No puede extrañar que, tras 125 años de intensa actividad, el Ateneo Obrero de Gijón tenga a sus espaldas un rosario de hitos que ponen de manifiesto su relevante papel cultural y social. Puesto que la conmemoración de esta efeméride va a estar acompañada de distintas iniciativas que van a incidir en los principales acontecimientos vividos durante este siglo y cuarto de historia, quiere hacerse aquí una pequeña contribución recordando, en este año tan apropiado para ello, cuales fueron los espacios arquitectónicos que acogieron a esta entidad hasta la actualidad (1).
La historia oficial del Ateneo comienza el viernes 12 de agosto de 1881, fecha en la que inicia su actividad con una jornada intensa que incluye la inauguración de su primera sede.
Esta se ubicaba en el nº 24 de la calle del Rastro, espacio que hoy ocupa el edificio nº 12 de la calle Linares Rivas. La Guía ilustrada del viajero en Gijón, editada hacia 1893, especifica que, además de contar con una biblioteca de 700 volúmenes y 299 socios, el Ateneo ocupa el piso principal de este edificio. Si bien no ha podido localizarse ningún proyecto que nos permita conocer su aspecto externo, si tenemos una mínima referencia de su composición gracias a la inscripción que del mismo se conserva en el Registro de la Propiedad nº 2, donde queda constancia que esta construcción era propiedad de Manuel González Valdés, estaba compuesta de bajo y dos pisos, y contaba con 153 m2 por planta.
La citada referencia a la superficie que ocupa la primera sede del Ateneo y el crecimiento en número de socios y actividades que conoce éste en su primera década de funcionamiento, permite suponer que el espacio fue uno de los primeros problemas a los que tuvo que enfrentarse la entidad.
Esto hace que, hacia 1896, el Ateneo se traslade al nº 102 de la calle San Bernardo, a un gran caserón construido en la década de 1830 en lo que entonces eran los límites meridionales de la villa, contando por ello con una configuración similar a la de una quinta. Los planos de Gijón realizados durante el siglo XIX dejan constancia de que esta parcela, limitada por las actuales calles San Bernardo, Casimiro Velasco y la Merced, estaba ocupada en su parte septentrional por esta casona, mientras la parte restante, posiblemente en sus orígenes destinada a huerto, estaba cerrada con una severa tapia. En esta propiedad, posiblemente vinculada a la familia Valdés-Hevia, el Ateneo tuvo unas instalaciones espléndidas, como nos cuenta la guía de la Exposición Regional de 1899, describiéndolas como: "un amplio edificio () con amplio y hermoso jardín en el que se construyó un teatro de verano para funciones y veladas literarias", detallando además que el edificio cuenta con "dos salas de dibujo, biblioteca con 3.000 volúmenes, sala de lectura de revistas científicas y arte, aulas y un salón de conferencias con aparato de proyección". Por su parte el ejemplar del diario El Comercio del 23 de octubre de 1903 hace hincapié en "la grandiosidad de su edificio, lo espacioso de sus aulas y muy particularmente la clase de gimnasia".
Sin duda el elemento más singular del conjunto fue el jardín, empleado como lugar de recreo y celebración de actividades festivas, a la vez que fue escenario de representaciones teatrales y artísticas que tanto disfrutaban los socios de la entidad y sus familias como quienes pagaban la preceptiva entrada. En los años inmediatamente anteriores y posteriores a 1900, la prensa ensalzará especialmente estas actividades, coincidiendo su celebración estratégicamente con la temporada estival.
El Ateneo celebró en este edificio su veinticinco aniversario, en agosto de 1906, mediante un multitudinario acto, si bien a finales de este año la entidad se traslada al inicio de la calle Covadonga, muy posiblemente al reclamar sus propietarios las instalaciones. Este conjunto aún mantendrá su configuración original hasta la década de 1930, momento en el que comienza a edificarse su huerta para, a finales del decenio siguiente, construirse sobre el caserón el edificio del teatro Arango.
El sábado 15 de diciembre de 1906 el Ateneo inaugura sus nuevas instalaciones en el nº 3 de la calle Covadonga. La prensa local destaca la moderna construcción del edificio, que incluye instalación de luz eléctrica, así como la mayor amplitud del salón de actos respecto a la ubicación anterior. El inmueble cuenta con planta baja y dos pisos, recogiendo el primer espacio aulas, una cantina y un patio-jardín en el fondo de la manzana, el primer piso acoge salón de actos, sala de lectura, biblioteca, secretaría y aseos, y el segundo la vivienda del conserje.
La variación posterior de la numeración de este tramo de calle dificulta concretar hoy con exactitud de que edificio se trata, aunque la descripción citada parece apuntar a que estas instalaciones se corresponden con parte del inmueble que más tarde ocuparon los conocidos almacenes La ciudad de Londres, luego almacenes Soto, que había sido levantado según proyecto del maestro de obras Ulpiano Muñoz Zapata y encargado por los Herederos de Agustín Alvargonzález en 1893, ya que ningún otro de lo inmuebles que entonces ocupaban el primer tramo de esta vía tenía bajo y dos pisos.
El Ateneo tendrá aquí su sede durante los siguientes catorce años, si bien conociendo bastantes problemas derivados de la falta de espacio. Esto llevó a solicitar al Ayuntamiento en 1916, la cesión del edificio que había ocupado el Cuartel de Jovellanos al final de la calle homónima, si bien el proyecto de instalar allí los juzgados municipales hará inviable la idea.
Pero no faltaba mucho para que llegase la esperada solución, ya que va a ser en 1920 cuando la entidad adquiere su sede más conocida: el edificio nº 7 de la calle de Ezcurdia.
Al comienzo de la década de 1920 el Ateneo Obrero de Gijón pudo contar con la satisfacción de conseguir una sede propia por primera vez en su historia, con el aliciente de que ésta, además, era lo suficientemente amplia para el desarrollo de sus múltiples actividades.
Este objetivo pudo cumplirse gracias a las 95.500 Pts. del momento, una auténtica fortuna obtenida mediante suscripción popular -50.000 Ptas. fueron remitidas por Magnus Blikstad desde su residencia de Lysaker en Noruega-, que da idea del reconocimiento público con el que contaba la entidad.
El Ateneo celebró así en 1921 el cuarenta aniversario de su fundación en el edificio ubicado en el nº 7 de la calle Ezcurdia, limitado por esta vía, una plazoleta tras la que comenzaba la avenida de Rufo Ga. Rendueles y el muro de San Lorenzo, ocupando la parte más oriental de una manzana, hoy desaparecida, conocida entonces como las casas de Veronda.
Este edificio, proyectado por el arquitecto Mariano Marín Magallón en 1896, contaba con cuatro plantas: un semisótano que se destina a gimnasio, un bajo que se adecúa como salón de actos, y dos pisos superiores que acogen salas de ajedrez, lectura y conversación, más la biblioteca, que en 1937 cuenta con más de 15.000 obras, y aulas.
La infatigable actividad del fotógrafo local Constantino Suárez dejó constancia detallada de las instalaciones contenidas en este edificio, imágenes en las que destaca la amplitud y modernidad de las mismas, caracterizadas por una decoración ya en sintonía con el Art-Decó y un mobiliario que ya anticipa la funcionalidad racionalista.
En esta sede el Ateneo Obrero conoció sus mejores años, consolidándose definitivamente como el centro cultural más importante de la ciudad.
Salvando los daños producidos por un cañonazo del buque Libertad, que alcanzó el edificio durante la revolución de octubre de 1934, éste no conoce mayores transformaciones hasta la guerra civil.
A todos los cambios que el inicio del conflicto bélico de 1936 trajo aparejados, se sumó uno que afectó especialmente al Ateneo: la operación de renovación urbanística emprendida por el Ayuntamiento. El Plan de Reformas Urbanas impulsado por la gestora municipal presidida por Avelino González Mallada, buscaba efectuar una serie de remodelaciones que, en algunos casos, llevaban planteadas desde el comienzo del siglo y que habían quedado imposibilitadas por el precio de las expropiaciones a pagar. El urbanismo revolucionario puesto en marcha desde el municipio a finales del verano de 1936, permitía ahora acometer estas iniciativas obviando las indemnizaciones.
Entre los objetivos a cumplir estaba la ansiada prolongación de la avenida de Rufo Ga. Rendueles hasta la calle Cabrales, lo que exigía la demolición de casi una veintena de inmuebles, incluyendo la totalidad de las casas de Veronda y la sede del Ateneo. Este iniciará una tenaz oposición a la iniciativa, ya que esta implicaba la suspensión de todas sus actividades, y por ello la junta directiva se negará tajantemente a desalojar el inmueble hasta que las autoridades no ofreciesen una alternativa adecuada para su instalación. Así, el edificio queda desde enero de 1937 solo, cruzado en medio del trazado que debía seguir la avenida, gracias a que para terminar su prolongación aún estaba pendiente el derribo de la manzana del hospital de Caridad y del martillo de Capua.
No sabemos si por encargo del Ateneo, del Ayuntamiento o de motu propio, el arquitecto Juan Manuel del Busto proyecta adecuar el palacio de los Valdés para nueva sede de la entidad en cuanto comienza el derribo de las casas de Veronda. Los planos, firmados en noviembre de 1936, recogen una propuesta de reforma interior capaz de atender sobradamente las necesidades ateneístas, sin por ello alterar la imagen histórica de este conjunto arquitectónico. De esta propuesta cabe destacar la transformación de la capilla del palacio en un salón de actos con 752 localidades, si bien respetando su ornamentación interna.
Tal operación no llega a desarrollarse y finalmente, tras la ocupación de la ciudad por los sublevados en octubre de 1937, los bienes del Ateneo son incautados y su sede es incendiada y demolida a comienzos del año siguiente.
Tendrán que pasar cuarenta y cuatro años y conseguirse la recuperación de la democracia, para que el Ateneo Obrero de Gijón vuelva a estar presente en la vida cultural de la ciudad. Oficialmente esta nueva época se inicia el 12 agosto 1981, exactamente un siglo después del nacimiento de la entidad, por iniciativa de siete antiguos socios, entre los que resultan elegidos Luis Fernández Reguero y Daniel Palacio, como presidente y secretario respectivamente.
Los primeros años de andadura del Ateneo van a tener lugar en uno de los centros educativos y culturales más relevantes de la villa, el Instituto de Jovellanos, y más concretamente en un local de la planta baja con acceso desde la plaza del parchís.
En octubre de 1985, el Ateneo se instala en el primer piso del nº 7 de la calle Covadonga, edificio que, como aquellas míticas casas de Veronda, también fue construido siguiendo una sobria línea ecléctica por el arquitecto Mariano Marín en 1902 por encargo del indiano Marcelino González.
En él cumple ahora el Ateneo Obrero los 125 años de su fundación, y los 25 de su recuperación, manteniendo vivo el que fue su lema inicial: respeto y cultura para todos.
* Héctor Blanco, es historiador y miembro de la Comisión de Trabajo responsable de los actos conmemorativos del 125 aniversario de la fundación del Ateneo Obrero de Gijón.
(1) Se han tenido presentes las referencias aportadas por Sergio Sánchez Collantes en su obra Los republicanos en la villa de Gijón y los orígenes del Ateneo Obrero, por Ángel Mato en su obra sobre la historia del Ateneo hasta 1937 que pronto entrará en imprenta, así como la Memoria de esta entidad correspondiente al año 1921, en la que se menciona detalladamente cuales fueron sus sedes hasta ese año.