Principal |
Nacionales Galiza :: 10/04/2025

Galicia. ¿Otra vez Nunca Máis?

Manoel Santos
Las elecciones autonómicas posteriores a la crisis del Prestige, dos años y medio después, acabaron con 15 años de hegemonía de Manuel Fraga. Nunca se sabe

A finales de noviembre de 2002, en una Galicia que esperaba con angustia una marea negra de 77.000 toneladas de fuel causada por el hundimiento inducido del Prestige, nacía la Plataforma Nunca Máis. Aquel Nunca Máis, estampado en un sencillo paño blanco, encabezaría días después, el 1 de diciembre, una manifestación histórica de más de un cuarto de millón de personas -y un cuarto de millón de paraguas- en Santiago de Compostela. Exigían responsabilidades por la catástrofe ambiental y el ridículo gubernativo provocado por el naufragio. O por la catástrofe ambiental y el naufragio provocado por el ridículo gubernativo, que seguramente es más exacto.

Cientos de movilizaciones y acciones en los meses posteriores transformaron, por apropiación popular, el Nunca Máis plataforma en el Nunca Máis movimiento. Porque eso es lo que fue. Una marea descentralizada de creatividad, de dignidad, de orgullo, de autoorganización y de transversalidad de largo recorrido que, ahora lo sabemos, marcó a varias generaciones de gallegos y gallegas y que impactó también con fuerza más allá de A Canda y O Padornelo. O como decimos aquí, que traspasó el Telón de Grelos.

Posiblemente sea aventurado, si no exagerado, afirmar que lo que está ocurriendo hoy en Galicia con el imponente movimiento que ha surgido en oposición al proyecto de una planta de celulosa del conglomerado industrial portugués Altri en la comarca de A Ulloa, centro geográfico del país, sea análogo a Nunca Máis. Eso aún no lo podemos saber. Pero que hay en origen una atractiva plataforma de formas innovadoras, Ulloa Viva, y que a su alrededor se ha generado un masivo movimiento de dimensión nacional es un hecho. El movimiento Altri Non!

En mayo de 2024 unas 20.000 personas de toda Galicia marchaban contra la celulosa en la zona cero, Palas de Rei, una cabecera municipal de unos mil habitantes. A partir de esa fecha hemos visto innumerables iniciativas y actividades casi cada semana. Y también las manifestaciones más grandes que se recuerdan en Galicia desde la crisis del Prestige. Cientos de barcos entrando con el Arctic Sunrise de Greenpeace en la ría de Arousa, decenas de miles rodeando la sede de la Xunta de Galicia en Compostela, cerca de 100.000 personas llenando hasta tres veces en el mismo día la Praza do Obradoiro e incluso una movilización por tierra y por mar, también masiva y también bajo miles de paraguas, hace pocas semanas en A Pobra do Caramiñal. Desde que se sometió a exposición pública el proyecto de Altri hace más de un año, y por tanto se reveló la verdadera dimensión de un proyecto del que sólo se estaba contando una parte, el movimiento no ha hecho más que crecer. Ni siquiera la publicación de una Declaración de Impacto Ambiental condicionada pero favorable a la empresa ha desanimado al movimiento.

No es objeto de este texto exponer detalladamente los inconvenientes de transformar una zona eminentemente rural -y bastante próspera si la comparamos con la mayor parte de zonas del interior gallego- en un paraje industrial de enclave altamente contaminante. Se puede resumir con que probablemente estemos ante el proyecto industrial más lesivo, tanto desde el punto de vista ambiental como socioeconómico, que se ha presentado en Galicia en las últimas décadas.

No es un problema local, es un problema de país. De un país que tiene sobrada experiencia -Ence-Pontevedra- en cómo puede impactar la actividad de una celulosa en la integridad ecológica y en la (des)ordenación del territorio. Además de afectar a espacios y especies protegidas, el proyecto pretende detraer durante los próximos 75 años hasta 46 millones de litros de agua al día del río Ulla, una de las principales arterias fluviales que cruzan Galicia. Y también verter unos 30 millones de litros diarios a 27ºC, una vez que se han usado, junto a muchas sustancias químicas, para el proceso de triturado y cocido de eucalipto del que se extrae la celulosa, que se exportará en su mayor parte.

Un río, el Ulla, que alimenta la joya de la corona de la costa gallega, la ría de Arousa, cuyo sector productivo tradicional -pesca artesanal, marisqueo, acuicultura extensiva- ya está viviendo una crisis histórica y ha entrado en pánico al conocer las intenciones de Altri y la Xunta. Si a esto unimos las emisiones que generaría la factoría, muchas precursoras de lluvia ácida, y sobre todo su necesidad imperiosa de millones de toneladas del conflictivo eucalipto, que por desgracia es hegemónico en el noroeste peninsular gracias a la industria de la celulosa, tenemos el cóctel perfecto para que estalle un conflicto social que no recordábamos, como decíamos, desde el Prestige.

Desde que, en 2021 José Soares de Pina, CEO de Altri, maravilló al entonces presidente Alberto Núñez Feijoó con una novedosa fábrica de fibras textiles (por supuesto "sostenibles") a base de celulosa, todos los pasos dados por el Gobierno gallego han sido más que discutibles, por no decir escandalosos. Ha actuado como juez y parte, incluso adelantándose a cualquier tipo de evaluación ambiental, ha desprotegido ambientalmente la zona donde se pretende implantar la factoría, ha menospreciado informes de académicos y técnicos de innumerables ONG, incluido uno de un órgano estatutario de la Comunidad Autónoma de Galicia, y ha ocultado informes sectoriales y pactos (privados) con la empresa.

En este contexto de transparencia evanescente, también ha exigido que le regalemos a Altri 250 millones de euros públicos, y lo que es peor, ha despreciando la opinión de una parte muy importante de la sociedad gallega. El Gobierno gallego insiste en reducir el enorme conflicto generado a un simple enfrentamiento partidario, ninguneando la recogida de más de 600.000 firmas y el récord histórico de 27.000 alegaciones presentadas contra el proyecto. Muchas se las quieren quitar de encima enviando masivamente, incluso vía Diario Oficial de Galicia, requerimientos para que las personas acrediten ser parte interesada en el proceso. Algo insólito.

Más insólito, si cabe, es cómo se gestó el proyecto Altri, en cuyo camino no faltan puertas giratorias, propaganda a toda página en los principales periódicos e intervenciones privilegiadas de los responsables de la empresa en la televisión pública. El origen está en un pacto privado, que la Xunta se niega a hacer público incluso en sede parlamentaria, entre Altri e Impulsa Galicia. Está sociedad fue creada por Núñez Feijoó supuestamente para "pilotar" la Galicia del futuro después de la pandemia y apoyar proyectos que optasen a los fondos europeos Next Generation. Está formada por la propia Xunta; por Abanca, la entidad surgida de la bancarización de las cajas de ahorros gallegas; por Reganosa, cuyo negocio son los combustibles fósiles, y por Sogama, la sociedad que gestiona la mayor parte de los residuos urbanos de Galicia, con un controvertido método en el que la incineración y el vertedero imperan sobre ridículos resultados de reciclaje. No deja pues de ser sorprendente, y ciertamente grotesco, que la mejor idea que se les ha ocurrido a las mentes pensantes encargadas de diseñar la economía gallega del mañana sea una celulosa.

Llegados a este punto, en el que ya podemos ver que Altri NON es un movimiento de dimensiones considerables, es obligado que nos cuestionemos si estamos ante algo coyuntural o algo de mayor calado social, un movimiento de fondo. De nuevo es difícil saberlo, pero todo indica que se ha traspasado la frontera de lo coyuntural y que lo que se está discutiendo aquí no es simplemente el impacto socioambiental de un proyecto industrial. Que también. Se está discutiendo el derecho de la ciudadanía a escoger el modelo de desarrollo que quiere para su país y si este puede ir de la mano con la conservación y restauración de los ecosistemas, del territorio. O quizá se esté discutiendo algo más.

Volvamos a Nunca Máis. Existe un relato muy extendido que afirma que, después del Prestige, los gallegos y las gallegas siguieron votando al entonces partido gobernante, el Partido Popular. Que lo de Nunca Máis de poco sirvió en el ámbito de la política institucional. Es cierto que la onda de movilización no tuvo un efecto significativo inmediato en las Municipales de 2023 -lo de municipales es importante-, sobre todo en algún concello especialmente castigado por la marea negra. Pero no es menos cierto que cuando el Nunca Máis desapareció del foco mediático más allá del Telón de Grelos, el movimiento en esta esquina noroeste continuó activo de múltiples formas.

Las elecciones autonómicas posteriores a la crisis del Prestige, dos años y medio después, se vivieron en Galicia al son de una campaña cívica hija de Nunca Máis. Se llamó, como el documental que la abanderaba, Hai que botalos! (hay que echarlos), y acabó en las urnas con 15 años de hegemonía de Manuel Fraga Iribarne. En 44 años de gobierno autonómico solamente esa vez se ha podido constituir en Galicia un gobierno alternativo a la derecha salido de unas elecciones.

Nunca se sabe. Nunca Máis. Altri Non!

* Coordinador de Greenpeace Galicia.
sinpermsio.info

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/dS2y