Los caminos de la Izquierda
La recuperación de la Izquierda chilena se ve entrabada por complejos (y fantasmas) que sus enemigos utilizan para mantenerla arrinconada. Pero la Izquierda no es un actor secundario y ha llegado el tiempo de retomar la iniciativa.
Uno de esos complejos es la acusación de “populismo” con que se pretende disuadirla de todo intento de profundizar y extender los derechos del pueblo. Sin embargo el populismo, en cuanto doctrina política, tiene un origen digno y hasta heroico. Se remonta a la Rusia zarista y a los intentos por derrocar el absolutismo mediante el terrorismo y la insurrección campesina. El marxismo superó esa tesis que confiaba la suerte de la revolución a la actividad espontánea de las masas. El marxismo centró el eje revolucionario en el proletariado. Y el leninismo en la conducción de un partido de vanguardia. La Izquierda chilena es tributaria de esta vertiente ideológica que nada tiene que ver con el populismo.
El sambenito “populista” amedrenta e inhibe la acción de la Izquierda institucional pero poco o nada importa a las masas que luchan por sus reivindicaciones. Ese complejo impide defender como se debe, en todos los niveles, los procesos revolucionarios de América Latina y admitir que, a fin de cuentas, desplazar al Estado burgués es condición sine qua non para construir una sociedad de nuevo tipo.
Otro complejo que sufre nuestra Izquierda es el trágico final de la Unidad Popular. Falta energía y claridad en el discurso para defender aquella experiencia. Pero hay también quienes le hacen un flaco favor al plantear la reedición de un camino que ya sabemos dónde termina. Sería insensato pretender reconstruir la Izquierda y su programa siguiendo el modelo de los 70. Ha pasado casi medio siglo y vivimos un cambio de época. Es el tiempo de la cibernética, la robótica y la inteligencia artificial. El hombre contra el robot. O el hombre aliado con el robot. El proletariado chileno de los 70 ya no existe pero la clase obrera, a la que en cuerpo y alma se debe la Izquierda, sigue siendo la mayoría. Hoy representa el 47,42% (3.734.937 personas) de la población activa, que junto con las clases medias (19,69%), los funcionarios públicos (4,15%) y la servidumbre doméstica (3,52%), constituyen el pueblo sometido a la dictadura del 3,30% de la burguesía, secundada por el 20,89% de sus clases satélites. (1)
Hoy la batalla es esencialmente ideológica y se libra en forma diferente a la realidad social. La minoría domina a la mayoría. Impera la dictadura del pensamiento único diseñado por el neoliberalismo y éste ha logrado contagiar –mediante el consumismo y el crédito- a vastos sectores de las clases explotadas. La tarea, pues, es enorme. Se trata de llevar a cabo una revolución cultural que abra paso a la igualdad. La Izquierda necesita una actualización de métodos y estilos de trabajo, distintas formas de organización y comunicación, compenetración de la realidad social y las demandas de las clases explotadas; y una visión universal que facilite la unidad e integración con pueblos hermanos que también luchan por su dignidad e independencia.
La crisis de las instituciones debido a su desgaste y a una corrupción generalizada, ha creado condiciones más favorables para emprender la reconstrucción de la Izquierda. En este empeño hay que agitar un programa mínimo que refleje su propia identidad. Sólo mediante fuerzas sustentadas en el movimiento social, será posible generar las alianzas necesarias –incluyendo a las fuerzas armadas- para convocar a una Asamblea Constituyente. En las condiciones actuales, librada a la suerte de una mayoría ciudadana indiferente a la política, que ya se acerca al 70%, una nueva Constitución reflejaría la voluntad de quienes se limitarán a maquillar las instituciones con una “modernización” que no tocará un pelo del modelo existente.
Los trabajadores y sus sindicatos, las asociaciones de funcionarios, las organizaciones poblacionales y estudiantiles, el pueblo mapuche, el movimiento No+AFP, los movimientos de mujeres, ambientalistas y LGTBI, todos los que demandan salud y educación pública de buena calidad, empleos, salarios y pensiones dignas, igualdad en derechos y deberes, son los llamados a crear el instrumento político para alcanzar los objetivos de luchas hoy dispersas. Este es el rol orientador que corresponde a la Izquierda. Una Izquierda con agallas, sin complejos ni fantasmas, renaciendo de sus cenizas.
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(1) Ver: Maximiliano Rodríguez, “Estructura social, organización laboral-gremial y lucha de clases en el capitalismo chileno”. https://www.puntofinalblog.cl/blog/estructura-social-organizaci%C3%B3n-laboral-gremial-y-lucha-de-clases-en-el-capitalismo-chileno
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