"Hay que construir, con el pueblo y las fuerzas populares, un proyecto de nación"
La creciente pérdida de popularidad del presidente Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal –señalada por diversas encuestas desde el comienzo de su gobierno–, debe acentuarse con el tiempo y aislarlo cada día más una vez que el capitán retirado todavía no logró presentar un proyecto para el país ni cuenta con una base social para sostener su discurso belicista y antipopular. Este es el análisis de João Pedro Stedile, integrante de la dirección nacional del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y de La Vía Campesina Internacional.
Emily Dulce.- Una encuesta realizada por el Instituto Ibope divulgada el 25 de septiembre demuestra que la desaprobación de Bolsonaro sigue creciendo. ¿Qué eso señala?
João Pedro Stedile.- Estos son solo los primeros indicios de que el gobierno de Bolsonaro no tiene base social. Él es fruto de una manipulación de la red Globo y de las redes social que, con el apoyo de la campaña de Trump y de Mossad [servicio de inteligencia], de Israel, con robots para actuar en la redes -en Whatsapp, en Facebook– y crearon una situación en el último mes de las elecciones que, tras la ausencia de Lula, le posibilitó ser elegido. Pero estar en el gobierno no significa representar la sociedad.
La sociedad brasileña está atónita con su discurso y su práctica. Entonces es como si a cada mes la población se quedara más afectada por la forma como Bolsonaro explicita -de modo honesto, según su perspectiva– su visión de la sociedad, de mundo. La visión de Bolsonaro se choca todos los días contra la cultura, política y costumbres del pueblo brasileño. Por lo tanto, yo creo que incluso cuanto más tiempo pase, más aislado se va a quedar.
¿Cuáles son los desafíos de aquí en adelante? ¿Cuáles son las banderas centrales de lucha?
Desde el punto de vista de la clase obrera y del pueblo, hay enormes desafíos debido a la situación que vive Brasil hoy. Uno de ellos consiste en cómo hacer frente a la crisis generalizada que afecta la sociedad brasileña. Esta crisis es prolongada, no se puede resolver de una hora a otra con solo una propuesta.
Por ejemplo, hay 13 millones de desempleados y 30 millones en puestos de trabajo precarizados. Por lo tanto, hay aproximadamente 50 millones de trabajadores excluidos del proceso productivo. Esto no es algo simple.
La izquierda y las fuerzas populares tienen que debatir un proyecto político de país que considere medidas estructurales para cambiar la economía del país y garantizar empleos, ingresos y mejora de las condiciones de vida de la población. Un segundo desafío es cómo llevar esas ideas hacia el pueblo. No sirve de nada tener las ideas claras entre nosotros –en cursos o escuelas, entre los militantes de la juventud o del MST–, porque quien tiene que darse cuenta de la necesidad de un nuevo proyecto es el pueblo, son las grandes masas.
Entonces el desafío da izquierda y de las fuerzas populares es dialogar con las grandes masas, y no hay una receta única, hay mil y una formas de comunicación de masa, desde radio, diario, boletín, pintada, música o manifestación cultural.
El tercer desafío es lograr la unidad entre la clase obrera y las fuerzas populares para construir una plataforma común. No es algo simple, porque los partidos tienen sus propios intereses. En general, los partidos en Brasil no son instituciones políticas para organizar el pueblo y hacer lucha de masas. Los partidos institucionales en Brasil están organizados solo para disputar las elecciones. El partido solo piensa: “¿quién ganará las elecciones?”. Lo que a veces está muy distante de lo que el pueblo necesita: vivienda, educación, salud.
Un último desafío que tienen los movimientos populares y la izquierda en general es renovar los métodos de hacer la pedagogía de masas, es decir, cómo trabajar cómo trabajar de modo distinto para concientizar el pueblo. Hay que ser creativos y encontrar nuevas formas pedagógicas de vender nuestro mensaje. Consciencia quiere decir conocimiento sobre lo que está pasando en Brasil para que, a partir de eso, el pueblo proponga cambiar la realidad.
Uno de los aspectos que el capitalismo trajo – no solo para la sociedad brasileña, sino para todo el mundo – es la crisis ambiental, que es muy grave porque tiene que ver con las condiciones de vida en el medio ambiente. Todos tienen que comer y el alimento forma parte de la naturaleza. Todos respiran y necesitan oxígeno para sobrevivir. Todos beben agua y hay que tener agua limpia para no contraer enfermedades. Miles de niños Brasil adentro, por ejemplo, aún mueren por ingestión de agua contaminada.
Estos temas están relacionados directamente con el medio donde vivimos y con el modo que nos relacionamos con la naturaleza. Todo viene de la naturaleza: el alimento, el agua, el oxígeno, el clima, sus alteraciones. Si se daña la naturaleza, hay desequilibrio.
También debe formar parte de un otro proyecto para el país la cuestión de la crisis ambiental. En realidad hay que tener otra posición, sea como seres humanos, sea para organizar la producción ante los problemas de las agresiones del capital contra la naturaleza.
¿Bolsonaro tiene un proyecto de país?
El lado positivo es que él no tiene un proyecto de nación brasileña. Bolsonaro es un capitão-de-mato, para hacer mención a este personaje de la esclavitud en Brasil. El capitão-de-mato era un hombre negro encargado de hacer el trabajo de policía en la senzala a mando de sus amos blancos, capitalistas. Ahora, nuestro amo capitalista son los bancos y las grandes empresas transnacionales, cuyo centro es Estados Unidos.
Entonces Bolsonaro es un capitão-de-mato moderno, que se subordinó totalmente a su patrón blanco, representado por Trump, no como persona pero como símbolo del gran capital estadounidense que intenta dominar nuestra economía, apropiarse de nuestro petroleo, minerales, mercados y empresas estatales.
Él estuvo en Estados Unidos y fue patético: se encontró con Trump y le dijo “I love you”. Eso es ridículo: dos jefes de Estado se encuentran. En la simbología, dos pueblos. Y ninguno de ellos merecen los gobernantes que tienen.
El lado positivo es que las personas se concientizarán de que este gobierno nada tiene que ver con la nación brasileña y que, por lo tanto, hay que construir, con el pueblo y las fuerzas populares, un proyecto de nación.
Traducción: Luiza Mançano, para www.brasildefato.com.br