El hechicero de la tribu y sus maleficios
El peruano, ahora español, Mario Vargas Llosa, a sus 83 años, es considerado uno de los más grandes novelistas hispanoamericanos de la segunda mitad del siglo XX, junto a Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. Es el único Premio Nobel latinoamericano vivo. Es además, un cantor comprometido, entusiasta y decidido del liberalismo, como solución universal a todos los males de la humanidad.
Tiene la rara virtud de poder presentar las mentiras como cándidas verdades y estas, como terribles argucias, es el don de la manipulación, que obnubila detrás de su prosa indudablemente cautivadora, que hechiza al lector. Es la vía para inocular y sembrar retrógrados fundamentos filosóficos.
La obra del politólogo argentino Atilio Boron, El hechicero de la tribu, muestra los maleficios de este personaje de manera culta, sustentada, respetuosa, pero es igual, incisiva, mordaz y deja ver sus aristas más sutiles.
La necesaria descripción de la metamorfosis política del aludido, si la hubo realmente, es didáctica, no deja dudas de ser un renegado, práctica que ha cultivado a lo largo de su prolífica vida en la que el mimetismo es recurrente.
El ilustrado Boron escudriñó en todos los vericuetos de la extensa labor del hechicero, desde su llamada primera etapa literaria, donde aparece el primigenio Los jefes y la galardonada La ciudad y los perros, en la cual rememora sus experiencias en el colegio militar Leoncio Prado. Obra cargada de gran violencia, tensión dramática y cuestionamiento moral sobre autenticidad, responsabilidad y heroísmo.
Este autor, como representante joven de los acelerados cambios en la novelística latinoamericana de esa época, pescó sus beneficios y tuvo la visión para sus siguientes dos novelas: La casa verde y Conversación en la Catedral, hasta llegar al notable relato Los cachorros. Invirtió esa década prodigiosa de los años sesenta, que marcó a América Latina en acontecimientos históricos trascendentales, en desarrollar una destreza técnica y virtuosismo para encontrarse y definirse. Aunque dejó algunos conflictos personales sin resolver, que lo acompañan aún en sus octogenarios años.
Suma el humor grotesco en Pantaleón y las visitadoras. Se desnuda en su relato, La tía Julia y el escribidor, en la que describe episodios de su primer matrimonio y sus comienzos literarios. Llega la década del neoconservadurismo resplandeciente en EEUU y el hechicero sintoniza su musa a ese turno de la historia, aparecen La guerra del fin del mundo, donde incursiona en el mundo sociopolítico del Brasil de fines del siglo XIX, después sus obras tienen una esencia política [ya derechista] como en Historia de Mayta, o Lituma en los Andes.
Ensaya con lo detectivesco en ¿Quién mató a Palomino Molero?, y lo erótico, como Elogio de la madrastra. Añade El hablador, que señala un retorno al mundo de la selva, uno de sus ambientes favoritos, para contar una historia sobre identidades culturales y diferencias antropológicas. En Los cuadernos de don Rigoberto, a través de los recuerdos del protagonista, el autor se sumerge en el mundo de la fantasía creadora y vuelve al recurrente erotismo. El peruano no solo cultiva el maleficio como daño causado por el arte de la hechicería: de su pluma identificada con las peores causas en contra de lo progresista, emerge el hechizo para causarlo.
En 1971 se sucedieron ciertos acomodos intelectuales en la Revolución cubana, donde bandos diferentes expresaron sus puntos de vista sobre lo que acontecía en la Isla. Uno de ellos fue arrestado y después aceptó su culpa de manera pública. Este hecho fue utilizado por adversarios habituales de todos los cambios progresistas y un puñado de intelectuales, con premeditación, confundidos o no, apelaron a la colección de firmas en apoyo o en contra de lo sucedido. En el bando de los enemigos estampó su firma el maléfico.
En los años finales de la década de los años sesenta, pródigos en acontecimientos políticos notables en Europa y en América Latina, el maléfico sufre un debate ideológico interior, que sería decisorio en su cambio de casaca. De militante fervoroso en defensa de la Revolución cubana, prende la duda y no encuentra la fórmula para tomar distancia del proceso socialista isleño. Su imagen internacional es al lado de las causas justas, llega al viejo continente y coquetea con las élites intelectuales, siente el rechazo de éstas por su pertenencia a la izquierda. Las inquietudes intelectuales en Cuba le dan el pretexto para abjurar. En una dicotomía absurda reconoce el esfuerzo extraordinario y las difíciles circunstancias en que se construye el socialismo en Cuba, pero a la vez se pronuncia con severidad sobre lo acontecido, esta es la llave para encumbrarse.
En momentos de sus titubeos ideológicos, él había simpatizado con las radicales transformaciones económicas, políticas y sociales en Cuba, era un proceso renovador inédito en América Latina. Cuando se producen los cambios políticos en Europa, la contrarrevolución cubana intenta derrocar al sistema cubano y una de las fórmulas fue la realización de un plebiscito, que de triunfar, retrotraería a más de once millones de personas al capitalismo ya desterrado. El cautivador se sumó al intento y firmó a su favor en alianza con otros antagonistas.
Por esa misma fecha, ya se había instalado en España y abraza el pretexto de moda contra la Revolución cubana: se trataba de un ex represor de la dictadura de Fulgencio Batista, detenido, juzgado y sentenciado por terrorismo al encontrársele medios para ejercerlo. Este sujeto, simulador profesional, aparentó ser paralitico y además escritor, su caso sirvió de pretexto para convocar a los enemigos de la Isla.
Se armó una colosal campaña para que fuera liberado, confundió hasta presidentes europeos, algunos intelectuales se añadieron de manera consciente para defender al supuesto autor del poemario Desde mi silla de ruedas, que resultó ser un plagio. Pero ya se había instalado la fake news y la matriz de opinión: “el poeta paralitico condenado por delito de opinión”. La firma del hechicero aparecía entre las primeras.
La verdad sobre este pasaje infame quedó inmortalizado en el libro 'Les Masques', del francés Regis Debray, cuando describe: “El hombre no era poeta, el poeta no estaba paralitico y el cubano es hoy un norteamericano”. Este maleficio del hechicero no progresó, tampoco él tuvo el pudor de retractarse, como lo hizo Debray.
El noviembre de 1996, lo encontramos como uno de los integrantes más descollantes del Patronato, de la llamada “Fundación Hispano-Cubana”, una entidad creada en España por el derechista Partido Popular, para atacar al gobierno de Cuba. Concebida para tal fin, el “cautivador” valoró así a la contrarrevolución cubana: “Ha sido el exilio más calumniado, difamado y satanizado del que yo tengo recuerdo”. Ese llamado “exilio”, así valorado, con el concurso y patrocinio de sucesivas administraciones estadounidenses, causaron al pueblo de Cuba la pérdida de 3 478 vidas humanas y la incapacidad a 2 099 ciudadanos, además de terribles secuelas psicológicas y millonarios daños materiales.
La “Fundación Hispano-Cubana” integró en su proyecto los conceptos de la llamada Fundación Nacional Cubano-Americana y la entonces Plataforma Democrática Cubana, simbiosis reaccionaria que operó desde España, donde la corona ha gratificado los servicios prestados hasta concederle al encantador el título de marqués. Él desde sus espacios en la prensa local sigue los guiones de la derecha española, como la declaración que propiciaba la ansiada destitución del Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, por medio de un publicitado intento de golpe militar.
El hechicero, anclado en España, es una pluma guiada desde hace veinticinco o treinta años al servicio de los peores intereses imperiales y sobre todo allí que ha sido centro de esos proyectos desestabilizadores.
El "encantador”, aparece también como uno de los regentes de la Universidad Latinoamericana de la Libertad Friedrich Von Heyeck, con sede en Miami, junto a cinco directivos de la mencionada Fundación Nacional Cubano-Americana. Su afinidad por la causa anti-cubana es evidente. De su radical militancia en la izquierda no queda nada, su devoción por la derecha lo define.
Sus críticos lo signan como una pluma mercenaria sin fronteras, defensora y apologista a ultranza del liberalismo, una de sus precursoras. La explicación de su reversión política se encuentra en su exacerbado y cultivado ego, más que en pretensiones económicas que lo desviaron de sus raíces como “camarada”. Esta mezcla lo erosionó, más los conflictos sin solución ya mencionados, que afloran en la formación de su pubertad, adolescencia y primera juventud, cuando asomó al mundo literario, que lo recibió agradecido.
Siguieron en el 2006 Travesuras de la niña mala, una novela de corte clásico, que tiene como trasfondo algunos de los pasajes más importantes en la vida del propio autor, como Lima, París, Londres y Madrid. A finales de ese mismo año vio la luz Diccionario del amante de América Latina, que reúne diversos textos [diz que "ensayos"] sobre el mundo latinoamericano escritos por él a lo largo de su carrera, algunos de ellos inéditos.
Ya consolidado incursionó en la novela histórica como La fiesta del chivo, donde trata de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana y de la conspiración para asesinarlo; fue llevada al cine en 2006. Ahora ha presentado otra novela sobre una historia de la época trujillista titulada Tiempos recios, tal vez lleve en su contenido el síndrome de las segundas partes, que no resultan buenas.
La crítica fundada de Boron sobre el hechicero y sus maleficios es imperdible, atrapa, encanta, nos lleva de la mano y nos convence de la mutación de Vargas Llosa hasta convertirse en un apologista prácticamente del liberalismo. Este emplea sus dones y merecida fama para llegar a multitudes, es el brujo, que intenta someter con su autoridad y palabra a la tribu irredenta.
CALPU