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Elogio de la locura
Damego
He volado sobre el nido del cuco, aquí, en la puta calle, donde cualquiera puede ser acusado de estar loco. Pobre de ti si no reúnes atributos suficientes de egoísmo, razón y mezquindad. Pueden encerrarte para siempre.
En nombre de la verdad absoluta, el orden establecido y las ciencias exactas. Estúpidos gendarmes. Piensan que el caos se puede controlar. ¿Acaso puede alguien impedir la formación de una galaxia, el enfriamiento de una estrella, la erupción de un amor...?
He volado sobre el nido del cuco. Aquí, en la puta calle, he visto cuerdos de atar caminar hacia suntuosos despachos urbanícolas donde diseñan planes de exterminio masivo. Guerra limpia. Ya no mueren soldados. Ya no sufre un cobarde oculto en la trinchera, opositor a loco, carne psiquiatrizable. Aviones invisibles pintan de gris el cielo a velocidad sónica desparramando heces letales con espantosa precisión tecnolátrica. Lo pagan los impuestos de aquellos que aborrecen la guerra en casa propia. Estamos tocando techo, en el gran pozo de mierda que sabiamente hemos levantado sobre nuestras cabezas. Damocles era un memo con lo de las espadas. Nosotros sí sabemos hacerlo.
He volado sobre el nido del cuco y he visto a la gente corriente huir despavorida de sí misma en busca de alguna cosa que llevarse al altar.
Adoratrices de la materia prima, los laberintos de silicio y el desarrollo insostenible del sistema bursátil, los moradores de los barrios altos de la aldea global derraman lágrimas y risas apasionadamente mientras devoran palomitas de maíz en cómodas butacas al ritmo del silbido de las balas en la pantalla grande, protectora, infranqueable, el enemigo no puede detectar nuestra presencia en la confortable sala climatizada, con cinemascope y sonido sensurround, vívela tal como la guerra misma, siente cómo estallan las bombas a tu lado sobre la impecable moqueta del suelo firme, puedes pisar tranquilo, no llega la metralla, eso es en otra guerra de algún arrabal barriobajero, funciona la taquilla y los beneficios de las acciones sirven para pagar las bombas, las de ficción y las otras, las de la cruda realidad que mueren otros detrás de la pantalla.
He volado sobre el nido del cuco. Desde la pobreza más absoluta, como dijo Groucho, continuamos ascendiendo hasta las cotas más altas de la miseria, guiados por un racionalismo rapaz que justifica cualquier medio empleado para lograr un único fin al que nombramos progreso, desarrollo, civilización. La paz justifica la guerra es la más absurda paradoja proclamada por el cinismo humano desde que estamos aquí, desde que hollamos esta Tierra herida, saqueada en nombre de ese mismo fin del que la ciencia, la razón pura, es instrumento y oráculo a la vez. No existe escapatoria.
Vigilantes tenaces del orden planetario, los gendarmes del mundo patrullan sin descanso las calles de la aldea global hasta sus últimos rincones, apagando el más leve conato de locura. No arde más fuego que el suyo, excepto el propio caos que acabará borrándolos de la faz de la Tierra.
Kolectivo
La Haine
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