La posibilidad de una guerra mundial desencadenada por Occidente constituye el límite del pensamiento. La autoextinción humana pone un punto final a las especulaciones teóricas y, por lo tanto, se habla de las guerras ya evidentes: las geopolíticas, las sociales, las económicas, etc.
No obstante, estás guerras tienen como encuadre último de la posibilidad, por ahora virtual, de un conflicto que se constituya en la producción del desastre. En cierta forma las distintas guerras occidentales presentes en la geografía mundial tienen como sobredeterminación la posibilidad efectiva de lo incontrolable.
En este panorama se impone una pregunta inevitable: ¿Cuál es el núcleo de sentido último de la guerra?. La primera respuesta es lo que se denomina Voluntad de poder, una instancia que requiere que el nihilismo se apodere de toda la realidad, salvo el exterminio del enemigo.
Pero se deben añadir dos factores que siempre permanecen más ocultos, la manera en qué la pulsión de muerte ha contaminado los discursos sociales y las luchas de clases que permanecen sin articular. Voluntad de Poder, Pulsión de muerte y Lucha de clases constituyen la tríada que se expande en la marea de la posible Guerra.
Desentrañar el lugar, los distintos lugares en que estas tres instancias se reparten es una tarea por venir. No hay que olvidar que finalmente estos tres factores esenciales de la guerra son los que determinan que toda guerra es finalmente una guerra de dominación. Aún cuando subsistan algunos sobrevivientes que peleen los unos con los otros.
Solo una ideología, que condense el amor sin objeto con un deseo más allá de la pulsión, podría dar lugar a una política que desvíe de la guerra.
CALPU