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Mundo, Mundo :: 28/10/2015

Paraguay: Los seis presos políticos de Tacumbú

Raúl García y Vanessa Pérez

En una siniestra cárcel de Asunción, Paraguay, llamada Tacumbú, cumplen condena seis campesinos por un delito que no cometieron. Nosotros tuvimos el privilegio de conocerlos. Y decimos el privilegio porque haber conversado en varias ocasiones largo y tendido con estos gigantes es como entrar en una universidad de la que uno sale sin títulos pero ideológicamente más fortalecido.

Agustín Acosta, Roque Rodríguez, Simón Bordón, Arístides Vera, Basiliano Cardozo y Gustavo Lezcano son conocidos como Los Seis Campesinos del Paraguay. Fueron condenados a 35 años de cárcel de los que ya han cumplido nueve años y ocho meses, sumando los períodos de prisión en Argentina y en Paraguay. La querella sostuvo la presunta culpabilidad a partir de una supuesta reunión del comité político del partido Patria Libre en 2005, donde según la fiscalía se decidió el asesinato de Cecilia Cubas.

El 21 de septiembre de 2004, la hija del expresidente de la Nación, Raúl Cubas, es secuestrada. El 16 de febrero de 2005 fue encontrado su cadáver. En un primer momento fue uno el imputado, Osmar Martínez, en enero de 2005. Luego esta persecución se extiende a la militancia del partido Patria Libre. En mayo imputan a seis más, que luego pasan a ser ocho. Transcurrido un año en esta situación y dada la poca confianza que depositan en la justicia paraguaya, deciden pedir asilo político a varias embajadas: España, Bolivia, Argentina, México y Venezuela. El embajador de Argentina en Paraguay les recomienda que pisen suelo argentino y pidan asilo político. Dos de ellos van a Bolivia. Los seis optan por Argentina. Se equivocaron, pero lo sabrían más tarde. Demasiado tarde. Les conceden refugio político precario, condición en la que permanecen durante tres meses. “Un día fuimos a sellar a la oficina del CEPARE, la encargada de conceder el refugio y nos detienen a tres de nosotros. En el acta de detención apareció que fuimos detenidos en la calle”. Los otros tres son detenidos en sus casas. Después de estar presos les hacen firmar la denegación del refugio. “Decía el Che que no hay que subestimar ni sobreestimar al enemigo. Nosotros lo subestimamos”.

Pasan dos años y siete meses en cárceles argentinas. Pero la madre de Cecilia Cubas, la hoy senadora Mirtha Gusinky, viajó al país vecino para hacer campaña contra Los Seis, reuniéndose con Aníbal Fernández y presionando para que los extraditen a Paraguay. El mismo día que asume Lugo en Paraguay, ante la amenaza de extradición, inician una huelga de hambre que duró 68 días, reclamando el refugio. “No a la extradición, sí al refugio era el lema”. En octubre de 2008 se decide la temida extradición. El pasado 23 de octubre se han cumplido siete años de este hecho. “Nos trajeron el 2 de diciembre. La Corte Suprema de Justicia argentina es la que toma la decisión”. Llegan a Paraguay e ingresan en Tacumbú, donde permanecen hasta la fecha.

El juicio comienza en marzo de 2012, estando presos, ya con un trato de culpabilidad. “Nos condenan en julio, unos días después de que Lugo fuera destituido. Los de la querella, los fiscales, la madre, todos se felicitaban entre ellos cuando fuimos declarados culpables”. Con el país conmocionado ante el reciente golpe de Estado, en medio de un juicio plagado de irregularidades, son condenados a 25 años más 10 de aseguramiento.

“En enero fue la reunión en Caguazú. Se dijo que en esa reunión se decidió la muerte de la joven. Pero nosotros éramos dirigentes de base. ¿Cómo nosotros íbamos a decidir una cosa así? Además, nunca estaríamos de acuerdo con tal decisión. Allí se trataron los temas que aparecen en el acta de esta reunión”.

Nos hablan del gran trabajo de la fiscalía para que todos fueran condenados como autores intelectuales. Son muchas las anomalías del planteamiento que sostiene la querella. El equipo forense dijo que llevaba muerta 60 días, lo cual desmonta la hipótesis de que en la reunión del 13 de enero se decidiera su muerte. “Pero todo eso no sirvió en el juicio”. Todas las pruebas para condenarlos se basan en un testigo que cambia su declaración hasta en tres ocasiones. Dionisio Olazar, testigo que a pesar de participar en la supuesta reunión curiosamente es indultado. ”Este testigo dio una entrevista en TV donde dijo que según su investigación murió en Navidad y según él Omar es el que decide todo. Esa era la defensa nuestra. Pero luego cambió toda su declaración. Hoy es asalariado de la fiscalía, con un sueldo mensual”.

“Hubo un supuesto guerrillero arrepentido que vino con la cara tapada, testificó sentado de espaldas. Pero él no reconoció a ni uno. Nos acusó de ser el Comité Político, según la fiscalía, el grupo decisor. De cualquier boludez ellos hacían un monumento”. “Ya ven, en Paraguay existen presos políticos”, comentan. “Nuestra lucha es política. Fuimos condenados de cualquier manera”. Hoy llevan cumplidos nueve años y ocho meses considerando el tiempo de prisión de los dos países, pero la justicia paraguaya no les reconoce el período que pasaron en Argentina. “Se dijo que estábamos en hoteles. Pero estábamos en cárceles de máxima seguridad”. Hoy se encuentran en prisión preventiva, porque la condena no es firme, a la espera de respuesta ante la apelación. “Eso no puede ser democráticamente. La presunción de inocencia es lo que más consagra el Estado de derecho democrático. Pero en nuestro caso ha sido violado”.

“Dicen que somos más peligrosos que las FARC, que todas las organizaciones del mundo. Así consta en la causa. Nuestros orígenes son campesinos, pueblerinos. Les resulta extraño que nosotros pensemos. ¿De dónde saca esta gente el razonamiento?, piensan. Nuestra universidad es la necesidad. La oligarquía es nuestra maestra. Ellos nos obligan a pensar y nos enseñan. En toda sociedad capitalista el enemigo es aquel que piensa”. Cinco de Los Seis Campesinos pertenecían a Patria Libre, un partido político vinculado al cristianismo de la teología de la liberación, creado a principios de los 90.

“Patria Libre logró afiliar a 17.000 jóvenes. Teníamos iglesias, capillas, asentamientos… ahí comienza el seguimiento”. “Se estaba enseñando una revolución diferente, que atendiera a los pobres. Nuestro único delito es practicar otra educación. Éramos dirigentes campesinos, y nos dedicábamos a la formación. Aquellos que se toman el coraje de enseñar y de luchar son peligrosos y o bien acaban muertos o bien en la cárcel”. Roque Rodríguez, en cambio, no era de Patria Libre, sino del Movimiento Agrario Popular. “Yo era dirigente gremial importante. Ellos lo sabían. A mí me metían en el proceso continuamente. La fiscalía para justificar la condena sacó lo que le interesaba, una filmación sin audio que ruló por la prensa. Fue un montaje, pues en esa reunión se trataban temas de salud. Manipularon mucho”. “Como decía el Che, si nos preguntan nuestros hijos por qué estamos así, que no les digamos: porque no luchamos. Luchamos, pero nos derrotaron. Prefiero decir eso a que no luchamos. Tenemos la idea bien clara. No estamos arrepentidos”.

Son muchos y amplios los temas que tratamos durante las visitas a la cárcel en nuestra estancia en Paraguay. Durante horas conversamos de su situación, de la desigualdad, de la importancia de la formación política, de las dirigencias, de Marx, de cristianismo y teología de la liberación, de lucha de clases, de Bolivia, Venezuela, Cuba. A pesar de lo contradictorio y complicado de visitar un lugar como la cárcel de Tacumbú, cada día de nuestras nueve visitas a esta cárcel salimos más fortalecidos. La fuerza que transmiten con sus ideas es contagiosa. Estos hombres son por encima de todo unos educadores. Uno pronto descubre en ellos una fuerte vocación de formadores. No pueden hablar sin enseñar. “Nosotros enseñábamos que existe otro tipo de sociedad, de enseñanza, otra sociedad más justa, más humana, donde no haya más esta marcada diferencia entre ricos y pobres. Ahí es cuando te encasillan como peligroso”. “Cuando el delito es político sí o sí se paga. La condena nuestra es ejemplificadora”. “Si te vas a la plaza puedes gritar, puedes escribir libros, hablar en los medios, decir ciertas cosas, pero cuando empiezas a crear recetas, accionar, ahí comienzan a tomar represalias”.

“Hemos perdido todo. Hemos dejado nuestros proyectos personales. Hemos abandonado las comodidades de nuestras casas. Seguimos resistiendo. Estamos haciendo historia junto al pueblo. Hemos llegado a otros países, por eso están ustedes acá y ha llegado gente de otros lugares acá. Saber que otros conocen nuestra lucha gracias a nosotros nos motiva”. Uno de los abogados del caso, Francisco Benítez, de CODEHUPY, nos comenta que la principal dificultad de Los Seis se llama Mirtha Gusinky y Enrique Baqueta.

No parece descabellado afirmar que Mirta Gusinky, madre de Cecilia Cubas, utilizó el caso de su hija para hacer carrera política. Hoy es senadora. La presión que durante todo el caso ejerció sobre los tribunales fue brutal. Enrique Baqueta, mano derecha de Mirta, dependía del juicio de Los Seis para conseguir su trozo del pastel. Meses después de la condena, asume también como senador. Hoy, la presión que siguen ejerciendo estos señores del mafioso Partido Colorado, es, según Benítez, el principal escollo para nuestros campesinos. Para que el lector ajeno a la realidad paraguaya se haga una idea de cómo se las gasta la señora Gusinky, que paradojas de la vida presidió la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara Alta, reproducimos unas palabras que pronunció refiriéndose al grupo guerrillero EPP, manto bajo el cual se criminaliza hoy a gran parte de la dirigencia social: “Una vez que hemos identificado a través de radares o de medios tecnológicos dónde están ellos, vamos a tener que tirar bombas o granadas y seguramente cuando los matemos a ellos va a tener que morir gente inocente”. Sobran las palabras. Según Benítez, es crucial llevar el caso a una instancia internacional. “Acá los jueces no son imparciales. La justicia no es independiente”, afirma el abogado.

“Hay una apelación a la condena de 35 años. Ahora aprobaron una ley de ejecución penal. Pero es muy difícil. Dependería de la presión de las organizaciones internacionales”, comenta uno de Los Seis. Cuando se reciba la contestación a dicha apelación, en caso de ser negativa, el siguiente paso será llevarlo a instancias internacionales. Cualquier observador objetivo de la realidad que analice un poco la historia más reciente de Paraguay, no podrá dejar de concluir que el caso de los seis campesinos es uno más de los procesos que se encuadran dentro del marco de la criminalización de la pobreza, la criminalización de la dirigencia y la lucha social. Lo mismo ocurre con el caso Curuguaty, hoy en el candelero mediático debido a la actualidad de su injusto proceso, así como el de los seis, un juicio más político que civil. Lo mismo ocurre con los más de 115 campesinos asesinados desde la restauración de la supuesta democracia, de la mano de las fuerzas de seguridad y de matones mercenarios de los grandes terratenientes. No son casos aislados. El problema y el origen es el mismo: la concentración de la riqueza en manos de una minoría de carácter oligárquico que opera de la mano del neoliberalismo mediante la alianza con las grandes transnacionales del agronegocio. Por no hablar de la mafia del narcotráfico: “Vivimos en un país donde domina la narcopolítica, narcooligarquía y hasta narcoeconomía”, comenta uno de Los Seis Campesinos.

El escaso control y la elevada corrupción convierten a Paraguay en un país muy atractivo para el narcotráfico. Es el primer productor de marihuana en Suramérica y el segundo a nivel mundial, además de ser la ruta por la que pasan grandes cantidades de cocaína que acaban en el mercado estadounidense y en el europeo. Este poder "narcooligárquico" que sigue haciendo y deshaciendo a su antojo de la mano del monstruo del agronegocio se muestra con cifras pavorosas. Paraguay es el país más desigual del mundo en cuanto a concentración de la tierra. Según el censo agropecuario de 2008, el 2,6 % de los propietarios concentra el 85 % de las tierras, mientras que el 91 % de los campesinos dispone del 6 % de la superficie agrícola.

No olvidemos que hablamos del último país de América Latina en haber sufrido un golpe de Estado por medio de un juicio político a Fernando Lugo, retomando así el poder la derecha más rancia y perversa, el Partido Colorado, fiel heredero de las formas dictatoriales de Alfredo Stroessner. La justicia en Paraguay no solo no goza de independencia política con respecto a los otros poderes, sino que su miseria se muestra con la evidencia del poder más autoritario y nauseabundo. Pero el caso de Los Seis Campesinos ya no dispone de la necesaria presencia mediática, mínimo imprescindible para volver a tener posibilidades de que se haga justicia. Por este motivo, como observadores internacionalistas y a petición de ellos hacemos un llamado internacional para no dejarles de lado, para defender su derecho a un juicio justo, para defender su inocencia y su causa que no es otra que la de tantos hombres buenos que quieren un mundo más justo y hacen algo por ello, un Paraguay verdaderamente libre de oligarquía e intereses rapaces, una tierra para el que la trabaja, para los campesinos, para los suyos.

A quien le quepa alguna duda o tenga la curiosidad de comprobar la grandeza de estos sabios campesinos, no tiene más que acercarse a la cárcel de Tacumbú, en Asunción, y conocerlos. No solo ellos lo agradecerán enormemente, también la maltratada palabra justicia, en Paraguay mancillada. Por desgracia la justicia no es un ente que con su halo inmaculado ejerza su voluntad liberadora independiente de las mujeres, hombres e instituciones que se encargan de aplicarla. Y en Paraguay los hombres y mujeres que gozan de poder en las instituciones son de una casta rancia, oligárquica y corrupta que huele demasiado a podrido. De modo que mientras no hagamos algo para que se haga justicia, nos encontraremos en un eterno círculo vicioso, porque en una siniestra cárcel de Asunción, Paraguay, llamada Tacumbú, cumplen condena seis campesinos por un delito que no cometieron. Nosotros tuvimos el privilegio de conocerlos.

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