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Medio Oriente, EE.UU. :: 24/10/2014

Se dispara el negocio del armamento

Manlio Dinucci
La guerra es el mejor de los negocios. Irak y Siria son los países que “reportan” ganancias en este momento

Hace apenas un año, con la retirada de las tropas que se hallaban en Irak y Afganistán y los recortes anunciados en el presupuesto militar, los grandes accionistas de la industria armamentista estadounidense veían negro el futuro de sus ganancias. Pero ahora, con las operaciones militares del Pentágono en Siria e Irak y el nuevo enfrentamiento con Rusia, el futuro parece nuevamente luminoso.

El 23 de septiembre de 2014, primer día de los bombardeos aéreos en Siria, 2 barcos de guerra estadounidenses lanzaron 47 misiles Tomahawk, con un costo de 1,4 millones de dólares cada uno, para destruir instalaciones petroleras y otras infraestructuras sirias con el pretexto de que se hallaban en manos del Emirato Islámico.

Unos días después, la firma Raytheon, fabricante de los Tomahawk, obtuvo un contrato ascendente a 251 millones de dólares para la entrega de misiles nuevos y el valor de sus acciones se elevó en más de un 4% en menos de un mes, a pesar de que la tendencia general de la Bolsa registraba un descenso de 2%.

Clausura de la Bolsa de Nueva York

Los demás grandes contratistas del Pentágono también registraron aumentos similares o incluso superiores, como Northrop Grumman con + 4% y General Dynamics con + 4,5%. Las acciones de Lockheed Martin, fabricante entre otros de los misiles Hellfire, cada vez más utilizados como armamento de los drones Reaper de General Atomics, registraron un alza record de 9,5%. El 18 de octubre, Lockheed botó el séptimo navío de guerra de litoral (LCS) que, altamente maniobrable y capaz de navegar en aguas poco profundas, puede acercarse a las costas enemigas para asestar golpes en profundidad. Poco antes, en abril, había entregado a la US Navy el primero de los 10 barcos de asalto anfibio de la nueva clase America, de donde incluso pueden despegar los aviones de guerra F-35 de Lockheed.

El frente espacial también trae excelentes noticias para el negocio de la guerra. El 10 de octubre General Dynamics hizo un ensayo de enlace entre un avión en vuelo sobre el Pacífico y una base en Estados Unidos con una capacidad de transmisión superior en 10 veces a la anterior a través del sistema satelital Muos, que cuenta con 4 estaciones terrestres –incluyendo una en la localidad siciliana de Niscemi.

El 14 de octubre la Marina de Guerra de Estados Unidos instaló el sistema de armas Aegis, de la firma Lockheed (ya instalado en 74 de sus navíos de guerra), en la base de Deveselu (Rumania), que se convierte así en la primera base terrestre (la segunda estará en Polonia) del «escudo» antimisiles de Estados Unidos en Europa dotada de un radar Spy-1 y de una batería de misiles Sm-3. El Pentágono asegura que esos misiles «no tendrán capacidad ofensiva sino que sólo interceptarán misiles balísticos lanzados desde países hostiles». También hace una clara referencia a Rusia, que tendría que confiar en la palabra del Pentágono cuando este último afirma que los misiles instalados en Rumania y Polonia no tendrán capacidades de ataque nuclear.

El 17 de octubre aterrizó en la base de Vandenberg (California), después de pasar 22 meses en órbita, el avión espacial robot X-37B, fabricado por Boeing. Lanzado al espacio por un misil, este avión de 9 metros de largo y 5 toneladas de peso, es capaz de regresar de manera autónoma. Aunque no se ha divulgado cuál sería su misión, hay razones para pensar que está concebido para destruir los satélites enemigos como paso previo al inicio de un ataque nuclear o incluso para llevar armas nucleares al espacio.

Vaciando de todo valor la promesa de la administración Obama de reducir el presupuesto militar, el Pentágono declara que, como «Estados Unidos tiene que seguir siendo capaz de proyectar su poderío en áreas a las que se nos niega acceso y libertad para operar, conservaremos una amplia panoplia de capacidades militares».

Y así seguirán engordando, con cientos de miles de millones de dólares provenientes de los fondos públicos, las billeteras de los patrones de la industria militar.

Il Manifesto / Red Voltaire

 

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