Principal |
Europa :: 24/04/2025

En la Gran Guerra Patria, Rusia se liberó del nazismo sin la ayuda de nadie

Emilio Taddei / Atilio Boron
Entrevista con Atilio Boron, donde revisita el triunfo de la URSS a los 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial desde el cambio hegemónico actual

El 8 de mayo de 2025 se conmemoran 80 años del fin de la llamada II Guerra Mundial en el teatro de operaciones europeo. Ese día entró en vigor la rendición de las fuerzas del Tercer Reich ocurrida en la víspera. La culminación definitiva del conflicto mundial se producirá en el teatro de operaciones de Asia-Pacifico el 2 de septiembre de 1945 a través de la capitulación incondicional del imperio japonés, luego de los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki por parte de EEUU ocurridos el 6 y el 9 de agosto respectivamente.

En 2025 las efemérides de dicho evento histórico, que dio paso primero a la redefinición del orden mundial marcado por la Guerra Fría y luego a un período de hegemonía estadounidense en el control del sistema-mundo, coinciden con una serie de hechos diplomático-militares que vienen a indicar el eclipse del ciclo de la hegemonía estadounidense. En pocas semanas desde su segunda asunción como presidente de los EEUU, Donald Trump socavó las bases de sustento de la OTAN, alianza atlántica forjada luego de la Segunda Guerra. Con su decisión de negociar directamente con Vladimir Putin la finalización del conflicto bélico en Ucrania y relegar a la diplomacia europea, el huésped de la Casa Blanca demolió políticamente el pacto de defensa colectiva que unía a estadounidenses y europeos desde 1949. El razonamiento que subyace a esta decisión parece ser el hecho de que Washington estima que la solidaridad transatlántica no corresponde más a sus intereses, al menos con la centralidad que este vínculo tuvo durante siete décadas y media. Es por ello que hoy la prioridad para Trump es la normalización de las relaciones con la Rusia de Putin y ya no más la suerte de Ucrania, excepto si esta no está directamente relacionada con el interés estratégico del país del norte por apoderarse de diversos recursos naturales estratégicos subyacentes en suelo ucraniano.

Estos gestos del presidente de EEUU --a los que se suman la decisión de establecer de aranceles a las importaciones de distintos países que conmueve las bases de los intercambios comerciales mundialeshacen saltar por los aires los vínculos de amistad acumulados a lo largo de setenta y cinco años de ambos lados del océano Atlántico, la proclamada pertenencia común hasta nuestros días al campo de las democracias liberales. Ridiculiza también la inagotable gratitud de los europeos hacia los estadounidenses por la victoria de 1945; actitud que al mismo tiempo permitió a las élites políticas y a las clases dominantes europeas degradar el decisivo rol que tuvo el Ejército Rojo en la derrota militar del régimen nazi.

El general Charles de Gaulle, figura clave del desenlace militar de la II Guerra Mundial y en las negociaciones que cimentaron el orden institucional y económico de posguerra, sostenía que "llegaría un día en que los americanos se irán, y el orden del mundo cambiará". ¿Ha llegado ese día? ¿Coincide la conmemoración de los 80 años del fin de la II Guerra Mundial con un momento de clivaje en la transición del orden mundial?

Con este trasfondo, Tektónikos entrevistó al politólogo y sociólogo argentino Atilio Boron, docente universitario, exdirector ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), autor de numerosos libros y actualmente director del Centro de Complementación Curricular de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda y del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.

¿Cuáles son, a tu entender, los rasgos distintivos de ese período histórico que incidieron en el desarrollo de la II Guerra Mundial?

Hay muchos factores, pero a mi juicio los de más peso son los siguientes: por un lado, la pésima resolución de las negociaciones que tuvieron lugar al fin de la Primera Guerra Mundial, que alimentaron el revanchismo alemán ante la humillación a la que fue sometida Alemania en el tratado de Versalles. Hubo, sí, una voz disidente dentro del coro triunfalista que entonaban los vencedores de la Primera Guerra Mundial. Fue la de John Maynard Keynes, quien recogió sus críticas en un libro notable publicado en 1920 bajo el título "Las consecuencias económicas de la paz". Keynes sostenía que el tratado era injusto, vejatorio para con los ciudadanos germanos, y que además impediría la recuperación económica de Alemania y, con ello, dificultaría también los esfuerzos de reconstrucción económica de los países europeos. Las "reparaciones" impuestas a Alemania eran exorbitantes, decía Keynes, y tampoco se abordaba el tema de las deudas contraídas por las fuerzas beligerantes. Humillar y condenar a Alemania a la pobreza podría tener como resultado suscitar una respuesta agresiva y violenta, robusteciendo a los elementos conservadores que había en ese país y que ya estaban socavando a la República de Weimar. En suma, un error garrafal que se cuenta entre los de mayor peso en el desenlace de la tragedia.

Hablaste de varios factores.

Sí. Otro que fue sumamente importante, contenido en las prevenciones que en Keynes despertaba ese Tratado, fue el derrumbe de la República de Weimar y el ascenso del nazismo, con su ideología totalitaria y su incesante búsqueda el lebensraum, el "espacio vital" que según los ideólogos del nazismo se le negaba a Alemania no sólo en Europa, sino en el mundo colonial. Hay que recordar que ese país llegó tarde a la mesa en donde las principales potencias se repartían el mundo, principalmente en África. De hecho, como lo anotaba Immanuel Wallerstein en sus escritos, no hubo dos guerras mundiales, sino tan solo una que comenzó en 1914, se toma un respiro con una suerte de armisticio que se extendió hasta 1939 cuando estalla la fase final de esa guerra. Tanto la primera como la II Guerra Mundiales fueron la expresión militar de la pugna interimperialista, denunciada por Lenin ya en 1914, y que al concluir en 1945 instala a una nueva potencia rectora del sistema, EEUU, desplazando de esa posición al Reino Unido, cuya capacidad de cumplir ese papel comenzó a declinar significativamente a partir de inicios del siglo XX. Y permitíme citar un tercer elemento que estaba muy presente en la dirigencia británica y estadounidense: la amenaza que representaba la mera existencia de la Unión Soviética. Winston Churchill, un personaje deleznable por su racismo, por la crueldad con que reprimió las protestas en el mundo colonial inglés y por su absoluta falta de escrúpulos, lo dejó plasmado en más de una ocasión cuando decía que el esfuerzo militar de EEUU y el Reino Unido debía limitarse a Europa Occidental, y dejar que la Unión Soviética y Alemania se desangrasen recíprocamente, pues tanto una como la otra eran regímenes incompatibles con los intereses y los valores de las potencias occidentales. La lenta y menguada ayuda de los aliados para combatir en el frente oriental fue fríamente calculada por Churchill y aplicada pese a las dudas que tal estrategia suscitaba en Franklin D. Roosevelt. Pero la Unión Soviética no sólo derrotó al nazismo, sino que también frustró la solapada traición que pergeñaban sus aliados: el Reino Unido y EEUU.

¿Qué relevancia asignás en el origen del conflicto y posterior desarrollo del mismo al auge de las organizaciones de izquierda y de la clase obrera luego de la Revolución Rusa por un lado; y por otro a la relación entre este hecho y los imperativos productivos y de acumulación de capital de las burguesías europeas?

Sin la Revolución Rusa no sé si habría estallado la IIGM; probablemente sí, pero cabe un margen de dudas. De todos modos, la crisis de 1929 y la Gran Depresión que le sucedió atizaron la hoguera de las organizaciones de izquierda en toda Europa. El fascismo italiano y el nazismo alemán son claras respuestas reaccionarias ante la amenaza que planteaban las izquierdas que, tal como lo recordara Antonio Gramsci en más de una ocasión, fueron arrojadas a la acción política y a la conquista del poder debido al colosal efecto movilizador de la IGM, probablemente uno de los enfrentamientos más sanguinarios de la historia. En Rusia es imposible comprender el triunfo de la revolución bolchevique al margen del efecto devastador de la Gran Guerra, lo mismo que el auge de las izquierdas en Italia, Alemania y el imperio Austro-Húngaro. La Gran Depresión acentuó estas tendencias y estimuló la respuesta represiva de los estados burgueses y las fuerzas políticas tradicionales de la derecha. Obviamente, como te decía antes, las burguesías nacionales se atrincheraron detrás de sus gobiernos, impulsaron sus políticas belicistas en lo externo y represivas en lo doméstico. No es casual que Alemania, Italia y Japón, tres "late comers" al mundo de la industrialización, forjaran el Eje, que desafió a las viejas potencias coloniales: Reino Unido y Francia, aliadas ahora con un renuente EEUU, que tuvo que montar la operación de Pearl Harbor para lograr el consenso interno requerido para involucrarse en lo que para el ciudadano común estadounidense era un pleito sólo europeo. Hay que recordar que en esa época existía el servicio militar obligatorio en ese país, y eso explica el rechazo de la opinión pública y su tardía incorporación en las dos guerras mundiales.

¿Qué importancia le atribuís a la existencia de la Unión Soviética y, en particular, al Ejército Rojo en la derrota militar del régimen nazi y, como consecuencia de ello, en la capacidad de garantizar un ciclo de paz mundial que se romperá en la década de los noventa con la disolución del bloque comunista y el inicio de un breve período de Pax Americana?

Una importancia fundamental. Quien llega a Berlín es el Ejército Rojo, y más tarde lo hicieron franceses, ingleses y estadounidenses. Además, el famoso frente oriental fue escenario de batallas sin parangón cuando se las compara con las que se libraron en el occidente europeo. No hay allí nada ni siquiera remotamente parecido al sitio de Leningrado, actual San Petersburgo, que duró 872 días y produjo un millón y medio de víctimas; o la batalla de Stalingrado, actual Volgogrado, más breve pero aún más sangrienta y que fue la que inclinó definitivamente el fiel de la balanza en contra de Hitler. Por eso en Rusia, como antes en la Unión Soviética, la II Guerra Mundial es recordada como la Gran Guerra Patria en la cual Rusia se liberó del nazismo sin la ayuda de nadie. Obviamente que el tremendo éxito soviético, pagado con la vida de unos veinte millones de víctimas, fue un componente decisivo del período de relativa paz mundial, y digo relativa porque el imperialismo se lanzó con todas sus fuerzas para intentar apoderarse de los países asiáticos instalando allí gobiernos vasallos, especialmente en China, Corea y Vietnam. Con la desintegración de la URSS, a finales de 1991 y, poco después, la disolución del Pacto de Varsovia, una alianza defensiva creada a raíz de la conformación de la OTAN, EEUU emergió como la única superpotencia del planeta, dando pábulo a una serie de fantasías como la del "nuevo siglo americano". Los cultores de esta ilusión, considerada como una chiquilinada (¡sic!) por Zbigniew Brzezinski, subestimaron por completo los procesos de restructuración que silenciosa pero eficazmente estaban en marcha en el sistema internacional. Brzezinski advirtió la fragilidad de ese unipolarismo que reposaba en un supuesto absolutamente erróneo: que China y Rusia aceptarían convertirse en dóciles estados-clientes de Washington, y en poco tiempo, al comenzar el siglo actual, se tornó más que evidente que el unipolarismo estaba condenado a desaparecer más pronto de lo que aún sus más cautelosos creyentes pensaban

El período posterior al fin de la IIGM es coincidente con la construcción de una nueva arquitectura institucional y militar mundial ¿Qué papel desempeñó America Latina en relación a la estrategia de EEUU en la consolidación del orden de posguerra?

Un papel muy marginal, desgraciadamente. El imperio ha insistido, desde 1823 con la Doctrina Monroe, en hacer de la desunión de los países situados al Sur del Río Bravo uno de los principios cardinales de su política hemisférica. Y lamentablemente ha sido muy difícil salir de esa camisa de fuerza. A comienzos de la década de 1950 del siglo pasado lo intentaron Perón, Vargas e Ibáñez del Campo con el ABC, que pretendía coordinar en una alianza moderadamente nacionalista las políticas de Argentina, Brasil y Chile. Pero no llegó a cuajar. Finalizada la IIGM, EEUU se lanzó a la empresa de organizar su imperio a escala planetaria, con iniciativas y comandos militares del Pentágono diseñados para cada una de las grandes macroregiones del planeta: Latinoamérica y el Caribe, disuelta su identidad bajo un anodino "Hemisferio Occidental"; Oriente Medio; Europa; África; Sudeste Asiático, etcétera. Esto fue reforzado en 1947 con la firma del TIAR, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, un instrumento de defensa mutua entre los países de América ante cualquier ataque de una potencia extracontinental (en obvia referencia a la Unión Soviética) y la creación de la OEA, un año más tarde. Nótese que el equivalente europeo del TIAR, la OTAN, se creó recién dos años más adelante, reflejando que la obsesión norteamericana por resguardar a los países de las "garras del comunismo soviético" tenía sus prioridades: primero preservar de la amenaza al "Hemisferio Occidental", o sea, Latinoamérica y el Caribe, y después ocuparse de los europeos. De todos modos y para responder sin ambages a la pregunta: en la consolidación del orden mundial de posguerra, el papel de esta parte del mundo fue el de un obediente espectador o, si se quiere, un obediente vasallo, aceptando sin mayores miramientos el liderazgo estadounidense y haciendo que los enemigos de este país se convirtiesen también en los enemigos de Nuestra América.

¿A ochenta años de acabado dicho conflicto bélico y próximos a recordar esa fecha, cuales son a tu entender los elementos que caracterizan el funcionamiento del sistema internacional?

Brevemente, porque la respuesta a esta pregunta requeriría un muy amplio desarrollo. Señalaría simplemente dos aspectos entre varios: en primer lugar, que el "orden mundial basado en reglas", debilitado desde su nacimiento porque éstas fueron pensadas para favorecer antes que nada los intereses de EEUU, está rumbo a su ocaso definitivo. Es un "orden" que permite desde hace sesenta y cinco años que Washington perpetre, sin costos, un crimen de lesa humanidad como el bloqueo de Cuba; o que el Reino Unido se haya rehusado a cumplir con la resolución de 1965 de la Asamblea General de la ONU instando a Londres y Buenos Aires a entablar conversaciones para resolver la situación colonial de las Islas Malvinas; o que un brutal genocidio como el que en estos días perpetra el régimen racista israelí en Gaza no provoque reacción alguna de parte de las agencias de dicho "orden"; o que Washington se abstenga de capturar a Benjamin Netanyahu durante su reciente visita a EEUU, haciendo caso omiso de la orden de captura emitida por la Corte Penal Internacional por ser el principal responsable de los "crímenes de guerra y lesa humanidad" perpetrados en contra del pueblo palestino.

Y segundo factor: la irreversible declinación de EEUU como superpotencia planetaria. Obviamente que se trata de un proceso gradual, pero incontenible. Entre los asesores más inteligentes y preparados del establishment norteamericano la declinación no está en discusión, como lo demuestra, por ejemplo, que nada menos que la Corporación Rand esté insistiendo con esta tesis desde hace ya varios años o que Brzezinski en su último libro "Strategic Vision: America and the Crisis of Global Power", publicado en el 2012, tuviera como preocupación central examinar las posibles estrategias para enfrentar la decadencia de la superioridad estadounidense. Lo que origina fuertes controversias es su ritmo o el ángulo de la caída, para utilizar una metáfora aeronáutica, no si la declinación existe o es una mera fantasía. Por supuesto, este proceso está en la base las múltiples amenazas proferidas por Donald Trump (compra de Groenlandia, anexión de Canadá, recuperación por la fuerza del Canal de Panamá, etcétera) y las torpes y brutales medidas -guerra de aranceles- recientemente tomadas por la Casa Blanca y que reflejan la desesperación que cunde en el bloque dominante de EEUU. Medidas que, como el generalizado aumento de los aranceles apenas resistieron un día a la presión de los mercados y a las amenazas de represalias de otros grandes actores del sistema internacional, comenzando por China, y tuvieron que ser puestas "en pausa" por noventa días porque la época en que estas decisiones del imperio se imponían sin costo ya son cosas del pasado. Digamos para finalizar que el declive estadounidense obedece no sólo a causas internas, sino que se ve acentuado por la imparable aparición de nuevos centros de poder económico, tecnológico y también militar fuera del Occidente colectivo. El hecho que China sea hoy la mayor economía del mundo --medida en términos de paridad de poder adquisitivoy la de mayor gravitación global por su carácter de primera socio comercial o financiera de unos ciento cincuenta países; o que Rusia haya resurgido desde las cenizas luego de la desintegración de la Unión Soviética; o que la India esté a punto de convertirse en la tercera economía del mundo; o que el centro de gravedad de la economía internacional se haya desplazado hacia el Asia Pacífico y claramente alejado del Atlántico Norte y que China se encuentre en la delantera, con amplia ventaja, en la carrera de las nuevas tecnologías son otros tantos hitos que marcan el recorrido descendente de la hegemonía estadounidense.

Por último, ¿cuál es tu opinión respecto a la afirmación realizada recientemente por el presidente francés Emmanuel Macron y reafirmada por la presidenta del Consejo Europeo Ursula Von Leyden en relación a que Rusia constituye una verdadera amenaza militar para Europa en particular y para el occidente atlántico en general, como argumento para legitimar la decisión de implementar una ambiciosa política de rearme europeo?

Mi opinión es que Europa ha asimilado acríticamente el discurso estadounidense tradicional (paradojalmente puesto en suspenso por Trump) que asimila a la Rusia de Vladimir Putin con la Unión Soviética. Esta política fue cultivada con esmero y por igual por los gobiernos de los demócratas y de los republicanos desde la caída del Muro de Berlín y la implosión de la URSS y ha calado muy hondo en la dirigencia, pero también en la opinión pública europea, en donde la rusofobia otrora latente o dormida hoy es abierta y vociferante. Es una política absurda, porque si hay un país que ha sido invadido en la historia europea, ese país es Rusia; los mongoles lo intentaron, y luego Napoleón y más tarde Hitler. También fue invadida por Suecia y Polonia, y en la guerra civil que estallara después del triunfo de la Revolución de Octubre partes del territorio soviético fueron invadidas por EEUU, Inglaterra, Francia, Japón, amén de otras potencias occidentales. Pero la eficacia de la propaganda estadounidense es abrumadora, sólo comparable con la estupidez de la dirigencia política europea. El presupuesto inicial del rearme, ¡800.000 millones de euros¡, tendrá como efecto agudizar el malestar ciudadano, alimentar el conflicto social y, al final del camino, debilitar aún más a las oligarquizadas democracias europeas, vaciadas de todo contenido por la Comisión Europea y el Banco Central Europeo.

tektonikos.website

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/gL2m