Tres despachos sobre Nuit Débout
El movimiento. Este viernes (6/5/16) es el 67 de marzo; al menos en Place de la République en París, donde desde el día 31 de aquel mes se reúnen –debatiendo en asamblea y en subcomisiones u organizando diferentes acciones– los integrantes de Nuit Débout (noche de pie). No es una ocupación sensu stricto: todo empieza en la tarde y dura hasta la medianoche o después (o hasta que la policía desaloje al último manifestante); al día siguiente, de nuevo (Counterpunch, 3/5/16).
¿Su catalizador? El proyecto de la ley laboral El Khomri –del apellido de la ministra de trabajo– que pretende reforzar el poder del capital y precarizar aún más la condición del mundo laboral, que desde principios de marzo desencadenó grandes protestas de los trabajadores (Página/12, 29/4/16), a los que se unieron los estudiantes. Pero, como subraya Frédèric Lordon –el economista político e intelectual público que acompaña al movimiento–, la idea de algo como OWS ['Occupy Wall Street'] y/o 15-M germinaba entre un grupo de jóvenes desde hace tiempo: “ya que el juego partidista-institucional estaba muy petrificado se necesitaba un movimiento diferente, ‘de ocupación’, donde la gente se reuniera sin intermediarios”.
La chispa fue el documental Merci patron (2015) –sobre ex trabajadores de una multinacional francesa (LVMH, Louis Vuitton) que tras su despido ganan la batalla a su antiguo patrón–, que a finales de febrero animó un debate y dio a luz la idea fundacional del movimiento: “la mejor manera de meter miedo a los de arriba es no irse a casa después de la manifestación, sino pasar la noche de pie” (Il Manifiesto, 12/4/16). Parecería que Nuit Débout detuvo el tiempo –su recurrencia y otro calendario ahondan esta sensación–, pero en realidad lo aceleró enormemente: algo se movió en un marasmo político en Francia.
La izquierda. Tormenta sin fin, desacreditación, fragmentación, polarización, algunos términos para hablar del (mal) estado de la famosa gauche de Francia. Después de que Hollande –el más impopular presidente de la historia (apenas 14 por ciento de aprobación)– presentara, junto con su gabinete del Partido Socialista (PS), una reforma laboral tan neoliberal que ni siquiera la derecha se atrevió a proponer, ya no quedan ilusiones (por si quedaban).
Pero –bien apunta Edwin Nasr– el resto de la izquierda no se ve mejor. Ayer los intentos de formar algún bloque contrahegemónico –por ejemplo, entre el Partido Comunista Francés (PCF/postestalinista) y el Partido de Izquierda (PG/ecosocialista)– o censurar las cada vez más derechistas políticas del PS (austeridad/seguridad/inmigración) han sido un fracaso; hoy ningún partido –incluidos el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA/ex-LCR [trotsquista]), Lucha Obrera (LO/trotskista) o Alternativa Libertaria (AL/anarco-comunista), casi todos con sus sindicatos– fue capaz de abrazar el momento: más bien diluían las protestas.
Y encima los viejos demonios de Stalin –el creciente discurso nacionalista de PCF y el culto a la personalidad del líder de PG (Mélenchon)– amenazan con jalar la izquierda al pasado (Counterpunch, 22/4/16). Pero este viaje tal vez ya se consumó: la situación de hoy emula curiosamente la de los 30, descrita por Walter Benjamin, que –desde sus posiciones únicas, aunque cercanas a Trotsky (Enzo Traverso, Benjamin y Trotsky: sobre una relación de afinidad electiva, en: Los Heraldos Negros, 10/8/15)– denunciaba al PCF por su estalinismo y al (infame) Frente Popular del socialista León Blum por sus políticas, con las cuales la derecha provocaría revueltas (Eiland/Jennings, W. Benjamin: a critical life, 2014, p. 567).
El despertar. Una de las ideas de Benjamin detrás de sus Pasajes –el inacabado estudio de efectos del boom capitalista en París del siglo XIX– era que el capitalismo nos durmió y que para entender lo que pasa necesitaríamos despertarnos: una doctrina esotérica –y parte de su método dialéctico de hacer historia– anclada en una cita de Marx: La reforma de la conciencia será posible sólo si el mundo se despierta del sueño sobre sí mismo (Pasaze, 2005, p. 514). Yendo en sentido contrario, Jonathan Crary, en su excelente libro 24/7: late capitalism and the ends of sleep (2013, pp. 133), analizando los destructivos efectos de la expansión del capital, argumenta que en el siglo XXI este más bien destruyó el sueño –para que pudiéramos trabajar/producir/consumir más– y que el sueño es subversivo e incompatible con el capitalismo 24/7.
Nuit Débout –un nuevo actor en la izquierda francesa (que sin embargo reproduce algunas de sus fallas...)– de manera novedosa (y dialéctica) reúne ambos enfoques: por un lado llama a despertar y recuperar el insomnio como herramienta de concientización (¡para hacer la revolución hay que estar despierto!), algo que resuena en palabras de Lordon en su primera asamblea: ¡Gracias El Khomri, Valls y Hollande, gracias! ¡Gracias por despertarnos de nuestro sueño político...!; por otro, su principal lema [g]rêve générale (huelga general), es un juego de palabras que significa también sueño universal (¡para hacer la revolución hay que soñar!).
Coda. Según la vieja anécdota, el premier chino Zhou Enlai, preguntado por el impacto de la revolución francesa, respondió: es demasiado pronto para decir.
De acuerdo con Slavoj Zizek –que gusta citarla en sus textos–, Enlai lo dijo en los 50, pero al parecer fue a principios de los 70 y no se refería a la Revolución de 1789, sino al... mayo francés de 1968 (FT, 10/6/11).
Sea como fuere, su espectro está presente hoy en:
a) las (viejas) palabras de Zizek: 1968 fue el momento en que murió la izquierda: el capitalismo se apropió de sus demandas y las incorporó en su marco; lo único rescatable de su legado es el vínculo estudiantes-trabajadores (Dziennik, 15/5/09);
b) las palabras de Lordon: no hay que desechar 1968 sólo porque su espíritu fue traicionado por unos cuantos, más bien rescatarlo; la juventud junto con los trabajadores es la pesadilla más grande del gobierno (Le Comptoir, 4/4/16);
c) las acciones del propio Nuit Débout –sobre cuyo impacto es (desde luego...) demasiado pronto para decir algo–, que rehúye enfrascarse en la política de demandas e insiste en que “hay que cambiar todo el marco."
@periodistapl