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Bolivia, Medio Oriente, Mundo :: 11/01/2020

Israel y los golpistas bolivianos

Maciek Wisniewski
Buscan la experiencia del régimen israelí en llevar a cabo un genocidio y limpieza étnica, y estar a cargo de un régimen racista y segregacionista

Mario Payeras (bit.ly/36vsHvE), el histórico comandante de la guerrilla guatemalteca, apuntaba que en realidad los movimientos revolucionarios en Centroamérica no confrontaban a los corroídos regímenes dictatoriales sino a consejeros israelíes, taiwaneses y estadounidenses en guerras de baja intensidad y contrainsurgencia. El papel de Israel en sostener las sangrientas camarillas allí ha sido particularmente nefasto. Cuando el propio Washington retiró oficialmente su apoyo ante las crecientes denuncias de violaciones de DDHH en Guatemala, Tel Aviv estuvo más que contento de llenar el vacío y actuar como su “proxy”.

La asistencia, el armamento −“‘testeado’ en El Líbano y en territorios ocupados contra los insurgentes”− y otras tecnologías israelíes ayudaron a suprimir la guerrilla urbana y rural junto con sus bases de apoyo mayoritariamente indígenas. Los generales guatemaltecos, siguiendo a sus instructores, implementaron la estrategia de tierra arrasada −igualmente testeada en Medio Oriente: destrucción de comunidades enteras, desplazamiento forzoso− hablando abiertamente de la palestinización de los mayas (sic).

En El Salvador, Israel proporcionó armas y entrenamiento al ejército y escuadrones de la muerte a cargo de múltiples masacres. Su tecnología de espionaje fue usada para vigilar y asesinar a los opositores. Desde aquel entonces –y ya en otro contexto para los movimientos sociales− esta asimetría estratégica se ha extendido globalmente con las nuevas doctrinas del Pentágono y la guerra al terrorismo (https://lahaine.org/aT6Q).

Hoy en la Honduras post-golpe (2009), plagada por represión y asesinatos de líderes sociales, la asistencia israelí −venta/modernización de armamento y un inédito envío de mil militares para entrenar a sus pares hondureños en tareas de antiterrorismo y de cómo frenar la migración (sic)−, sirve para sostener el régimen ilegítimo de Juan Orlando Hernández, su narco-Estado y reprimir a sus críticos. Lo mismo –otro capítulo de la histórica complicidad de Israel en apoyar a los regímenes fantoches− está por ocurrir en Bolivia.

Semanas después del derrocamiento de Evo Morales, el ministro de Interior del gobierno de facto pidió la asistencia de Israel para luchar  contra el supuesto terrorismo de izquierda −grupos vinculados con Maduro y los narcotraficantes, un bizarro link que existe sólo en la imaginación de los golpistas− que trae caos al país: Los invitamos a que nos ayuden, ellos están acostumbrados a tratar con los terroristas... No importa que los que trajeron caos a Bolivia han sido los propios putshistas. No importa que los verdaderos terroristas hayan sido las fuerzas del orden (sic) amotinadas que desataron una barbarie en contra de los opositores al golpe.

El terrorista no. 1 es por supuesto Morales –que por su parte criticó la ayuda del gobierno sionista de Israel en la criminalización de la izquierda en Bolivia (bit.ly/2tugVTG)− y a quién el nuevo gobierno prohibió por decreto volver a postularse abriéndole una causa por... terrorismo y financiamiento al terrorismo (sic). ¡Cómo todo hace “click”! Así en los próximos meses, aparte de más represión, el MAS no sólo confrontará las maniobras judiciales y electorales de los golpistas, sino también –como los movimientos centroamericanos en los 80− a consejeros israelíes en una guerra híbrida e irregular.

Más allá del vasto conocimiento de Israel en reprimir a la insurgencia que le resulta atractivo al nuevo régimen autoritario boliviano, su solicitud también tiene sentido por otro lado: dado que el golpe de Bolivia tiene tintes supremacistas y racistas apuntando a revertir los años del empoderamiento indígena y a recolonizar la esfera pública, la experiencia de Israel en colonizar a Palestina, de llevar a cabo un genocidio y limpieza étnica, suprimir a los nativos y su cultura y estar a cargo de un régimen racista y segregacionista, viene muy a propósito.

Aparte de dar un revés a las políticas anticolonialistas y antimperialistas del gobierno anterior, la extrema derecha también dio un giro a la política exterior. Una de sus primeras decisiones fue restablecer las relaciones diplomáticas con Israel que fueron rotas por Morales en 2009 tras la masacre israelí en Gaza (Plomo Fundido). En 2010 su gobierno reconoció formalmente a Palestina como un Estado y en 2014 –tras otra masacre en Gaza (Borde Protector)− denunció a Israel ante la ONU por terrorismo de Estado.

Todo esto ocurre en medio de un fuerte empuje de Israel, que busca −en sintonía con la administración de Trump−, poner fin a la cuestión palestina y anexar los territorios ocupados, tratando de sumar apoyo diplomático a esta violación del derecho internacional. En la región, los primeros países que se lo ofrecieron son exactamente éstos cuyos ejércitos y escuadrones de la muerte Israel venía entrenando en el marco de la lucha estadounidense contra el comunismo: Guatemala –como la única hasta ahora, aparte de EEUU− ya trasladó su embajada a Jerusalén. Honduras −que también recibió asistencia en los 80 para no volcarse a la izquierda− ya la reconoció como la capital de Israel y prometió hacer lo mismo. El mismo precio por sostener su régimen pagarán pronto los golpistas bolivianos.

La Jornada

 

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