Principal |
Argentina :: 24/04/2025

Nosotras, las más pobres: feminización de la pobreza en la era Milei

Fabiana Fuentes
Desde los feminismos y transfeminismos populares lo venimos diciendo hace rato: la pobreza tiene cara de mujer

Somos las que sostenemos la vida cuando todo se derrumba. Las que paramos la olla, hacemos la fila en el comedor, cuidamos a lxs pibes, buscamos changas, vendemos lo que podemos. Las que trabajamos por monedas, las que estamos en la economía popular, en el barrio, en la comunidad. Somos las que resistimos, pero también las que más sufrimos cuando el ajuste se ensaña con los de abajo.

Desde los feminismos y transfeminismos populares lo venimos diciendo hace rato: la pobreza tiene cara de mujer, de travesti, de lesbiana, de migrante, de indígena, de madre sola. Es lo que nombramos como feminización de la pobreza, y no es una metáfora: es una realidad que se vive con el cuerpo.

Cuando los precios suben y los ingresos no alcanzan, somos nosotras las que tenemos que multiplicarnos para estirar el mango, saliendo a vender comida, limpiando casas, revolviendo la heladera vacía para inventar una comida digna. Cuando los trabajos desaparecen o se vuelven más precarios, somos las primeras en ser despedidas o explotadas. Cuando hay que cuidar, contener, acompañar, sanar, educar… también somos nosotras. Y lo hacemos sin salario, sin descanso y sin reconocimiento.

Este gobierno nos quiere hacer creer que el ajuste es un sacrificio necesario. ¡Pero es falso! Es la superexplotacion del Pueblo Trabajador en beneficio de los súper ricos y además no es parejo. No es neutral. Nosotras lo pagamos con hambre, con angustia, con cuerpos que se enferman, con vidas que se pierden.

Y lo pagamos también con el desmantelamiento de políticas públicas que nos garantizaban algo mínimo. En los barrios populares ya se están viendo las consecuencias de los recortes en salud sexual y reproductiva: faltan preservativos, anticonceptivos orales e inyectables en hospitales y centros de salud, no hay turnos para colocarse un DIU o un implante, se frenaron las campañas de prevención.

¿Quiénes somos lxs que usamos el sistema público de salud? Nosotras.
Las que no podemos pagar una prepaga ni una consulta privada. Las pibas que necesitan información y acceso a métodos. Las travas que buscan atención sin discriminación. Las que abortamos.

La amenaza al derecho al aborto legal, seguro y gratuito es parte de esta avanzada conservadora y misógina. Lo intentan con discursos de odio, con proyectos regresivos, con persecución a profesionales, con hostigamiento a las organizaciones que acompañamos.

Sabemos lo que implica no tener acceso a anticonceptivos. Sabemos lo que es abortar en la clandestinidad. Sabemos lo que es ser madre sin haberlo elegido, con el cuerpo agotado, sin un peso en el bolsillo y sin redes que nos respalden. Lo sabemos porque lo vivimos. Porque lo vemos todos los días en el barrio, en la salita, en las casas de nuestras compañeras.

Por eso, cuando decimos que el ajuste es violencia, no es una consigna. Es literal. El ajuste mata, empobrece, margina, obliga a gestar, a parir, a criar, a callarnos

El transfeminismo popular no es solo una bandera. Es una forma de resistir y de cuidar en comunidad. Es también un grito colectivo que dice: no vamos a aceptar ser las más pobres, las más violentadas, las más explotadas. Queremos ser libres, vivas, dignas. Queremos decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Queremos justicia social con perspectiva transfeminista.

Y cuando hablamos de ajuste y violencia estructural, no podemos dejar de denunciar los crímenes de odio contra nuestras compañerxs travas y trans. No son hechos aislados: son el resultado de una sociedad que nos margina, nos criminaliza, nos empuja a la pobreza extrema y al abandono estatal.

Hace unos días, nos sacudió el brutal transfeminicidio de Sara Millerey en Medellín, Colombia. Sara era una activista trava, militante, artista. Fue asesinada a golpes, y su cuerpo fue dejado con señales de violencia extrema. El silencio cómplice de los medios y el tratamiento morboso de la noticia muestran lo poco que valen nuestras vidas para este sistema.

Y no es el único caso. En Argentina, venimos denunciando los asesinatos de compañerxs como Azul Montoro, Melody Barrera y Alejandra Ironici, entre otres. En todos los casos, hay impunidad, hay desidia judicial, hay complicidad política. El travesticidio y transfemicidio no cesan, y son crímenes de Estado.

Cuando hablamos que la expectativa de vida de una persona trans/trava en América Latina no supera los 35 años, no estamos exagerando. Estamos hablando de exclusión estructural: sin acceso al trabajo formal, sin cobertura de salud real, sin políticas públicas sostenidas, sin techo, sin justicia.

Por eso, cuando el Estado retira el presupuesto de salud, de inclusión laboral, de acompañamiento, lo que hace es condenarnos a la muerte lenta o violenta. Y aún así, nosotras existimos, resistimos y tejemos redes para que nuestres compañeres vivan y no mueran solxs, silenciadxs, olvidadxs.

Y mientras este gobierno de odio nos quiere de rodillas, nosotres seguimos de pie. Organizadxs, rabiosxs, tiernxs y conscientes de que el mundo que soñamos se construye desde abajo, desde los márgenes, desde el barro, desde los feminismos y transfeminismos de los territorios.

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/gL2l