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Estado español :: 24/10/2006

Somos libres; obispos sin fronteras

Abel Ortiz
Que el nazipapa, tras el descalabro de la visita a Valencia, cese a Navarro Valls, cortando la cabeza al opus dei solo unos días después de hacer lo propio con Maciel y los legionarios de cristo, devolviendo el poder en el Vaticano a los jesuitas, solo puede entenderse como un estoconazo en el morrillo de quienes pretender ser más nazipapistas que el nazipapa

Eduardo Haro Tecglen, que por estas fechas hace un año nos dejó huérfanos de las mejores columnas del periodismo ibérico, solía escribir que nunca hay que dejar de leer ningún periódico, de oír una radio, de ver una televisión; siempre se aprende algo.

Don Eduardo, un santo republicano, conocía el paño de la prensa cavernícola desde su más tierna infancia y soportó hasta el final, más dionisiaco que estoico, al vociferante coro de los cristofascistas sin complejos.

Arrecian los propagandistas católicos, los ex ministros ladrilleros, los periodistas con piscinas llenas de orín, los obispos perseguidos por la horda roja, en su campaña por salvar el culo. Tienen miedo, hacen bien.

Que unos días después del "forumazo" los obispones nombren a Coronel de Palma como "el jefe" de la cope, solo puede interpretarse como un enroque in extremis.

Que el nazipapa, tras el descalabro de la visita a Valencia, cese a Navarro Valls, cortando la cabeza al opus dei solo unos días después de hacer lo propio con Maciel y los legionarios de cristo, devolviendo el poder en el Vaticano a los jesuitas, solo puede entenderse como un estoconazo en el morrillo de quienes pretender ser más nazipapistas que el nazipapa.

La derecha en vías de civilizarse, representada por el País, la ser y similares, más inteligente, asquerosamente pragmática, Orteguiana, juega al escondite con su clientela habituada a encontrar una brizna de información entre montañas de propaganda, suplementos de moda y anuncios de marcas caras.

El escamoteo de la información sindical, el goteo de artículos con intención de ser "torna" en el asunto de la memoria histórica, el silenciamiento de las noticias adversas, el desprecio olímpico por la izquierda que no come caviar, además de irritantes, son, se pongan como se pongan, tics elitistas y complejo de superioridad.

Eduardo Haro fue proscrito en su propio periódico, el País, por rojo, a una inencontrable esquina en una de las últimas páginas. Miles de personas empezaban la lectura del diario por el final. El maltrato de la dirección, el ninguneo, la condena al ostracismo, se la saltó Haro con su talento y nos hizo llegar su saber a través, y a pesar, de juntas directivas, accionistas, patrones y amos. Y lo que nos enseñó, columna a columna, libro a libro, no se olvida tan fácilmente.

El nueva lema publicitario de los obispos en su emisora, somos libres, invita, sobre todo a la risa. Escuchar a los cristofascistas hablando de libertad es como oír a Onassis disertar sobre la pobreza. Se desmorona el imperio de los últimos de Filipinas.

La derecha más rastrera se reboza en su propia mierda, por fin. Ya están bastante cocinaditos. Paciencia y barajar. Dorar en aceite hirviendo, quitar los pelos del bigote, añadir perejil y servir en frío. Acompáñese con una sidrina. Se recomienda eructar a favor del viento.

abelortiz.blogspot.com

 

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