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Alternativa al neoliberalismo: socialismo identitario vasco
J. Ibarzabal (Licenciado en Derecho y en Ciencias Económicas)

Agrandes rasgos se pueden distinguir dos tipos extremos de orden económico:

1. Modelo capitalista. Una economía individualista sin intervención del Estado en los planes económicos de las empresas, caracterizada por la propiedad privada, el mercado y la libre competencia.

2. Modelo socialista. Economía centralizada con un plan económico establecido por el Estado, sin ningún tipo de propiedad privada.

Ninguno de estos dos modelos se ha aplicado a lo largo de la historia con plena pureza, y en la práctica se han combinado la planificación pública y la privada.

El dualismo económico del siglo XX, capitalismo/socialismo, se ha convertido con el estrepitoso fracaso del socialismo real en un monismo económico, representado por el neoliberalismo. Sus principios básicos son: intervención mínima del sector público; privatización de las empresas públicas; liberalización de la economía (desregulación); reducción del gasto público y de los impues- tos; economía libre de mercado: libre competencia e iniciativa privada, y globalización de la economía a nivel internacional, liberalizando los movimientos de mercancías y capital.

Es el llamado Estado mínimo, que propugna la desaparición progresiva del Estado de bienestar con mucho arraigo en Europa.

Esto es la teoría. Las cosas en la práctica funcionan de forma muy distinta. La intervención del Estado (del sector público) a través de la política de defensa y armamen- tística, de la infraestructura, de la ordenación del territorio, de la política económica en términos generales, de la política presupuestaria y del sistema impositivo, del I + D, de la formación, de las empresas públicas... sigue siendo muy intensa. De hecho, el gasto público de los países desarrollados representa el 40-50% del PIB.

Por otra parte, otro de los principios sagrados del neoliberalismo, impulsar el protagonismo del mercado y de la libre competencia, no es en numerosas ocasiones más que un deseo, ya que la práctica del sector público y de las multinacionales es muy distinta. Ambos sectores, con un peso muy importante en el devenir económico nacional e internacional, no se caracterizan precisamente por la práctica del libre mercado, de la libre competencia, sino más bien por su comportamiento monopolístico y oligopolístico. Esto supone la práctica de mercados imperfectos y ejercer una influencia decisiva en la determinación de los precios. Nada que ver pues con la tan cacareada libre competencia.

El panorama económico a nivel mundial es desolador. El fracaso del socialismo real y la pujanza del neoliberalismo económico bajo la batuta de los EEUU, ha provocado un desarrollo económico espectacular proporcional al deterioro del medio ambiente, y una concentración de la renta y de la riqueza cada vez más intensa. En Occidente las altas tasas de paro, la precariedad en el trabajo y los ataques contra la protección social muestran el rostro inhumano del capitalismo, que practica un neocolonialismo depredador con los países del tercer mundo (deuda externa, caída del precio de las materias primas, relación real de intercambio cada vez más desfavorable...)

No resulta fácil presentar una alternativa económica viable y creíble al neoliberalismo (aplicado también con entusiasmo por las autoridades vascas) en esta época de letargo ideológico y después del reciente batacazo del socialismo real. Por ello ofrece especial interés el documento base sobre Política Económica y Social presentado por la izquierda abertzale en el reciente proceso Batasuna. Su objetivo es crear una sociedad más justa y progresista que la actual, mediante el reparto de la riqueza y de la renta, el reconocimiento efectivo de los derechos de la mujer, la mejora de la calidad de vida de las capas populares, la consolidación y mejora progresiva de la protección social. En suma, una economía al servicio de la persona y no a la inversa.

Los ejes principales de esta alternativa son:

­ Una planificación central vinculante para el sector público y orientativa para el sector privado, que establezca las directrices para un desarrollo sostenible, coherente con las necesidades so- ciales y medioambientales.

­ Un sector público fuerte, eficaz, honrado y transparente con un control efectivo de los sectores básicos de producción (banca, electricidad...), apoyado por empresas públicas estratégicas.

­ Objetivo concreto del sector público. Diseñar un sector primario (agricultura, pesca, silvicultura) moderno, y un sector industrial que abarque las industrias tradicionales y su diversificación, mediante el impulso de actividades productivas nuevas de alto valor añadido, con el soporte de I+D y formación adecuada. Por lo que se refiere al sector terciario, se hará hincapié tanto en los servicios públicos (sanidad, educación, transportes públicos...) como en los privados (conexos a la industria, distribución, transporte, turismo...) La interacción óptima entre el sector terciario y el ocio activo tiene una importancia crucial, teniendo en cuenta la proyección de la pirámide de vida para las próximas décadas.

­ Utilización del mercado y de la libre competencia, cuando sea posible y favorable al interés de las capas populares.

­ Impulso de la economía social (cooperativas).

­ Política presupuestaria y fiscal progresista.

­ Descentralización máxima en los organismos locales y concretamente en los ayuntamientos.

­ Sí a la Europa de los pueblos, y no a la Europa de los estados diseñada en Maastricht.

­ Tercer mundo. Relaciones comerciales internacionales basadas en el justo precio, y no en los precios impuestos por el abuso de poder de las multinacionales.

En la página 3, punto 1, del mencionado documento «Consecuencias de la política neoliberal y de la globalización. Realismo actual» hay un par de párrafos de gran calado ideológico que transcribimos literalmente a continuación: «...Hoy se puede afirmar que la necesidad de la intervención estatal en una economía tan compleja como la actual, es transideológica, que no depende de las ideologías. El auténtico debate a nivel ideológico no es pues intervención sí, intervención no, sino a favor de quién se realiza esta intervención: a favor de las clases adineradas o de las clases populares. Esa es la verdadera cuestión. Lo demás son sólo fuegos de artificio en los que la cúpula del capitalismo protagoniza el papel, con gran regocijo por su parte, de defensor del mercado libre, cuando nada hay más lejos de la realidad».

«Por otra parte, conviene no satanizar el mercado en el proceso económico. Habría que distinguir entre un mercado que en determinadas circunstancias puede ser bueno para los intereses de las clases populares (¿a quién se le ocurriría, por ejemplo, en Euskal Herria nacionalizar los restaurantes con menús populares, las pequeñas y medianas empresas...?) y entre un mercado imperfecto (monopolios y oligopolios) donde en numerosas ocasiones es aconsejable la intervención estatal. El socialismo remozado debe asumir y utilizar cuando sea preciso términos como mercado, competencia, productividad... dotándoles de un profundo sentido social, ya que no son patrimonio exclusivo de nadie».

La asunción del sector público transparente y del mercado en determinadas circunstancias, dota a la alter- nativa de potencialidad para llegar a un destinatario mayoritario en la población de Euskal Herria: trabajadores manuales, profesiones liberales, gestores autónomos de pequeñas y medianas empresas... que serían los beneficiarios si esta alternativa se llevara a la práctica.

En el documento base descrito se denomina a esta ordenación económica «socialismo identitario», ya que pretende conservar la parte más importante del acervo socialista, adaptándolo a nuestra idiosincrasia, a nuestra forma de ser y a nuestras aspiraciones de crear un Estado vasco independiente, soberano y moderno.

Gara

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