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EE.UU. :: 23/11/2018

Mike Davis no se equivocó: Que arda Malibú

Gustavo Arellano
"Soy un infame por sugerir que la gente no tendría que pagar ni un céntimo para proteger mansiones en lugares que inevitablemente van a arder cada 20 o 25 años"

Durante el periodo de incendios, pienso siempre en Mike Davis, autor de uno de los ensayos —perdonen el juego de palabras— más incendiarios en los anales de las letras del Sur de California: “Razones para dejar que arda Malibú” [“The Case for Letting Malibu Burn.”]. Vuelvo a este capítulo de su libro “Ecology of Fear” cada vez que aúllan los vientos de Santa Ana y huyen millares de personas de furiosas hogueras, un ritual que solía sucederse cada dos años, pero que ahora parece producirse cada dos meses.

“Razones para dejar que arda Malibú” es una dinamo de energía de historia, ciencias, análisis marxista…y de una cierta dosis de provocación. Su argumento principal es que los californianos meridionales nunca van a aceptar que el fuego no es sólo algo corriente por aquí, sino que forma parte de la ecología nuestra y que se remonta siglos atrás. Gastar millones en salvar casas en zonas que nunca debían haberse destinado a vecindarios y cables de alta tensión no es sólo una locura, sino que supone un despilfarro de recursos públicos.

Esta vez, conforme ardía California de norte a sur, me puse en contacto con Davis, hoy profesor emérito en el campus de Riverside de la Universidad de California. Conocido sobre todo por su doble revés contra el excepcionalismo de Los Ángeles: City of Quartz [Ciudad de cuarzo: Arqueología del futuro en Los Ángeles, (Lengua de Trapo, Madrid, 2002)], de 1990, y Ecology of Fear [Control urbano: la ecología del miedo (La llevir-Virus, Barcelona, 2001)], de 1998. Esos libros hacían que Los Ángeles de “Chinatown” pareciera tan siniestro como Mayberry [barrio de una serie televisiva norteamericana caracterizado por tener sólo población blanca].

Las historias de Davis de racismo, pobreza, corrupción y otros pecados — respaldadas por copiosas notas a pie de página — inspiraron a una generación de historiadores y escritores radicales, incluido el que subscribe. Sacó de quicio a su vez a un ejército de detractores que tanto odiaban sus avisos apocalípticos que ridiculizaban todo, desde su erudición académica a sus matrimonios, pasando por el hecho de que había nacido en Fontana [en el condado californiano de Fontana].

Pero conforme pasan los años, las sombrías palabras de Davis se leen más como revelaciones que como diatribas. Tal como sostenía él, construimos cada vez más dentro de cañones y laderas de las colinas, animando a la Madre Naturaleza a atizarnos su mejor mazazo…y luego nos sentimos conmocionados cuando va y lo hace.

El incendio de Woolsey ya ha calcinado más de 96.000 acres de los condados de Ventura y Los Angeles, destruyendo 435 estructuras en Malibú y otras ciudades. Se trata para la ciudad playera de otro “incendio del siglo”.

“Puede que hace diez o veinte años uno se quedara en su casa cuando había un incendio y fuera capaz de protegerse”, declaraba el jefe de bomberos del condado de Ventura, Mark Lorenzen, durante una rueda de prensa este fin de semana.“Estamos entrando en una nueva normalidad. Las cosas no son como eran hace diez años”.

Dicho de otro modo, hoy vivimos en el mundo de Mike Davis. Ha ascendido al panteón de autores visionarios del Estado Dorado [Golden State], como Helen Hunt Jackson, Upton Sinclair y Carey McWilliams, que nos ofrecieron un espejo que hemos ignorado con los riesgos consiguientes para nosotros.

“Razones para dejar que arda Malibú” describía Malibú y otras opulentas ciudades creadas en el quinto infierno por “amor a la Naturaleza al aire libre o a lo rústico de la frontera [del Oeste]”, pero más bien como “bosquecillos de privacidad” contra las clases trabajadores de Los Ángeles y la gente de color.

Habilitamos esta huida de los blancos a las montañas, argüía, no sólo al permitir la urbanización donde no debería haber ninguna, sino subvencionando también a los afectados inevitablemente por los incendios, en forma de seguros baratos contra el fuego y escuadrones de servicios de emergencia desplegados las 24 horas del día al mínimo atisbo de rescoldo.

Revisó todo un rosario de fuegos de Malibu en el último siglo, concluyendo con el incendio de Old Topanga en 1993, que consumió cerca de 18,000 acres, pero destruyó 323 estructuras. Añádase el cambio climático, advirtió Davis en una versión de su ensayo que apareció en Los Ángeles Weekly, y la catástrofe “señalaba un recrudecimiento en el peligro del fuego, si no en el verdadero surgimiento de un régimen de incendios nuevo y post-suburbano”.

Y casi exactamente veinticinco años después, aquí estamos otra vez.

El trabajo de Davis sobre las llamas de Malibú ha envejecido mejor que las críticas al mismo. El especialista en estudios urbanos de la Chapman University, Joel Kotkin, afirmaba, por ejemplo, en los años 90 de Ecology of Fear que “en lo esencial es un atraco a Los Àngeles” y que “trata de cosas repugnantes”. Pero para 2007, Kotkin declaraba al Economist, en un artículo sobre los incendios de ese otoño que sembraron el caos de San Diego a Santa Bárbara, que la Naturaleza “posee todavía mucho poder” en las zonas antes no holladas en las que construimos viviendas, que es con lo que lidiaba Davis en todo momento.

Luego tenemos al antiguo agente inmobiliario Brady Westwater, que se reinventó como propagandista del centro de Los Ángeles. Durante años no se pudo escribir sobre Ecology of Fear sin mencionar a Westwater, que acosaba a los reporteros con tochos y diatribas sobre los errores, reales o supuestos, de Davis, hasta que la prensa empezó a citarlo como un crítico legítimo.

En su propio ensayo de 1998 (cuyo título describía a Davis como “un mentiroso que quiere engañar deliberadamente”), Westwater predecía que en Malibú “el daño por incendio irá disminuyendo con los años” gracias a una mejor infraestructura y a viviendas mejor construidas. Del desastre de Old Topanga declaró simplemente: “Esa clase de incendio nunca se volverá a producir”.

Y sin embargo, aquí estamos de nuevo.

Davis sigue siendo persona non grata en Malibú, desde Neptune’s Net [restaurante de mariscos] a la Pepperdine University. Los malibuenses se tomaron “Razones…” como un ataque directo a sus creencias y su modo de vida.

Davis no experimenta ninguna satisfacción al ver una vez más que sus análisis se verifican. Pero el autor, que se recupera de un cáncer, se reafirma en lo que escribió.

“Soy un infame por sugerir que el común de la gente no tendría que pagar ni un céntimo para proteger o reconstruir mansiones en lugares que van inevitablemente a arder cada 20 o 25 años”, me dijo. “Y mi opinión no ha cambiado”.

Los Angeles Times. Traducción: Lucas Antón para Sinpermiso. Extractado por La Haine

 

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