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Apología del terrorismo y colaboración
con banda armada
x Jesús García Blanca - Publicado
en Cadizrebelde, 59
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“Todo el tiempo es tiempo
de guerra”
Robert del Naja (Massive Attack).
Escribo mientras me llegan las primeras noticias de las movilizaciones
contra la guerra. Escribo emocionado. Seducido por la gigantesca algarabía
de indignación y por la apabullante firmeza en la defensa de
algo tan sencillo, vital y escurridizo como la paz. Escribo incluso
al borde de sinceras lágrimas cuando la radio ha recordado –como
fondo a las primeras estimaciones del seguimiento multitudinario de
la jornada de lucha en todo el mundo- unas estrofas del Imagine de John
Lennon.
Pero lo confieso: estoy también seriamente preocupado por esta
abrumadora oposición a la guerra. Sí, ya sé que
más de uno pensará: “este individuo nunca está
contento, parece que le molesta estar con las mayorías incluso
cuando adoptan una posición correcta”. Pues no; no me molesta
estar con las mayorías, pero, en este caso, sí que me
preocupa.
A lo peor padezco manía persecutoria, pero con algunos años
de lucha a mis espaldas y acostumbrado a navegar contracorriente, esta
casi total unanimidad me mosquea. Y como sé que me dirijo a un
público rebelde y curtido en mil batallas contra gigantes que
no son molinos de viento, me voy a permitir el lujo de dar algunas vueltas
de tuerca a este asunto. Quiero decir: ir más allá de
lo obvio, explorar algunas sutilidades, atravesar terreno pantanoso...
¿Siguieron ustedes –siquiera sea a ratos- la sesión
parlamentaria del 5 de los corrientes? Yo sí. Y no podía
evitar sentir una recóndita inquietud interna. No me refiero
a la intervención de Aznar –que pertenece al terreno de
lo obvio en el que he decidido no entrar hoy. Tampoco quería
analizar sesudamente los discursos pronunciados. Me refería más
bien a algo que no era tan explícito y que podría quizá
atisbarse comparando las respectivas expresiones faciales de Aznar durante
las intervenciones de Zapatero y Llamazares.
La cara de Aznar durante el discurso de Llamazares reflejaba claramente
y a pesar de la contención un cabreo monumental. “Esto
rebasa los límites” debía estar pensando, “esto
rompe las reglas del juego”. Y la confirmación no tardó
en llegar: terminada la ronda de intervenciones, Aznar no respondió
a Llamazares y sí dedicó el noventa por ciento de su réplica
a Zapatero, al que sí podía y debía contestar:
ya saben, las elecciones a la vuelta de la esquina.
¿Estoy tratando de decir que Zapatero hizo un paripé?
No; más bien creo que Zapatero parte del mismo entramado conceptual
que Aznar, sólo que se sitúa en un nivel distinto... por
ahora.
Porque, pongámonos en una situación extrema: supongamos
que se demuestra –más allá de toda duda- que Saddam
tiene efectivamente armas de destrucción masiva; supongamos que
se demuestra –más allá de confesiones bajo tortura-
que tiene conexiones con grupos terroristas; supongamos –que no
es mucho suponer- que las grandes potencias eco-militares del planeta
–para entendernos: los que parten el bacalao- se ponen de acuerdo
en refrendarse a sí mismas aprobando en el Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas el tan traído y llevado “uso de
la fuerza”.
¿Qué pasaría entonces? ¿Qué diría
el Partido Socialista? ¿Qué dirían los obispos
o el mismísimo Santo Padre de la Iglesia Católica Apostólica
y Romana? ¿Qué diría la mayoría de actores,
cantantes, intelectuales, jueces, fiscales, carpinteros, panaderos,
electricistas y demás hijos de vecino? ¿Qué resultados
arrojaría el pulsómetro de la Ser o las encuestas científicas
y las de la barra del bar de la esquina?
No hace falta hacer cábalas. La respuesta ya la tenemos. Desde
febrero del 91, el “uso de la fuerza” autorizado por las
Naciones Unidas y materializado en un embargo despiadado junto a bombardeos
casi diarios ha venido causando una masacre a cámara lenta en
Iraq.
¿Ha levantado la voz el Partido Socialista? No; tras colaborar
con la matanza del 91 en Iraq, estaba ocupado ofreciendo su apoyo al
Partido Popular para otro holocausto humanitario, esta vez en Kosovo.
¿Y –dejando aparte las honrosas excepciones que todos conocemos-
qué han dicho o hecho el Santo Padre Católico, los obispos
actores, cantantes, intelectuales, jueces, fiscales, carpinteros, panaderos,
electricistas y demás hijos de vecino? Hacerse los suecos –y
que me perdonen algunos suecos.
¿Y qué resultados hubieran arrojado hipotéticas
encuestas? Pues sencillamente, que la gente no sabía de qué
demonios les estaban hablando. Así de crudo –nunca mejor
dicho.
El discurso de Zapatero, podría resumirse así: “Ataque
a Iraq: de entrada, no”. Y claro, ustedes, respetables rebeldes,
entenderán que a uno se le revuelvan las tripas ante la idea
de salir a la calle con estos. Cuidado: no digo que no haya que salir
–yo además tendré la ventaja de que las convocatorias
almuñequeras se han separado debido a los misterios de las políticas
municipales. Lo que digo es que tengamos bien presente a quienes tenemos
al lado... por ahora.
Que la coyuntura electoral es la base para establecer lo que sólo
para entendernos llamaré estrategia pacifista del PSOE queda
bien patente en la filtración del debate interno recogida –aunque
camuflada- nada menos que por El País: “en algunas ejecutivas
regionales de su partido ha quedado patente alguna preocupación
a ese respecto. `¿No estamos yendo demasiado lejos?´, se
preguntaron algunos dirigentes”(1).
Pero claro, es que el PSOE “es un partido de gobierno”.
Eso es lo que preocupa a algunos prebostes del PSOE y tranquiliza al
Partido Popular. Y esa es la explicación del rostro sonriente
de Aznar durante la intervención de Zapatero: nada más
comenzar ésta, Aznar debió pensar: “tranquilo, estos
son tan cínicos como nosotros y aunque eso debería preocuparnos
porque son puntos para conseguir la Moncloa, en este caso concreto significa
que no van a romper la baraja, que se van a mantener en el campo de
juego que necesitamos para contestarles sin problemas”. Y digo
que debió pensarlo a tenor de la primera parrafada de Zapatero:
“Hablo en nombre de un partido (...) en primera línea
en la lucha contra todo tipo de dictadura y contra todo tipo de terrorismo
(...) el rechazo radical a la violencia como arma política
es una seña de identidad permanente y profunda del partido
socialista. También ha contribuido de manera decisiva en estos
25 años (...) a fijar un marco común de una política
exterior y de seguridad compartida, que tiene como líneas esenciales
la defensa de la paz y de la seguridad en el mundo (...)”.
Por los mismos motivos (es decir, justo por los contrarios) resulta
fácil comprender por qué la sonrisa de Aznar se trabó
en mueca de descomposición cuando intervino Llamazares: Izquierda
Unida “no es un partido de gobierno”. Por eso su coordinador
pudo hablar claro y pronunciar la palabra que Zapatero no pronunció
y que el brazo mediático del PSOE no recogió al día
siguiente: la palabra “petróleo”. Y no sólo
eso, de la intervención de Llamazares –que no fue contestada
por Aznar- se desprende claramente que lo que se avecina no es propiamente
una guerra, sino un ataque terrorífico al margen de cualquier
legalidad con armas de destrucción masiva contra un pueblo indefenso
que a duras penas sobrevive a una tortura que se ha prolongado durante
doce años.
Defender eso se llama apología del terrorismo. Participar en
ello se llama colaboración con banda armada.
¿Qué pasaría si a la gente que se va a manifestar
hoy bajo pancartas y con pegatinas que dicen “No a la guerra”
le pudiéramos completar la consigna a partir de un ejercicio
radical de coherencia: “No a la guerra del Imperio contra el Terrorismo”?
Nos íbamos a quedar más solos que Gary Cooper ante el
peligro.
ADDENDA
Pequeña galería de obscenidades morales
El folleto del PP
Perfecto ejemplo de propaganda de guerra, el folleto “Por la paz.
Por nuestra seguridad” reproduce al milímetro los mecanismos
básicos de propaganda de guerra descritos por Lord Ponsoby en
su obra “Falsehood in Wartime” (Falsedad en tiempo de guerra),
publicada en 1928 y magníficamente actualizada en el análisis
de Anne Morelli publicado por la Editorial Hiru en su colección
Sediciones:
1. Nosotros no queremos la guerra.
2. El adversario es el único responsable de la guerra.
3. El enemigo tiene el rostro del demonio.
4. Enmascarar los fines reales de la guerra presentándolos como
nobles causas.
Federico Trillo
“No hacen falta pruebas”. No hacen falta comentarios.
Gustavo de Arístegui
Se apunta a la estrategia número tres de Lord Ponsoby: “Si
Saddam Husein y su régimen sanguinario, bárbaro y repugnante,
aceptan desarmarse, no habrá necesidad de guerra”. Se deduce
que en caso contrario no habrá más remedio que perpetrar
una matanza que no puede ser sanguinaria, bárbara ni repugnante
por la sencilla razón de que la cometerán los buenos.
Emilio Lamo de Espinosa
Teme una “proliferación de potencias regionales en posesión
de armas de destrucción masiva”, cuando lo que está
mandado es que esas temibles armas las tengan sólo los ejércitos
del Imperio por si se tercia desatar una catástrofe nuclear en
alguna zona que se caracterice por contumaz rebeldía.
Las únicas armas biológicas que posee Iraq son los cuerpos
de sus hombres, mujeres y niños. Quizá a algunos les tranquilice
saber que si se desata el infierno, estas armas van a ser destruidas.
Federico Jiménez Losantos
Para ser sinceros, no es muy partidario de la intervención en
Iraq. ¿Qué prisa hay cuando otros objetivos más
urgentes requieren una solución final? Y Federico señala
objetivos: Colombia y “la retaguardia chavista” de entrada.
Gonzalo Parente
Al coronel de Infantería y profesor emérito de hazañas
bélicas no le “extrañaría nada que al final
los propios iraquíes tirasen los fusiles y recibiesen a los americanos
como los liberadores”; es de suponer que usía se refiere
a los que queden vivos bajo el dragón de sangre y fuego que tiene
previsto lanzar el ejército patrocinado por Shell, Exxon, British
Petroleum y demás.
Rafael L. Bardaji
Para el Subdirector del Instituto Elcano, la guerra es “legítima,
porque busca el cumplimiento de las resoluciones de NNUU (...), justa
porque sus objetivos lo son (...) y necesaria porque no hay ninguna
otra alternativa”. O lo que es lo mismo: los fines justifican
los medios aunque nadie se crea los fines.
Gabriel Albiac
¿Qué se podía esperar de Albiac tras sus columnas
sobre la matanza de Yenin? Pues eso, más de lo mismo: “la
guerra debería haberse iniciado hace cuatro años, cuando
se expulsó a los inspectores”.
“Hemos visto morir a Dios en las trincheras del 14. Freud levantó
acta. Hemos visto morir al Hombre en las fábricas de jabón
de Dachau y Auschwitz. Lacan, Althusser y Foucault levantaron acta.
(...) Hemos visto morir la Historia en un atardecer berlinés
de hace diez años. La tele levantó acta”. Estamos
viendo morir seres humanos sacrificados en los altares de la Libertad,
de la Seguridad, del Progreso, del Mercado Libre y de la Democracia
en un triste atardecer del planeta que se prolonga más allá
de lo soportable. Albiac levanta acta en sus columnas... y disfruta
con ello.
Fernando Savater
Otro que da lecciones de ética. Pero lo del filósofo-bestseller-basta-ya-de-ética
es caso aparte. Se apunta contra el bombardeo pero se le ve el plumero
cuando recuerda su posición pro-ataque socialista a Iraq del
91 “para pararle los pies a un dictador”. Lo de ahora “sólo
me parece un movimiento geo-estratégico”. Claro que la
masacre para parar los pies a un dictador que podía haberse convertido
en el segundo productor de petróleo del planeta no era un movimiento
geo-estratégico. En cuanto al millón y medio de muertos
por el embargo, Savater no dice ni “basta ya”.
Ana Palacios
“No se necesitan más inspecciones”.
Ahí queda eso. Ya se puede retirar tranquila de la política
con la certeza de haber hecho historia. Como hubiera dicho el insigne
Groucho Marx, “partiendo de las más altas cotas de la miseria
intelectual hemos alcanzado los más bajos pozos de la vileza
moral”.
Por eso, incluso en esta galería de rastreros, se queda la última.
Notas:
1. El País, miércoles 12 de febero, pag. 16. El camuflaje
consistía en titular la columna: “Zapatero `acatará´
pero no apoyará la guerra aunque lo decida la ONU”.
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