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Mundo, Estado español :: 11/06/2011

Genocidio en la conquista de América (1492-1573)

Esteban Mira Caballos
El genocidio americano tenía un precedente inmediato en las islas Canarias en el siglo XV. Los guanches fueron diezmados y esclavizados hasta su total extinción

Capítulo del libro: "Conquista y destrucción de las Indias (1492 - 1573)"

Durante demasiado tiempo se ha venido sosteniendo por una gran parte de la historiografía que la conquista de América fue muy beneficiosa tanto para los europeos como para los indios. Para muchos la América Precolombina era un mundo “salvaje”, “subdesarrollado” y “desaprovechado”. Pero realmente, como ha escrito recientemente Matthew Restall, “las culturas indígenas no eran ni bárbaras ni idílicas, sino tan civilizadas e imperfectas como las culturas europeas de la época”. La verdad es que la Conquista, como se entendió en el siglo XVI, fue tan provechosa para Europa como cruel, destructiva y asoladora para el mundo indígena. Decía Lichtenberg con mucha razón que “el día que el indio descubrió a Colón, fue un mal día para el indio”.

¿Qué les pasaría por la cabeza a los desdichados indios cuando veían a los españoles tomar posesión de sus cacicazgos, sus reinos, sus estados y hasta de sus mares?, ¿qué debió pensar el cacique Chiape cuando, obligado por las armas, presenció el 25 de septiembre de 1513 la toma de posesión, en nombre de Castilla, del Mar del Sur?. No tenemos muchos testimonios, pero no es difícil imaginar su perplejidad.

Lo cierto es que la evolución de centenares de pueblos y de algunas civilizaciones americanas quedó cortada en seco desde 1492. De no haber ocurrido el “encuentro” ¿cómo habrían evolucionado esas civilizaciones?, no lo sabemos, pero probablemente de forma no muy distinta a Europa, aunque con varios siglos de retraso evolutivo.

1.-EL GENOCIDIO Y LA HISTORIA DEL HOMBRE

Europa, ni tenía derecho a hacer lo que hizo ni dejaba de tenerlo, porque desde la Antigüedad hasta pleno siglo XX la irrupción de los pueblos “superiores” sobre los “inferiores” se vio como algo absolutamente natural y hasta positivo. El colonialismo se justificó no como una ocupación depredadora sino como un deber de los pueblos europeos de expandir una cultura y una religión superior. Hasta muy avanzado el siglo XX, con la promulgación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), no ha habido realmente una legislación protectora de los pueblos indígenas. Aún hoy, el genocidio sobre los indios guatemaltecos o brasileños sigue siendo una praxis recurrente, en medio de la indiferencia mundial.

E. G. Bourne comparó la actuación de Roma con Hispania, a la de los españoles con América. Y aunque lo hizo con el objetivo de elogiar a España lo cierto es que ambos acontecimientos generaron una gran destrucción física y cultural. Y es que el “colonialismo Imperialista”, utilizando terminología de Max Weber, ni lo inventó España ni empezó con la conquista y colonización de América, sino en la Antigüedad.

Pero, incluso, mucho antes, en el Neolítico, se dio lo que Marshall D. Sahlins ha llamado la “ley del predominio cultural”. En realidad era más bien una praxis. Ésta provocó que los grupos neolíticos desplazaran a los nómadas a lugares inhóspitos y aislados, abocando a muchos de ellos a su extinción.

Así, pues, llamémosle “ley de predomino cultural”, “capitalismo imperialista” o de cualquier otra forma, pero la realidad es que el sometimiento de unos pueblos a otros ha sido una constante en la Historia. Paul Shaw y Yuwa Wong han cuantificado en 14.500 las guerras ocurridas en 5.600 años de historia documentada, con un balance de 3.500 millones de muertos. Los datos no pueden ser tomados demasiado en serio pero nos sirven para demostrar que la guerra y la destrucción han estado plenamente ligadas a la historia del hombre y, sobre todo, a la historia de la civilización.

Y por si fuera poco, el siglo XX ha sido el más genocida de la historia de la Humanidad. Aún hoy, algunos gobiernos de países Hispanoamericanos practican políticas cuanto menos etnocidas con sus comunidades indígenas.

2.-¿QUIÉNES Y POR QUÉ NIEGAN EL GENOCIDIO DE LA CONQUISTA?

Tradicionalmente, ha producido gran escándalo tildar la labor española en América como genocida. Y para negarla se han utilizado un sin fin de argumentos inconsistentes. Históricamente, muchos cronistas vieron la guerra contra los indios como legítima, favorecida por “el milagro de Dios”, para el “bien y remedio de aquellas almas”. Son muchos los que vieron en la Conquista de América unas guerras justas favorecidas por Dios para castigar los pecados de los indios. Y en este sentido, no olvidemos que el papa Gregorio VII, excomulgaba a los descendientes de los herejes hasta la séptima generación. Hijos, nietos, biznietos y rebiznietos eran culpables por los pecados de sus antepasados.

Que tuvieran esta visión en el siglo XVI no tiene nada de particular. Más difícil de entender es que haya historiadores en pleno siglo XXI que, con argumentos no muy diferentes, se opongan tajantemente a calificar la conquista como genocida. El profesor Francisco Guerra, por ejemplo, lo niega bajo dos argumentos: primero, que los pueblos indígenas se beneficiaron de las técnicas, las artes y las ciencias que traían los españoles. Y segundo, que también ellos -.aztecas e incas sobre todo- habían exterminado a otros pueblos. Para él, el descenso de la población indígena se debió fundamentalmente a las epidemias. Los argumentos esgrimidos por Guerra, no se sostienen; las epidemias fueron un factor de primer orden pero no el único, ¿y las matanzas sistemáticas de caciques?, ¿y los trasvases masivos de esclavos indios?, ¿y el trabajo minero en condiciones infrahumanas?, ¿y las vejaciones?, ¿y las violaciones de indias?... En cuanto a lo segundo, es obvio que el hecho de que los aztecas o los incas practicaran algunas de estas acciones no puede servir para negar el genocidio de la Conquista.

Por su parte, André-Vicent O.P afirma que el genocidio queda “desmentido por la persistencia de la raza en México y en la población mestiza de las islas españolas”. Plantear la “persistencia de la raza” como negación del genocidio es falsear la historia. También persisten los judíos y no por ello se puede negar el genocidio nazi. La población en América se ha recuperado desde mediados del siglo XVII, pero, ¿Qué pasó con los entre 50 y 80 millones de indios que desaparecieron entre 1492 y 1650?

Otros incluso, van más allá al negar el genocidio español pero sostener el azteca frente a otros pueblos aborígenes como los tlaxcaltecas, los totonacas o los huancas. Es decir, invierte los términos, los españoles no fueron los genocidas sino los indios. La historia al revés, los verdugos convertidos en víctimas.

Demetrio Ramos niega también el genocidio, incluso en el caso de los taínos antillanos que se extinguieron en menos de medio siglo. Sin aclarar demasiado afirma que era un pueblo “débil física y estructuralmente” y que su desaparición “tiene explicaciones mucho más lógicas que aquellas del genocidio”. Finalmente, Restall, aunque afirma que fue “el mayor desastre demográfico de la historia humana”, niega el genocidio porque no hubo voluntad de exterminio, sino de incorporarlos a la cadena productiva como mano de obra. Esta última opinión parece algo más sólida pero peca de eurocentrismo, porque trata a todos los indígenas americanos como si fueran una unidad. Aztecas o incas vivían en un estadío muy desarrollado que permitía sin dificultad incorporarlos a los trabajos forzados de los españoles. Y eso hicieron los españoles, incorporarlos a la cadena productiva, aunque fuese en penosísimas condiciones laborales. En cambio, muchos otros grupos indígenas, que estaban a nivel de bandas y tribus, no se adaptaron al trabajo sistemático y no hubo en absoluto voluntad de evitar su exterminio. Y citaré un ejemplo concreto, en 1513 Fernando el Católico declaró a las islas Lucayas y a muchas de las Antillas Menores como “islas inútiles” y, por tanto, su población susceptible de ser deportada y esclavizada. Una decisión verdaderamente genocida, aunque duela reconocerlo, y no muy diferente a algunas de las más crueles decisiones tomadas por los nazis en relación a los judíos.

En cambio, hay otros historiadores críticos que sí han denunciado el genocidio de la Conquista. Casi todos ellos americanos, como David Bastone, Francis Jennings o John F. Guilmartin. En España el profesor Manuel Lucena Salmoral sí ha sostenido la existencia de un genocidio al menos en los primeros años de la Conquista.

Como veremos a continuación resulta hoy imposible negar el genocidio, y debemos olvidarnos de patrioterismos y de injustificados sentimientos de culpa. No es posible pedir hoy disculpas por lo que hicieron los españoles del siglo XVI, como no es posible que los italianos pidan perdón por lo que hicieron los romanos en tiempos de Jesucristo. Como muy bien ha escrito Lucena Salmoral se trata de “conocer la verdad histórica y aceptarla, por dura que resulte”. Los españoles, como hicieron antes y después otros muchos pueblos, arrasaron a los pueblos aborígenes americanos, y la vida continuó –aunque no para todos, claro-.

3.-EL GENOCIDIO ARCAICO O MODERNO

Creo que ha llegado la hora de reconocer abiertamente el genocidio y hacer, aunque sea cinco siglos después, justicia a los millones de indios que perecieron tras el famoso “choque cultural” entre Europa y América. Las violaciones de los derechos humanos son imprescriptibles y, por tanto, nunca es tarde para enjuiciar objetivamente lo que allí ocurrió y denunciar a muchos de sus más crueles protagonistas.

Para empezar habría que tener claro el concepto de genocidio. Para ello recurrimos a la resolución de Naciones Unidas de 1948 para la prevención y sanción de dicho delito. En su artículo segundo dice:

“Se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal: a) matanza de miembros del grupo; b)lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; e) traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo”.

Todavía en España hay quien habla de la gesta de la Conquista sin ser conscientes de que millones de indios murieron y de que otros fueron sometidos a la más miserable de las servidumbres, sus instituciones subyugadas y su cultura y su lengua aniquilada.

Pocos historiadores dudan ya que la Conquista fue esencialmente una campaña de pillaje, cuya tapadera ideológica fue la idea de misión cristiana o de cruzada. Y así lo entendieron los propios indios. Manco Inca, descendiente de los Incas del Perú en un discurso pronunciado a los indios que secundaban su alzamiento en 1535, dijo lo siguiente:

“Su codicia ha sido tanta que no han dejado templo ni palacio que no han robado, más no les hartarán aunque todas las nieves se vuelvan oro y plata”.

Los españoles aniquilaron más por su afán de fortuna que por un deseo de exterminio en sí mismo. Se trataba de un genocidio que yo suelo denominar moderno o arcaico, en relación al genocidio contemporáneo. Obviamente, este último es una forma de barbarie mucho más desarrollada, más perfecta y, por tanto, también más perversa. Implica la instrumentalización de la ciencia, el apoyo estatal y la eliminación consciente de pruebas y testigos, conscientes de que algún día el mundo les juzgaría. Esta forma extrema y radical de exterminio no existió en la Conquista de América.

En cambio, como ya hemos dicho sí que se dio tanto un etnocidio como un genocidio moderno o arcaico. Etnocida se considera toda política que traiga consigo a corto o largo plazo la desaparición de una cultura indígena. Por ello, obviamente, toda la colonización española de América fue etnocida. Pero el etnocidio no excluye el genocidio. Hubo un genocidio arcaico que se llevó a cabo al margen de los designios Reales y probablemente sin una planificación global. Tampoco hubo una verdadera voluntad de eliminar pruebas, de ahí que hayan llegado centenares de documentos en la que otros españoles denunciaban estos hechos.

El genocidio americano tenía un precedente inmediato que es el ocurrido en las islas Canarias en el siglo XV. Los guanches fueron diezmados y esclavizados hasta su total extinción. Fue exactamente lo mismo, con la única diferencia de la magnitud porque la población de las islas Canarias no podía compararse con la americana. Los indios taínos de las Antillas fueron igualmente exterminados. Hubo exterminio sistemático de caciques y de líderes indígenas que eran sustituidos por sus propios hijos, ya leales a España.

La colonización fue aún peor porque el indio fue discriminado y depauperizado hasta límites insospechados. Todavía en nuestros días quedan residuos de ello en nuestra lengua. Cuando hablamos de “hacer el indio” nos referimos a hacer el tonto, equiparando indio a tonto o a ser poco inteligente. Sirvan estas pocas cuartillas para recordar a los millones de indios que perecieron fruto del empuje colonialista europeo.

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