro modelo distributivo: “En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad (…) Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas”.

¿Qué relación con la naturaleza?

– Acerca de la libertad y la naturaleza. En el texto plantea la imposibilidad del ejercicio de la libertad humana, naturalizando la competencia y el interés propio del capitalismo como la única forma de organización. Sostiene que sólo a través de la aceptación de un Dios como regulador de las relaciones sociales es que se podrá proteger a la naturaleza, y a todos los que viven en ella. “La mejor manera de poner en su lugar al ser humano, y de acabar con su pretensión de ser un dominador absoluto de la tierra, es volver a proponer la figura de un Padre creador y único dueño del mundo, porque de otro modo el ser humano tenderá siempre a querer imponer a la realidad sus propias leyes e intereses”.

– Transgénicos: sin embargo este cercenamiento de la libertad humana que plantea es relativizado cuando Bergoglio intenta justificar el impacto de los transgénicos: “Es difícil emitir un juicio general sobre el desarrollo de organismos genéticamente modificados (OGM)… Si bien no hay comprobación contundente acerca del daño que podrían causar los cereales transgénicos a los seres humanos, y en algunas regiones su utilización ha provocado un crecimiento económico que ayudó a resolver problemas, hay dificultades importantes que no deben ser relativizadas”. Plantean soluciones éticas que proponen dirimir los efectos negativos de los transgénicos en foros entre las semilleras y los campesinos desplazados por estas prácticas oligopólicas. Oculta así una vez más el carácter antagónico de los intereses en juego negando las condiciones de clase de la producción.

Una retórica progresista que se queda con dios y con el dinero

Es indudable que tanto la retórica con la cual está escrita, el hecho de haber recibido una gran cantidad de aportes solicitados por la curia a organizaciones populares críticas, como los temas que aborda, dan a la encíclica un tinte progresista que acompaña el resto de las declaraciones públicas y gestos en general que realiza Jorge Bergoglio desde su asunción como papa, que tanto necesita la Iglesia Católica para reconstruir su hegemonía.

A pesar de lo positivo de poner en foco importantes temas de la agenda ambiental, vemos que el documento alude al sistema de una forma abstracta y moralizante, sin criticar el capitalismo o la propiedad privada en sí. Antes bien, hace foco en la búsqueda de conciliar los actores borrando el antagonismo entre capitalistas y trabajadorxs a través de un llamado, mayoritariamente en cuestiones relativas a la vida individual, a una conciencia verde. Esa conciencia verde que propone tampoco es neutral, es una conciencia patriarcal y tutelar que vuelve a poner por encima de las personas a Dios, al de la Iglesia Católica.

Esta propuesta de capitalismo verde tiene en sí un límite estructural porque la necesidad de la reproducción ampliada del capital fagocita la naturaleza y es incapaz de frenarse, por su propia lógica de expansión continua. Contra esa expansión destructiva no sirve oponer una cruzada contra la tecnología y el consumo, ya que para poder revertir la destrucción de la relación entre la sociedad y la naturaleza hay que desarrollar nuevas fuerzas productivas en otras direcciones. Siguiendo los planteos de Michael Lowy sobre ecosocialismo, pensamos que no es una cuestión cuantitativa sobre cantidad de producción y tecnología, sino cualitativa. El problema es qué tecnología se desarrolla, lo que depende de quiénes y cómo determinan ese desarrollo.

Son muchas las luchas actuales en defensa del ambiente desde distintos espacios y en base a una genuina inquietud. Por eso consideramos que es una tarea política urgente realizar un salto desde lo sectorial y específico de cada reclamo, y empezar a pensar todas estas luchas dentro de una estrategia colectiva, con un horizonte que critique al sistema capitalista como relación social. Este salto a lo global es una tarea de todos los sectores populares.

El renovado discurso de la Iglesia puede llegar a producir una movilización de las bases, que encuentre en este una legitimidad mayor a sus reclamos. Ante la  falta de una organización sólida desde abajo que sirva para enfrentar conjuntamente los desastres del capitalismo en el ambiente, las declaraciones y gestos progresistas del papa son tomados muchas veces con excesivo entusiasmo, borrando la dirección tutelar que imprime su discurso y sobre todo desde dónde viene formulado. Es un entusiasmo legítimo, como el que ha generado muchas de las llamadas “revoluciones por arriba” conducidas por intereses propios de algún sector de las clases dominantes.

Por eso, es necesario prestar atención al estado de la correlación de fuerzas en las que se dan estos discursos, que hacen la diferencia entre cambios que se articulan en las bases, incluso dentro de la Iglesia, como el caso de los Curas del Tercer Mundo, y los que sirven para asentar las instituciones por arriba, como es el caso de la anteriormente devaluada figura del papa. Para mostrar solamente un ejemplo local de los límites de los procesos por arriba, veamos los cambios en el nuevo Código Civil y Comercial unificado -aprobado en 2014, ya en vigencia-. Mientras, con la fuerza de la retórica vaticana renovada, el papa movilizó sus influencias para frenar los avances relacionados al aborto, no hizo nada para impedir que el Poder Ejecutivo vetara muchos de los aspectos ambientales más progresistas que incluía el proyecto de Ley, como la protección del agua.

Desde la Organización Política La Caldera, pensamos que para superar los problemas ambientales, es necesaria una planificación democrática de la economía desde abajo, es decir, sobre una base consejista que tenga en cuenta la preservación del equilibrio ecológico. Tarea que debe ser asumida por el conjunto de lxs trabajadorxs, y no por la conciencia verde de las cúpulas. Planificación ecológica que es imposible dentro del capitalismo, y sólo puede realizarse en el marco de un proyecto socialista y antipatriarcal.

Agosto 2015
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