Venezuela: Repensar el poder popular
Una noticia circula desde hace días por algunas redes y páginas: la Comuna Negro Miguel ocupó una hacienda abandonada, perteneciente a un ex alcalde y militar chavista. El panorama que encontraron al entrar fue desolador, en lo económico y político. De 350 cabezas de ganado solo quedaban 26 vivas, enfermas, desnutridas, las demás habían muerto o sido ilegalmente llevadas a otras partes. Las maquinarias del Estado estaban en abandono, así como la vaquera, el galpón de gallinas, los pastizales, y la casa, hecha con materiales de la Gran Misión Vivienda Venezuela.
El motivo de la recuperación de las tierras fue sencillo: ponerlas a producir. No en cualquier momento, sino en este principio del 2017, donde Venezuela se encuentra inmersa en una crisis desatada por los hilos del poder económico concentrado, tanto nacional como trasnacional. Una situación que lleva tres años, y ante la cual la principal consigna del chavismo ha sido dejar de lado el rentismo petrolero para transforme en un país productivo.
La primera reacción de la institucionalidad fue oponerse a la recuperación de tierras. Se acusó a los comuneros de falsos campesinos, se los amenazó con quitarles tierras ya ganadas, se los empujó, esposó, intimidó. Con el paso de los días -van trece- la negociación avanzó, no sin dejar de lado incursiones policiales por la noche. Resulta todavía difícil saber en qué desembocará la pulseada. Los comuneros contaron desde el principio con el apoyo de otras comunas cercanas, que les acercaron cuerpos, semillas y tractores. Eso les permitió avanzar.
La medida tomó por sorpresa a una institucionalidad desacostumbrada a la presión popular, menos aún a la acción directa, autónoma. El hecho de que fuera contra un chavista, militar, abrió grietas en la dirección, obligó a definir para un lado o para el loto otro: a favor de una recuperación legitima o de un actor a todas luces corrupto. Para muchos en cambio, cansados de un burocratismo aplastante, lo sucedido trajo una bocanada de aire fresco junto con preguntas. ¿Cuándo fue la última vez que tuvo lugar una toma de este tipo? ¿Por qué no existen iniciativas como esta en varios puntos del país?
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La situación, tanto al interior del chavismo como en relación a la derecha, sería diferente con una presión de las bases organizadas. La correlación de fuerzas podría modificarse a través de acciones contra empresarios acaparadores, latifundistas, sectores corruptos del gobierno etc. Con coordinación estatal, relativa autonomía, o autonomía total. El hecho de que el proceso de la Comuna Negro Miguel sea una excepción lleva a interrogarse sobre las características del poder popular en Venezuela, sus potencias y techos.
Lo primero a resaltar es que existe una inmensa trama de organización popular en todo el territorio. No es casualidad: una de las claves de la estrategia de Hugo Chávez fue llamar en permanencia a la gente a organizarse. Tanto para resolver problemas reivindicativos -como el acceso al agua corriente o los títulos de tierra- como para poner en pie los autogobiernos comunales. Sin protagonismo popular no era ni es posible construir la democracia participativa y protagónica, sin esa democracia no hay ruptura del orden dominante, construcción de un nuevo modelo de sociedad.
El saldo de ese llamado constante durante años es visible. En los barrios populares, pueblos del interior, zonas campesinas, existen consejos comunales, comunas, colectivos juveniles, de mujeres, de motorizados, unidades de producción familiar, empresas de propiedad social, agrupamientos de productores, radios comunitarias, comités locales de abastecimiento y producción, etc. En diferentes cantidades y con niveles de acumulación dispares. La excepción es que no exista ninguna forma de organización -eso sucede en zonas de clases medias, y sobre todo medias altas y altas.
Algunos elementos ayudan a analizar las características de esta trama. En primer lugar, que casi todas sus expresiones son locales y sectoriales. En segundo lugar, que la mayoría nacieron pidiendo financiamiento estatal -la lógica del proyecto- o directamente impulsadas por iniciativa del gobierno. En tercer lugar, que las relaciones entre estas experiencias son muy inferiores al relacionamiento con el Estado. En cuarto lugar, que presionar/tensar al gobierno y las instituciones, no fue parte de la cultura política creada en los años de chavismo. Por último, que estas organizaciones lograron muchas veces emerger como fuerza social, económica, pero no política.
Esto se combina con otro factor: casi no existen movimientos sociales/populares con desarrollo nacional, en varios sectores, con base organizada, trabajo de comunicación, relaciones internacionales, presencia institucional, que se plantee construir un bloque de fuerza, disputar poder al interior del chavismo etc.
Esa son las formas que tomó el poder popular luego de años de una sociedad movilizada, politizada, en permanente ensayo organizativo. Adecuada para la etapa y arquitectura de fuerzas anterior -los años con Chávez al mando-, insuficiente en este momento. El proceso revolucionario demanda más. Necesita, por ejemplo, acciones como los de la Comuna Negro Miguel que incomodan a sectores corruptos, muestran que los que parecen intocables no lo son, que aún entre las adversidades se puede y se debe avanzar, que la voluntad, la épica y la moral pueden recomponerse desde iniciativas concretas de luchas. ¿Será la chispa que se multiplique?
La trama de organización popular está ante nuevos desafíos: ser, además de un actor social y económico, actor político, articular fuerza autónoma, avanzar donde se pueda sobre el enemigo histórico, disputar al interior del proceso, dialogar con la dirigencia a través, por qué no, de medidas de calle. ¿Cómo hacerlo, con qué estrategias? Es una respuesta a construir en colectivo. Las preguntas sirven a veces para caminar. Y el tiempo -al contrario de lo que dice la poesía- no está después, el tiempo está ahora.