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Brasil :: 04/01/2023

Asume Lula en medio de grandes expectativas. ¿Se podrán satisfacer?

Silvia Adoue
Resulta curioso que, al referirse a la agricultura familiar, rápidamente aclaró que no sería en desmedro del agronegocio

Después de cuatro años de mandato de Jair Messias Bolsonaro, después de los campamentos de bolsonaristas en los dos últimos meses en las puertas de los cuarteles pidiendo intervención militar, después un atentado a bomba abortado en Brasilia, la asunción del nuevo gobierno no deja de ser un alivio.

Pero las expectativas depositadas en este nuevo mandato de Luiz Inácio Lula da Silva, como reverso de todo lo que hizo su antecesor no parecen ser fáciles de satisfacer.

El nuevo presidente pretende hacer un gobierno respondiendo a un frente mucho más amplio que en sus dos primeros mandatos. Su vice, Geraldo Alckmin[1], construyó su carrera política en la centro-derecha. Las articulaciones y la base que tendrá el nuevo gobierno en el congreso se reflejan en los ministerios en los cuales, aun cuando el Partido de los Trabajadores (PT) conserva cargos claves, incluye figuras del espectro político que va de la izquierda institucional a lo que fue hasta hace poco parte del bolsonarismo, pasando por el llamado centrão[2].

En los discursos de toma de posesión del presidente ante el congreso y ante la multitud reunida en la Praça dos Três Poderes, el énfasis era el combate a la desigualdad, a la pobreza extrema, al hambre y a la exclusión. Para eso, habló de las políticas de transferencia de renta, el aumento del salario mínimo combinado con el estímulo al emprendedorismo y el fomento de la agricultura familiar para producir alimentos.

Resulta curioso que, al referirse a la agricultura familiar, rápidamente aclaró que no sería en desmedro del agronegocio. De la misma manera, al referirse al combate a la desforestación, inmediatamente avisó que eso no afectaría la expansión de la frontera agrícola y la minería sustentable. ”Sustentable” parece ser una palabra mágica que en los enunciados aparece para facilitar la aceptación del extractivismo. Si comparamos estos con los discursos de 2003, notamos la ausencia de dos promesas: empleo y reforma agraria.

La multitud reunida, que llegó de todas las regiones del país, en muchos casos en caravanas organizadas por movimientos populares, portaba banderas de las organizaciones, pero no pancartas con demandas programáticas. Coreaba ”Olé, olé, olé, olá,/ Lula, Lula” y ”Lula, guerreiro/ do povo brasileiro” La única consigna que dialogó con el discurso del presidente fue ”Sem anistia”, cuando Lula se refirió a la gestión de su antecesor, en particular, durante la pandemia.

Había un gran misterio sobre quién entregaría la banda presidencial al nuevo mandatario, ya que Bolsonaro había viajado dos días atrás, con toda su familia, para hospedarse en un condominio de Orlando, en EEUU.

Las apuestas más osadas eran las que pensaban que Dilma Rousseff sería la escogida, como una vindicación de la que fue impedida de concluir su mandato. Sin embargo, hubo una solución tal vez más audaz. Como se puede ver en la foto, cuya composición fue pensada para ”quedar en la historia”, Lula subió por la rampa del Palacio del Planalto con su esposa Janja, su vice Alckmin y la esposa Lu y con representantes de sectores sociales excluidos.

Incluso con el perro de la calle que se había aproximado al campamento de vigilia cuando la prisión de Lula y que fue adoptado por el presidente y su esposa. La banda verde y amarilla pasó por las manos de todo el grupo hasta ser entregada al nuevo presidente por una recolectora de basura. En la foto, parece que los casi 300 mil manifestantes que se reunieron en la explanada de los ministerios y en la Praça dos Três Poderes siguen al grupo y entrarán en el palacio presidencial, ante la reverencia de dos filas de militares.

Hubo una omisión que no pasa desapercibida: en ningún trecho de sus discursos el nuevo presidente se refirió a las fuerzas armadas. Llamó también la atención el descuido con el que Lula realizó la ceremonia de pasar revista a pelotones de efectivos que representaban a las tres fuerzas. Pasaba sin mirar, rápidamente. Fue en varias oportunidades corregido por el que coordinaba el ceremonial, para que se detuviera y saludara. Cumplió burocráticamente con ese protocolo, lo que contrastó bastante con su presencia involucrada en las otras actividades de la jornada.

Sin duda, ninguno de esos gestos es gratuito. Lula firmó todos los documentos con un bolígrafo que, explicó antes de usarlo en el congreso, guardaba desde las elecciones de 1989, cuando fue derrotado por el otro candidato, Fernando Collor de Mello. Había sido un regalo de un partidario del estado nordestino de Piauí, considerado uno de los más pobres. En estas elecciones, Lula ganó en todos los municipios de Piauí. En su discurso frente a los casi 300 mil partidarios, convocó imágenes síntesis de los últimos años para justificar la prioridad del combate contra el hambre y la pobreza extrema.

Por ejemplo, la de alguien, junto al semáforo de un cruce con un cartel de cartón escrito a mano: “ayúdeme“. Imposible no recordar esa imagen vista por todos, y la de familias revolviendo huesos descartados por las carnicerías, pare encontrar alguna proteína. Para los que quieren números: “Es inadmisible que los que forman el 5% más rico de este país detengan la misma porción de renta que el 95% restante. Que seis multimillonarios brasileños tengan uma riqueza equivalente al patrimonio de los 100 millones más pobres del país“.

Después de tomar posesión y aun antes de nombrar a sus ministros, firmó medidas provisorias, decretos y despachos, pensados como medidas urgentes. Además de crear o restituir ministerios del área social que habían sido disueltos por su antecesor, definió la continuidad del auxilio de emergencia para las familias pobres de 113,50 dólares, y prorrogó la medida de Bolsonaro de no cobrar impuestos sobre los combustibles. Estas medidas tienen la urgencia de desactivar la ”bomba de tiempo” dejada por la administración anterior, que en el intento de disponer de recursos para distribuir para la campaña electoral, declaró ”estado de emergencia”, agujereando así el llamado techo de gastos.

Ese ”estado de emergencia” acababa exactamente con el año. El equipo de transición mapeó las condiciones legales para atender las necesidades inmediatas y, durante el período consiguió apoyo del congreso para el llamado Proyecto de Enmienda Constitucional que permitiera gobernar.

Revocó la flexibilización del porte de armas, la autorización de minería en tierras indígenas y áreas de protección ambiental, la segregación de quien tiene deficiencias en los ambientes escolares, y el secreto por 100 años de documentos de la administración pública. Se trata de la esperada ”revogaço”[3] de lo que había impuesto su antecesor. Otras tantas medidas, apuntando a la deforestación que se aceleró en el último período, tuvieron un carácter más declarativo.

La profusión de mandatarios presentes es índice de las expectativas que el nuevo gobierno despierta, por el papel de Brasil en la economía regional y mundial. Llama la atención la presencia también de exmandatarios como José Mujica (de Uruguay) y Evo Morales (de Bolivia), adversarios de los actuales presidentes. La cantidad de mandatarios africanos también nos recuerda el papel de las transnacionales de origen brasileño en ese continente.

El presidente alemán, el portugués y el rey de España, así como los de representantes de enemigos comerciales de peso como EEUU, China y Rusia completan la galería.

Cuando llegó el momento del nombramiento de 37 ministras y ministros[4], la primera que fue llamada fue Sonia Guajajara, para el Ministerio de los Pueblos Indígenas, recién creado. Recordemos que los pueblos indígenas son los que vienen llevando adelante las acciones más combativas contra el extractivismo. Los ministerios que se ocupan de las políticas inclusivas fueron concedidos a individuos notables de cada área.

Mientras los ministerios que manejan más recursos fueron distribuidos entre los partidos con votos en el parlamento. Si el Ministerio de la Agricultura quedó en manos de un representante del agronegocio exportador, el de Desarrollo Agrario y Agricultura Familiar es un cuadro del PT. Esa composición variopinta y el anuncio de la necesidad de construir un “frente amplio“, nos hace vislumbrar como será el “neodesarrollismo recargado“.

En relación a la política agraria, parece presentarse una integración de la agricultura familiar en lo que en la última década del siglo pasado se llamaba “Nuevo Mundo Rural“ o “Nueva Ruralidad“, como solución neoliberal para el campo: agricultura familiar combinada e integrada al agronegocio.

Al mismo tiempo, los grandes conglomerados de la comunicación, que apoyaron a Lula-Alckmin, ya comienzan a reclamar por el retorno de la “responsabilidad fiscal“ y no tardarán en acusar las políticas sociales de ser desestabilizadoras de las cuentas públicas.

A pesar de las expectativas de cambio, todos parecen conformes con que el avance del extractivismo y la exportación de materias primas es matriz inamovible de la economía brasileña. Incluso porque son presentadas como condición para realizar aquello que es reclamado como prioridad: el combate al hambre, que hoy afecta a 33 millones de brasileños, y la pobreza, que afecta a 100 millones. Es decir, el aumento del despojo es propagandizado como remedio para los males sociales que él mismo genera. ¿Qué se nos ofrece a cambio de la resignación a tal fatalismo? ”Democracia para siempre”. Es decir: en las entrelíneas del discurso presidencial, podemos leer que ese frente amplísimo, esa composición de intereses, sería la única manera de conjurar el retorno del bolsonarismo.

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Notas

[1] Ver https://exame.com/brasil/lula-e-alckmin-apresentam-relatorio-da-transicao-confira-o-documento-na-integra/

[2] Ver https://www.camara.leg.br/noticias/931149-pec-da-transicao-e-promulgada-pelo-congresso/

[3] La traducción al castellano sería ”gran revocación”.

[4] Ver https://www.jota.info/eleicoes/saiba-quem-sao-os-ministros-escolhidos-por-lula-01012023

tramas.ar

 

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