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He estado en todas partes, con mi presencia, con
mi imaginación, con mi memoria. Todo lo he visto, a veces con mis
ojos, a veces con los tuyos. Y en todas partes hemos visto lo mismo: injusticia,
miseria, dolor, desolación. Allá con dictaduras antropófagas,
acá con urnas funerarias hemos visto lo mismo: marginación,
asedio, pillaje, alienación. El hombre por el hombre conquistado,
humillado, torturado, aniquilado. Todas las revoluciones sumadas en la
Historia son apenas un ligero murmullo de rabia y de dolor ahogándose
en el griterío salvaje de la depredación. Nos han engañado
desde siempre: el rey de la selva no es el león, sino el omnívoro
fagocitador cainita que un día no lejano se irguió sobre
sus cuartos traseros en medio de la noche y descubrió en las estrellas
un abismo insondable, aterrador. El miedo lo dirige desde entonces y como
perro amarrado a las piedras del camino ladra y muerde a cualquier desconocido
que por su territorio se acerque a curiosear.
He estado en todas partes y he visto, y tú también, al
niño de la mano, en sus primeros pasos, la mirada inocente de descubrirlo
todo cual la primera vez. Solamente en sus ojos, ya lo dijo el poeta,
puede anidar segura la promesa remota de otra revolución. Lo hemos
visto después "apegarse a otro cuerpo como una enredadera"
y amar con la hondura de la tierra hasta abrirse en capullo y florecer.
Y también elevarse y pintar sobre el lienzo el sexo de los ángeles
y cincelar el silencio hasta la melodía embriagadora, lenguaje
de los dioses, o el mármol hasta la Venus voluptuosa o el perfecto
David de Miguel Ángel o encadenar palabras hasta alumbrar con ellas
el río de la vida, la llama del amor, la fosa de la muerte...
Lo hemos andado todo y en todas partes hemos visto a los hombres luchar
por ser más hombres y aprender a volar. Sabemos que existimos porque
nos hemos visto ofrecer nuestra vida para alentar a otra o dedicar nuestra
existencia a mejorar la de todos sin buscar beneficio que no sea el común.
Sabemos que existimos. Y que nuestra existencia está compuesta
de tiempo, un tiempo breve que siempre queda corto dedicado a una obra
que no acaba jamás.
Tomamos el relevo de manos del legado que nos dejan aquellos que sin
querer se van. Por un camino u otro, más o menos certero, sabiendo
que aunque erremos lo importante es andar. Nada está perdido. Nada
puede perderse pues no existe el olvido. La memoria es común, disponemos
de un banco de memoria universal. Mientras exista un sólo hombre
seguiremos luchando por salir de la selva y aprender a volar.
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