Chile: ¿Quién es realmente Sebastián Piñera?
Toda persona que voluntariamente se inserta en la actividad pública, renuncia obligadamente a su vida privada. Es una de las primeras reglas del juego político. Por ello, llorar o indignarse porque alguien le ha sacado al sol algunos trapitos personales sólo sirve para acrecentar el volumen y el fondo de las críticas.
En el caso del señor Piñera Echenique, a la incontinencia verbal ha sumado acciones propias de un bufón, pero de aquellos que finalmente terminan siendo pifiados. Si hay un caballo, quiere montarlo; si hay un desfile militar quiere encabezarlo; si hay un bote, quiere remar; si hay una pelota quiere patear un penal; si hay un Ford T quiere conducirlo; si hay un helicóptero, quiere pilotarlo; si hay una nalga quiere ponerle una inyección; si hay un escenario quiere ocuparlo… definitivamente, es demasiado.
Tanto busca cámara, que llega el momento de la saturación. Durante su gobierno (2010-2014) le vimos por TV encaramado en la moto 450 cc de Francisco ‘Chaleco’ López, sonriendo mediáticamente ante periodistas, cámaras y público en el parque automotriz que el rally Dakar estableció en Arica, lugar al cual –era que no– desde La Moneda había llegado la orden de levantar una tienda –en medio del parque automotriz de esa competencia internacional–, pues el Presidente quería permanecer allí junto a los pilotos y técnicos varias horas, específicamente durante la presencia de la prensa.
¿Es un problema de ‘ego’ elevado a la máxima potencia, o hay algo más en este intrincado asunto que para algunos partidarios de don Sebastián obedece sólo a ‘ingeniería publicitaria política’?
Él lo hace, él yerra, él se equivoca… pero no tiene empacho en salir al ataque criticando a otros por hacer lo que él ha hecho, jurando dar el mejor de sus esfuerzos para que esos otros no lo hagan más, por lo que solicita ser elegido en la primera magistratura para cumplir “honestamente y con el corazón en la mano” tales propuestas. Así es Tatán.
Convengamos que él no es uno de esos derechistas clásicos, de aquellos que pertenecen a un conservadurismo clasista y totalitario. Tampoco es un individuo que se inscriba en la fanaticada del neo fascismo europeo. Quizás, por tradición familiar, siempre haya estado más cercano a la derecha confesional inserta en el partido demócrata cristiano, y no a la derecha dura y pura representada por personeros de apellidos Jarpa, Novoa, Kast, Labbé, etc. Sin embargo, es esa derecha la que más conviene a su interés primordial: los negocios, el dinero. La ama y se acerca a ella; duda y se aleja; titubea… que sí pero que no, aunque, bueno, ya.
En política actúa tal cual lo hace en asuntos de negocios; sin contemplaciones, sin reparar en excesos ni dárselas de perdonavidas. Así es como se prospera en las materias comerciales; así es como actúa y crece un especulador financiero que pretende ser exitoso.
Bien sabemos que en los negocios y asuntos comerciales de alto volumen hay escasas reglas morales (por no decir ninguna) y no existen debilidades de abuelita. Da lo mismo (ni siquiera interesa) que la víctima sea mujer, hombre, viejo o joven, como tampoco preocupa en demasía que esa víctima pueda quedar de brazos cruzados y en la calle si el victimario la desplumó. Basta con que no sea abiertamente ilegal realizarlo. Muchas veces, y esto es tan cierto como lo anterior, el especulador transita la delgada línea que divide lo legal de lo ilegal. Es sabido que esa línea cae dentro del territorio de la inmoralidad.
Pues bien, Piñera es precisamente uno de esos especuladores, y como tal actúa en política, oficio este último que ve como plataforma de negocios más que como acción social. Todo lo reduce a dinero. No le importa mucho reflexionar sobre su forma de actuar si finalmente obtiene ganancias. En materias bursátiles se especula, se miente, se juega al engaño… y Sebastián utiliza ese método –el único que conoce– en su accionar político.
En realidad, ha usado esa fórmula desde que decidió iniciarse en el oficio público, mezclando en un todo único a la política con la especulación financiera y la ausencia de estatura moral. Su recorrido en política está plagado de inconsecuencias e incoherencias, además de acciones que una mayoría del electorado considera ilícitas, pero que no han sido causa suficiente para sacarlo del escenario. Vea usted lo siguiente.
Le dijo al país que había votado por el NO en el plebiscito de 1988, sin embargo aceptó de buena gana ser el jefe de campaña del favorito de Pinochet en la elección presidencial de 1990, Hernán Büchi, atacando con virulencia al contrincante –Patricio Aylwin– asegurando que con ese democristiano en la Moneda Chile podría derrumbarse económicamente y alterarse, de manera severa, la ‘paz social’ obtenida durante la dictadura.
Años más tarde, en el 2017, dirá que admira y quiere encarnar la acción de Patricio Aylwin en el cargo de primer mandatario. ¿Cómo creerle? Es una jugada típica de negociante… Desea atraer a su redil la votación de democristianos desprevenidos y también de aquellos beatos conservadores sin voz ni presencia pública (en la DC los hay, y no son escasos).
Desde todas las tribunas, Tatán grita a los cuatro vientos que siempre rechazó a Pinochet debido a los ‘excesos’… Sin embargo, fue uno de los más encendidos defensores del dictador cuando Pinochet se encontraba detenido en Londres. No podía darle la espalda, ya que fueron dos de sus ministros –José Piñera (su hermano) y Mónica Madariaga– quienes le libraron de caer a la cárcel luego de la estafa y quiebra que él protagonizara como gerente del banco de Talca, acción que dio origen a una orden judicial de “arresto” firmada por el juez Luis Correa Bulo. En esas acciones, la política vino en su ayuda desde las más altas instancias del poder. No sería la última vez.
Por cierto, tuvo y sigue teniendo enemigos en el escenario de la banca, las finanzas y la especulación. Algunos de ellos han sido poderosos, como el ya fallecido Ricardo Claro, dueño del canal de televisión Mega, de Cristalerías Chile y principal accionista de la Compañía Sudamericana de Vapores.
Amenazas de agentes de la CNI –que mantuvieron durante algunas horas secuestrado a su pequeño hijo– lo sacaron de la política durante un tiempo. Era sin duda la respuesta de Ricardo Claro a la traición de Piñera con el asunto de las tarjetas de crédito (el dinero plástico).
Muy probablemente, para el empresario Claro Valdés no había sido suficiente castigo el destape mediático ante las cámaras de Mega con el escandalillo de la radio Kioto, en cuya grabación Piñera recomendaba a su amigo Pablo Díaz –en conversación telefónica, grabada por agentes militares de la CNI que a su vez pagaban favores a Claro– desprestigiar duramente a Evelyn Mathei, su contrincante en la búsqueda de apoyo de la derecha para presentarse como candidatos a La Moneda.
Ese escandalillo la prensa lo bautizó como “Piñeragate”. Dos décadas después, la Mathei sería ministra en su gobierno, y él hablaría maravillas de ella. Pero se trataba de un casamiento sin amor… por conveniencia… por negocio… por política.
Nunca ha creado empresa alguna, aunque le agrada que le digan “mega empresario”, porque en estricto apego a la realidad sólo es un hábil especulador financiero sustentado por sólidas redes familiares y políticas. Todo lo que él realiza tiene un apego sólido en la ideología especulativa-comercial que conoce y maneja a la perfección. Lo demostró el día en que se involucró de lleno en el fútbol profesional, avizorando en esas acciones un triple logro: político, económico y mediático. Así fue.
Su corazoncito futbolero estaba abrazado a la tienda cruzada (Universidad Católica, que era su alma mater), pero los afanes comerciales le hacían mirar con ojos ávidos al club popular (Colo-Colo). Invirtió dinero en ese club, logró colocar allí a sus amigos y socios en el directorio, y como rebote de tales acciones, su figura se alzó exitosamente en las capas populares, lo que le ayudó a ganar puntos en sus afanes presidenciales. Política tratada como negocio. De eso sabe. Más tarde vino el escándalo Mayne Nichols-Marcelo Bielsa, produciéndose el colapso de su imagen en los estamentos del Chile de a pie. Aunque ello duraría poco tiempo, como sabemos.
Más tarde conoceríamos otras andanzas de don Sebastián, algunas rayanas en la ilegalidad y otras en la inmoralidad. Dentro de la lista de esas ’andanzas’ se encuentra la multa de 363 millones de pesos impuesta por la Superintendencia de Valores y Seguros en 2007. Entonces la entidad sancionó al ex mandatario por haber adquirido, a través de la sociedad Santa Cecilia S.A., un total de 3 millones de acciones de LAN con información privilegiada.
Además, en el 2015, se vio involucrado en la investigación sobre el pago de facturas que efectuó Chilevisión –el año 2009– por servicios inexistentes a Aguas Andinas, Pampa Calichera, SQM y Asesorías Ilihue.
Súmese a lo anterior, la acusación de coimas LAN en Argentina, el lío gravísimo con SQM, la eventual traición a la patria en el asunto EXALMAR-BANCARD-Tribunal de La Haya (cuando gobernaba nuestro país), lo acontecido con el Terminal Bloomberg, el no pago de impuestos en Chile mediante desvío de sus dineros a paraísos fiscales, y una serie de otros hechos que por sí mismos ameritarían un proceso penal.
Es soberbio, y al igual que todo especulador financiero desconoce la vergüenza (en política es un sentimiento inútil). Se niega a reconocer que hay una indesmentible mayoría ciudadana que le desprecia. Se fía del escuálido 40% de concurrencia a las urnas para apropiarse la banda presidencial.
¿Qué más del 60% del padrón electoral no concurre a los comicios? ¿Y qué? La Constitución del 80 (revigorada por Ricardo Lagos el 2005), no sanciona ni invalida unos comicios si la inmensa mayoría se ausenta del proceso eleccionario.
Es por ello que acostumbra no sólo mentir con liviandad patológica, sino también a apropiarse de éxitos que no le corresponden, acusar a otros de las fallas y patinazos que él ha cometido, responder todos los cuestionamientos con el mismo discursillo (aunque no diga relación alguna con lo que se le pregunta), hacer de payaso para ocultar fracasos y torpezas, carecer absolutamente de auto crítica, en fin, actuar en el servicio público tal cual lo hace un bolichero en su perorata engatusadora frente al cliente desavisado e ingenuo.
A caciques como Sebastián les conviene que millones de jóvenes se nieguen a sufragar porque “no están ni ahí” con la política y menos aún con los políticos. Esa ausencia le promete un nuevo triunfo en las urnas. Él gana, los megaempresarios ganan… Chile pierde.
Para él, todo se trata de “negocios”… en ellos no hay corazón ni sentimentalismo. Sebastián Piñera es así. Un especulador financiero metido en la política, a la que ve y administra como lo hace con todo aquello que se transa en la Bolsa de valores.
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